1. Introducción
Este trabajo se enmarca en el estudio dedicado al léxico de la vida cotidiana en inventarios de bienes redactados en Burgos hacia la segunda mitad del siglo xviii. Dirige la atención a términos que aparecen en las fuentes documentales tras haber experimentado un proceso de traducción —o de imitación— más o menos acertada. Con el objetivo de aportar ejemplos de este léxico marcado, se lleva a cabo una presentación de las fuentes documentales —los inventarios de bienes localizados en documentos manuscritos originales—. Tras la necesaria referencia al Burgos del siglo xviii y al contexto cultural de la época, se exponen varios ejemplos de las palabras analizadas, no frecuentes en los inventarios ni en los corpus, bancos de datos y otras fuentes lexicográficas de referencia habituales en este tipo de estudios históricos; entre los consultados como base de comparación figuran el , el , el , el ), el y el , además de diversas monografías, trabajos especializados y obras literarias.
2. Objeto y materiales
El estudio enfoca el nivel léxico en el ámbito de la vida cotidiana del xviii en un campo concreto: la presencia de préstamos, algunos de ellos peculiares en su forma adaptada, interesantes además por su datación y por su localización; es decir, como parte de un vocabulario que no siempre aparece en las obras académicas o de autores conocidos (obras estas en las que se utilizaba un modelo de lengua más normalizado). Este léxico de lo cotidiano, del día a día de los hablantes, se encuentra en documentos de carácter público o privado, civil o religioso; y, en algunos casos, registra el uso de formas no estandarizadas.
Los inventarios de bienes contenidos en documentos notariales son reconocidos como una valiosa fuente de datos y de información lingüística acerca del léxico de lo cotidiano. Este tipo de corpus constituye, tomando las palabras de , “una herramienta fantástica”, pues la detallada localización espacial y temporal de los textos notariales ofrece información para el estudio del léxico desde las perspectivas diatópica y diacrónica. Entre la ingente cantidad de documentos aún por revisar y por transcribir, se ha seleccionado una muestra, buscando, más allá de los términos más comunes en lo que se ha dado en llamar vocabulario de la vida cotidiana, otros menos frecuentes y que corresponden a campos léxicos cercanos al ámbito de lo suntuario.
Una de las características evidentes que se han señalado en los estudios sobre el léxico español del siglo xviii es la entrada de préstamos, acompañando las nuevas realidades materiales y culturales. Las palabras que se hallan en los inventarios y que aquí son objeto de análisis son también los testigos del intento de adoptar voces llegadas de otras lenguas. Los resultados de tal adopción, adaptación o traducción no siempre son obvios ni permiten acceder al significado de manera inequívoca.
Cabe tener en cuenta otra afirmación de Kabatek (ib.) acerca de las fuentes manuscritas como corpus: “los corpus no son lengua; son colecciones casuales de enunciados con numerosas fuentes de ‘ruido’, y basar explicaciones gramaticales en ellos es una tarea más bien aventurada”. Sin obviar el “ruido” de la representación gráfica reflejada por la mano de notarios y escribanos, dicha representación invita, por una parte, a descubrir el recorrido que siguen los términos desde su origen hasta las páginas de los Protocolos notariales; por otra, obliga a contemplar la cultura que hay detrás de las palabras (por ejemplo, el hecho de que en el siglo xviii las damas vistieran deshabillé para recibir a invitados), compartiendo la consideración de la lengua como objeto histórico-cultural que, por tanto, debe definirse de manera histórico-cultural ().
En cuanto a la selección del ámbito léxico, cabe recordar que la vida cotidiana constituye un atractivo campo de estudio en disciplinas como la Historia o la Historia del Arte, y también en la Lingüística. Para esta última, los inventarios de bienes suponen una fuente inestimable en investigaciones cuyo número sigue aumentando. Conviene recordar aquí las palabras de : “La elaboración de una simple lista de productos de consumo puede arrojar más luz sobre una época que la obra literaria más compleja”.
