Esto que sigue es apenas un anuncio de lo que viene después. Mi rol aquí y ahora es el de presentador, ni siquiera el de telonero. Se trata de festejar (sic) los cincuenta años desde la creación de la titulación de Pedagogía en la Universidad de Santiago de Compostela. El motivo lo merece. Y lo que importa es lo que dicen los autores invitados. Voy a ello.
Si digo que el año 2024 visto desde 1974 resultaba una fecha casi mágica, no exagero. Conviene detenerse a pensar en lo que pasaba entonces, en qué país vivíamos, cómo era la Universidad española en general y la de Santiago de Compostela en particular, de qué iba la Pedagogía, quiénes y cómo gobernaban todo eso en los diferentes niveles, y cómo éramos nosotros: los que ya existíamos de aquella.
Sin otro mérito que el de pertenecer a la tercera promoción de Pedagogía -pues inicié mis estudios en 1975-, y el de haber tenido la fortuna de quedarme aquí como profesor de la Casa, disfruto ahora del privilegio de compartir unas líneas para presentar, junto a mis compañeros Miguel Ángel Santos Rego, de la primera promoción, y José Antonio Caride Gómez, de la segunda (“a derradeira en Fonseca”), este número monográfico de la revista Innovación Educativa, que lleva por título "50 Aniversario dos Estudos de Pedagoxía en Galicia (1974-2024)".
Un número que convoca a egregios profesores y a una profesora (así eran las ratios por género entonces), que lo han sido de la titulación que ahora celebramos, y que contribuyeron con su compromiso y buen hacer a la consolidación de los estudios de pedagogía en Galicia, y enseguida a su proyección nacional e internacional desde esta universidad cinco veces centenaria. Pero hay más, siguen haciéndolo todavía ya jubilados.
En este marco, me corresponde presentar esta sección dedicada a la Formación y la profesionalización educativa. Un ámbito del campo del conocimiento pedagógico que, grosso modo, apuesta (al menos así lo hizo hasta ahora y debería seguir haciéndolo) por una formación integral de los pedagogos, educadores sociales, maestros y profesores. Por consiguiente, no se limita a entrenar a los estudiantes mediante una suma mecánica de habilidades específicas y simples en coordinación con la entrada en empleos bien definidos y con el principal objetivo de ser productivos y alcanzar mayores ingresos. Lejos de eso, se concibe como un proceso a lo largo de la vida en el que, para el aprendizaje del “conocimiento práctico“ que es propio de su campo de intervención, la reflexividad resulta inexcusable y exige, asimismo, tanto un componente ético como un desarrollo emocional.
He sido compañero de los tres autores invitados para esta sección y alumno de dos de ellos, y lo primero que se me ocurre decir tras leer sus aportaciones es que es posible reconocerles tal cual son en sus trabajos. Sin duda, los tres artículos que siguen llevan su impronta. Lo que pone en valor la dimensión más personal en la construcción interpretativa del conocimiento pedagógico. No sé a ciencia cierta si será posible ocultarse, como algunos pretenden y otros ignoran, detrás de unas cifras o de unas gráficas; sí sé que es posible, pues los padezco al leerlos, escribir artículos que no dicen nada, o que en su eclecticismo nos dejan totalmente indiferentes. Pero hablar de formación y profesionalización educativa “no puede ser sin pecado un adorno”, aprovechando el verso de Gabriel Celaya. Lo saben los tres profesores invitados, y lo que nos aportan en sus trabajos va más allá de lo que dicen explícitamente. Siendo ello muy interesante -como comprobé y podrá apreciarse-, el principal valor de sus trabajos es el ejemplo que nos dejan sobre una manera de ser universitarios, que se sobrepone a la visión cortoplacista y de conveniencia que huye de los problemas en vez de intentar resolverlos. Eso es lo que explica y da valor: a la historia de vida que presenta Lourdes Montero Mesa; al análisis crítico y constructivo sobre el devenir de nuestra Facultad que presenta Miguel Zabalza Beraza; y a la propuesta de formación para la inclusión que, rezumando solidaridad por los cuatro costados, presenta Carlos Rosales López.
