1. INTRODUCCIÓN
En catalán normativo, todos los verbos de la segunda conjugación con extensión velar en el morfoma PyTA o en el morfoma del patrón L tienen actualmente un participio velarizado si este es arrizotónico y presenta vocal temática (la vocal u en los participios de la segunda conjugación), como begut ‘bebido’ o nascut ‘nacido’ (con la excepción de cabut ‘cabido’, sabut ‘sabido’ y venut ‘vendido’). En cambio, si los participios son atemáticos (rizotónicos), no adoptan la extensión velar (Wheeler et al. : 295): dit ‘dicho’, pres ‘tomado’, respost ‘respondido’. La velar del participio no es etimológica en ningún verbo, sino que se trata, generalmente, de una extensión analógica desde las formas procedentes del tema de perfecto latino (Pérez Saldanya : 284), es decir, desde las formas PyTA, hacia las formas de participio (aunque en algún caso, como en el verbo ser, la extensión se produjo desde el presente de subjuntivo).
De acuerdo con Wheeler (: 205), la conexión morfómica entre las formas PyTA y el participio se estableció fundamentalmente en las lenguas románicas. Aun así, en latín clásico ya se daban casos en que el tema de perfecto y el participio compartían radical, como en las formas sigmáticas mānsī y mānsum, de manēre ‘permanecer’, o rāsī y rāsum, de rādere ‘arañar, rasurar’. El número de verbos con PyTA y participio sigmáticos aumentó en latín vulgar, ya que verbos que en latín clásico tenían un participio acabado en -s-, como prēndere ‘tomar’ (prēnsu), adoptaron también formas sigmáticas en el morfoma PyTA (Grandgent : 181): 3ª prēndit > *ˈpɾensit ‘tomó’, 3ª prēndisset > *pɾenˈsiset ‘hubiera tomado’, 3ª prēnderat > *pɾenˈseɾat ‘tomara’. En latín, pues, la analogía se ejercía desde el participio hacia las formas PyTA. En cambio, en catalán la influencia se ejerce desde las formas PyTA hacia el participio. Encontramos como ejemplos todas las formas velarizadas de participio, que comparten radical y extensión velar (/g/ o /sk/) con las formas PyTA: 3ª begué ‘bebió’, 3ª begués ‘bebiese’, 3ª beguera ‘bebiera’ y begut ‘bebido’; 3ª nasqué ‘nació’, 3ª nasqués ‘naciese’, 3ª nasquera ‘naciera’ y nascut ‘nacido’. La unificación formal de dos partes del paradigma, en nuestro caso, los tiempos del morfoma PyTA y el participio, es denominada por Maiden coalescencia (: 292). Este término hace referencia al proceso por el que, en un verbo determinado, una forma distintiva asociada con una parte del paradigma se vuelve idéntica a la que se encuentra en algún otro punto de este.
En este trabajo, nos planteamos varios objetivos en relación con la velarización de los participios. En primer lugar, testar, a partir de los datos del corpus, la conexión morfómica o coalescencia entre el PyTA y los participios (Wheeler : 205). Además de por lo expuesto más arriba, esta vinculación se ve reforzada por el hecho de que el participio es la forma no finita con valor perfectivo (Pérez Saldanya : 284). Si este nuevo patrón morfómico es una realidad psicológica para los hablantes (Maiden : 13), el participio debería adoptar, coherentemente, la misma extensión velar que el morfoma PyTA. A partir de los resultados del corpus, dilucidaremos si el proceso de velarización se produce al unísono en el morfoma PyTA y en los participios, comparando la cronología con los datos recogidos en Badal (), o si, por el contrario, la penetración de la velar en las formas de participio presenta diferencias con el morfoma PyTA. En segundo lugar, comprobaremos si, entre los verbos que adoptan la velar en el participio, hay clases verbales más propensas a adoptarla o si, en cambio, el proceso de velarización se produce simultáneamente en los diversos grupos estudiados. Finalmente, observaremos si hay clases verbales especialmente reticentes a la velarización del participio y analizaremos las posibles causas que dificultan la adopción de la velar.
Con el objetivo de describir la penetración de formas velarizadas de participio en las obras que constituyen el corpus, que va del siglo xiii al siglo xix, en el siguiente apartado delimitamos las subclases en que hemos dividido los verbos objeto de análisis. A continuación, en el apartado 3, exponemos la metodología que hemos seguido para extraer y analizar los casos. En los apartados 4, 5, 6 y 7 ofrecemos los recuentos extraídos del corpus, con los verbos agrupados en subclases, con el objetivo de cuantificar la distribución de las formas de participio sin velarizar y con extensión velar. Finalmente, cerramos el trabajo con las conclusiones.
2. CLASES VERBALES ESTUDIADAS
En cuanto a las formas analizadas en nuestro corpus, la casuística es muy diversa. Con todo, se pueden establecer grupos diferentes atendiendo a varios factores, como el tipo de marca de perfecto que tenían en catalán temprano (/g/) o en latín (-s-) o la subclase verbal (incoativos de radical) a la que pertenecen, entre otros (vid. Badal para una explicación más detallada de los criterios definidores de las diferentes clases).