Que la vida cotidiana —y su léxico de las realidades materiales— aflora en los documentos privados se hace evidente al hojear los inventarios, pues la necesidad de detallar el patrimonio (bienes y su precio) obligaba a emplear términos de uso común, fácilmente reconocibles; desde la modesta pala de revolver chocolate valorada en pocos reales a, en contraste, joyas y otros objetos suntuarios valorados en miles. Con todo, es necesario recordar que, aunque la actividad notarial fuera mucho más frecuente en el pasado que en la actualidad, este tipo de documentos excluye información sobre quienes carecían de recursos para costear el precio de un inventario o no tenían de qué hacerlo. Por tanto, resulta más probable localizar las innovaciones lingüísticas de quienes podían acceder a las nuevas modas, frecuentemente desligadas de la esfera estrictamente rural.
El léxico de la vida cotidiana se halla en todos los tipos de documentos que incluyen listas de posesiones y su correspondiente valoración económica, escrupulosamente anotada al margen: testamentos, ventas públicas, contratos, encomiendas, donaciones, cartas de arras y dotes, por ejemplo. Los materiales analizados en este trabajo proceden de Protocolos notariales conservados en el Archivo Histórico Provincial de Burgos (AHPBu); en concreto, inventarios de bienes post mortem de personas acaudaladas, pertenecientes a la nobleza o altos cargos de la Administración Pública. Estos documentos, cuidadosamente localizados y fechados, en ocasiones dan cuenta de la recepción que se hace de los términos adaptados o traducidos y que acompañan a las nuevas modas y realidades llegadas de Europa, especialmente.
La redacción del inventario implicaba el desplazamiento del notario (si escribía por su propia mano) o del notario y un escribano hasta el lugar donde se encontraban los objetos; podía ser que la relación de bienes fuera escrita in situ y se conservara tal cual en el Protocolo notarial, o que se copiara a limpio con letra más legible y pulida (). Este hecho puede resultar determinante en la representación escrita de las palabras, pues, a pesar de la inmensa labor de la Real Academia Española, fundada en 1713, llegada la segunda mitad del siglo xviii la normalización lingüística no se había producido de manera rápida ni tampoco uniforme; dicha normalización se hacía aún más difícil en el caso de términos con escaso recorrido en el idioma.
3. Luces y lengua en el Burgos del xviii español
Como ocurre en cualquier época, en el siglo xviii los patrones de vida se trasladaban a patrones lingüísticos, y el estatus sociocultural encontraba su reflejo en dichos patrones. Tal influencia se extiende al área de la traducción: en algunos estudios recientes sobre este campo lingüístico se insiste en “la importancia de enseñar y acostumbrar [...] a percibir los elementos culturales y saber plasmarlos en la traducción” ().
En un siglo marcado por la influencia extranjera (), especialmente por la francofilia, las traducciones fueron objeto de duras críticas: en palabras de Isla, tantas traducciones “nos sofocan”. El autor añade una expresiva crítica: “Casi todas son una peste” (). Por otra parte, imitar la forma de las palabras de manera consciente podría no ser tan fácil en el panorama cultural (desierto cultural, según ) de la España del xviii, cuando la media global de alfabetización se situaba, al final del siglo, en torno al 30% (porcentaje aún menor en el caso de las mujeres).
Tal panorama se repetía en la ciudad de Burgos y su entorno. Antaño rica y floreciente, surgida del asentamiento de artesanos y mercaderes al pie de su castillo, y todavía un hito en el Camino de Santiago, acogía en la segunda mitad del xviii una población mercantil de mentalidad abierta y también grupos sociales más tradicionales; en la cúspide, miembros de la nobleza, el alto clero y funcionarios destacados; en el más bajo estrato social existía una amplia tipología de personas, desde pequeños propietarios y jornaleros, militares y clero regular, hasta individuos con bajos oficios o al borde de la pobreza. La clase media incluía a médicos, artesanos, comerciantes, así como escribanos, cuyo puesto de trabajo solía pasar de padres a hijos, sin más requisitos; hecho este que puede resultar importante.
