La elaboración de un número monográfico sobre neología y neologismos siempre es una tarea interesante y atrayente, no exenta de dificultades. Sin embargo, el motivo que ha llevado a preparar este en concreto no es otro que el de rendirle un homenaje y traer a la memoria a una persona sabia y entrañable como es el profesor Manuel Alvar Ezquerra. Su labor en el ámbito lexicológico y, especialmente, en el lexicográfico es indiscutiblemente reconocida, sobre todo porque ha dejado un legado considerable de trabajos científicos especializados y una serie de diccionarios que gozan de un buen merecido prestigio.
Sin obviar la confección de repertorios a los que, junto con su equipo, dedicó con gran rigor su tiempo, tales como el Diccionario general de la lengua española (Vox), el Diccionario para la enseñanza de la lengua española, el Diccionario ideológico de la lengua española o el Vocabulario de indigenismos en las crónicas de Indias y el Tesoro léxico de las hablas andaluzas (con un manejo de datos absolutamente ingente), es preceptivo señalar que es autor del Diccionario de voces de uso actual (DVUA) y del Nuevo diccionario de voces de uso actual (NDVUA), de 1994 y de 2003, respectivamente. Han pasado ya treinta años desde que vio la luz la primera de estas dos compilaciones y veinte desde que lo hizo la segunda. Es tiempo suficiente para poner en valor lo que ambas ediciones han supuesto, pues tanto la una como la otra ofrecen un material de crucial importancia para el análisis de los modelos de comportamiento que guían la creación y aparición de las unidades léxicas.
La relevancia que adquirió en la producción lexicográfica el DVUA está en consonancia con la necesidad de recopilaciones léxicas que se centren en las nuevas tendencias que experimentan los vocablos. La escasez de obras de este tipo, a las que hay que dedicar muchas horas, si se quiere atender a un espectro amplio de fuentes, hace que el diccionario de Manuel Alvar Ezquerra sea un referente sin parangón.
Por otro lado, cabe puntualizar que el propio autor aclaró en el Prólogo del repertorio que el título que le asignó hablaba de «voces de uso actual» porque consideraba que lo que contenía la obra no tenían por qué ser necesariamente neologismos, ya que estos han de entenderse como voces que no se han empleado antes en la lengua (Alvar Ezquerra 1994: v). Y, precisamente, en la década de los noventa resultaba muy difícil comprobarlo, pues no existían registros de primeras documentaciones, ni, como el propio Alvar Ezquerra decía, un organismo que diera constancia de las palabras que nombran nuevas realidades. De este modo, la nómina macroestructural y el conjunto de acepciones que conforman el segundo enunciado lexicográfico se configuró tomando como referencia la edición vigente del diccionario académico, lógicamente, la de 1992. Es decir, el criterio que imperó fue el de excluir aquellos vocablos y sentidos que estuviesen recogidos en la compilación oficial, pese a que se reconozca abiertamente la arbitrariedad del criterio, pero que ayuda a potenciar la objetividad y, por tanto, la eficacia en el método de confección. Conviene no perder de vista que hoy en día las cosas han cambiado y sí se puede recurrir a corpus con un número ingente de textos de todas las épocas que ponen luz sobre los registros iniciales de las piezas léxicas, arma que no habría desdeñado el profesor Alvar Ezquerra, de acuerdo con su modo exhaustivo de trabajar, si hubiera tenido la ocurrencia y la oportunidad de emprender una nueva edición en los últimos años.
En cuanto a las fuentes documentales del DVUA, de las que se valió no solo para conformar el corpus léxico, sino también para contar con un conjunto extenso de citas que lo refrendaran en la información microestructural, recurrió a la prensa periódica, de tirada nacional y regional o local, al mismo tiempo que a semanarios de temática general y a revistas mensuales de divulgación científica.
Se trata de una obra de indiscutible utilidad, pues contiene un número considerable de voces actuales, al menos con la salvedad, ya señalada, en relación con lo que se concibe habitualmente como un neologismo. La finalidad primordial está garantizada: servir de testigo de los primeros testimonios de uso de los vocablos y, al mismo tiempo, ilustrar un momento de la historia, a modo de álbum de palabras que nos permita recordar las modas léxicas de otros tiempos.
