1. INTRODUCCIÓN
En 2024 se cumple el trigésimo aniversario de la publicación del Diccionario de voces de uso actual que, bajo la dirección de Manuel Alvar Ezquerra y con la colaboración de un grupo de profesores de la Universidad de Málaga, reunió en aquel momento un número abundante de nuevas palabras que no habían sido documentadas con anterioridad por los repertorios lexicográficos de la Real Academia Española o que en el periodo de recogida de los datos (entre 1988 y noviembre de 1993) presentaban acepciones novedosas con respecto a lo ya registrado por la institución académica. Uno de los grandes aciertos de esta obra fue, precisamente, servir de complemento al diccionario académico y dar a conocer un vocabulario muy representativo del español hablado a finales de los años ochenta y principios de los noventa del pasado siglo, vocabulario que aún hoy emerge como testigo de la sociedad en la que se gestó.
Desde su aparición hasta hoy, muchas de las voces que en esa obra se incluyeron como novedosas ya han pasado al sistema lingüístico y forman parte del lexicón académico. Otras han sido olvidadas y engrosan el conjunto de neologismos efímeros que tiene toda lengua, porque, aunque fáciles de identificar en el habla, no superaron las condiciones impuestas por el sistema en su posible aceptación. Para catalogar y conservar estos neologismos efímeros, la obra dirigida por Alvar Ezquerra fue de gran valor en un momento tan distinto al presente, ahora que Internet y las redes sociales desempeñan un papel innegable en la fijación por escrito de los usos del vocabulario en todas las regiones y en los diversos niveles socioculturales del idioma.
El estudio de las nuevos términos incorporados al Diccionario de voces de uso actual y la propia estructura de esta obra ―con referencias a los textos y contextos en los que se recogieron las formas lematizadas― nos ha llevado a reflexionar sobre las palabras novedosas, originales o neológicas que incluyó la Real Academia Española en el gran texto lexicográfico con el que inició su andadura, el Diccionario de la lengua castellana, en que se explica el verdadero sentido de las voces, su naturaleza y calidad, con las phrases o modos de hablar, los proverbios o refranes, y otras cosas convenientes al uso de la lengua, más conocido como Diccionario de autoridades (1726‑1739), pues es esta una obra que incluyó no solo voces de uso habitual y frecuente en la lengua de aquel momento, sino también nuevas voces, voces inventadas, jocosas, humorísticas, muchas de ellas peculiares y de uso minoritario, pero que entonces fueron consideradas dignas de ser incluidas, algunas por no haber sido recogidas con anterioridad en ningún repertorio, otras como voces ya asentadas en la lengua, pero de curiosa factura.
La intención del presente trabajo es reflexionar sobre algunas de las voces que figuran en el Diccionario de autoridades con las etiquetas de «inventadas» y «jocosas», pues entre las 69 410 entradas que incluye en su macroestructura cataloga más de 250 lemas con alguna de estas dos marcas en sus definiciones o, lo más frecuente, con las dos; no es una cifra desdeñable, sino un numeroso conjunto de términos que, al entrar en la obra académica, se dieron a conocer o, al menos, atestiguaron su paso por la lengua escrita de épocas precedentes. Muchas de esas voces se incluyeron en obras lexicográficas posteriores y algunas de ellas siguen hoy vigentes en la lengua y en el diccionario académico; en cambio, otras desaparecieron y solo los textos que los dieron a conocer y el Diccionario de autoridades que las recopiló en esa primera mitad del siglo xviii han logrado testimoniar su existencia.
Por limitaciones de espacio, es imposible explicar en las páginas de este trabajo todas esas voces inventadas y jocosas definidas por los primeros académicos, de ahí la necesidad de seleccionar una muestra exigua representativa de todo el caudal. Debido al atractivo de algunas de estas voces y a su homogeneidad, se ha decidido analizar el conjunto que constituyen las palabras formadas a partir de la base diablo, que ofrece un material interesante para poder comprender el funcionamiento de la morfología derivativa a través de la historia de un puñado de voces muy sugerentes. Al ser un conjunto compacto y no muy amplio, intentaremos, mediante la ayuda del Nuevo Tesoro lexicográfico de la lengua española ( ) y de los corpus académicos CORDE, CREA y CORPES XXI, rastrear el camino que estas palabras han seguido hasta la actualidad. Son once lemas, entre ellos nueve sustantivos (archidiablo, diabla, diablazgo, diabledad, diablencia, diablesa, diabliamen, diabliposa y diablíssimo), un verbo (diablar) y un adverbio (diablandas), entre los que intervienen diferentes procesos de creación léxica.
2. PALABRAS CON LAS MARCAS VOZ INVENTADA Y VOZ JOCOSA EN EL DICCIONARIO DE AUTORIDADES
Es el Diccionario de autoridades, publicado entre 1726 y 1739, la primera obra lexicográfica que la Real Academia Española (que inició su andadura en 1713) dio a conocer, conformada por casi setenta mil palabras lematizadas. Entre las intenciones que impulsaron a los primeros académicos destaca el deseo de incluir el mayor número posible de voces, muchas de ellas novedosas (auténticos neologismos para la época), otras modernas, nuevas , voluntarias, inventadas, creadas, jocosas..., todas ellas con marcas en sus definiciones que hacen pensar en un propósito aperturista de la corporación, a pesar de que esa intención parece contradecir lo escrito en las páginas preliminares de la obra, cuando afirma que el objetivo del Diccionario es «desterrar las Voces nuevas, inventadas sin prudente elección, y restituir las antiguas, con su propiedád, hermosúra y sonído mejor, (...), calificando de barbarismo dichas Voces nuevas» (Prólogo, Autoridades, tomo i, p. xvii).
El hecho de que la Academia asegure que no incluye las voces «inventadas sin prudente elección» nos hace pensar que los términos en cuyas definiciones leemos «voz inventada» y «voz jocosa» son palabras bien seleccionadas y elegidas con prudencia por los académicos, de ahí nuestro interés por estudiarlas, para poder comprobar los mecanismos de invención o las intenciones jocosas que movieron a los escritores que utilizaron esas voces en los textos que Autoridades consultó para ilustrar las definiciones a la hora de lematizarlas.
2.1. El significado de voz inventada
Cuando en la actualidad nos acercamos al estudio de las palabras, de su formación y de su estructura, normalmente el concepto de «palabra o voz inventada» tiene que ver con las denominadas «creaciones ex nihilo», locución latina muy utilizada en el ámbito religioso, filosófico y científico que quiere decir ‘de la nada o desde la nada’, y que, aplicada al ámbito lingüístico, se refiere a las palabras que son creadas sin una base identificable de derivación.
Lázaro Carreter en su Diccionario de términos filológicos ( neologismo) dice que «a veces el neologismo es totalmente inventado» y ejemplifica con las voces caos y kodak como formas creadas sin un elemento reconocible del que derivan y sin relación con elementos existentes en la lengua.