El conocimiento de las reglas vigentes sobre la ortografía de cada época formaba parte de los que debía poseer un escribano en su labor de producir documentos públicos. expone las normas de la “buena pluma”, término que se utilizaba en España y Portugal en los siglos xvii y xviii para referirse a un buen escribano; en una detallada revisión de los tratados sobre el arte de la escritura, puntualiza, refiriéndose al arte de escribir en los siglos xvii y xviii:
Um bom escrivão era considerado aquele profissional que escrevia com propriedade e correção, dentro das normas convencionadas de ortografia e de cortesia. Era também aquele que mantinha a mão treinada na bela escrita dos caracteres, com elegância e legibilidade, sendo capaz de utilizar alguns ornamentos caligráficos com propriedade, na medida certa à matéria que redigia ou copiava ().
Por su parte, señala que en el hacer de un escribano a finales del siglo xviii competían a varios niveles la caligrafía y la grafía del común, la norma y el uso desviado, el talento de una minoría y la expresión casi elemental de los más. Además de los errores y las vacilaciones comunes en la representación escrita, se hallan en los inventarios características consideradas por propias de scriptores con un bajo dominio de la escritura, como la unión gráfica de las palabras (una vez excluidos los rasgos puramente caligráficos) o la escasa abreviación de las palabras al emplear las abreviaturas. A este contexto cabe añadir la oportuna afirmación de : “Los usos gráficos no pueden valorarse sino en el marco de las complejas tradiciones culturales en que viven y se difunden, y su interpretación fonética no es posible si se obvia el examen de este condicionamiento”. Más aún, el marco reducido a la actuación individual puede resultar determinante a la hora de representar las voces (y también a la de analizarlas).
Es necesario recordar que la recepción, la traducción y la representación gráfica no fueron uniformes. Quizá una palabra hubiera sido antes oída, pero no escrita o vista su grafía. Es clara la necesidad de obviar en algunos casos la representación gráfica, pues a veces se hace evidente que los escribanos no siempre seguían escrupulosamente la norma, ni siquiera contando con la muestra física del papel timbrado o de los libros. Por ejemplo: en el caso de títulos de libros en latín, en inglés o en francés, también el escribano tropezaba con dificultades para copiar correctamente palabras; por ejemplo, Richelieu en un título se registra como Richilu:
Por otra parte, una misma palabra podía aparecer escrita con numerosas formas diferentes. En la mayoría de los casos los términos se hacen reconocibles, a pesar de variaciones gráficas que no siempre permiten llegar a conclusiones en el nivel fonético-fonológico.
4. Nuevos bienes y nuevas palabras
En el marco de la segunda mitad del siglo xviii burgalés, los ilustrados renovaron el aspecto de la ciudad, de sus casas y de sus personas. Algunas familias pudientes desarrollaron el gusto por acumular objetos artísticos como medio de atesorar patrimonio. En algunos casos, las palabras llegaban de otros idiomas acompañando a los nuevos objetos y modas; las implicaciones para el nuestro fueron claras. El léxico de los inventarios analizados da cuenta del tráfico de objetos, de palabras y también de traducciones mucho menos que especializadas, en algunos casos condicionadas por el español y por la cultura que lo impregna.