Como ya se ha comentado, años más tarde, en 2003, tras un trabajo intenso, apareció otra versión, muy ampliada, del diccionario, el NDVUA. En la misma línea, se continúa con la labor de recopilación de los nuevos usos que se iban documentando, pero, en esta ocasión, para confeccionar el corpus de exclusión lexicográfica se tuvo en cuenta la vigésima segunda edición del DRAE, la de 2001. Además, se contó para las fuentes documentales no solo con la prensa periódica del país, como en la edición anterior, sino con los datos que arrojaba la prensa americana mediante la consulta a través de Internet. Igualmente, no se perciben cambios en la manera de organizar los datos, ni en la estructura a la hora de recogerlos. Sin embargo, sí se da una diferencia sustancial en las cifras, pues de las cinco mil trescientas nueve entradas del DVUA se pasó a doce mil trescientas ochenta y nueve en el NDVUA; y lo mismo hay que decir de las acepciones, ya que las cinco mil seiscientas diez iniciales se convirtieron en trece mil quinientas sesenta y tres. El número de citas también se ve muy incrementado: las ocho mil seiscientas sesenta y nueve de la primera edición se transforman en veintitrés mil seiscientas cuatro. Como puede verse, esta cuantificación no tiene matices. El incremento fue más que considerable.
La trascendencia de estos dos diccionarios, uno continuidad del otro, ha incidido, tal como señaló el propio autor, en la realización de numerosos trabajos, incluidos los suyos, en los que se han analizado, desde diferentes perspectivas, el comportamiento de los distintos vocablos, sus procesos de formación, o bien aspectos sociológicos y culturales. Esto pone de manifiesto los numerosos beneficios que les ha proporcionado a los lexicólogos, pero también a quienes se dedican a confeccionar diccionarios. Tanto es así que un número considerable de voces y expresiones del DVUA se registraron en la edición del diccionario oficial de 2001. Igualmente, en el Diccionario del español actual (DEA), Manuel Seco, Olimpia Andrés y Gabino Ramos lo emplearon como referencia en la redacción del repertorio. Asimismo, cabe señalar que la proyección lexicográfica del DVUA también se puede constatar, por ejemplo, en proyectos de divulgación lingüística tan interesantes como el blog Martes neológicos, que lanzó el Observatori de Neologia del grupo IULATERM, de la Universitat Pompeu Fabra y el Instituto Cervantes a través de su Centro Virtual, en la medida en que forma parte de las fuentes de referencia que los especialistas han de tener en cuenta para redactar los textos que acompañan a cada uno de los neologismos que se abordan.
Todo lo dicho trata de describir de forma rigurosa la aportación del profesor Manuel Alvar Ezquerra a los usos neológicos de las piezas léxicas. Esa dedicación a las palabras y al modo de atraparlas en un diccionario ha sido un propósito constante, siempre con la idea de enfrentarse a nuevos retos, desde compilar los andalucismos ―haciendo acopio de cuanto podía desgranarse de los muchos vocabularios publicados que consultó y de los datos del Atlas lingüístico y etnográfico de Andalucía (ALEA)― o los madrileñismos, a centrarse en la confección de un repertorio específico de indigenismos léxicos o a elaborar diccionarios cuyo destinatario podía ser el usuario medio o el aprendiz de español como lengua extranjera, entre otros más de relevancia. Tal vez lo que mejor definiría el perfil del investigador erudito que fue y su calidad humana sean estas líneas que dejó escritas en su libro Lo que callan las palabras, donde se vislumbra esa fascinación que siempre le acompañó:
Las palabras en nuestras manos son verdaderos tesoros, pero su valor intrínseco y su belleza dependen del provecho que sepamos sacar de ellas. Cada una es una piedra en bruto que puede transformarse en una verdadera joya según la maestría del tallador, de su experiencia, y de los conocimientos que tenga. Así hará que su forma final sea una u otra, que pueda ser engarzada de una manera determinada para que su pureza brille cuando la utilicemos (Manuel Alvar Ezquerra: Lo que callan las palabras. Madrid: JdeJ Editores, 2014, 9).