Manuel Alvar Ezquerra, en su libro La formación de palabras en español, dentro de los mecanismos de ampliación léxica habla de las palabras inventadas como una categoría especial de la que afirma que
no son préstamos lingüísticos, pero se asimilan a ellos, y hasta se confunden, pues una palabra inventada puede ser un préstamo en otra lengua. La invención de una voz se produce en la búsqueda de una expresividad que se quiere ver en el poder evocador de su significante. Por ejemplo, gas fue inventada por el químico y médico flamenco del siglo xvii Jan Baptista van Helmont; suripanta parece tener su origen en una gracia de un coro teatral madrileño; chupóptero es una creación popular bien conocida y que no necesita más comentarios (Alvar Ezquerra 1992: 18).
también abarca el tema de las palabras inventadas cuando habla de los «tipos de neología y recursos o procedimientos de creación neológica» () y estudia dentro de la neología formal las creaciones «ex nihilo» () como un procedimiento muy poco fecundo, pues «aunque es posible crearlas no resulta fácil su aceptación general. Sólo se puede hablar de neologismo creado ex nihilo si se mantiene la conciencia del proceso creador». En este sentido, considera que la invención o creación ex nihilo es poco frecuente al existir solo motivación en el creador, pero no en el receptor, que puede no comprender la nueva formación. Para Gloria Guerrero la motivación en el neologismo es fundamental: en las voces onomatopéyicas hay una motivación fónica; del mismo modo, en las voces creadas por procedimientos morfológicos
un hablante, teniendo competencia de la lengua, podrá crear, y comprender perfectamente, palabras como cantor de cantar, al tener presente toda la serie de nombres de agente formados con el sufijo -or (pensador, escalador, etc.) y los derivados (por sufijación, prefijación, composición) ().
Más recientemente, Erika ha examinado también las palabras inventadas como «creaciones ex nihilo», sintagma referido a formas como kodak, que la autora analiza como palabras nuevas en la lengua creadas de la nada, sin una base existente.
En este sentido, las palabras inventadas son aquellas que sirven para dar nombre a nuevas realidades sin emplear términos o elementos de la lengua ya conocidos, sino generando un nuevo significante que pueda acoger al nuevo significado. Parece evidente que la invención como tal es uno de los procedimientos menos fecundos de la lengua, ya que, para que triunfen esas nuevas voces en la sociedad que las genera, se necesita que entre el emisor que las crea y los posibles receptores se comparta algún código que permita desvelar con claridad el significado, a veces oculto y solo perceptible en la mente del creador.
Ahora bien, los múltiples ejemplos sobre los que fundamentamos este trabajo y que se definen con la marca de «voz inventada» nos llevan a pensar que en el primer cuarto del siglo xviii el significado que Autoridades dio a esa marca es muy distinto al actual. Y también parece cierto que es un sentido que no entra en contradicción con su propia definición del adjetivo inventado,‑da, como participio pasado del verbo inventar («Discurrir ingeniosamente algún artificio o otra cosa de nuevo», Autoridades, s. v.), y con un significado amplio y algo impreciso:
inventado, da. part. pass. del verbo Inventar en sus acepciones. Latín. Inventus. Excogitatus. Fictus. CALD. Aut. El nuevo Hospicio de pobres, en la Loa.
El análisis de todas las palabras con dicha marca nos permite afirmar que Autoridades se refiere a palabras que han creado un nuevo significante a partir de otros asentados en la lengua, de los que derivan o con los que se componen y con los que guardan no solo relaciones formales, sino también semánticas. Veamos algunas definiciones:
archipoeta. s. m. Príncipe de los Poétas. Voz inventada jocosamente en la Poesía.
cultipicaño, ña. adj. El que habla culto con afectación, y juntamente es bellaco. Es voz inventada y jocosa, y compuesta de los nombres Culto y Picáño.
bobuno, na. adj. Cosa de bobos, ò lo que es próprio y común en ellos. Es voz inventada y jocósa.
cabellar. v. n. Crecer y echar cabello, o ponérsele postízo. Es voz inventada y jocosa.
campanillero. s. m. El que toca la campanilla. Es voz inventada y jocosa.
caserazo, za. adj. aum. de Casero. Lo que es mui estrecho y familiar. Es voz inventada y jocosa.
desmugerar. v. a. Apartar de la muger. Es voz inventada, y formada de la preposición Des, y del nombre Muger.
Según se aprecia en los ejemplos anteriores, y en prácticamente todos los recogidos en los distintos volúmenes de la obra, el adjetivo inventada aplicado al sustantivo voz se refiere a palabras formadas mediante los mecanismos morfológicos de creación léxica más fecundos en la lengua española: la composición (cultipicaño) y la derivación, tanto en formas sufijadas (bobuno, cabellar, campanillero, caserazo), como en voces prefijadas o prefijadas y sufijadas a la vez (archipoeta, desmugerar). Como es normal en la lengua española, también en este repertorio lexicográfico la derivación es mucho más fecunda que la composición, al igual que dentro de la derivación la sufijación es mucho más productiva que la prefijación.
Además, de la definición de cada una de las voces extraemos información etimológica valiosa, en ocasiones muy evidente, como en las palabras anteriores (arhipoeta < archi- + poeta, cultipicaño < culto + picaño, bobuno < bobo + ‑uno, cabellar < cabello + ‑ar, campanillero < campanilla + ‑ero, caserazo <casero + ‑azo, desmugerar < des- + mujer + ‑ar), y en otras con orígenes más opacos, como sucede con enaguelar (debería ser enagüelar, con diéresis), término formado a partir del vulgarismo agüelo por abuelo, pronunciación que aún hoy se mantiene en el habla popular de muchos lugares:
enaguelar. v. a. Equivale a tener nietos. Es voz inventada y jocosa, formada de la preposición En, y del nombre Aguelo, de que usa el vulgo en lugar de Avuelo. QUEV. Mus. 6. Rom. 87.
También resulta curiosa la palabra floroncos, definida como «Lo mismo que Cuernos», e ilustrada con un ejemplo de Salvador Jacinto Polo de Medina; imaginamos que la palabra se forma a partir de florón («adorno a manera de flor»), con una clara ironía por parte del autor, al identificar cuernos con flores:
Incluso recoge Autoridades como formas inventadas algunas que responden a la deformación por una pronunciación errónea de la lengua latina, como parece ocurrir con la voz busilis, de la que dice:
busilis. s. m. Palabra inventada, aunque mui usada del vulgo, ò en el estílo jocoso y familiár: y significa el punto principál en que consiste alguna cosa, que à priméra vista no se entiende ni se percibe. El orígen de esta voz es dificultoso; pero paréce que puede deducirse de un ignorante, que dándole à construir estas palabras Latinas In diebus illis, construyó diciendo In die en el dia, y no pudiendo passar adelante, dixeron de él, ò él dixo de sí, que no entendía el busilis.
Además, entre el corpus se localizan algunos ejemplos de voces onomatopéyicas, más cercanas al concepto actual de palabra inventada, según se aprecia en términos como bululú o chiar, que parecen surgir de la imitación fónica:
bululu. Voz inventada, y de que usó voluntariamente Quevedo, y que paréce significó con ella la que comunmente se llama Mamóla, esto es que quando se hace burla ò mofa de alguno, ò por haverle engañado, ò hecho creer alguna cosa no factible, se suele hacer la acción de meter un dedo en la boca, y moviéndole à una y otra parte de los lábios se forma, y resulta una voz ò sonído semejante al de esta voz Bululú.
chiar. Por alusion vale llamar, haciendo la seña con la articulacion chi. Es voz jocósa, è inventada.
En definitiva, por los ejemplos aportados, podemos decir que el concepto de voz inventada está directamente relacionado en Autoridades con la creación de una nueva estructura compositiva o derivativa a partir de elementos presentes en la lengua. En todos los casos las voces son fácilmente comprensibles por el receptor.