A propósito de los préstamos lingüísticos, señalaban : “Si [...] una palabra se forma de manera consciente, imitando la forma de otra palabra de época anterior, existe entre ellas una relación de préstamo”. Algunos de los préstamos localizados en los inventarios son representados de manera normalizada (canape , maniquí , tabaco , berlina, forlon, peluca), con alguna vacilación gráfica; a partir de dicha vacilación, como ya se ha señalado, es posible llegar a algunas conclusiones en el nivel fonético, pero, en apariencia, sin posibilidad de dudar de la variante o del significado; por ejemplo, entre los casos señalados, el de berlina ~ bernina : según el , del fr. “berline, y este de Berlin 'Berlín', ciudad donde se ideó este tipo de coche de caballos hacia 1670”; otros se adoptan sin cambios, como forlón : el (s. v.) señala su origen desconocido y subraya también que nadie ha estudiado el origen del vocablo ni se ha encontrado algo análogo en otras lenguas, pues el significado para voces parecidas en el francés o en el inglés resulta demasiado lejano. Se documenta en el desde 1754; desde 1817 lo registra el diccionario de la Academia (, s. v. forlón): “Especie de coche de cuatro asientos, sin estribos, cerrado con puertecillas, colgada la caja sobre correones y puesta entre dos varas de madera”; desde 1884, la Academia presenta la acepción con la especificación “antiguo”: “especie de coche antiguo”. En el no se documenta hasta 1867, y no hay testimonios en el ni en el .
Por el contrario, otros casos muestran el intento del escribiente para ajustar o asignar un significante percibido a otro familiar en español, el de un concepto que previamente maneja, adaptando la grafía conocida de su propia lengua y dando lugar a pintorescas palabras que en un determinado momento —según las palabras del ilustre Manuel Seco— se agitaron “en el enorme caldero del idioma” (). El significante que resulta no es unívoco, la traducción se convierte en transformación “familiarizante”, extranjerizante (por ejemplo, al escribir por pura afectación la t o la f como consonantes dobles), desconcertante en casos. Ni siquiera puede apelarse como explicación al cruce léxico —acto consciente que, según , se diferencia de la lenta y progresiva aglutinación—.
En algunos casos, la adaptación parte del influjo de palabras existentes en español, como ocurre con peluca y cucarda. El término peluca también se halla tempranamente documentado en los inventarios burgaleses:
Pelucas - Quattro pelucas en cinquentta rreales ()
Dos pelucas de nudos la una de tres ordenes y la / otra de dos en_treinta reales ()
Una Caveza de Pelucas en Tres rreales ()
Se presenta en el como procedente «del fr. perruque, con cruce de pelo» (s. v. peluca); “por influjo de pelo”, apunta el (s. v.). En este caso, la adaptación asocia el significado en español: “la cabellera postiza”, según definía Autoridades (s. v.). Se indica en el su origen probable del francés perruque:
Palabra común al francés con el italiano y otros romances; de origen incierto. Probte. Extraída del fr. ant. perruquet, S. XV, voz con la cual se apodaba a los funcionarios de justicia, caracterizados por sus grandes pelucas. Perruquet significaba propte. ‘loro’, con el cual se comparó al juez provisto de peluca, por la locuacidad de esta ave y las plumas de su copete y cabeza; esta palabra (hoy perroquet) es deformación del cast. periquito íd., propte. nombre propio de persona. (, s. v. peluca)
Cabe señalar que se documenta un único caso, en Granada, entre los documentos del y ninguno en el . En el aparece en el xviii de mano de dos autores, Diego de Torres Villarroel y Francisco de Isla; y el recoge solo dos casos antes del xviii .
En el caso de otra palabra referida al tocado, cucarda, que se encuentra en uno de los inventarios, “Una cucarda de plata” (), también se observan influencias de un término existente en español. La voz cucarda figura en el (s. v.) como 'escarapela', del francés cocarde, derivado del francés antiguo coquard 'necio, vanidoso', y este de coq 'gallo'. La vocal u surgió del influjo de voces en cuc- como cuco. Como 'nudo para adornar el peinado de las damas' ( cocarde) se encuentra en el ejemplo indicado. No se registra con este significado en los diccionarios académicos. La Academia (, s. v. cucarda) registra este término desde 1791, con el significado de 'escarapela', y a partir de 1925 añade el significado de “cada una de las dos piezas de adorno que van a los dos lados de las frontaleras de la brida”. La primera documentación que ofrece el , del año 1758, corresponde a un fragmento del Fray Gerundio de Campazas de Isla: “Si saliese al teatro un comediante con su peluca blonda y empolvada, sombrero fino de plumaje y, por cucarda un lazo de diamantes...”. No se halla en otros corpus de referencia.