El primer grupo, uno de los más numerosos, está formado mayoritariamente por verbos de la segunda y la tercera conjugación latinas que, en catalán temprano, tenían /g/ como marca de perfecto (por ejemplo, tenuit > tenc ‘tuvo’). En latín clásico, la mayor parte de estos verbos o bien presentaban un participio fuerte, con el radical acentuado: por ejemplo, cāsū, de cadere ‘caer’, o tentū, de tenēre ‘tener’, o bien no tenían forma de participio, como posse ‘poder’ o velle ‘querer’. El hecho de que, en las conjugaciones latinas más numerosas, la primera y la cuarta, la mayor parte de participios fueran débiles (por ejemplo, cantātu, de cantāre ‘cantar’, o servītu, de servīre ‘servir’), acabó teniendo repercusiones importantes en la segunda y la tercera conjugación latinas (Pérez Saldanya : 249). La vocal u de la desinencia de los participios era poco frecuente en latín clásico: solamente aparecía en verbos de la tercera conjugación que tenían una -u- en el radical, a la que se añadía el afijo de participio -t- (Laurent : 92); por ejemplo, los participios sūtu, del verbo suere (‘coser’), o tribūtu, de tribuere (‘asignar, atribuir’). Sin embargo, en latín vulgar la terminación -ūtu se extendió analógicamente a los participios de los verbos con perfecto en -ui- (Grandgent : 184), como en *biˈbutu ‘bebido’, *kaˈdutu ‘caído’, *deˈbutu ‘debido’ o *aˈbutu ‘habido’, y también sirvió para crear la forma de participio en verbos que no la tenían en latín clásico (Alkire y Rosen : 177), como *poˈtutu ‘podido’, *vaˈlutu ‘valido’ o *voˈlutu ‘querido’.
Otro grupo bastante numeroso es el de los incoativos de radical, como cōgnōscere ‘conocer’, crēscere ‘crecer’, *meˈɾeskere ‘merecer’ o *ˈnaskeɾe ‘nacer’, caracterizados por presentar en los tiempos del tema de presente latino el afijo léxico -sc- (Alkire y Rosen : 118), que formaba verbos incoativos (o ingresivos), es decir, verbos que indicaban un cambio de estado (Blaylock : 435). Los participios de esta clase verbal, en cambio, no presentaban dicho afijo: cōgnitu ‘conocido’, crētu ‘crecido’, meritu ‘merecido’, nātu ‘nacido’.
El tercer grupo está constituido por verbos con un participio inicialmente sigmático, como attendere ‘atender’ (attēnsu), praetendere ‘pretender’ (praetensu) o rīdēre ‘reír’ (rīsu). Como se ha indicado, los verbos que en latín vulgar tenían un participio con -s- extendieron esta marca a las formas PyTA (Pérez Saldanya : 233): 3ª attendit > *aˈtensit ‘atendió’, 3ª attenderat > *atenˈseɾat ‘atendiera’, 3ª attendisset > *atenˈsiset ‘hubiera atendido’. Con este cambio, pues, también se creaba un fuerte vínculo entre el participio y los tiempos del tema de perfecto.
Finalmente, por su idiosincrasia particular, analizamos aparte los participios del verbo *ˈeseɾe ‘ser’, que en latín vulgar solía presentar, entre otras, la forma atatu ‘estado’, que había tomado del verbo stāre ‘estar’ (Moll : 227; Ramos ). Como ya habíamos advertido, a pesar de la gran variedad de formas, ni en los participios del latín clásico ni en los participios del latín vulgar se encuentran las extensiones velares, que son una innovación posterior de las lenguas románicas.
3. METODOLOGÍA
Para extraer las formas verbales del trabajo, hemos creado un corpus base que abarca obras catalanas desde el siglo xiii hasta el siglo xix (véase tabla 1). Hemos elegido este período para poder estudiar las formas velarizadas desde los primeros textos del catalán hasta antes de que se fijara la normativa fabriana; la inclusión en el estudio del siglo xx habría introducido una variable claramente independiente de la influencia del morfoma: el peso de la normativa, con posibles efectos sobre todo en las formas analizadas que no han sido admitidas en la lengua estándar, como sapigut. Además, todos los textos que forman el corpus pertenecen a la segunda mitad de cada siglo, puesto que, metodológicamente, se ha establecido como objetivo determinar el estado evolutivo en el que se encuentran las formas verbales al término de cada siglo. Reconocemos el riesgo que supone escoger solamente la segunda mitad de cada siglo, dado que el proceso de velarización podría iniciarse un poco antes de lo que se ha documentado en nuestro corpus. Sin embargo, como lo que nos interesa es dilucidar la evolución global de las formas verbales, consideramos adecuada la elección de los períodos temporales, ya que sería raro que se produjeran cambios bruscos muy significativos con una diferencia de solo medio siglo. Para cada período contamos con 180.000 palabras: una mitad corresponde a obras del catalán occidental, y la otra mitad a obras del catalán oriental; se ha hecho esta selección para que los dos grandes bloques que forman la lengua catalana estén igualmente representados. Con todo, con el objetivo de obtener datos más homogéneos, se ha optado por reducir el número de dialectos presentes en el corpus. Así, la mayoría de los textos del catalán occidental proceden de obras valencianas, mientras que en el bloque oriental la mayor parte de textos pertenecen al catalán central. Para optimizar el procedimiento de extracción de las formas verbales hemos utilizado una aplicación latel de la Universitat Pompeu Fabra (De Yzaguirre ).