2.2. El significado de voz jocosa
Si inventada, según hemos visto, se interpretaría hoy como palabra derivada o compuesta, y no como voz creada de la nada, ¿qué sentido extraemos de la marca jocosa según las definiciones aportadas por Autoridades? El adjetivo jocosa, aplicado al sustantivo voz, tiene que ver con la definición que del término jocoso,-a encontramos en el propio diccionario, como «adj. Alegre, festivo, chancero». Según esa definición, el concepto de voz jocosa va referido al significado y al contexto chistoso y burlesco en el que aparecen los términos, apreciable incluso en la actualidad. Es un adjetivo que aparece normalmente junto a inventada o, en otras ocasiones, junto a voluntaria o incluso familiar y baxa, con estas interesantes valoraciones diastráticas, tan útiles para comprender la lengua de la época. Valgan algunas definiciones como muestra:
abernardarse. v. r. Hacer del guapo y valiente, irritandose, y encendiendose en cólera. Es voz jocosa y voluntaria, de que usó Quevedo, para dár à entender que uno se puso colérico, se esforzó, y alentó, amenazado de no dexar cosa à vida: como vulgarmente se dice que hizo Bernardo del Carpio en Roncesvalles.
acogeta. s. f. Lo mismo que evasión, escapatória, modo, y medio de salir en algun aprieto. Es voz baxa y jocosa.
ahigadado, da. adj. Lo que parece hígado. Es voz jocosa y voluntária de que usó Quevedo.
argen. s. m. Monéda, dinéro. Es voz jocosa tomada del Latino Argentum. Antiguamente se usaba y tomaba por plata.
calaverar. Vale tambien ponerse calvo, cayéndose el pelo. Es voz inventada y jocosa.
cuernar. v. n. Consentir el marido que su muger sea mala, y le ponga los cuernos. Es voz inventada y jocosa.
desnoviar. v. a. Apartar los nóvios, deshacer las bodas. Es voz jocosa y inventada, formada de la preposición Des, y del nombre Nóvio.
La mayoría de las voces marcadas como jocosas estructuralmente son también palabras derivadas o compuestas, siguiendo los modelos tradicionales que rigen ambos mecanismos de creación léxica. E incluso, algunos de los ejemplos, como argen, responden al acortamiento (a partir de argentum), otro de los procesos habituales en la formación de palabras, como es bien sabido.
2.3. La procedencia de las formas inventadas y jocosas
Las voces inventadas y jocosas incluidas en la obra proceden de autoridades literarias que las crearon por mecanismos muy diversos; una de las principales fuentes para estos vocablos es la obra de Quevedo, autor reconocido, además de por su extraordinario valor literario, por su enemistad con Góngora, y por las numerosas voces que inventó para apodar al autor cordobés y máximo exponente del culteranismo. En la definición de archipobre, creación de Quevedo para retratar a Dómine Cabra en El Buscón («Él era archipobre y protomiseria») se observa el gusto por Quevedo que impregnó la obra académica:
archipobre. s. m. Exageración inventada de la festividád y génio alegre de Don Francisco de Quevedo, con la alusión à los nombres sérios de las Dignidades: que assi como en estas el Arcipreste, Archidiacono, &c. significan el priméro de ellas, assi quiso que Achipobre significasse el principal entre los mendígos.
Junto a Quevedo, como la principal fuente de estos términos, también sobresalen otros autores como Cervantes, Góngora, Castillo Solórzano, Antonio Solís, Tomé de Burguillos, Vargas y Machuca, Anastasio Pantaleón, Calderón de la Barca, Salvador Jacinto Polo de Medina y el Padre Joseph de Acosta y obras como La Pícara Justina, La Celestina o Estebanillo González, entre otros muchos elegidos por «haver tratado la Léngua con mayor gallardía y elegancia» y «con la mayor propriedád». De todos ellos, así como del vulgo o la voz rústica, el Diccionario de Autoridades extrajo términos y acepciones que le sirvieron para ilustrar esta magna obra, según observamos en un párrafo muy preciso:
Las citas de los Autóres para comprobación de las voces, en unas se ponen para autoridád, y en otras para exemplo, como las voces que no están en uso, y el olvído las ha desterrado de la Léngua, de calidád que se haría extraño y reparable el que hablasse en voces Castellanas antíguas, que yá no se practican; pero aunque la Académia (como se ha dicho) ha elegido los Autóres que la han parecido haver tratado la Léngua con mayor gallardía y elegáncia, no por esta razón se dexan de citar otros, para comprobar la naturaleza de la voz, porque se halla en Autór nacionál, sin que en estas voces sea su intento calificar la autoridád por precissión del uso, sino por afianzar la voz: y en los Autóres que la Académia ha elegido para comprobar las voces por castízas y elegantes, se ponen las citas, sin graduación ni preferéncia entre sí, evitando hacer este juicio comparativo, siempre odioso: pues solo ha puesto el cuidado de citar los que usaron con la mayor propriedád la voz de que se habla bien examinada la energía de la Léngua Españóla (Autoridades, v‑vi).
El recurso a la autoridad de este primitivo diccionario permite afirmar que las voces que analizamos no son neologismos en la obra, pues todas están documentadas en la tradición textual anterior desde la Edad Media hasta 1700, y algunas incluso en obras lexicográficas, según se desprende de las referencias constantes a Nebrija, Covarrubias y otras autoridades en algunas de las definiciones:
alborbola, o alborbora, o arborbola. s. f. Vocería, algazára, bullício, y ruido, formado con voces y acciones regularmente en demonstración de júbilo, y alegría; aunque tal qual vez sea por enójo, y pendéncia ruidósa. La pronunciación de esta voz ha sido vária, porque Nebrixa, Covarr. y Salas escriben Albórbola, y Albórbora. Quevedo dice Arbórbola, y aun el Poéta Juan de Mena dixo Albuérbolas. Algunos dicen que es voz inventada y formada à semejanza del sonído y bullício que hace el agua quando hierve, ò quando halla embarazo su naturál curso en alguna corriente; pero parece mas probable que se haya tomado del nombre Arabe Boóra, que significa enójo y coráge, y añadido el artículo Al se dixesse Alboora, y despues Albórbora, ò Albórbola, que es como se pronúncia modernamente.
bambarria. s. f. Nombre ò apódo que se dá à los bobos, nécios è insensátos. Trahe esta voz Covarr. y dice que es inventada, y que se aplica à los tontos, babosos y balbucientes, que no pronúncian bien por la abundáncia de salíva.
3. TIPOLOGÍA Y ESTRUCTURA DE LAS VOCES INVENTADAS Y JOCOSAS
Como se ha indicado, las voces con las marcas inventada y jocosa responden, en su mayoría, a esquemas compositivos y derivativos y, en ejemplos aislados, al recurso de la onomatopeya, del acortamiento o incluso a resultados de pronunciaciones macarrónicas del latín. Desde un punto de vista cuantitativo, sin duda la derivación ocupa el lugar más destacado del corpus, con una diferencia enorme con respecto a la composición, como segundo proceso más productivo.
3.1. Voces compuestas
El esquema compositivo responde en todos los casos recogidos al prototipo de composición de la lengua española: A+B=C, es decir, son formaciones de dos elementos que se unen de manera coordinada o subordinada para dar lugar a una nueva palabra. No obstante, no podemos obviar que en muchas de ellas también están latentes los cruces léxicos, como procesos morfológicos a partir de los cuales se combinan partes de dos palabras para dar lugar a una nueva. Las voces resultantes, que parten de asociaciones distintas, son sustantivos, verbos y, en menor medida, adjetivos.
Entre los adjetivos compuestos destacan varios modelos, de los que aportamos algunos ejemplos:
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A) Adjetivos procedentes de la unión de dos adjetivos: cultipicaño («El que habla culto con afectación, y juntamente es bellaco. Es voz inventada y jocosa, y compuesta de los nombres Culto y Picáño») o trasquilimocho, cha. («Trasquilado à raíz»), formado por los adjetivos trasquilado + mocho.
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B) Adjetivos originados a partir de la unión de un sustantivo + un adjetivo: cabecijunto, ta («voz compuesta de Cabeza y Junto») caridoliente («La persona que tiene la cara tan triste, que parece está de duelo y con alguna pesadumbre grande»).
