Son de sobra conocidos y han sido ampliamente abordados los problemas que subyacen tras el proceso de formación de palabras por composición. Desde la misma definición de los constituyentes del compuesto hasta su delimitación con respecto a otros fenómenos afines como la prefijación, las unidades fraseológicas o los sintagmas libres, los compuestos han constituido uno de los caballos de batalla de la teoría morfológica desde hace años. Pese a ello, se echaba en falta un estudio completo de carácter sincrónico que abordara críticamente y con valentía la problemática que plantea la composición a distintos niveles. La monografía que aquí reseñamos cumple sobradamente este cometido, por lo que se convierte en una referencia en el ámbito de la composición en español, al mismo nivel que otros trabajos clásicos de carácter general como los de y , o de corte diacrónico, como la obra de . En este sentido, el estudio de Marqueta no solo recoge las aportaciones más relevantes que se hallan de manera dispersa en la bibliografía con relación a determinados aspectos controvertidos de la composición, sino que todos ellos se revisan desde una actitud crítica y con la incorporación de propuestas de la propia autora, lo que constituye, sin duda, uno de los aspectos más destacables de la obra.
Sin embargo, enfrentarse a la problemática que pone de manifiesto la composición requería adoptar un modelo teórico. En este caso, la obra se enmarca dentro de la Nanosintaxis del modelo Neoconstruccionista, por lo que se asume que los compuestos son una estructura sintáctica cuya construcción se realiza previamente al acceso léxico. Pese a que este es el marco teórico omnipresente en la obra, la autora realiza adaptaciones del modelo y complementa su andamiaje teórico con otros presupuestos teóricos (como, por ejemplo, los modelos cartográficos de representación categorial). Esto significa que la teoría prevalece sobre los datos, si bien son cuantiosos y diversos los ejemplos que se ofrecen (aunque se eche en falta un índice de vocablos analizados en el libro). Cabe destacar la continua alusión a aquellas formaciones que resultarían agramaticales (formas con asterisco) que sirven a la autora para demostrar en muchos casos la validez de sus propuestas teóricas. Si bien el español es el centro del análisis, otra de las virtudes de la obra es su atención a otras lenguas, especialmente al inglés, lo que no solo contribuye a la riqueza de la ejemplificación, sino también es un recurso con que la autora amplía el alcance explicativo de sus análisis.
La presencia de la teoría es evidente en toda la obra, como señalamos, pero, pese a la complejidad del marco teórico empleado, la autora ha sabido hacerlo accesible a cualquier lector no experto gracias al tono divulgativo empleado, a la profusa ejemplificación (en español y en otras lenguas) y al empleo de tablas, esquemas y resúmenes conclusivos en todos sus capítulos.
La obra se divide en siete capítulos (nueve, si incluimos la introducción y las conclusiones), pero temáticamente se podrían concentrar en cuatro bloques temáticos. Los cuatro primeros capítulos (1-4) se centran en la caracterización de los compuestos de manera general, es decir, en determinar, por un lado, si el compuesto es o no una palabra y, por otro, en qué es un compuesto y, por consiguiente, en evidenciar qué no debe ser considerado como tal (1). La justificación de la división de los capítulos orientados a la delimitación de los compuestos reside en su observación desde tres puntos de vista: semántico (2), léxico-fonológico (3) y sintáctico (4). Los tres capítulos finales abordan estos tres tipos compositivos: los compuestos verbales (5), los compuestos adjetivales (6) y, finalmente, los compuestos nominales (7). Aparentemente, la estructura sigue un esquema bastante tradicional a la hora de abordar la composición (la categoría gramatical resultante del proceso compositivo). Sin embargo, el contenido abordado se aleja de lo que se suele hallar en otras monografías centradas en la composición en español, pues la denominación de cada uno de los capítulos se basa, en realidad, en el núcleo de la formación, de modo que la composición verbal no refiere a la creación de verbos mediante composición, sino a los compuestos con núcleo verbal, como en los compuestos verbonominales. Todos los capítulos evidencian que ningún aspecto problemático de la composición se ha pasado por alto y el desarrollo de cada epígrafe pone de manifiesto que ninguno de esos problemas queda sin explicación teórica por parte de la autora: la argumentación es una constante y su solidez queda avalada por el aparato teórico asumido desde el principio.