5. Otros extranjerismos y procesos de adaptación
El proceso que otros términos parecen seguir en los inventarios equivale a un atajo que ayuda a acomodarlos en el sistema recurriendo a elementos ya vistos u oídos. Una vez dispuesto someramente el marco para el análisis, se exponen algunos ejemplos.
En el campo semántico de los muebles auxiliares, el caso de biombo resulta poco llamativo en cuanto a la representación. Se trata de un préstamo relativamente reciente, estudiado ya por , procedente del portugués biombo y este del japonés byóbu (, s. v. biombo). Es definido en el (s. v. biombo) como “mampara compuesta de bastidores unidos por goznes, que se cierra, abre y despliega”. Se documenta en el desde 1684, y desde antes de 1645 en el , pero aún no era habitual a mediados del xvii: solamente se documenta un caso en el . En los inventarios burgaleses aparece en varios casos, también con la forma beonbo, que puede explicarse por razones meramente fonéticas:
Beonbo. Un Beonbo de dos varas De altto, y De ocho Bastti- / dores pinttado por ambas caras ()
Un Biombo forrado en Anjeo ()
Quattro vasttidores de Viombos / malttrattados en diez reales ()
Aparentemente, tampoco son muy llamativos algunos términos llegados del italiano, como escusali (referido a la indumentaria exterior femenina) o bisbís (referido al vicio del siglo, el juego):
Un Escusali de Grisetta blanca Guarnecido con / Blondinas y Su_petto y palettina de_lo mismo ()
Un Lienzo con el Vis / vis en [...] 0008 ()
Para escusali ofrece el información s. v. excusalí 'delantal pequeño': procede del italiano septentrional scossal 'delantal', que a su vez deriva de scoss 'regazo', este del longobardo skaus, en alemán schoss, transmitido probablemente a través del diminutivo occitano escoussali(n). La primera documentación que muestra procede de Autoridades (, s. v. escusalin), que la califica como “voz francesa". Según el , no se conoce como tal vocablo en francés, pero sí que aparece en el Dictionaire Espagnol-Français et Français-Espagnol (); tampoco figura en los diccionarios occitanos, pero este idioma debió de servir de intermediario a la vista de la vacilación en castellano con las terminaciones –ín e –í. En el (s. v. excusalí) se observa que es más usado escusalí, aun respetando “una excusable x” en la forma elegida por la Academia, y que figura hasta hoy (, s. v. excusalí; con la marca de “desusado” en la última versión, igual que en la entrada escusali). Las dos únicas apariciones en el corresponden a La Petimetra de Moratín, de 1762 (con la forma acentuada excusalí): “Un aderezo que vi / mejor no se puede hallar / con su peto y su collar, / con lazos y excusalí”. Dada la advertencia del Diccionario de Autoridades, es posible interpretar en la entrada un vínculo semántico como el que existe en excusabaraja, 'cesta cerrada con un candadito’ “para que vaya segúro lo que se lleva dentro de ella” (, s. v. excusabaraja). No se halla en el ni en el . En el se recuperan dos casos, de 1825 el primero y de 1925 el segundo.
La voz representada como vis vis ‘lienzo para el juego’, sin más trascendencia fonética, se refiere a bisbís. La única referencia que figura en el remite a guizque, sin relación con el contexto aportado aquí. Señala el (s. v. bisbís) que es lo mismo que biribís, tal vez por onomatopeya; para biribís (s. v.) indica la procedencia del italiano biribisso; en francés, biribi (). El define bisbís en su segunda acepción como “tablero o lienzo usado para el bisbís”; explica el juego en la primera: “Juego semejante a la ruleta que se hacía en un tablero o lienzo dividido en casillas con números y figuras, en cada una de las cuales colocaban los jugadores sus apuestas”. En 1780, Autoridades ( s. v. biribís) daba más detalles sobre este juego de la época: “La tabla, ó lienzo se llama tambien [sic] BIRIBÍS”. La forma biribís se encuentra recogida en pocos casos tanto en el como en el , cuatro y cinco respectivamente, solo a partir de 1774.