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C) Adjetivos que resultan de la unión de dos sustantivos, como carinympho («El que es afeminado de cara, y se aféita para parecer hermoso, imitando en el rostro a las mujeres»), formado a partir de cara y nympha, deidad mitológica femenina vinculada a la naturaleza; además, notamos que en este último ejemplo ―creado por Quevedo― opera también el cambio de género gramatical de femenino a un masculino insólito.
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D) El cruce léxico de dos palabras puede encontrarse como base del adjetivo canículo («Cosa perteneciente y própria del Can, dicho oy Perro»). Esta voz resulta curiosa, pues, si bien Autoridades dice derivarla solo de can, parece evidente que es, además, un cruce con la voz femenina canícula e incluso ese tono jocoso nos hace pensar que, tal vez, la voz culo también opera de trasfondo.
Tampoco faltan sustantivos inventados y jocosos, de los que Autoridades da buena muestra, con ejemplos tan curiosos como los siguientes:
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A) Mediante la unión de dos sustantivos forma con frecuencia otros sustantivos, como bolsicalavera («la bolsa que está yá vacía ò apurada de dinero»), demonichucho («Demónio de mala y despreciable formación; aunque no hai ninguno de buena»), doncellidueña («La muger que se casa, siendo de edad mui crecida»), pelicabra («Especie de sátyros que tienen el pelo y piel de cabra») o porcipelo («La cerda fuerte y aguda del puerco»).
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B) Con dos adjetivos también se recogen formaciones sustantivas, como bobibellaco («inventada y compuesta de Bobo y belláco»).
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C) O con verbo más sustantivo hay creaciones compuestas muy productivas desde antiguo en el español, como juzgamundos («El murmurador o censor de las acciones de todos») o tragamallas («Embustero, ò tramposo, que con ardides, y arbitrios procura engañar à alguno»)
Finalmente, entre los verbos formados por composición podemos citar creaciones como cultiparlar («Lo mismo que Hablar culto con afectación»), procedente de la fusión de un adjetivo (culto) y un verbo (parlar), acuñada por Quevedo para mofarse de Góngora y de sus seguidores y que, a su vez, da lugar a otros derivados también recogidos en Autoridades, como el adjetivo cultiparlista («que se aplica a la persona que habla mucho, y se explica con términos cultos»). Otra formación verbal es el verbo pablar («Voz que solo tiene uso en la phrase Ni hablar ni pablar, y es inventada para darle consonante y mayor fuerza a la expresión»), que parece ser el resultado de un cruce léxico entre hablar y parlar, según leemos hoy en el Diccionario académico (s. v.).
Según los ejemplos aportados, puede decirse que las palabras compuestas recopiladas por Autoridades y marcadas como inventadas o jocosas son muchas, variadas y curiosas y todas ellas responden al genio creador de algunos de los escritores más conocidos de la literatura española anterior al siglo xviii.
3.2. Voces derivadas
Las palabras derivadas son, sin lugar a dudas, las más representadas en nuestro corpus y, entre ellas, las sufijadas constituyen el grupo más relevante, con un considerable número de términos, sobre todo con sufijos no apreciativos, pues la sufijación apreciativa está representada solo en algunos modelos.
Entre los sufijos no apreciativos, capaces de crear nuevas voces, en el corpus compilado dominan ‑ado/‑ada, ‑ano/‑ana, ‑ero/‑era,‑esco/‑esca, ‑il,‑orio/‑oria,‑oso/‑osa, ‑udo/‑uda y ‑uno/‑una, responsables de las palabras inventadas y jocosas que pueblan las páginas del diccionario, tales como los adjetivos aleluyado/da («Equivale à regocijádo y gozoso, y mui alegre»), amugerado/da («El hombre que en sus acciónes, génio y modo paréce mugér), culterano/na («Lo que pertenece al hablar culto afectadamente»), cultero/ra («El que habla culto con afectación»), dueñesco/ca («Cosa perteneciente a Dueña»), condesil («Cosa perteneciente a Conde o Condesa»), calvatorio/ria («La cosa que pertenece o es própria de la calva»), tronitoso/sa («Lo que hace ruido de truenos, ù otro semejante») o bobuno/na («Cosa de bobos, ò lo que es próprio y común en ellos»), por citar solo una pequeña muestra.
Del grupo de sufijos creadores de sustantivos, los más frecuentes son ‑ada, ‑ajo, ‑al,‑ancia, ‑ano, ‑ante, ‑ero/-era,-ería, ‑idad e ‑ismo, presentes en creaciones como perogrullada («La verdad o especie, que, por notoriamente sabida, es necedad y simpleza el decirla»), cegajo («El macho de cabrío, quando tiene solos dos años. Es voz rústica, y inventada de poco tiempo a esta parte» posiblemente creada a partir de ciego), narigal(«Lo mismo que Naríz»), nocturnancia («El tiempo de la noche mui entrada, que es desde las nueve a las doce»), arbitriano («Lo mismo que Arbitrista»), cardante («El que es de la carda, o el guapetón y perdído, que vive en quadrilla de gente ociosa y mal entretenida»), apodadero («Lo que es oportúno para decirle apódos, y motejarle. Es voz sin uso inventáda jocosamente por Quevedo»), campanillero («El que toca la campanilla»), nabería («Conjunto o potage de nabos»), mundanalidad («Propriedad del mundo o de las cosas mundanas»), dinerismo («Professión del dinero, suponiendo haver sequaces de ella. Es voz inventada, formada a imitación de Atheismo, y otras) o pobrismo («El cuerpo, conjunto o agregado de los pobres»).
Con sufijos apreciativos descubrimos los sustantivos aumentativos albazo («El assalto que los Españóles daban à los enemígos con quienes trahían guerra, ò à los Indios quando los conquistaron, saliendo de sus Plazas, ò campo à hora proporcionada, para acometer al romper el dia, ò poco antes al exército contrario, ò Plaza que intentaban assaltar. Es voz formada del nombre Alba, y aun parece inventada por los mismos Españóles, aumentando la palabra Alba, segun el génio de la lengua»), cosquillaza («aumentativo de Cosquilla. La que es grande, y se siente mucho»), cosquillón («aumentativo de Cosquilla, y lo mismo que Cosquillaza»), cubazo («Golpe dado contra la cuba») o poetón («aum. Poeta grande. Es voz inventada con ironía, para el estilo jocoso»), creadas a partir de alba, cosquillas, cuba y poeta.
También los adjetivos dedalíssimo («Dedal grande»), creada por Góngora para referirse al «dedalíssimo dedal», o el naricíssimo («El que tiene mui grandes naríces») de Quevedo para el «naricíssimo infinito», son formaciones con el sufijo propio del grado superlativo en adjetivos y algunos adverbios. Como sufijo diminutivo encontramos ‑ito en el sustantivo cotorrerito («dim. de Cotorrero. En lo literal vale el que es chico. Por translación significa Galancete, presumido de lindo»).
Como se observa en los ejemplos anteriores, los elementos sufijales apreciativos más utilizados en las voces recopiladas son los aumentativos ‑azo y ‑ón, el diminutivo ‑ito y el superlativo ‑íssimo, afijos propios en la creación de palabras cargadas de expresividad, como todas las que estamos analizando.
Por último, el sufijo ‑mente aparece en algunas formaciones adverbiales de tipo modal, como azainadamente(«Dissimuladamente, atraidoradamente, con reserva maliciosa. Viene de la palabra Záino»), calvíssimamente («que exagera la calva»), esdruxulamente («Con esdrúxulos») o hiernalmente («A modo de hierno, o como hierno»), como únicas recopiladas con las marcas de inventadas y jocosas.