Una vez realizados los recuentos, para dilucidar si la distribución de las formas no velarizadas y velarizadas (variable ‘velarizado’) en relación con los siglos (variable ‘siglo’) es aleatoria o no, hemos llevado a cabo varias pruebas de chi-cuadrado con el programa SPSS (IBM Corp. ). La prueba de chi-cuadrado se basa en la comparación de las frecuencias bivariadas obtenidas a partir de los datos obtenidos (frecuencias empíricas) con las frecuencias que resultarían si no hubiera relación de asociación entre las variables ‘velarizado’ y ‘siglo’ (frecuencias teóricas). La prueba produce dos indicadores: el valor para χ² para una distribución de dos variables —formas no velarizadas y velarizadas— en siete siglos (con seis grados de libertad o tres grados, según el modelo de tabla utilizado) y la significación asintótica (p). El valor de p se evalúa a partir del umbral de 0,05, como es habitual en las ciencias sociales: cuando el valor de p es menor de 0,05, la probabilidad de que los elementos se hayan distribuido aleatoriamente según la frecuencia global entre los diferentes grupos es baja (menor de un 5 %); en este caso, deberíamos descartar la hipótesis nula según la cual la variable ‘siglo’ no influye en la distribución de las formas de participio y asumir que, por el contrario, la distribución de las formas verbales en los diferentes siglos varía significativamente. En cambio, si el valor de p es mayor que 0,05, es decir, si la probabilidad de obtener la distribución real de manera aleatoria es mayor que un 5 %, aceptaremos la hipótesis nula y supondremos que los participios se han distribuido con el mismo criterio en los diferentes siglos. Una vez se ha constatado si las formas están organizadas aleatoriamente o no, hay que ver cuál es la potencia de la relación entre las variables. Este dato viene determinado por la V de Cramer; el rango de este parámetro va de 0 a 1: un efecto débil va de 0,1 a 0,2; uno moderado, de 0,2 a 0,4; uno relativamente fuerte, de 0,4 a 0,6; uno fuerte, de 0,6 a 0,8, y uno muy fuerte de 0,8 a 1 (Rea y Parker : 219).
4. RESULTADOS DE LOS VERBOS CON PYTA EN /g/ TEMPRANO EN CATALÁN
Para mostrar los recuentos extraídos del corpus, utilizamos un modelo de tabla cruzada que consta de dos variables: en las filas, aparecen los siglos, desglosados siempre que convenga para nuestro análisis, y, en las columnas, la variable ‘velarizado’, bajo la cual los casos se reparten en dos casillas según presenten algún tipo de extensión velar o no. De acuerdo con los recuentos de la tabla 2, la distribución porcentual entre formas no velarizadas (haüt ‘habido’) y velarizadas (hagut ‘habido’) varía a lo largo del período estudiado entre los verbos con PyTA en /g/ temprano en catalán, como haver ‘haber’ o deure ‘deber’. Los resultados obtenidos del corpus revelan que hay diferencias significativas en la distribución de las formas de participio entre los siglos ( (6) = 53,627, p < 0,001, V de Cramer = 0,139). El valor de p, menor de 0,05 %, nos indica que la probabilidad de que las formas no velarizadas y velarizadas se hayan distribuido aleatoriamente en las distintas fases de este período es muy baja. Sin embargo, el valor reducido de la V de Cramer nos remarca que la magnitud del efecto de la variable ‘siglo’ en la distribución de las formas con velar y sin velar es débil. Hay, pues, un cambio estadísticamente visible, pero el escalonamiento no es en conjunto muy abrupto.
En efecto, durante el siglo xiii, los participios con la extensión /g/ ya son los más frecuentes en este conjunto de verbos, puesto que representan el 94,2 % de las formas (1).
-
(1)
- a
aquel a qui serà degut lo deute se·n clamarà a la cort, e el veguer aurà elet júgie a la demanda. (Costums de Tortosa: 22 [xiii])
- b
cové que sia cresegut que vos puscatz eser encarnat e dejatz eser Deu e home ensems. (Llibre de contemplació en Déu: lxv – [17] [xiii])
- c
Nula raon no vol que si alcun renuncia a qual que plet que aja mogut contra altre. (Costums de Tortosa: 84 [xiii])
- a
Sin embargo, en este siglo aún se documentan varios participios sin velarizar. En primer lugar, todos los casos del verbo caure ‘caer’ carecen de la extensión /g/ (2). En segundo lugar, en el caso del verbo haver, a pesar de que se atestiguan 6 ocurrencias velarizadas (3a), la mayoría (31 ocurrencias) presentan aún la forma sin velar (3b). Finalmente, del verbo seure ‘sentarse’ también se documenta un caso sin velarizar, que reproducimos en (4).
-
(2)
-
(3)
- (4)
lo prometedor se·n pot defendre per exceptió de la promesa o de la cosa no seeuda ne conplida. (Costums de Tortosa: 189 [XIII])
En el siglo XIV no se produce ningún cambio estadísticamente relevante; por tanto, se mantiene la tendencia del siglo XIII en líneas generales. Sin embargo, sí se observan cambios cualitativos, ya que el único verbo del que se documentan formas sin velarizar es haver. Además, estas formas (5a) siguen siendo las mayoritarias respecto a las formas con la extensión /g/ (5b) (82 casos sin velar enfrente de 11 ocurrencias con la extensión /g/). De caure y asseure ‘sentar’, en cambio, solo se documentan ya ejemplos velarizados (6).
En el siglo XV la distribución porcentual es prácticamente equivalente a la del siglo anterior, ya que las formas velarizadas siguen representando alrededor del 90 % de las formas. De nuevo, del verbo haver se siguen documentando formas de los dos tipos; sin embargo, la distribución de las formas verbales tiende a igualarse, puesto que se atestiguan 28 casos con la extensión /g/ (7a) enfrente de 21 casos sin velarizar (7b).