Cabe añadir que la aparición de este término en los inventarios burgaleses aporta una documentación llamativamente temprana de la forma bisbís, puesto que se atestigua en el desde 1816, pero la Academia lo recoge solo a partir de 1884 (, s. v bisbís). No se halla en el ni en el . En el se documenta en un caso de 1887, en un documento de Filipinas.
Entre las voces llegadas del francés se encuentran ejemplos pertenecientes al campo semántico de las prendas, como rondinglote, sortu y seville, y otros referidos a telas como musulina, lila y paño de Bues, del Bue o del Buf, variantes estas últimas para las que fue difícil ofrecer una interpretación asignable a un referente, pero que puede apreciarse en, por ejemplo, textos literarios.
Casaca chupa y dos pares de Calzones de paño de / bues forrada la Casaca en lamparilla negra ()
Calzones de paño del bue ()
Una Casaca de Paño de Buf forrada en Sargeta / de Color de Perla Con un Par de Calzones de lo mismo ()
Probablemente menos relacionados con la palabra bufí ‘lana’ (cf. ), los finos paños de la famosa fábrica de Elbeuf aparecen en los inventarios consultados como paño de Bues, del Bue o del Buf, obviando el comienzo del nombre originario y asimilándolo a un supuesto artículo. La de Elbeuf era una de las más antiguas fábricas de Francia, y de las más apreciadas,
pues nadie estaba bien vestido si no era de paño de Elbeuf [...]. En el día Elbeuf fabrica buenos y hermosos paños finos, tanto que ninguna otra fábrica de Francia puede competir con ella; no son tan finos como los paños de Sedan [...], pero son más batanados,
según explicaba la . Como hipótesis, pueden considerarse las entradas en los inventarios en relación con dicho referente. Normalizadas o no, tampoco se hallan en el ni en el , ni en los corpus académicos.
En distintas entradas, la palabra francesa déshabillé se convierte —de mano del escribiente— en deseville o, más simple aún, prescindiendo de una hipotética preposición “de”, figura como seville:
Un Deseville musco ()
Dos Desevilles en Briales / correspondientes De Lienzo ()
Una De Seville ()
Una Seville de Cottonia ()
Es llamativa también la documentación relativamente temprana de este término en los Protocolos de Burgos, puesto que en aparece solo a partir de 1764, al igual que en los parcos diez casos en once documentos del , y no se encuentra en el ni en el .
La voz rondinglote (no recogida en los diccionarios consultados) se interpreta como variante adaptada de redingote; esta, del francés redingote 'levita' y este, a su vez, del inglés riding coat, 'chaqueta para montar a caballo', poco usada en castellano. En francés se encuentra desde 1725 (, s. v. redingote). El (s. v. redingote) muestra esta voz a partir de 1764, con cinco únicos casos en el siglo xviii. Desde 1774 se documenta en el . No se encuentra en el ni en el . Se registra en uno de los inventarios burgaleses con un vacilante comienzo en la palabra y con un sufijo adaptado, castizo, familiar y reconocible:
Conviene comparar dos voces de las que aparecen entre los bienes inventariados: sortu y sobretodo:
La trayectoria de ambas voces en el xix ha sido estudiada por . Señala la autora que era probable el uso general de la forma castiza sobretodo y, por el contrario, la preferencia del galicismo sortu entre los hablantes de clase alta; especialmente, por parte de quienes esperaban ascender de categoría social. Con esta forma no se registra en los corpus y ; tampoco en el .