También la derivación ofrece palabras prefijadas, entre las cuales el prefijo de origen latino des-, de valor negativo-privativo, es el más fecundo, con diferencia, seguido de los también latinos em‑/en- y a-, junto a otros elementos prefijales más cultos como el griego archi‑. Estos afijos crean tanto verbos (los más abundantes) como sustantivos o adjetivos; valgan algunos ejemplos de verbos como muestra: desasnar («Quitar, o dexar a alguno sin asnos. Es voz inventada y jocosa, compuesta de la preposición Des, y el nombre Asno»), deshombrecerse («Encogerse de hombros»), desjurar («Deshacer el juramento. Es voz voluntaria, y inventada, compuesta de la preposición Des, y el verbo Jurar») o desmugerar («Apartar de la muger. Es voz inventada, y formada de la preposición Des, y del nombre Muger»). Con el prefijo en- (y su alomorfo em- ante bases que comienzan por las bilabiales /b/ o /p/) Autoridades ofrece formas como embodarse («Casarse y entrar en los gastos de boda, de cuyo nombre está formado este verbo, antepuesta la preposición En») o enmaridarse («Lo mismo que Casarse. Es voz inventada, y jocosa, compuesta de la preposición En, y del nombre Marido»).
Además, el prefijo culto archi‑ logra algunas de las creaciones más enfáticas y expresivas de la obra, como los sustantivos archigato («Príncipe de los Gatos»), archipoeta («Príncipe de los Poétas. Voz inventada jocosamente en la Poesía») o archityrano («El mayór tyráno, ò el tyráno por antonomásia. Es voz jocósa è inventada como otras muchas de este género. Pronúnciase la ch como K»).
Como se aprecia, todas las voces inventadas y jocosas pertenecen a varias clases de palabras: sustantivos, adjetivos, verbos y adverbios, siendo entre ellos los sustantivos y verbos los grupos más prolíficos, seguidos muy de cerca por los adjetivos; la representación de adverbios sufijados es muy escasa, meramente testimonial.
4. UN EJEMPLO CURIOSO: DERIVADOS Y COMPUESTOS A PARTIR DEL SUSTANTIVO DIABLO
Para acotar el trabajo, y por necesidades de espacio, vamos centrar el análisis en un escueto grupo de palabras que responden a los distintos esquemas de formación léxica presentes en el Diccionario de Autoridades: se trata de las creaciones que, a partir del sustantivo diablo, recopila la obra; conforman un campo léxico que reúne nueve sustantivos, un verbo y un adverbio (llama la atención la ausencia de adjetivos); en todos ellos actúan distintos elementos para conformar cada una de las palabras. Se intentará analizar el camino de cada uno de los términos desde que se gestaron hasta su integración en el primer repertorio académico como voces marcadas con los adjetivos inventadas y jocosas, así como su posterior andadura hasta hoy.
La variedad de términos creados a partir de diablo permite abordar un estudio que pretendemos homogéneo para poder observar cómo a partir de una única raíz, en este caso diabl‑, el idioma se enriquece echando mano de los procesos de sufijación, prefijación, composición, cruces léxicos, ruptura de expresiones fijas, para ampliar el acervo lingüístico y, a la vez, lograr dos de las máximas de la lengua: la economía lingüística y la expresividad, pues todas las formas que analizamos alcanzan ambas metas.
A continuación, ofrecemos la lista de las voces, ordenadas alfabéticamente, y sus respectivas definiciones, tal y como aparecen en Autoridades:
La tabla recoge una variedad de términos que, en algunos casos, resultan hoy desconocidos, aunque sus bases léxicas nos permiten deducir los significados que encierran. Todas se forman a partir de los procesos ya señalados y logran transmitir efectos jocosos, divertidos e incluso irónicos. Solo la forma diabla, en el inventario, se nos ofrece como palabra simple, cuya innovación consiste en el cambio de género gramatical, gracias a un proceso de analogía con el masculino.
4.1. Diabla y diablesa
Diabla es voz simple, sin elementos derivativos, pero se califica como jocosa e inventada porque es un femenino novedoso en la época con un doble sentido: por un lado, como el «diablo hembra» y, por otro, como «la muger del diablo», con esta dualidad que han mantenido muchos otros vocablos femeninos en la lengua española. Su contenido humorístico descansa en la conversión de un nombre, que para las creencias religiosas es exclusivamente masculino, en femenino. Sobre este vocablo hay que decir que había sido ya lematizado en 1705, antes de la fecha de publicación de Autoridades, en el Diccionario nuevo de las voces española y francesa de Antonio Sobrino (s. v.) en correspondencia con el francés «diablesse, megere». Además, con el sentido que le da Autoridades, continúa vigente en diccionarios sucesivos, desde el usual de la propia Academia en sus diversas ediciones dieciochescas ( y ), hasta el de Terreros y Pando, con un cambio sustancial en la definición, al precisarlo como la «mujer endemoniada, traviesa, revoltosa, intolerable», con connotaciones bastante negativas, como puede observarse. Esta visión de Terreros pasa a , que la define como «mujer diabólica». En este mismo siglo xix, el diccionario usual (RAE , y , ) elimina el sustantivo como lema y solo recoge la locución adverbial «a la diabla» que describe como «mod. adv. Con que se expresa lo mal que se hace alguna cosa». En 1846 Salvá consigna las dos definiciones, tanto la del sustantivo con los valores que dio Autoridades como la locución adverbial añadida después. Domínguez en 1853 y 1869 solamente define la locución adverbial («Pésimamente, sin que pueda ser ó salir peor, de una manera imperfectísima, etc.; expresando lo mal que se hace alguna cosa»). El diccionario de la editorial Gaspar y Roig () acoge la definición más innovadora del término, con acepciones que nada tienen que ver con la ofrecida por Autoridades:
s.f. Carruaje de dos ruedas, descubierto y muy lijero. (...) especie de máquina para cardar la lana o algodón.- Cosido a la diabla: se llama así a la encuadernación a la rústica que consiste en la unión por medio de una puntada de todos los pliegos de que se compone un libro.
En 1869, 1884, 1899 y 1914 la Academia (, etc.) retoma las dos acepciones más destacadas: «fam. y joc. Diablo hembra. ‖ Á la diabla. mod. adv. con que se expresa lo mal que se hace alguna cosa». , completa la definición con un triple significado: «fig. y fam. diablo hembra». Galic. Especie de carretilla. Á la diabla, m. adv. fam. De cualquier modo, á la ligera». Pagés () retoma la definición académica, como hace Alemany y Bolufer en 1917. En 1925 la RAE ofrece una definición más completa al añadir, a las definiciones anteriores, la acepción de «Máquina para cardar la lana o el algodón», y retomar así la definición primera de Autoridades. En 1927 aún amplía el sentido con una nueva acepción que sitúa en Andalucía: «Cochecillo de dos ruedas», también presente en la primitiva definición de Autoridades. Es en 1936 cuando leemos una acepción diferente de la voz diabla, pues a las existentes se le añade «vehículo de dos ruedas, con toldo, para tiro de sangre», que se repite literalmente en 1939 y en 1947, si bien el suplemento de 1947 vuelve a considerar un nuevo significado: «En los teatros, batería de luces que cuelga del peine, entre bambalinas, en los escenarios». Estas dos últimas acepciones desaparecen del Diccionario manual de 1950, aunque las versiones del diccionario usual de 1956, 1970, 1983, 1984, 1989, 1992 (, etc.) la recuperan y las versiones actuales (2001 y []) ofrecen la definición completa:
Diabla. 1. f. coloq. Diablo femenino. 2. f. Máquina para cardar la lana o el algodón. 3. f. Vehículo de tracción animal, de dos ruedas y con toldo. 4. f. Teatro. Batería de luces que cuelga del peine entre las bambalinas.
a la diabla. 1. loc. adv. coloq. Dicho de hacer algo: Sin esmero, mal. (RAE 2001, , s. v.).