Aunque nos gustaría, porque siempre tenía un nuevo proyecto que emprender o que continuar ―como era el caso en los últimos años de la Biblioteca Virtual de la Filología Española (BVFE)―, no podemos decir que continúa trabajando, pues de haber sido así lo habría hecho con el mismo entusiasmo y rigor de siempre.
Esta circunstancia es precisamente la que ha reunido en este número monográfico a una serie de especialistas en Lexicología y Lexicografía que han querido participar bien como reconocimiento a su valía y gran aportación, bien, además de esto, por los años que han trabajado a su lado y se han formado siguiendo su magisterio.
El volumen cuenta con diversas aportaciones en torno a la neología, fundamentalmente desde una perspectiva sincrónica, aunque también hay algún acercamiento diacrónico.
Dentro del primer enfoque encontramos el trabajo de Gloria Guerrero Ramos, que se centra en la evaluación de la pervivencia y vitalidad de las piezas léxicas que constituyeron la nómina del Diccionario de voces de uso actual (DVUA), tras exponer previamente el concepto de neologismo empleado. Igualmente, hay que destacar el interesante artículo de Jaime Peña Arce, Nerea Fernández de Gobeo y M.ª Ángeles García Aranda sobre los gentilicios recogidos en la segunda edición, la de 2003, es decir, en el Nuevo diccionario de voces de uso actual (NDVUA), donde, de forma exhaustiva, se analiza cuáles continúan, desaparecen o se han consolidado después de los veinte años que han pasado, lo que pone de relieve la posible obsolescencia que acecha a los neologismos. Otro trabajo que se enmarca en esta orientación es el de Carmen Marimón Llorca e Isabel Santamaría Pérez en el que abordan la evolución de los préstamos en el DVUA a través de las columnas sobre la lengua. Por otro lado, Juan Manuel García Platero y M.ª Auxiliadora Castillo Carballo centran su interés en la necesaria revisión de los parámetros clásicos para determinar si una voz es o no neológica, pues, lógicamente, los nuevos condicionantes sociales y culturales imponen una nueva reescritura que sirva de referencia. Otra de las aportaciones es la de Elisenda Bernal, en la que se acerca a los neologismos lexicográficos que están constituidos con el sufijo ‑ing y se documentan en el Observatori de Neologia de la Universitat Pompeu Fabra; el objetivo fundamental es demostrar que las voces así formadas no son pseudoanglicismos, sino palabras de factura española, ya que la regla que impera en su formación es de naturaleza diferente a la que se constata en inglés. Otra contribución es la de Juan Saúl Salomón Plata, que aborda los neologismos que se hallan fuera y dentro del Diccionario de la lengua española (DLE). Y, por último, nos encontramos con una mirada a la actualidad a través de los diccionarios del español para estudiar el vocabulario propio del feminismo, a cargo de Sabela Fernández-Silva y Judith Freixa.
En la perspectiva diacrónica, Carmen Cazorla Vivas se ubica en el siglo XVIII y se ocupa de los neologismos en los diccionarios monolingües y bilingües español-francés, con atención a los repertorios académicos, a Terreros y a tres compilaciones bilingües. Por su parte, María Luisa Montero Curiel elabora un trabajo muy atractivo en torno a las voces recogidas como «inventadas y jocosas» en el Diccionario de Autoridades, en el que analiza los procedimientos de formación subyacentes, así como el origen de un grupo de palabras, también así marcadas, relacionadas con el sustantivo diablo, con el fin de rastrear la razón de su inclusión en este repertorio.
En definitiva, el conjunto de todas estas contribuciones pretende proporcionar diferentes caminos para transitar por la realidad sinuosa y poliédrica que marca la senda de la neología y los neologismos.
No queremos terminar sin dar las gracias a todos los que han aceptado, sin ningún tipo de objección, formar parte de este homenaje a Manuel Alvar Ezquerra y a una de sus obras lexicográficas de referencia, el DVUA.