La introducción es claramente una declaración de intenciones: bajo el modelo teórico de la nanosintaxis se defiende que los compuestos son una construcción sintáctica más y que su formación responde a una proyección sintáctica de ensamble entre dos categorías léxicas, donde el no núcleo del compuesto ve bloqueada su proyección antes del ensamble (p. 24). Cabría añadir en la definición de compuesto que las categorías léxicas se conciben como temas con categoría, algo que se señala, pero que habría que incluir en la definición de compuesto que se asume aquí, pues es distinta en este punto de otras que se enmarcan en el mismo modelo teórico. No se obvia la mención a la noción de compuesto de otras teorías, sobre todo de corte lexicista, cuyas argumentaciones son refutadas atendiendo a dos aspectos que, según la autora, asemejan la composición a la sintaxis: las relaciones sintácticas internas en la composición y la recursividad. No se ahonda demasiado en ellas, se presentan como una prueba (con más dudas en el caso de la recursividad), por lo que merecería una mayor justificación. Lo mismo sucede con otros criterios utilizados para demostrar qué es un compuesto: por ejemplo, se emplea la concordancia para distinguir compuestos de sintagmas, pero luego este criterio no se lista entre los empleados para predecir qué estructura forma un compuesto (p. 27). Tampoco se menciona nada sobre la variabilidad del plural en algunos casos (algo que se trata profusamente en capítulos posteriores). La idiomaticidad se considera un criterio débil para la delimitación (p. 28) y, sin embargo, es el único factor empleado para dejar fuera de la composición aquellas estructuras en las que interviene una preposición (dientes de sable). Entendemos que en una introducción no se pueden desarrollar determinados aspectos, por lo que quizás algunos de ellos no hubiera sido necesario mencionarlos aquí, ya que se tratan con mayor concreción en el capítulo correspondiente.
En el primer capítulo (pp. 33-51), se señalan algunas de las aportaciones efectuadas por diferentes modelos teóricos (desde el estructuralismo hasta el minimalismo, pasando por el lexicismo o la morfología distribuida) para caracterizar el concepto de palabra. La autora no efectúa aquí un análisis pormenorizado de esta noción en estas teorías, pues su objetivo es mostrar contrastivamente cómo la nanosintaxis, el modelo teórico asumido en la obra, proporciona una mejor explicación a la relación entre el concepto de palabra y el de compuesto, lo que la lleva a afirmar que no todo compuesto es una palabra (p. 50), por lo que insta a superar la denominación tradicional de “palabra compuesta”. Asimismo, este capítulo sirve para sentar una serie de premisas que dimanan de esta concepción teórica neoconstruccionista y que sustentarán el análisis posterior: i) que el reconocimiento de la estructura interna de una palabra es opcional, pero que, cuando se produce, no solo requiere el conocimiento de las reglas y estructuras de la sintaxis, sino que también implica considerar que los elementos que operan no pueden ser acategoriales, ii) que la representación de las entradas léxicas que se insertan en la estructura sintáctica posee información fonológico-prosódica y semántico-estructural, y iii) que la integridad léxica que se presupone en los compuestos depende de factores como la propia noción de compuesto que se maneje o de la lengua en la que este se cree.