Diabla no tiene catalogación lexicográfica hasta la primera obra de la Docta Casa, pero sí se documenta en el CORDE, con 67 casos en 49 documentos, dato que nos permite comprobar que, si bien Autoridades toma los ejemplos de Quevedo y de Jacinto Polo de Medina, el término diabla ya está en castellano en el siglo xiii, en el anónimo Sendebar, en el Libro de Alexandre o en la General Estoria de Alfonso X, y en épocas posteriores en textos variados, como en la poesía de Pablo Hurtado de Mendoza o en los entremeses de Cervantes (s. xvii), por citar solo algunos de los autores más representativos que utilizaron el vocablo. A partir del siglo xviii su frecuencia es mayor, y su vigencia llega hasta el siglo xx, según los datos que extraemos del CREA, con 39 casos en 31 documentos; en época más reciente, también el CORPRES XXI, que recoge 23 casos, corrobora que la voz se mantiene hasta hoy. Es, pues, un término que a partir de Autoridades se ha conservado en la lengua y en la lexicografía españolas.
El término diablesa, también marcado como «voz inventada y jocosa», es definido como sinónimo de diabla: «s. f. Lo mismo que Diabla. Es voz inventada y jocosa. PIC. JUST. f. 137. Ello la diablesa de la Sancha estaba perdída». La novedad permite crear un femenino por moción, que amplía el significante mediante el sufijo ‑esa (< lat. ‑ĭssa), frecuente en la formación de sustantivos femeninos que dan nombre a un cargo o dignidad, como alcaldesa, duquesa o baronesa. Si bien Autoridades recoge por primera vez en una obra lexicográfica la voz diablesa, hay que decir que desde ese año de 1732 hasta la actualidad forma parte de todos los diccionarios (al menos de los que integran el ) y en todos ellos como sinónimo de diabla, pues, salvo el diccionario de , que lo define como «Fam. Mujer del diablo ó endiablada», , que dice que es la «mujer endemoniada, traviesa, reboltosa, intolerable», y , que la describe como «La mujer que es un diablo. La mujer vestida de diablo», todos los demás autores remiten, sin definirlo, al sinónimo diabla. Diablesa sigue figurando hoy en el diccionario académico, aunque en el uso no parece ser un sustantivo productivo, como demuestra su escasa presencia en el CORDE, donde hay 41 casos en 19 documentos, el primero de ellos en el Libro de Alexandre (1240‑1250), o en 1561 en El cortesano, de Luis Milán, como apariciones más tempranas, y, ya en el siglo xvii, en La pícara Justina, que es el ejemplo que toma la Academia en su primera edición. Es en el siglo xx cuando encontramos más casos, de hecho, a finales del pasado siglo el CREA da cuenta de 21 casos en 12 documentos. Sí es un dato interesante que el CORPES XXI solamente recoge un ejemplo en la zona andina, prueba de su desaparición total en la época actual.
4.2. Archidiablo
La formación sustantiva archidiablo es definida como «lo mismo que gran diablo», es decir, con conciencia del prefijo superlativo o intensivo. El prefijo archi‑ (< lat. archi-, y este del gr. ἀρχι‑, derivado de ἄρχειν ‘ser el primero’), es un elemento compositivo, un prefijo culto que actúa en la creación de sustantivos para indicar ‘preeminencia o superioridad’ () en formas como archiduque; además, en el lenguaje coloquial puede formar adjetivos que equivalen al valor intensivo del adverbio muy (archiconocido, ‘muy conocido’) e incluso al sufijo ‑ísimo, según refiere . En la creación de Quevedo, a juzgar por el contexto, se unen los dos valores: superioridad (‘el mayor de los diablos’) e intensidad (‘muy diablo’).
Antes de Autoridades este sustantivo no tuvo registro lexicográfico; después, lo documentan ―según el Nuevo tesoro lexicográfico de la lengua española― las obras de , como «gran diablo», el Diccionario enciclopédico de la lengua española de , que lo define como «en algunos autores, gran diablo, el jefe de los diablos», y Zerolo (1895), que repiten la definición de Salvá, así como , aunque este autor añade la acepción de «calavera, travieso». La última documentación lexicográfica del término la encontramos en el Diccionario histórico de la lengua, de la , con el significado de «el príncipe de los diablos» e ilustrado con un ejemplo de Jovellanos. A partir de ese año desaparece el término de la muestra lexicográfica contenida en el NTLLE.
Se trata de una forma de muy sencilla creación, expresiva, enfática y de fácil comprensión por el receptor. A pesar de ello, no gozó de productividad: el CORDE recoge solamente un caso, el de Jovellanos; el CREA contiene también un único ejemplo de Néstor Luján (1991) y en el CORPES XXI ha desaparecido por completo la voz.
4.3. Diablazgo
El sustantivo masculino diablazgo viene definido por Autoridades como «El território donde tiene autoridad y usufructo el diablo. Es voz inventada jocosamente, a imitación de Mayorazgo». Podemos interpretarla, pues, como una palabra compuesta procedente del cruce léxico entre diablo y otro vocablo terminado en ‑azgo, como mayorazgo o infantazgo. Pero también puede interpretarse como un simple derivado con la posposición del afijo ‑azgo, procedente del antiguo ‑adgo (y este, a su vez, del latín -atĭcus, ‑atĭcum) al sustantivo diablo; ‑azgo es un sufijo que normalmente crea sustantivos a partir de otros sustantivos o de bases verbales () que designan ‘dignidad o cargo, lugar’ (almirantazgo, arciprestazgo), ‘condición o estado’ (noviazgo), ‘acción y efecto’ (hallazgo, hartazgo).
En el caso de diablazgo, la acepción más apropiada es «dignidad o cargo de diablo» y «lugar»; posiblemente en la mente de Quevedo, su creador y gran maestro del lenguaje, estuvieran las dos intenciones: la analogía con formas similares y la derivación mediante el sufijo ‑azgo.
Es un término que inició su andadura lexicográfica en Autoridades en 1732 y ha tenido una trayectoria muy breve. Vuelve a documentarse en los diccionarios académicos de 1780 y 1783, en los que se reproduce de manera literal la primera definición académica. No se localiza el vocablo en ningún otro diccionario hasta que Núñez de Taboada lo incluye en su obra en 1825, con una definición más breve: «fam. Imperio del diablo»; retoma el término con una definición próxima a la Academia, como «La jurisdicción del diablo y el territorio en que la ejerce», si bien lo marca como término sin uso. Los últimos diccionarios que documentan diablazgo son el suplemento de y el repertorio de Zerolo (1898), y ambos reproducen la definición de Salvá de manera literal. En el siglo xix ha desaparecido por completo la voz de los diccionarios españoles y del uso en la lengua.
El CORDE documenta un único caso, pero significativo, que incluye Rafael Lapesa en su Historia de la Lengua (1942) para ilustrar con el ejemplo de Quevedo el concepto de neología:
De estos atrevimientos sintácticos el más frecuente en Quevedo es la adjetivación de sustantivos: en un soneto satiriza «a un juez mercadería» (...) Iguales libertades se toma en el vocabulario, ya atribuyendo a las palabras significados caprichosos («hambre imperial»), ya fraguando innumerables neologismos como diablazgo ‘condición o cargo de diablo’, disparatario ‘colección de disparates’, archipobre, protomiseria), desantañarse ‘rejuvenecerse’.
Finalmente, no se documenta ningún caso ni en el CREA ni en el Corpes XXI, lo que corrobora su condición de voz efímera.