El otro verbo del que se documentan formas sin velarizar en este siglo es obtenir ‘obtener’. Para este verbo, solamente encontramos 5 formas con la extensión /g/ (8a), enfrente de 10 sin velarizar acabadas en -s- (8b).
En el siglo XVI aumenta ligeramente el porcentaje de formas velarizadas, hasta llegar al 95,4 %. En esta fase desaparece definitivamente la forma sin velar del verbo haver (haüt), ya que todas las formas que se documentan de este verbo presentan la extensión /g/ (9).
Por otra parte, de los verbos seure/asseure se documentan 9 casos sin velarizar (10), provenientes de la forma de latín vulgar *seˈditu (Laurent : 405). De las formas con la extensión /g/, adaptadas a partir de *seˈdutu, se atestiguan 10 casos (11).
Del verbo obtenir se documenta nuevamente un caso de participio terminado en -s- (12a). En este siglo no se ha extraído ningún caso más de este verbo para poder hacer una comparación. El resto de los derivados de tenir ‘tener’, en cambio, presentan todos formas con la extensión /g/ (12b).
Además, se detecta un caso anecdótico del verbo deure con bilabial (13a), posiblemente por influencia de la forma del castellano debido. Los otros 21 casos documentados presentan la extensión /g/ (13b).
En el siglo XVII, los porcentajes son prácticamente idénticos a los del siglo anterior. Cualitativamente, hay que remarcar que el único verbo del que se documentan formas de participio sin velarizar es seure (14). De hecho, son las únicas formas que aparecen, ya que en este siglo no se documenta ninguna ocurrencia con la extensión /g/.
En cambio, todas las formas atestiguadas del verbo obtenir en este siglo presentan la extensión /g/ (15).
En el siglo XVIII el porcentaje de formas con la extensión /g/ es cercano al 100 %: las únicas formas sin velarizar que se documentan son 2 casos del verbo concórrer ‘concurrir’, que presentan la forma castellanizada, con cambio de conjugación, concurrit (16a). Junto a estos, se atestiguan 2 casos de la forma genuina del verbo, con la extensión /g/ (16b). El resto de los casos de verbos derivados de córrer ‘correr’ siguen manteniendo las formas velarizadas (17).
Finalmente, en el siglo XIX la totalidad de formas extraídas del corpus presenta la extensión /g/. De los derivados de córrer, todos los casos encontrados son velarizados (18).
Por su parte, el verbo poder también forma parte del conjunto de verbos con PyTA en /g/ temprano en catalán. Sin embargo, presenta una particularidad especial respecto de los verbos analizados en el apartado anterior: en el corpus se documentan tanto formas de participio con la extensión /g/ (pogut ‘podido’) como con la extensión /sk/ (poscut ‘podido’). Teniendo en cuenta que a lo largo del período estudiado no se documenta ninguna forma sin velarizar de este verbo, en poder el interés se centra en investigar la coexistencia de ambos modelos.
Como observamos en la tabla 3, la distribución porcentual entre formas con la extensión /g/ y formas con la extensión /sk/ casi no varía a lo largo del período estudiado, ya que los participios con /g/ son mayoritarios en todos los períodos analizados. Teniendo en cuenta esto, hemos aglutinado algunos siglos en la tabla, con la finalidad de simplificarla. Como algunas casillas presentan un recuento esperado menor que 5, los resultados del test ( (3) = 2,671, p = 0,445, V de Cramer = 0,139) pierden fiabilidad (Rea & Parker 2014: 219). Por tanto, no podemos afirmar con rotundidad que la distribución de las formas verbales es aleatoria, a pesar de que el valor de p es mayor de 0,05 % y la V de Cramer indica que la magnitud del efecto de la variable ‘siglo’ en la distribución de las formas con /g/ y /sk/ es débil; sin embargo, el resultado se puede considerar orientativo, ya que sería insólita una distribución condicionada por la variable ‘siglo’ en la que la mayoría de formas de participio se concentraran en la casilla perteneciente a la extensión /g/ en todas las fases del período.
A lo largo de todo el período estudiado, las formas con la extensión /g/ son claramente mayoritarias (19), dado que en ningún siglo representan menos del 89 % de formas totales.
En cambio, por lo que respecta a las formas con la extensión /sk/, estas nunca pasan de ser minoritarias (20). Destaca, además, el hecho de que estas formas solamente se atestigüen en textos del catalán oriental.
5. RESULTADOS DE LOS VERBOS INCOATIVOS DE RADICAL
En los verbos incoativos de radical, como nàixer ‘nacer’ o conéixer ‘conocer’, la distribución porcentual entre formas no velarizadas etimológicas, como nat ‘nacido’, y formas velarizadas analógicas, como nascut, se mantiene bastante estable a lo largo del período estudiado (véase tabla 4). Para el análisis de esta clase verbal, teniendo en cuenta la presencia casi anecdótica de participios no velarizados, hemos vuelto a agrupar algunos siglos. El test revela que no hay diferencias significativas en la distribución de las formas de participio entre los siglos ( (3) = 1,530, p = 0,675, V de Cramer = 0,062).
Como ya hemos advertido, a lo largo de todo el período estudiado, las formas velarizadas son siempre hegemónicas (21).