El segundo capítulo (pp. 53-102) trata sobre la composición desde el punto de vista semántico. La autora no se centra en el tratamiento tradicional de la semántica de los compuestos, sino que critica el protagonismo que se le concede al significado para delimitar la composición con respecto a otros procesos morfológicos. Se demuestra que la composición en español es más restrictiva en las lecturas conceptuales que pueden derivarse del compuesto, porque están condicionadas por la configuración sintáctica (significado estructural), llegando incluso a afirmar que en los compuestos españoles solo se puede dar una relación de identificación entre los dos integrantes del compuesto (p. 56). Este capítulo destaca por los criterios (sintetizados en la tabla 1) para la diferenciación de los compuestos formados por dos sustantivos, en general, y en particular de aquellos compuestos con núcleo a la derecha de influencia clásica e inglesa que sirven para demostrar que la estructura tiene un papel protagonista en la configuración del significado.
En cambio, se echa en falta este análisis tan preciso en el tratamiento de uno de los aspectos más controvertidos de la composición: su delimitación con respecto a las colocaciones y las locuciones. La autora excluye de la composición las formaciones con estructuras de nombre y adjetivo y de nombre+preposición+nombre basándose en tres criterios (posibilidad de la construcción de generar compuestos de output, de derivar en locuciones y colocaciones y, finalmente, de poseer un núcleo metafórico o metonímico). De este modo, frente a los de tipo sintagmático, en los compuestos, el núcleo es siempre composicional y no pueden derivar en compuestos de output o en locuciones y colocaciones. Dado que las estructuras mencionadas (N+Adj. y N+prep.+N) son compartidas por las locuciones y las colocaciones, no las considera compuestos y reduce la composición sin fusión gráfica a la que aúna dos sustantivos. Si bien es cierto que los criterios de fijación, que se ponen a prueba en este capítulo, no siempre sirven para la distinción, serían necesarios más argumentos para justificar la exclusión de estas estructuras de la composición. Asimismo, la autora no deja claro si, a su juicio, existe la composición de tipo sintagmático y, en caso afirmativo, si quedaría reducida a la estructura binominal.
Este capítulo se cierra con otro de los aspectos más recurrentes en el análisis de la composición: la clasificación de las construcciones en las que se emplean preposiciones y su consideración como prefijos. En este punto, la autora realiza un análisis pormenorizado y afirma que ciertas construcciones con algunas preposiciones son compuestos por razones sintácticas, de modo que las preposiciones que no se comportan como núcleos sintácticos no forman compuestos.
El tercer capítulo de la obra (pp. 103-152) esconde en realidad una caracterización de los compuestos que va más allá del análisis fonético-fonológico que se señala en el título del apartado. De hecho, la fonología y la prosodia de la composición, que suele aparecer habitualmente en la descripción de los compuestos, es considerada un criterio que presenta serias debilidades, si bien la autora hace uso de él en varios momentos de su análisis. La asunción de un modelo teórico sintactista condiciona la relación de la fonología con la sintaxis, de modo que las estructuras sintácticas se externalizan fonológicamente y se establece una relación de isomorfismo entre complejidad estructural y morfológica. Si consideramos que este capítulo traspasa la mera caracterización fonético-fonológica de la composición es porque la autora establece una clasificación de los compuestos rompedora donde se sitúan al mismo nivel formaciones aparentemente tan diferentes como contrasistema, arboricidio y cuellilargo, así como una propuesta de su inserción léxica en el modelo teórico asumido. La clasificación se basa en la distinción entre unidades léxicas libres y unidades léxicas ligadas, que, a su vez, pueden constituirse de manera inherente, y un tipo de unidades de naturaleza híbrida que recibe el nombre de unidad libre reciclada como ligada. Tal clasificación supera la caracterización de los constituyentes de un compuesto como temas, raíces o palabras, que se hace comúnmente. La autora establece los rasgos que a nivel no solo fonológico (acento, diptongación), sino también morfológico (flexión) y sintáctico (concordancia, contextos sintácticos) diferencian este tipo de unidades léxicas que entran en la formación de compuestos. Esta propuesta no deja de lado casos problemáticos como los compuestos del tipo político-económico, peces globo o pelirrojo, que se integran en la propuesta tipológica de unidades léxicas señaladas y se analizan con explicaciones sólidamente argumentadas. En este sentido, destaca el repaso que se realiza en este capítulo de los acercamientos teóricos que han abordado la distinción de la composición según criterios fonológicos y prosódicos (como, por ejemplo, la implementación de ciclos de materialización en el interior de compuestos), lo que no solo proporciona más información al lector sobre el tratamiento de la composición desde esta perspectiva, sino, y lo más importante, también sirve a la autora para reforzar su propia propuesta.