Siendo así, decir que los tres han sido catedráticos de Didáctica y Organización Escolar en la Universidad de Santiago de Compostela, es seguramente lo de menos. Rastrear el trabajo que desarrollaron y la proyección que tuvieron y mantienen no es tarea difícil; además de en “sus orcid”, ahí está internet para encontrarlos y no olvidarlos, para seguir aprendiendo de sus aportaciones y para agradecerles su dedicación y su esfuerzo. Yo tuve la oportunidad de conocerlos cuando eran profesores no numerarios (PNN, así se llamaban entonces), he seguido su trayectoria a pie de obra, y he visto cómo con intereses comunes -pues comparten la misma área de conocimiento-, cada uno lo ha hecho de manera distinta, fieles a su estilo más personal, dando como resultado a la postre y para aprovechamiento de sus lectores y alumnos, que sus discursos se complementan y que desde el debate nos enriquecen.
Así, mencionándolos según se presentan, del más antiguo en la Casa a la más joven (algún orden tenía que darme), diré, sin hacer espóiler, lo que se va encontrar a continuación.
Carlos Rosales, mediante un artículo académico (en su mejor sentido), nos confronta con una realidad socialmente injusta en cuyo contexto deben llevar a cabo su labor docente los profesores. Siendo así, advierte sobre la necesidad de prepararse para intervenir ante situaciones de precariedad y de pobreza conforme a una “ética de la justicia” que, entre otros referentes, debe estar atenta a los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y ser coherente con los valores educativos defendidos por la UNESCO en sus varios Informes sobre la educación en el Mundo. Pero conste, además, que no son sólo discursos lo que aporta, pues también ofrece ejemplos de acciones educativas que, aun salvando las distancias, pueden servir de modelo y, en todo caso, de inspiración.
Miguel Zabalza, mediante una reflexión tan personal como ordenada, nos sirve como de espejo para reconocernos en lo que ha sido su experiencia, y cuestionarnos sobre el desarrollo personal de un profesor entregado, el desarrollo institucional de la facultad que lo acogió y el desarrollo académico de nuestra área de conocimiento durante estos años. Así, deja claro, primero, que no se puede hacer nada que merezca la pena sin implicarse personalmente, lo que exige contar, para bien o para mal, con los que contigo van (familia, estudiantes, compañeros). Seguidamente, analiza las dinámicas que se generaron en la Facultad por mor de la revolución tecnológica, la evolución organizativa, la colegialidad, los planes de estudios y la presencia social. Finalmente, contempla los cambios habidos en la Didáctica como campo de conocimiento, debido al impacto que supone el abandono de los saberes básicos que la vertebran y la eclosión de las didácticas específicas.
Lourdes Montero, mediante una historia de vida, revisa lo que fue su propio desarrollo profesional, dando cuenta de múltiples realizaciones en los planos de la investigación, la docencia y la gestión universitaria. Situado todo eso en unas coordenadas temporales que van desde poco antes de los años ochenta del siglo pasado hasta muy recientemente, nos va presentando los contextos, los problemas y, sobre todo, los temas de interés propios de esa largo periodo de cuarenta años y que aún perduran. Con todo, lo más interesante quizás de ese relato se concreta en dos lecciones importantes para todos y muy especialmente para los que se inician en la docencia universitaria o aún les falta tiempo para dejarla: hay que trabajar duro y hay que hacer equipo.
Vistas sus aportaciones, los tres autores, que no son pasado, hacen honor a la dimensión más prospectiva del título de este monográfico: construyen futuros.
Para terminar esta presentación ya sólo me queda desear que este número de la revista Innovación Educativa llegue al conjunto de la comunidad de nuestra Facultad y, en la medida en que nos reconocemos como similares, a las comunidades de otras facultades distribuidas por España y el Mundo, toda vez que pueden encontrar aquí referentes que desbordan lo local para construir también su futuro enraizándose en su más reciente historia. Es así, que no puedo dejar de pensar que también hace cincuenta años, más o menos, nacían gran parte de los padres de la mayoría de los alumnos que cursan ahora sus estudios de Grado en nuestras aulas. Impresiona, pero así es como se hace la historia, pasándonos entre generaciones el testigo de una vocación al servicio -en esta sección- de la formación y la profesionalización educativa.