-
(21)
- a
e assò·ls és donat per so que sien conegutz que sien jueus. (Costums de Tortosa: 70 [XIII])
- b
perquè ab umilitat estimave vençre tan crescuda ý nova malícia. (Corbatxo: 55 [XIV])
- c
Scipió, car virtuosament ha viscut; a mi és vengut. (Lo somni: 92 [XIV])
- d
ha creixcut en tanta manera endefraudar lo dit dret per a ús tant necessari. (Cancelleria: 317 [XVI])
- a
Dentro de esta clase verbal, solamente se documentan formas sin velarizar del verbo nàixer. Hasta el siglo XVII, este verbo solo presenta formas sin velarizar, como las de (22a-b). Las formas etimológicas de participio de este verbo perviven hasta el siglo XVIII, con 4 formas, junto con 2 nuevas formas velarizadas, como la que presentamos en (22c), puesto que en el XIX todos los participios ya son velarizados (22d).
-
(22)
- a
No és stat home qui sia nat qui no muyra, ne qui muyra que no sia nat. (Lo somni: 130 [XIV])
- b
tan prestament com lo infant fo nat, lo rey En Jacme lo féu batejar e mès-li nom Pere. (Històries e conquestes: 250 [XV])
- c
ý era erro naixcut de la mala direcció dels dos anys de 49 i 50. (Esplugues: 155 [XVIII])
- d
Havian nascut distints Estats, que tenian los meteixos títols pera la independencia que Castella. (Lo catalanisme: 40 [XIX])
- a
6. RESULTADOS DE LOS VERBOS CON PARTICIPIOS SIGMÁTICOS
En los verbos con participios sigmáticos, como atendre ‘atender’ o prendre ‘tomar’, la distribución porcentual entre formas no velarizadas (atés ‘atendido’) y velarizadas (atengut ‘atendido’) tampoco varía casi a lo largo del período estudiado (véase tabla 5). Como en el caso de los incoativos de radical, hemos utilizado el modelo de tabla con siglos agrupados, ya que los resultados obtenidos a partir del corpus muestran que no hay diferencias en la distribución de las formas de participio entre los diferentes siglos ( (3) = 0,929, p = 0,818, V de Cramer = 0,115).
A lo largo de todo el período estudiado, los participios con -s-, como atés ‘atendido’, son siempre mayoritarios. En los siglos XIII y XIV solamente se documenta un caso con la extensión /g/, del verbo atendre ‘atender’ (23a). Es un caso excepcional, porque, entre las 13 formas sigmáticas de este período, 12 son formas de atendre (23b).
En los siglos XV y XVI todas las formas documentadas son sigmáticas (24).
En el último período estudiado la única novedad es que se documentan, en textos orientales, 2 participios de pretendre ‘pretender’ con la extensión /g/ (25).
El resto de las formas de participio extraídas del corpus presentan -s- (26). Los dos casos del verbo riure ‘reír’ documentados en este período, que pertenecen a la obra valenciana del siglo XIX, presentan la terminación -st, adoptada por analogía a participios como vist ‘visto’ o post ‘puesto’.
7. RESULTADOS DEL VERBO SER
Como indican los datos de la tabla 6, la distribución porcentual entre formas no velarizadas (estat ‘estado’) y velarizadas (sigut ‘sido’) del verbo ser varía a lo largo del período estudiado. Los resultados obtenidos del corpus revelan que hay diferencias significativas en la distribución de las formas de participio entre los siglos ( (6) = 592,024, p < 0,001, V de Cramer = 0,873). La V de Cramer, con un valor cercano a 0,9, subraya que la magnitud del efecto de la variable ‘siglo’ en la distribución de las formas con velar y sin velar es muy fuerte, es decir, que el siglo al que pertenecen las formas permite predecir con bastante exactitud si las formas presentan la extensión velar o no.
Hasta el siglo XVII, todas las formas documentadas del participio del verbo ser presentan la forma clásica estat (27), pero esta situación cambia en los dos siglos siguientes.
En el siglo XVIII se documentan las primeras formas con la extensión /g/ (28); sin embargo, solo representan el 28,1 % de los casos, de manera que el 71,9 % de formas clásicas (29) aún es el grupo más frecuente en este período. Hay que señalar que, de los 27 casos velarizados, 26 pertenecen a obras valencianas.
En el siglo XIX se produce un cambio muy brusco, ya que las formas etimológicas, que en el siglo anterior eran aún mayoritarias, desaparecen completamente de las obras de nuestro corpus, de manera que solamente se documentan formas con la extensión /g/ (30).
8. DISCUSIÓN FINAL Y CONCLUSIONES
Una vez analizada la evolución que muestran los participios de cada subclase verbal, se constata que, generalmente, en la mayor parte de los casos en los que se introduce la velarización, el cambio ya está consolidado desde los primeros siglos analizados; por ejemplo, en la clase de los verbos con PyTA en /g/ temprano, la mayoría de los casos presentan la consonante velar desde el principio. Además, cuando el participio es velarizado inicialmente, o acaba velarizándose, adopta el mismo tipo de extensión velar que presenta el morfoma PyTA. Así, en los verbos caure ‘caer’ o haver ‘haber’, la extensión /g/, que aparece al principio en las formas procedentes del tema de perfecto, se propaga más adelante al participio.