El cuarto capítulo (pp. 153-198) es clave para la conceptualización de la composición que se defiende en la obra, ya que se centra la caracterización sintáctica de este proceso. En este sentido, es un capítulo que recoge los postulados ya expuestos, sobre todo, en cuanto a la noción de compuesto asumida, y sirve, asimismo, para adelantar el análisis de los diferentes tipos de compuestos (caps. 5, 6 y 7). En este punto, se tratan los diferentes aspectos que atañen a la caracterización de la composición desde el punto de vista sintáctico, es decir, la adscripción categorial de los compuestos, la determinación del núcleo en composición y las relaciones gramaticales entre sus constituyentes. Se trata de tres temas de recurrente presencia que plantean problemas que han sido abordados desde perspectivas teóricas diversas. La autora, como hace a lo largo de la obra, toma en consideración diferentes modelos teóricos, los revisa críticamente y esto le permite formular sus propuestas a la luz de los presupuestos teóricos asumidos. Así, en este capítulo se propone un nuevo concepto de núcleo en composición (del que se deriva que todas las construcciones son endocéntricas) y se ofrece una nueva tipología compositiva según las relaciones sintácticas que se dan entre los miembros del compuesto, que no solo supera los problemas de la establecida por y y evidenciados por la misma autora, sino que permite explicar mejor cómo funciona la composición en español. Se parte de la propuesta de Bisetto y Scalise, pero Marqueta refina su clasificación al considerar que la distinción subordinado/coordinativo/atributivo empleada por estos autores no se basa exclusivamente en criterios gramaticales sino en valoraciones de carácter semántico (paráfrasis asociadas). Por este motivo, la propuesta que realiza la autora es totalmente innovadora al emplear criterios puramente sintácticos en el establecimiento de la sintaxis interna de los compuestos, como los diferentes tipos de relaciones de adjunción o predicación, de complementación y adjunción o la posición de ensamble entre argumentos y adjuntos (véase tabla 6, pp. 194-195).
A partir del quinto capítulo, la autora aborda los compuestos verbales (cap. 5), adjetivales (cap. 6) y nominales (cap. 7), según tengan como núcleo un verbo, adjetivo o nombre, respectivamente. Es completísimo el análisis que se efectúa de los compuestos verbonominales en el capítulo 5 (pp. 198-258), pues trata todos los aspectos controvertidos que son habituales en la bibliografía sobre este tipo compositivo, como la categorización de la forma verbal, sus particularidades en cuanto al número, su relación con determinados sufijos nominalizadores (cuentakilómetros vs. contador de kilómetros) o la posibilidad de tener un uso predicativo (empresa cazatalentos). La autora pone sobre la mesa los acercamientos teóricos efectuados al respecto, para mostrar que, desde un modelo cartográfico, estas particularidades de los compuestos de verbo y sustantivo no solo pueden ser explicadas de manera más satisfactoria, sino que también este marco teórico permite dar cuenta de la variación intra e interlingüística (variabilidad en el plural o categorización del verbo en diferentes lenguas). Esto se materializa a partir del establecimiento de proyecciones verbales y nominales según el modelo cartográfico (con algunas adaptaciones, en determinados casos) y en la importancia en este análisis de la posición (interna/externa) y del estatuto (núcleo/no núcleo) del verbo y del sustantivo que entran en la formación. Asimismo, resulta destacable, como aspecto que refuerza la idoneidad de la propuesta, que se explique cómo se produce el proceso de nominalización de la proyección verbal (reproyección), sin tener que recurrir, como en otros modelos, a morfemas o categorías vacías.