En Autoridades (, s. v. sortu), indicaba la Academia: “Lo mismo que sobretodo. Es voz Francesa, è introducida sin necessidad. Algunos dicen Surtu”. Para sortu ‘prenda de abrigo, sobretodo’, la documentación que ofrece el se limita a un caso de 1772; el siguiente se data a finales del xix. Los demás casos refieren a sortu ‘ramillete que se colocaba sobre los manteles de las mesas’. señalaba que esta voz procede del bajo latín supertotus, ‘especie de vestido’.
Derivado de todo (, s. v. todo), sobretodo era definido por Autoridades (, s. v.) como “ropa ancha, y larga, como hasta media pierna, que regularmente se hace de barragán, abierta por delante, con sus mangas anchas, y sirve para abrigo, y defensa de las aguas. Díxose assi, porque se pone encima de los demás vestidos”. El señala la fecha de 1739 para este sustantivo. La primera documentación de sobretodo en el y en el se halla en unos versos de Iriarte de 1730: “Sin que tú quieras ahora / abrigarle con un sayo / ó sobretodo de felpa / que le coge de alto abaxo”. Una documentación más temprana es mostrada por el en Córdoba en 1683; este corpus solo registra otros tres casos (en puntos tan dispares como Tenerife, La Rioja y Santiago de Chile), y el , ninguno.
Entre los menajes de mesa y de cocina, también llegada del francés, se halla la voz chufeta:
Chufeta. Una Chufeta de comida, de frusleda ()
Una Chufeta de frosleda en diez reale s ()
Una Chufeta pequeña de / yerro en [...] 0004 ()
Remite en el (s. v. chufeta) a chofeta, del francés chaufferette, para la cual se registra el significado de “braserillo manual de metal o de barro, que servía generalmente para encender el cigarrillo o quemar hierbas aromáticas”. Autoridades () registraba una definición de chofeta y de chufeta que se mantuvo hasta 1925: “Braserillo pequeño y manual que sirve en las mesas para calentar la comida, y para otros usos”. Este es el significado que se especifica en el primero de los ejemplos de varias apariciones en los inventarios, y se corresponde con la segunda definición que proporcionaba chaufferette): “Petit réchaud qu’on met sur la table pour tenir les viandes chaudes”. No se documenta la forma chufeta en el con este significado; en el aparece la primera documentación en 1851; solo figura con la segunda acepción del , “cuchufleta”, como aparecía ya en Autoridades (, s. v. chufeta y equivalente a la de chufleta, s. v.): “burla y mofa, dicha, ò hecha con donáire, y como despreciando à uno”. Es la forma chufeta la que figura en los inventarios. El registra chufeta como derivado de chufa ‘burla’ (s. v. chufa). No consta en el ni en el .
6. Observaciones finales
A partir de los testimonios gráficos localizados en la selección de documentos se comprueba que los inventarios de bienes constituyen un registro de la vida en sus aspectos cotidiano, cultural y lingüístico. La incorporación del nuevo léxico es testimonio de las nuevas realidades materiales en el Burgos del xviii.
Las palabras a veces reflejan una “traducción” con un doble fondo, de naturaleza tan psicológica y social como lingüística, que hace patente la dificultad para anotar términos que se identifican como extraños a la lengua propia. En el registro de los inventarios se aprecia el intento obvio de reconocer las palabras llegadas de otros idiomas y de considerarlas similares a las conocidas, en cuanto al significante. Cabe recordar la afirmación de : “Hablar no es solo hablar con las reglas gramaticales de una (o de varias) variedades; es también decir cosas que recuerdan a cosas ya dichas”. Si no se identifican las formas, se recurre a una solución que en parte podría considerarse fruto de la improvisación. Lo que llega a nosotros es una instantánea del uso, y también de las condiciones del uso, que algunas palabras encontraron en su proceso de integración en el español.