Por lo que respecta al primer grupo de verbos estudiado, caracterizado por tener perfectos fuertes con la extensión /g/, la prueba estadística indica que hay un cambio; sin embargo, la incidencia de la variable ‘siglo’ en la variable ‘velarizado’ es muy leve, puesto que la velarización se encuentra en un estado avanzado de consolidación desde los primeros textos. Así, en el siglo XIII, los únicos verbos de los que se documentan formas sin la extensión /g/ son caure ‘caer’, haver ‘haber’ y seure ‘sentarse’. Los participios de estos tres verbos presentan el mismo rasgo común en catalán antiguo: la presencia de un hiato entre el radical y la desinencia de participio: ca.üt, ha.üt, se.üt. De estas tres formas, únicamente la del verbo haver se sigue documentando durante dos siglos más, mantenida probablemente por la alta frecuencia de uso (Bybee y Brewer : 218; Booij : 43). Por tanto, la velarización de este grupo de participios es relativamente temprana: la adopción de la velar permitía deshacer el hiato y conseguir una estructura silábica no marcada, con un ataque consonántico: cai.gut ‘caído’, ha.gut ‘habido’, se.gut ‘sentado’. Además, con la velarización de los participios se reforzaba la relación con las formas PyTA de estos verbos, que desde el primer momento presentaban también la extensión /g/ de manera generalizada: 3ª hac ‘hubo’, 3ª hagra ‘hubiera’, 3ª hagués ‘hubiese’. Cronológicamente, sin embargo, aunque existe una convergencia de los participios hacia el patrón velar de las formas PyTA, los datos demuestran que, en esta clase, los participios van un poco rezagados en el cambio, puesto que, mientras las formas PyTA presentan la extensión /g/ desde los primeros textos (Badal ), las formas de participio aún tardan unos siglos en completar el proceso de velarización.
El verbo poder, a pesar de pertenecer al grupo de verbos caracterizados por tener un PyTA con /g/ como marca de perfecto, se ha analizado aparte, ya que en catalán antiguo se documentan formas de participio tanto con la extensión /g/ (pogut ‘podido’) como con la extensión /sk/ (poscut ‘podido’). Como la totalidad de formas de participio extraídas del corpus son velarizadas, igual que la mayoría de los verbos del grupo al que pertenece, nuestro objetivo es analizar la coexistencia de formas con estas extensiones a lo largo del período estudiado. Los participios con la extensión /g/ son los más frecuentes a lo largo de todo el período estudiado, mientras que las formas con la extensión /sk/ son poco habituales y hay siglos en los que no se documentan. La proporción de formas de participio a lo largo del período estudiado es equivalente a la que se da en el morfoma PyTA, en el que también sucede esta coexistencia de formas con /g/ y con /sk/ (Badal : 358-359): 3ª poc ~ posqué ‘pudo’, 3ª pogra ~ posquera ‘pudiera’, 3ª pogués ~ posqués ‘pudiese’. Mientras que las formas con /g/ eran las que se documentaban inicialmente, las formas con /sk/ se introdujeron analógicamente desde el morfoma L (p. ej., 1ª pusc ‘puedo’, 3ª pusca ‘pueda’). Tanto en el caso del participio como en el del morfoma PyTA, las formas con la extensión /g/ siempre fueron mayoritarias, lo cual es una muestra de la potente conexión morfómica entre ambos, por encima de la influencia ejercida por las formas del morfoma L.
En relación con los verbos incoativos de radical, el análisis estadístico nos ha indicado que a lo largo del período estudiado no se produce ningún cambio relevante. El único verbo del que se documentan formas sin velarizar es nàixer ‘nacer’, que parece bastante resistente al cambio, ya que hasta el siglo XVIII no se documentan las primeras formas velarizadas, como nascut ‘nacido’. Por tanto, nuevamente, este participio parece un poco más resistente al cambio que las formas PyTA correspondientes, puesto que estas presentan desde los primeros textos una forma velarizada (Badal : § X.3.2). En esta clase, el proceso de velarización no se consolida hasta el siglo XIX, en el que todos los participios de nàixer documentados en el corpus son velarizados. Al final, este verbo siguió el camino del resto de verbos de la subclase: los participios acabaron compartiendo radical y tipo de extensión velar (en el caso de nàixer, /sk/) con las formas de los morfomas L y PyTA, como en meréixer ‘merecer’: 1ª meresc ‘merezco’ / 3ª meresqué ‘mereció’ / merescut ‘merecido’. En esta clase verbal, pues, parece que el morfoma del patrón L, formado por la primera persona del presente de indicativo y el presente de subjuntivo, ejerce una fuerza adicional en la velarización del participio.
Por otra parte, cabe remarcar que, actualmente, las formas de los morfomas L y PyTA de los verbos de esta clase, que, inicialmente, presentaban la extensión /sk/ (como nàixer o créixer ‘crecer’), han sufrido un proceso de desvelarización en dialectos que adoptan una -o. como marca de primera persona del presente de indicativo, como el catalán central y el noroccidental (Pérez Saldanya : 329-330): p. ej., 1ª nasc > neixo ‘nazco’, 3ª nasqué > naixé ‘nació’. Estos verbos han regularizado los dos morfomas usando como base las formas con consonante palatal (como naix- / neix- o creix-), que han sustituido a los alomorfos con la extensión /sk/ (Pérez Saldanya : 316), como en 3ª nasca > neixi ‘nazca’ o en 3ª cresqués > creixés ‘creciese’. Sin embargo, en la lengua estándar, las formas de participio siguen manteniendo la consonante velar. De nuevo, esto es una muestra de que, aunque existe una conexión morfómica entre las formas PyTA y los participios, estos suelen ser más reticentes al cambio lingüístico.
