La programación actual de los principales circuitos teatrales del mundo sirve para acallar las voces sobre la supuesta caducidad o pérdida de interés de la obra de Shakespeare por parte del público o del mundo académico. Harold Bloom hizo sonar las alarmas cuando algún departamento universitario eliminó al autor inglés de las listas de lecturas obligatorias con la intención de abrir paso a escritores representativos de esta o aquella minoría social. La reacción de Bloom debemos interpretarla más bien como una exagerada actitud reverencial: «He leído a Shakespeare y dado clases sobre él diariamente durante los últimos doce años, y estoy seguro de que apenas lo entreveo oscuramente. Su intelecto es superior al mío». Es evidente que la devoción de Bloom por la obra del bardo inglés, que se plasmaría en influyentes obras críticas, como El Canon de Occidente, explica su carácter reivindicativo, e incluso combativo, pero no concuerda con la realidad de los hechos.
Lejos de estar olvidado, Shakespeare sigue presente en los mejores escenarios del mundo; en Londres son innumerables las obras que han estado recientemente en cartel: Medida por medida (Barbican), Macbeth, El sueño de una noche de verano (Globe), Ricardo III (Rose); por su parte, la Royal Shakespeare Company ha estrenado en Stratford-upon-Avon La tempestad y Julio César. Asimismo, a comienzos de 2024 se representará, en una versión actualizada, El mercader de Venecia 1936. A esto hay que añadir las incontables representaciones de compañías aficionadas, o las versiones y adaptaciones (por ejemplo, el musical & Juliet, que ha estado en escena simultáneamente en el West End londinense y en Broadway). También en Madrid han estado recientemente en cartel diversas reinterpretaciones de obras del escritor: Queen Lear (Teatro Español) Un tal Shakespeare (Alfil) y Shakespeare en 97 minutos (Marquina).
Es cierto que hay una idea extendida de que Shakespeare ha sido insuficientemente estudiado y representado en España. Así lo afirman algunos de los pioneros de la Filología Inglesa en la universidad española, como Patricia Shaw o Cándido Pérez Gállego. Sin embargo, una figura clásica como Luis Astrana Marín desarrolló, ya a principios del siglo xx, una importante obra de investigación, difusión y, sobre todo, de traducción. Posteriormente han surgido diversos especialistas y catedráticos de universidad, como José María Valverde, que han continuado aquella labor; destacan, por su dedicación casi exclusiva a la figura de Shakespeare, Manuel Ángel Conejero (fundador del Instituto Shakespeare) y Ángel Luis Pujante (Premio Nacional de Traducción en 1998 por La tempestad).
En este contexto, debemos interpretar el interés que la cultura gallega ha mostrado por la obra de Shakespeare. Después del larguísimo período en el que apenas se cultivó el gallego como lengua literaria, el proceso de normalización lingüística ha prestado particular atención a fomentar las traducciones que permitan al gallegohablante acceder a las grandes obras de la literatura universal. Dentro de la colección Clásicos en Galego (Xunta de Galicia y Editorial Galaxia), Miguel Pérez Romero ha traducido obras como Noite de Reis, A Tempestade (2003); Romeo e Xulieta (2005); Otelo, Macbeth (2006); Ao voso gusto, Medida por medida (2019); así como la presente obra reseñada, publicada anteriormente en 1989 con el título Soño dunha noite de San Xoán .
La nueva edición, de 2020, permite a Pérez Romero introducir algunas novedades con respecto a la anterior. Recibe ahora el título Soño dunha noite de verán; ambos volúmenes incluyen texto paralelo bilingüe, así como una extensa y documentada introducción a cargo del propio traductor quien, en la edición más actual, aprovecha para presentar a Shakespeare como el dramaturgo total. Se señala, con acierto, que el escritor de Stratford era a la vez el autor, empresario y director, dentro de un contexto en el que la representación teatral constituía uno de los espectáculos más populares del momento, atrayendo a espectadores de toda condición social. Era, por lo tanto, una actividad lucrativa que dio origen a numerosos locales de representación, entre ellos el famoso Globe, y gracias a la cual Shakespeare alcanzaría una posición social acomodada. Pérez Romero hace una serie de puntualizaciones que ayudan a comprender mejor el teatro de aquella época, como la referencia al veto que existía sobre las mujeres actrices o a la escueta escenografía.