La traducción o la adaptación de términos extranjeros forman parte de los aspectos analizables en los inventarios. Estos materiales muestran el valor de los documentos a la hora de reconstruir el mecanismo subyacente bajo dichos procedimientos de incorporación léxica. La historia del español se enriqueció en casos concretos con una interpretación expresiva, marcada a veces por la presencia de un tercer e inesperado elemento lingüístico entre el original y el finalmente normalizado: un significante doblemente arbitrario que nada tiene que ver con el significado o con el referente representado, imitación parcial de una forma reconocible encajada resolutivamente en otra.
En los ejemplos señalados, cuanto mayor es la complejidad del original, mayor es la deformación apreciable. El camino recorrido por estas palabras empieza en lo exótico y termina en algunos casos llegando a un involuntario juego de significantes y significados, con aumentativo en rondinglote, Sevilla en Seville, cuchufletas en chufeta y en Elbeuf, Buf.
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Notas
[1] En la transcripción de los ejemplos seleccionados se mantienen en lo posible las grafías originales, dado el interés de la representación gráfica.
[2] Conviene tener en cuenta que el corlexin , que facilita muestras del léxico de la vida cotidiana en inventarios —entre otros tipos de documentos—, recoge textos fundamentalmente del Siglo de Oro; y que, por su parte, el codea +2015 no es un corpus específico de inventarios, lo que puede explicar que los términos analizados no se hallen en estos corpus de referencia.
[3] Tal y como aparece escrita en los inventarios, alternando a veces con ganape: “Ganapes. Doce Ganapes de Aya Torneados ffo / rrados” (). “Ganapeses –Seis Canapeses con cubiertas de_Vadana” ().
[5] “Doscientos diez y siete rreales entregados a / Do n Mathias de_la Cueba Cappella n de_este Hospita l / [...] a quien / se los devia otro Don Josef del impor te de un bote / de tabaco” ().
[7] “Una caja de forlon pinttada de Azul, con una ôrla en los Tableros, dorada lamol- / dura, forrada en paño de Damas, Seda, / y clavazondorado, y malttrattada la Ba_quetta de el tejado, forro y maderas de la Caja” ().
[8] En el Discurso preliminar a las comedias de Fernández de Moratín: “Vuelos angelicales, paletina de nudos, escusalí, tontillo y zapatos de tacon [sic]”.
[9] En Usos amorosos del dieciocho en España de Carmen Martín Gaite: “Sacaré otra para ti, un reloj y escusalí con su caja de tabaco”.
[10] La forma biribís se encuentra también escasamente documentada en el cdh : únicamente se hallan cinco casos de 1774 a 1923; la muestra más temprana, en Ecuador, en la Descripción de Guayaquil de Francisco Requena, y las tres más recientes corresponden a Cara de Plata, de Ramón Mª del Valle Inclán. Son estos los mismos casos en el corde .
[11] En Siluetas filipinas, de Alberto Díaz de la Quintana: “Combinaciones de brisca, tute, tresillo, ecarté, bisbís y compañeros mártires”.
[12] En el capítulo 64 de la popular novela de Alejandro Dumas El conde de Montecristo, el vil Caderousse chantajea al joven asesino Benedetto, presentado en sociedad como un rico heredero. Una noche a las afueras de París, Caderousse le reprocha a su antiguo compañero de presidio: “¡Vaya! Ahora me desprecias, pequeño; pues te equivocas; ahora que te he encontrado, nada me impide ir vestido de lana de Elbeuf como cualquier otro, dado que sé que tienes buen corazón: si tienes dos trajes, me darás uno; yo te di mi parte de la sopa y de las judías cuando tenías demasiada hambre”. Alexandre Dumas, 2016 [1844], El conde de Montecristo, II (trad. de Pilar Ruiz Ortega), Madrid: Akal, p. 827.
[14] En contexto jocoso: “Yo me estaba acomodando / este sortú de pellejos, / cabriolé de anacoreta / o frac de galán del yermo”.