Con referencia a los verbos con participios sigmáticos, los datos nos indican que tampoco hay cambios a lo largo del período estudiado: se mantienen las formas fuertes sigmáticas como pres ‘tomado’, y solo se documentan participios débiles de atendre ‘atender’ (atengut ‘atendido’) y de pretendre ‘pretender’ (pretengut ‘pretendido’). Una primera justificación de estas formas analógicas es que la velarización de los tiempos PyTA de estos verbos, consolidada entre los siglos XV y XVI (Badal : § VI.2), condujo a la creación de formas débiles regulares con la vocal temática u y la extensión /g/, a causa de la vinculación morfómica entre PyTA y participio. Sin embargo, teniendo en cuenta la muestra tan limitada de verbos de esta clase en los que se produce la velarización, no se puede descartar que estos participios se creen por analogía con el verbo tenir ‘tener’. En efecto, los casos documentados en el corpus corresponden únicamente a verbos acabados en -tendre, en los que el cambio produciría una igualación adicional, ya que, por ejemplo, una vez eliminado el prefijo, bastantes formas del verbo pretendre coinciden formalmente con las del verbo tenir; por ejemplo, 6ª pre-tenen ‘pretenden’ 6ª tenen ‘tienen’ o 3ª pre.tenia ‘pretendía’ 3ª tenia ‘tenía’. En cualquier caso, los participios velarizados nunca se consolidaron ni en estos verbos ni en el resto de la subclase, probablemente porque la presencia de un participio rizotónico dificultó la penetración de un participio débil con la extensión velar /g/, a diferencia de las clases que ya tenían un participio acabado en -ut. En este sentido, ya hemos visto más arriba cómo una forma rizotónica como nat ‘nacido’ tardó bastantes siglos en ser reemplazada por una forma velarizada y, en consecuencia, presenta un gran desfase temporal respecto al resto de formas de la misma clase. Por otra parte, debemos mencionar que la forma rigut ‘reído’, propia actualmente del catalán general, aún no se documenta en el corpus.
Finalmente, por lo que respecta al verbo ser, se constata que la velarización del participio también es tardía, aunque en las obras del corpus se consolida totalmente en el último siglo. En este caso, la extensión /g/ penetra desde el presente de subjuntivo. Se trata de una situación anómala, ya que, como regla general, el participio está relacionado con los tiempos PyTA. En ser, en cambio, el participio velarizado se crea a partir de la forma del radical del presente de subjuntivo sig-. Los participios con la extensión /g/, como sigut ‘sido’, se consolidaron en el siglo XIX, al mismo tiempo que las formas velarizadas del presente de subjuntivo, como 3ª siga ‘sea’ (Badal : § IX.4.2). La creación de estas formas nuevas, además, permitía al verbo ser disponer de un participio propio, ya que hasta ese momento compartía la misma forma que estar.
En definitiva, a partir de los resultados obtenidos del corpus, la dirección del cambio diacrónico parece bastante definida. Primeramente, si el verbo en cuestión presenta un morfoma PyTA velarizado, el participio tenderá a acabar velarizándose: por ejemplo, 3ª hagué ‘hubo’ = haüt > hagut ‘habido’. Esta tendencia, sin embargo, se suele ver frenada debido a factores prosódicos; en concreto, cuando el participio presenta una forma rizotónica: en verbos como prendre ‘tomar’ o atendre ‘atender’, los participios fuertes pres ‘tomado’ y atés ‘atendido’ dificultan la consolidación de las formas velarizadas acabadas en -ut, como prengut ‘tomado’ y atengut ‘atendido’. En cambio, cuando los participios presentan ya de entrada la terminación -ut y tienen un PyTA velarizado, acaban adoptando la velar, como por ejemplo en la clase de verbos de caure ‘caer’ o haver ‘haber’, que como acabamos de mencionar adoptan la marca /g/ en el participio. Por otra parte, como se ha mostrado a lo largo del trabajo, el participio siempre parece ir un poco por detrás de las formas del morfoma PyTA en el cambio lingüístico, puesto que tarda siempre un poco más en adoptar la velar (o en desvelarizarse, como en el caso de los incoativos de radical del tipo nàixer ‘nacer’). Esto conlleva implicaciones teóricas por lo que respecta al comportamiento de los patrones morfómicos. En este sentido, la coherencia en la evolución que presentan los participios con respecto al morfoma PyTA en las obras del corpus no es estricta, puesto que el cambio no se produce al unísono, como en los casos de haver o nàixer, o incluso nunca llega a consolidarse, como en el caso de los participios sigmáticos. Parece, pues, que hay otras causas que hay que tener en cuenta a la hora de analizar la coalescencia entre estos dos elementos del paradigma. En primer lugar, como se ha mencionado más arriba en el caso de haver, uno de los factores que podría retardar o dificultar la velarización analógica es la alta frecuencia de uso, ya que los participios se emplean en los tiempos compuestos y también como adjetivos. A pesar de que algunos de los participios ya presentan la consonante velar desde los primeros textos, las formas de participio algunos verbos de uso frecuente, como los arriba mencionados haver y nàixer, adoptan la extensión velar más tarde que sus respectivos morfomas PyTA. Como se ha apuntado, las formas más recurrentes suelen ser más reticentes al cambio lingüístico. El segundo factor tiene que ver con factores prosódicos, y es que parece que el hecho de que el participio sea fuerte dificulta la consolidación de la forma velarizada débil acabada en -ut; esta tendencia se mantiene generalmente en las encuestas que realizaron Alcover y Moll a principios del siglo XX. En definitiva, como apunta Wheeler (: 206), los datos del corpus muestran que la conexión morfómica entre las formas PyTA y los participios es relativa, ya que, aunque ambos suelen compartir radical y extensión velar, hay ciertos factores que entorpecen la penetración de la velar en los participios. Así, la conexión entre los participios y el morfoma PyTA no es tan intensa como la que existe entre las formas mismas de perfecto, que presentan una mayor homogeneidad formal entre sí. Este hecho sugiere que la probabilidad de que se produzca un proceso de coalescencia morfómica es mayor cuando hay una similitud fonológica previa, como la que se da entre las formas PyTA. Esto podría ser un indicio de que la evolución de los patrones morfómicos también puede estar condicionada por la fonología, y no únicamente por la morfología, como se prevé de acuerdo con lo establecido inicialmente por Aronoff.