4.4. Diabledad
El vocablo diabledad es otro sustantivo femenino definido por Autoridadescomo «Nombre apelativo de la dignidad del diablo. Es voz inventada jocosamente, a imitación de Magestad», también procedente de la obra de Quevedo. La forma de crear este término es similar a la anterior: por un lado, con un cruce léxico entre la voz diablo y otra como Magestad; pero, a la vez, puede interpretarse como una forma derivada mediante la añadidura del sufijo ‑edad a la raíz diabl‑. Ambos procesos pueden haber estado en la mente de su creador. El sufijo ‑dad o sus alomorfos ‑edad/ ‑idad, procede del latín -tas, ‑ātis, es un sufijo creador de sustantivos a partir de adjetivos, la base preferida (Almela Pérez 1999: 110), con el valor de ‘cualidad’. La última versión del diccionario académico (s. v. ‑dad) aporta una definición completa:
Significa 'cualidad' en sustantivos abstractos derivados de adjetivos. Si el adjetivo base es bisílabo, suele tomar la forma -edad. Mocedad, cortedad, terquedad. También la toman los adjetivos terminados en ‑io. Suciedad, obligatoriedad, precariedad. Si el adjetivo es de más de dos sílabas, toma, en general, la forma ‑idad. Barbaridad, afectuosidad, efectividad. La forma -dad aparece solo detrás de l o n. Liviandad, maldad, ruindad. Cuando -dad se aplica a adjetivos deverbales en ‑ble, se forman derivados terminados en ‑bilidad. Culpabilidad.
La formación recogida por Autoridades resulta curiosa y humorística, pues crea una palabra sufijada a partir de un sustantivo, cuando lo normal es la formación a partir de adjetivos.
Además de esta primera documentación académica, la voz se mantiene en la lexicografía en los mismos diccionarios en los que encontramos diablazgo, es decir, en el usual de la Academia de 1780 y 1783, que repiten de manera literal esa primera definición de Autoridades, en el diccionario de que innova con un sentido más apegado al uso real de la época, como «maleficio, brujería, sortilegio. ‖ Diablura», explicación que retomará Domínguez en 1869. En cambio, Salvá en 1846 ofrece su propia definición del término como «Título de honor del diablo por su oficio de tal», que reproducirá Zerolo en 1895. Una vez más, como ocurre con diablazgo, en Zerolo encontramos la última documentación del vocablo y, a partir de ese momento, desaparece por completo.
Tampoco el CORDE, el CREA ni el CORPES XXI documentan esta forma, lo que delata la nula productividad del término a lo largo de nuestra historia lingüística.
4.5. Diablencia
El también sustantivo femenino diablencia fue recogido por Autoridades como sinónimo de «Diabledad. Es voz inventada, a imitación de Exceléncia, o Eminéncia». Puede observarse que la manera de crearlo es idéntica a las anteriores: funciona la imitación de otras voces o la analogía, voces que, a su vez, se gestaron con el sufijo ‑ncia, sufijo nominal procedente del latín -ntĭa y, a partir de bases verbales y adjetivas, formador de sustantivos, normalmente abstractos, que indican ‘situación’, ‘acción’ o ‘conjunto’ (). Ofrece el alomorfo ‑ancia ante bases terminadas en -ante (extravagancia < extravagante) y el alomorfo ‑encia cuando parte de una base terminada en ‑ente o ‑iente (insistencia < insistente). Lógicamente en este caso no se une a ninguna base verbal o adjetiva, sino directamente al sustantivo diablo, y de ahí surge el carácter jocoso y novedoso del vocablo.
El recorrido de la voz diablencia, al igual que el de los demás términos, fue muy breve: aparte de Autoridades, está documentado en el diccionario usual académico (RAE y ), en , , y Zerolo (1898) siempre como sinónimo total de diabledad, según la Academia lo definió la primera vez. Ninguno aporta una definición de la voz, todos remiten a diabledad. Es voz creada por Quevedo que, según observamos, parte de los mismos criterios que para las demás palabras.
Su ausencia en las bases de datos académicas explica la escasa productividad de un vocablo que nació para desparecer en poco tiempo.
4.6. Diabliamen
El término diabliamen es, según Autoridades, un sustantivo masculino que significa «Lo mismo que Santiamen: en un instante, en un punto. Es voz inventada, por no decir Santiamen hablando de los diáblos». Parece cierto que su creador, Jacinto Polo de Medina, tuvo como forma de partida Santiamen (o Santiamén), pero también es cierto que el hecho de que exista el sufijo ‑amen (procedente del latín -āmen), presente en latinismos como dictamen, gravamen o certamen o en sustantivos castellanos de sentido colectivo, como velamen, cerdamen, maderamen o pelamen, formados desde vela, cerdo, madera y pelo, ha contribuido a que la formación sea expresiva y comprendida por el receptor, porque puede interpretarse también como la unión de la raíz diabl‑ + i + ‑amen, en lugar de pensar en la interjección latina «amén» (procedente del latín tardío amen, este del griego ἀμήν, y este, a su vez, del hebreo āmēn, ‘verdaderamente’), utilizada en la liturgia católica con el valor de ‘así sea’.
A pesar de que en la definición académica de 1732 se identifique como sustantivo, tal vez podamos descubrir en la categoría gramatical del término un pequeño desliz, pues parece más lógico hablar de locución adverbial que propiamente de sustantivo. Desde esta perspectiva, la forma diabliamen, solo utilizada en el sintagma «en un diabliamen», puede interpretarse como la deslexicalización de la estructura fija «en un santiamén».
El recorrido de la voz en los repertorios lexicográficos es muy corto, pues, aparte de esa primera documentación en 1732 en Autoridades, está lematizado, con idéntico sentido, en la propia Academia en su Diccionario Usual (en las ediciones de y ). En 1825 Núñez de Taboada remite a santiamén para comprender el significado; finalmente, y Zerolo (1898) definen diabliamen como sinónimo de santiamen, sin añadir ningún otro matiz. Así, pues, estamos de nuevo ante una voz de escaso recorrido en la lexicografía española y de nulo recorrido en la lengua, sin documentación en los corpus académicos.
4.7. Diabliposa
La voz diabliposa se define en Autoridades como «El diablo que anda dando vueltas al derredor de alguna persona o cosa. Es voz inventada, para significar al diablo haciendo lo que executa la mariposa con la luz».
Si en las demás voces de Autoridades se intuye un cruce léxico con otras palabras o una formación acronímica, aquí la composición parece evidente entre diablo y mariposa, más aún si en el contexto en el que lo emplea Quevedo («Todo demonichucho y diabliposa, / En torno de su libro está volando») el gerundio volando nos lleva directamente a asociarlo con la actividad del insecto. Pero, además, no podemos dejar de pensar en la importante presencia del sufijo ‑oso, ‑osa, procedente del ‑ōsus latino, propio en la formación de adjetivos derivados de sustantivos, que denotan (según ) que «el nombre con quien conciertan posee en abundancia la cosa expresada por el substantivo primitivo» como en aceitoso o garboso; aunque también genera vocablos a partir de adjetivos (verdoso o amargoso), que «aumentan en general la significación del primitivo» (); e incluso existen formas deverbales (resbaloso o tropezoso), que «tienen una significación activa» (ibid.). Además, otra posibilidad, que tal vez también pudo estar en la mente de Quevedo al crearla, es la unión de diablo + la tercera persona del presente de indicativo del verbo posar. Es decir, puede descubrirse detrás de la palabra todo un juego lingüístico digno de mentes ingeniosas y creativas.
De nuevo, tras Autoridades, el diccionario usual de la Academia, en sus ediciones de y , repite literalmente esa primera definición; considera que es un término de uso familiar cuyo sentido es «Diablo que revolotea al rededor de una persona, como la mariposa al rededor de la vela», definición que retoma . escribe que es «El diablo que revolotea como la mariposa, cuya terminación imita esta voz», aunque lo lematiza como término en desuso; Zerolo (1895), que es el último autor en recoger esta forma en una obra lexicográfica, vuelve a la definición de Salvá. A partir de 1898 desaparece, pues, el término diabliposa de la lexicografía española. El CORDE documenta el ejemplo de Quevedo, con el que ilustró Autoridades. Ni el CREA ni el CORPES XXI dan pistas sobre la continuidad de este vocablo en español.
