Resumen

Si bien la trayectoria lírica de María Rosa Lojo se inicia a mediados de los ochenta y se consolida en el decenio siguiente, no se advierte en ella la impronta urbana que tanto caracteriza a algunos de sus contemporáneos, sino más bien referencias puntuales y algo aisladas. Con todo, es posible aislar una serie de composiciones que cabría incluir dentro de lo que Cañas llama “poesía de la ciudad” y en cuya sucesión cronológica se advierte la evolución de la visión del sujeto de lo urbano, que primero es rechazado como falsedad y ajenidad, y luego, de modo casi opuesto, a través de la casa, es asumido como hogar. Esta transformación puede leerse como el desarrollo de la idea de arraigo en la poesía lojiana, concomitante a la mutación de la noción de frontera que la recorre: de límite solitario a espacio de intercambio.