Agradecimientos y financiación
Este trabajo, financiado por el programa de subvenciones para la contratación de personal investigador de carácter predoctoral de la Generalitat Valenciana (ACIF/2017/268), forma parte del proyecto PID2020-113971GB-C21, financiado por MCIN/AEI/10.13039/501100011033 (https://stel.ub.edu/gevad/ca), y del grupo GIUV2013-137, de la Universitat de València. Agradezco las sugerencias de los revisores anónimos y de Jesús Jiménez y Manuel Pérez Saldanya.
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Notas
[1] El concepto de morfoma se ha empleado para referirse a estructuras o patrones que no están relacionados ni con la sintaxis ni con la fonología, sino que obedecen a razones puramente morfológicas (Aronoff : 25). En este sentido, Smith (: 248) ha usado el concepto de morfoma de clase para referirse a una distribución morfómica en la que todas las celdas del paradigma de una categoría léxica concreta se comportan de la misma manera. En las lenguas románicas, los casos más destacados de morfomas de clase son los alomorfos que presentan algunos verbos en el radical o en la extensión del radical, como las extensiones /g/ y /sk/ del catalán que estudiamos en este trabajo.
[2] El morfoma PyTA, acrónimo de la expresión perfecto y tiempos afines (Menéndez Pidal : 308; Maiden ), está formado por los tiempos procedentes del tema de perfecto latino (Maiden : 180-182, : 44), esto es, el pretérito perfecto simple, el antiguo condicional en -ra y el pretérito imperfecto de subjuntivo. Estos tiempos pueden compartir algún tipo de rasgo formal que no aparece en el resto del paradigma de dicho verbo, como un alomorfo del radical o alguna clase de extensión de radical como la extensión /g/. Por otra parte, el morfoma del patrón L, llamado así porque la distribución de las formas que comparten características se asemeja a la letra L invertida, está compuesto por la primera persona del presente de indicativo y por todas las personas del presente de subjuntivo (Maiden : 146, : 84), que también suelen compartir el mismo tipo de especificidades.
[3] Los verbos cabre ‘caber’ y saber no presentan la extensión /g/ en todo el morfoma del patrón L, sino que se limita a las formas del presente de subjuntivo (3ª sàpiga ‘sepa’). La velarización de este tiempo es bastante tardía y no afecta a todo el catalán, puesto que se da principalmente en catalán oriental y noroccidental. En valenciano general, por ejemplo, aún se conservan mayoritariamente las formas etimológicas sin velarizar, como 3ª sapiat > sàpia ‘sepa’, como atestiguan las encuestas de Alcover y Moll (), realizadas a principios del siglo XX. Con respecto a vendre ‘vender’, este verbo presenta un proceso de velarización retardado en comparación con otros verbos acabados en -endre, como prendre ‘tomar’ o atendre ‘atendre’ (Badal : § XI.3). De hecho, en balear aún hoy se conservan formas PyTA sin velarizar, como 3ª venés ‘vendiese’. En este caso, la tardanza de las formas procedentes del tema de perfecto en adoptar la velar puede que haya ralentizado también la penetración de la extensión /g/ en la forma de participio.
[4] La coherencia en el cambio diacrónico hace referencia al hecho de que las innovaciones morfológicas ocurran al unísono en todas las celdas del morfoma (en este caso, PyTA + participio), lo que refleja la realidad psicológica de dicho patrón morfómico (Maiden : 13).
[5] En relación con el origen de la consonante velar, la mayor parte de los autores adopta la propuesta de Meyer-Lübke (: § 278), seguida por Coromines (), entre otros, según la cual /g/ deriva del refuerzo de la desinencia aspectual de los perfectos fuertes latinos acabados en -ui-: la semivocal [w] de los tiempos perfectivos se habría reforzado y habría acabado convirtiéndose en una labiovelar obstruyente: w > g w > g. En cambio, Wheeler (: 195-198) sigue la propuesta de Ronjat (: § 570) y defiende que la consonante velar se habría extendido analógicamente desde un grupo de verbos reducido en que era etimológica con seguridad, como 3ª placuit > plac ‘plació’, de plaure ‘placer’ (para una explicación más detallada, vid. Badal , § III.3).
[7] Cabe matizar que, en las encuestas de Alcover y Moll (), ya se recogen con cierta abundancia formas desvelarizadas de participio en verbos de esta clase, como mereixut ‘merecido’ o naixut ‘nacido’. Esto podría indicar que, en la lengua coloquial, los participios de los verbos incoativos de radical siguen la tendencia desvelarizadora iniciada en los morfomas L y PyTA.
[8] En el trabajo de Alcover y Moll () se documentan participios débiles velarizados en varios verbos de esta clase, como entengut ‘entendido’ o prengut ‘tomado’. Estas formas, no obstante, son minoritarias respecto a las sigmáticas; por tanto, parece que la tendencia que muestran los textos de nuestro corpus se mantiene entre los hablantes de principios del siglo XX, es decir, las formas con -s- son mayoritarias respecto a las velarizadas.