4.8. Diablíssimo
Otro término que, a partir de la voz diablo, ofrece el Diccionario de Autoridades como voz inventada y jocosa es el sustantivo diablíssimo, definido como «superlativo de Diablo. El mui diablo. En lo regular se toma por el mui traviesso». Esta sí es una verdadera voz derivada a partir del sustantivo diablo y el sufijo ‑ísimo, ‑ma (del latín ‑ issĭmus ), responsable de la formación de adjetivos y de algunos adverbios en grado superlativo. Lo curioso de esta formación y lo que la hizo jocosa es el hecho de posponer el sufijo a un nombre para crear un nuevo sustantivo.
La voz diablissimo, con doble ―ss― en la escritura, solo se documenta en Autoridades, pues la Academia Usual de 1780 y 1783 ya recoge diablísimo y lo define como «superlativo de diablo». Salvá, en 1846, añade a la definición anterior la acepción de «Muy diablo ó gran diablo, el que es muy travieso», que reproduce de manera literal Domínguez en su diccionario de 1869. A partir de esta fecha no vuelve a documentarse lexicográficamente en ningún otro texto. Una vez más, solo el CORDE ofrece el ejemplo de Quevedo recopilado por Autoridades para garantizar su uso en la lengua literaria.
4.9. Diablar
El verbo diablar entró por primera vez en la lexicografía de la mano de Autoridades como voz jocosa e inventada creada por Quevedo y definida como «Exercer el diablo sus sugestiones, enredando a los hombres, y causando con sus tentaciones tumultos, dissensiones, confusión y enredos». Como se observa, es una creación verbal fácil, a partir del sustantivo diablo y la terminación -ar, formadora de verbos de la primera conjugación.
A partir de Autoridades, la recoge el diccionario usual de la Academia de 1780 y 1783, que repite literalmente la definición que en 1825 Núñez de Taboada simplifica como «fam. hacer oficio de diablo». lleva la explicación al terreno más humano: «tramar empresas diabólicas», descripción repetida por y, en una línea similar, por , que es el último en recoger este verbo y que lo entiende como «ejecutar travesuras o acciones temerarias». A partir de ese momento el término desaparece por completo de la lengua; prueba de su desgaste es su ausencia total en las bases de datos académicas.
4.10. Diablandas
Por último, la forma adverbial diablandas resulta muy interesante, pues no es una palabra con sufijo, sino más bien un compuesto que responde a un cruce léxico entre diablo y en volandas, según explica el propio diccionario. Es de suponer, por tanto, que se trata de la locución adverbial «en diablandas», tal y como vemos en el ejemplo que ofrece, lo que nos permite hablar, una vez más, de la deslexicalización de una expresión fija.
Esta locución no se documenta lexicográficamente hasta Autoridades, pero después se mantiene en las ediciones académicas de 1780 y 1783 con la marca de voz jocosa y con similar definición: «adv. m. joc. que significa el modo de llevar á una persona por el ayre en manos y obra de los diablos». En 1786 Terreros y Pando recoge la locución en diablandas con el sentido de «voz jocosa, diabólicamente». En 1825 Núñez de Taboada mantiene la expresión y la define como «Volando por el aire llevado del demonio». Salvá añade en 1846 la marca de voz en desuso y aporta el sentido de «En volandas por ministerio del diablo». Finalmente, la última referencia a esta expresión se encuentra en , que repite la explicación aportada por Salvá. A partir de ese momento desaparece la locución adverbial de los repertorios lexicográficos, sin dejar más huella, ni en los diccionarios ni en la lengua.
5. CONCLUSIONES
El estudio de las palabras inventadas y jocosas recogidas en el Diccionario de Autoridades revela no solo la creatividad lingüística de la época en la que esas voces se gestaron, sino también el reflejo de las dinámicas sociales, culturales y humorísticas que permeaban la sociedad de aquel entonces. Estas palabras, surgidas de la inventiva o el ingenio de escritores y hablantes, no solo aportan un toque de humor y originalidad al lenguaje, sino que también son testigos del constante fluir y de los cambios del español a lo largo de los siglos, así como de la productividad y fortaleza de los mecanismos de creación léxica.
La presencia de palabras inventadas y jocosas en un diccionario de tal envergadura, además de ilustrar sobre la riqueza y flexibilidad del idioma, invita a reflexionar sobre cómo el humor y la inventiva son elementos intrínsecos a la evolución del lenguaje. Estas palabras no solo sirven como curiosidades lingüísticas, sino que nos ofrecen una ventana hacia el espíritu creativo y lúdico de una sociedad en un momento específico de la historia y ponen de manifiesto cómo el lenguaje no es estático, sino que está en constante transformación, y cómo el ingenio humano ha dejado su marca, incluso en los registros lexicográficos más formales. En última instancia, estas palabras no solo nos invitan a sonreír ante su peculiaridad, sino que nos recuerdan la vitalidad y la capacidad humana para jugar con las herramientas más fundamentales: las palabras.
Dentro del total de voces marcadas como inventadas y jocosas, la selección de las once palabras creadas a partir del sustantivo diablo nos ha permitido constatar la riqueza y la complejidad de la lengua española, en constante evolución. Los procesos de composición, derivación (con la sufijación y la prefijación), los cruces léxicos e incluso la deslexicalización de estructuras fijas desempeñan un papel relevante en la renovación del idioma, que ayudan, a partir de una única base, a ampliar la lengua y, a la vez, a verificar la capacidad creadora y humorística de los escritores de los que Autoridades tomó estos ejemplos: Quevedo, Salvador Jacinto Polo de Medina y La Pícara Justina. La presencia que esos once términos han tenido en la lexicografía española nos permite afirmar que, si Autoridades no los hubiese lematizado, posiblemente no habrían sido recogidos por ningún otro diccionario, pues parece claro, al menos según los testimonios de las bases de datos académicas, que la mayoría no traspasó la barrera de lengua literaria en la que se gestó y no se integraron en la lengua hablada.
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Notas
[1] Utilizamos la versión digitalizada: https://www.rae.es/obras-academicas/diccionariosdiccionario-de-autoridades-0 y también la versión facsimilar ().
[2] Puede verse el trabajo de Enrique Jiménez Ríos «Los neologismos en el Diccionario de Autoridades», donde hace un recorrido por el concepto de voz neológica y, a propósito de las voces inventadas, dice: «[...] existen otras caracterizadas como voz inventada y voz voluntaria, que también pueden considerarse neologismos: las voces inventadas están tomadas, en su mayoría, de Quevedo» (Jiménez Ríos 2002: 2153).
[4] Dice que «lo que había pretendido la Academia, en el primer tercio del siglo xviii, al recoger estas voces, era mostrar la abundancia de la lengua española, algo que le permitiría desarrollar su vida sin préstamos de otros idiomas».
[6] Como cruce léxico vamos a entender el procedimiento de formación de palabras que crea nuevos términos mediante la combinación de partes iniciales o finales de dos o más palabras, si bien somos conscientes de la complejidad del concepto, estudiada por algunos autores como contaminación (), combinación () o acronimia ( y ).
[7] Todas las voces que se ofrecen contienen, tras la definición, las marcas de «voz inventada y jocosa», «voz jocosa» o «voz inventada». Eliminamos esas referencias exactas en casi todos los ejemplos, solamente las mantenemos en casos en los que la marca va unida a una etimología curiosa.