En esta misma línea se encuadra el análisis de los compuestos adjetivales. En este capítulo 6 (pp. 259-291) se focaliza la atención en el tipo pelirrojo, si bien se realizan interesantes aportaciones para la diferenciación entre esta clase y otros compuestos con la estructura de nombre y adjetivo (drogodependiente y canceriforme). El interés de la autora por el análisis de los compuestos del tipo pelirrojo radica principalmente en demostrar que su estructura en español no es equiparable a la de los compuestos ingleses del tipo red-haired. Asimismo, al ser el único tipo de composición que no admite en su interior sustantivos que no sean de posesión inalienable, se defiende que la -i- presente en todos ellos es una categoría funcional sobre la que recae la interpretación de la inalienabilidad, por lo que esta información accede al interior del compuesto. De este modo, según este análisis, la sintaxis es la que proporciona la lectura inalienable del compuesto y no el significado conceptual del sustantivo. También se pone en relación el funcionamiento de la categoría funcional -i- como marca una inalienabilidad con las relaciones de ligamiento anafórico, que se ajustan a la estructura compositiva de complemento-núcleo que presenta este tipo de compuesto.
Finalmente, en el capítulo 7 (pp. 293-328) se analizan los compuestos formados por dos sustantivos, que han constituido el caballo de batalla de los gramáticos en cuanto a su estatuto morfológico o sintáctico. Frente a los análisis que establecen que formaciones como pez globo o niño prodigio son compuestos sintagmáticos o que solo pez globo lo es, Marqueta considera que son un tipo especial de aposiciones dentro de la composición, pero, como se ha dado cuenta a lo largo de la obra, asumiendo que un compuesto es una estructura sintáctica (aunque con propiedades diferentes a los sintagmas). De este modo, la explicación de estas aposiciones compositivas, entre las que se incluyen también los nombres de color (amarillo limón, rojo pasión), se realiza en este punto sin necesidad de recurrir al componente morfológico y entendiendo que existe una continuidad entre compuestos y sintagmas. Asumiendo el modelo de Cinque, la autora señala que la diferencia entre estas dos estructuras no reside en si son construcciones sintácticas o morfológicas (pues son, sin duda, estructuras sintácticas), sino en la posición en la que se efectúa el ensamble de los no-núcleos en la proyección del sintagma nominal. Así, la proyección de globo en pez globo se inserta antes que la de prodigio en niño prodigio, y las relaciones gramaticales entre los constituyentes son de adjunción, en el primer caso, y de predicación, en el segundo. Destaca en este análisis la explicación que recibe la variabilidad en el plural de estas construcciones binominales, basada en distintos tipos de proyecciones según sea válida la pluralización del no núcleo (niños soldados vs. peces globo) y asemejando este comportamiento al que se había analizado en los compuestos verbonominales, lo que aumenta el alcance de la propuesta teórica que da como resultado un análisis uniforme de la flexión en el ámbito de la composición.
En definitiva, como se ha demostrado, esta obra se erige como uno los estudios más completos sobre la composición en español, pues en él se da cuenta de todos los aspectos clásicos y controvertidos que han caracterizado este fenómeno a nivel teórico, revisados a la luz la nanosintaxis. El cuestionamiento continuado y justificado, la argumentación derivada del aparato teórico y la propuesta de explicaciones innovadoras para los viejos y nuevos problemas de la composición en español constituyen los ejes fundamentales de los que la obra hace seña de identidad y demuestra su calidad y rigor científico. Obviamente el marco teórico que se asume a ultranza tiene su contrapartida: la obra no es apta para defensores de la existencia de un componente morfológico autónomo de la gramática, lo que no quita que la obra suponga un claro avance en la teoría morfológica del español.
BIBLIOGRAFÍA
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3
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