BELÉN LÓPEZ MEIRAMA (1960-2024)
El día uno de julio de 2024 recibimos la desgarradora noticia de que se nos había ido Belén, un golpe difícil de asimilar por todos aquellos para quienes las palabras “compañera” o “amiga” no aciertan a definir lo que Belén representaba.
Belén López Meirama, muchos lo sabemos, era un pilar fundamental en el área de Lengua española, en el departamento de Lengua y literatura españolas, Teoría de la literatura y Lingüística general, y en la Facultad de Filología de la USC. Su trayectoria, en la que no me detendré demasiado, abarca todos los campos posibles de la actividad universitaria: profesora, investigadora y gestora. Como profesora, Belén impartió un abanico amplio de asignaturas que incluían algunas de las que se hizo cargo por echar la generosa mano que siempre tuvo tendida al departamento, y acabó siendo especialista en el campo. Como investigadora, Belén contaba con numerosas publicaciones en sintaxis, sobre todo en relación con el orden de palabras, en el campo del léxico, particularmente vinculadas a la disponibilidad léxica y, desde 2014 en el ámbito de la fraseología. En los últimos veinte años había dirigido y codirigido un puñado de tesis doctorales, todas calificadas con cum laude, la última de las cuales se presentó el pasado 12 de julio, menos de dos semanas después de que Belén nos dejara. Era miembro del comité científico de Verba e informante de media docena de revistas de lingüística. Estaba integrada en el activo y productivo grupo de investigación de Gramática del Español, y dentro de él, en numerosos proyectos de investigación financiados, algunos dirigidos por la propia Belén. Como gestora, Belén fue primero secretaria y posteriormente, directora del departamento de Lengua española, vicedecana de la Facultad de Filología y directora del departamento de Lengua y literatura españolas, Teoría de la literatura y Lingüística general, cargo que ostentaba en la actualidad. Además, fue coordinadora del programa de doctorado en Lingüística, así como del grado en Lengua y Literatura españolas; también se ocupó durante varios años de coordinar al profesorado del área de Lengua española. Formó parte de numerosas comisiones, tanto de títulos de grado y de másteres como de comisiones delegadas en la facultad de Filología, con una participación muy activa y siempre decisiva, por su rigor y su entrega. La disponibilidad de Belén para echar una mano de calidad fue siempre total.
Al margen de los datos, cuyos detalles son accesibles en internet, la trayectoria de Belén estuvo presidida por la eficiencia y la modestia. Desde su incorporación a la docencia universitaria en los años noventa, primero en A Coruña y más tarde en Santiago, donde desarrolló toda su actividad investigadora, su importancia en tareas académicas y de gestión fue haciéndose progresivamente mayor, tanto en el departamento como en el centro, hasta convertirse en un pilar de todo aquello en lo que intervenía. Su autoexigencia, unida a su talento, hacían de ella una magnífica profesora, investigadora y gestora, pero también la mejor compañera, como bien sabe todo aquel que haya colaborado con ella en proyectos de investigación, labores de gestión o cualquier otra iniciativa. Allí donde intervenía Belén, desplegaba su competencia, personalidad y generosidad, haciéndose imprescindible como compañera de tareas y como compañía en el esfuerzo.
Pero la importancia de Belén para muchos de los que tuvimos la suerte de tenerla cerca, yo diría que para todos, además de su eficiencia en las múltiples actividades y variados servicios que llevó a cabo, se debía a ella misma, a su fuerte personalidad, a su rectitud, a su generosidad, a su sentido del humor y a todo eso que se conoce como humanidad. El hecho de que nos haya dejado puede hacer pensar que estas palabras están guiadas por la añoranza y la sobrevaloración de la ausente. No es en absoluto este el caso. Todos veíamos en Belén un apoyo fundamental, un valor seguro, en muchos sentidos, la personificación de la amistad, la actitud afectuosa y el apoyo generoso, pero también la rectitud y la responsabilidad, cualidades estas que la llevaban a veces, y a menudo sus amigos lo comentábamos con una sonrisa de compresión, a “reñir” a quienes actuábamos con negligencia ante algo de importancia. Sus “regañinas”, sin embargo, carecían de acritud y, para ser justos, hay que decir que solían tener como principal destinataria a ella misma. En más de una ocasión he comentado con alguna de sus compañeras de proyecto sus conocidas autoflagelaciones por cuestiones triviales que ella veía como fallos imperdonables. Esa rectitud, lejos de llevarla a la intransigencia, estaba acompañada siempre de un gesto afable y una total generosidad, tanto en su esfuerzo como con los demás.
Si bajo un escalón y hablo en primera persona, diré que Belén era mi respetada compañera y mi entrañable amiga. Primero, fue una brillante alumna en los años ochenta; después, cuando volvió a la facultad, en los noventa, tras un período en la Enseñanza Media, mostró, como doctoranda, una suficiencia investigadora que hizo que mi papel como director fuera casi testimonial, y más tarde, a principios de los dos mil, tuve la oportunidad de compartir con ella tareas de dirección del departamento. Pero además de colaboradora en distintas fases y etapas, ante todo, Belén era una amiga especial, algo parecido a un ángel de la guarda, con sus consejos maternales, con cariño y autoridad, cuando creía, acertadamente o no, que debería ocuparme de proteger mejor mis intereses. Desde su gesto serio, aunque siempre afable, Belén era, como repito una y otra vez, todo generosidad, pendiente de sus compañeros, siempre ahí para lo que se necesitase. Aquí y lejos de aquí, yo, como tantos otros, he pasado con Belén ratos inolvidables gracias a su amena, inteligente y mordaz conversación, a su sentido del humor, con esos diminutivos en -illo tan oportunos y personales, y a ese calor humano que desprendía incluso cuando ponía el gesto serio que acompañaba una actitud crítica, siempre razonada y razonable.
Belén se nos ha ido inoportunamente, dejándonos a todos con un sentimiento de incredulidad y orfandad, y con una enorme tristeza. Pese a la faena que nos has hecho, Belén, te seguiremos queriendo siempre.