Resumo

El masculino desmerecedor o despectivo ―fenómeno apenas estudiado de la morfología nominal del español― se forma añadiendo una -o final a bases (muchas veces femeninas) acabadas en cualquier otra vocal (que cae) o en consonante. En su uso básico, sirve para aludir despreciativamente a un referente (de modo similar a como lo hace un sufijo despectivo), pero puede utilizarse también para negar con ironía y énfasis, para crear o reforzar insultos e, incluso, para conferir a un enunciado cualquiera un guiño de relajada complicidad entre los interlocutores. Existen lexicalizaciones muy generalizadas (coso, palabro…) y numerosos casos en vías de lexicalización, pero el fenómeno, en su esencia, es genuinamente ocasional y característico del habla coloquial, por lo que no suele dejar huella en los registros escritos. Aun así, ha quedado constancia del masculino desmerecedor en obras de algunas de las mejores plumas de la literatura española, desde los Siglos de Oro hasta hoy mismo, y no muestra obsolescencia alguna (como ahora puede detectarse con relativa facilidad en foros, blogs, tuits…), aunque, en su máxima vitalidad y extensión, por lo que sabemos hasta el presente momento, el masculino desmerecedor se manifiesta sobre todo en dos zonas: Sayago, en Zamora (y, en menor grado, en todo el territorio correspondiente al denominado leonés central), y la Serranía de Cuenca (y, con menor vigor, en toda la provincia conquense y en la prolongación de sus comarcas naturales). La distancia geográfica y «lingüística» entre estas dos zonas, los abundantes procesos de lexicalización y la aparición de casos en hablantes de las más variadas procedencias permiten conjeturar que en el pasado este fenómeno presentaría muy probablemente una amplitud mucho mayor.