Asimismo, afirma categórico que A Midsummer’s Night Dream es la mejor de las comedias románticas, una opinión que coincide, en líneas generales, con la crítica especializada. A mi entender, sería conveniente puntualizar también que las tragedias han eclipsado al resto de la producción de Shakespeare, por lo que siempre se acaba por considerar que las comedias son un género menor. Pérez Romero dedica varios párrafos a desentrañar las líneas argumentales, lo que resulta bienvenido, ya que el alto componente de enredo del argumento hace posible que algún lector pueda sentirse confuso con respecto a la trama de cualquiera de las comedias.
En esta introducción se abordan igualmente diversos asuntos estilísticos, como los que se refieren al registro y la propia utilización de la métrica en función de la categoría social de los personajes. Sin embargo, sería deseable algo más de profundización en algunos de los entresijos de la traducción, que debemos inferir a través de otras publicaciones, algunas de los especialistas anteriormente nombrados, que desentrañan algunos de los retos que se le presentan al traductor y que, sin duda, Pérez Romero también ha tenido que enfrentar.
Es un hecho que el público gallegohablante pierde en el trasvase entre lenguas algunos aspectos básicos de la obra, entre ellos la cuestión métrica. Resulta imposible trasladar a la lengua meta el emblemático pentámetro yámbico, en verso blanco sin rimar, con alternancia de sílabas átonas y tónicas. Así lo ha indicado Astrana Marín, el único que ha abordado la traducción de unas obras completas, al señalar que el verso inglés no se adapta a las lenguas romances, pues su léxico tiene siempre mayor número de sílabas. Igualmente, José María Valverde se ha decantado por un uso casi exclusivo de la prosa, con la excepción de algunas canciones. Angel Luis Pujante, con una larguísima y celebrada trayectoria como traductor, señala que él se ha inclinado por utilizar el verso libre:
Si atendemos a la musicalidad que crea la andadura rítmica del verso blanco shakespeariano, lo más próximo en español sería el ritmo del endecasílabo castellano. Sin embargo, al ser este un molde fijo, plantea la dificultad de que la traducción de un verso blanco no se puede verter siempre exactamente en él, sino que suele necesitar un verso de más sílabas.
Por su parte, Conejero afirma buscar sobre todo una traducción que sea eficaz desde el punto de vista de la representación teatral (evitando,por ejemplo, el uso de oraciones subordinadas) pero siendo fiel al verso original: «el lenguaje teatral nunca intenta denotar, sino impregnar».
En el caso de Pérez Romero, que había optado por la prosa en Soño dunha noite de San Xoán, el traductor se decanta ahora también por el verso libre, utilizando ocasionalmente la rima, allí donde el original contiene este recurso. Como es lógico, el problema métrico desaparece totalmente cuando los personajes de baja condición social, como los cómicos, se expresan en prosa. Pérez Romero ha adaptado muy acertadamente los nombres de estos personajes, que introducen una perspectiva humorística reflejada en sus propias denominaciones: Pedro Chaveta (Peter Quince), Colás Nobelo (Nick Bottom) o Fuco Frauta (Francis Flute).
Otro reto que el traductor resuelve con eficacia viene determinado por la exhaustividad de Shakespeare a la hora de emplear los campos semánticos. Resulta tan prolijo a la hora de nombrar los elementos del medio natural (plantas, flores y animales) que se debe hacer un gran esfuerzo para encontrar las difíciles equivalencias entre lenguas, teniendo en cuenta que no siempre hay una correspondencia exacta entre el término científico y el habla popular, circunstancia que se complica en la lengua gallega porque los términos son ocasionalmente suplantados por el léxico castellano en el uso informal. En este sentido, el catálogo exhibido por Pérez Romero resulta de una gran precisión tanto lingüística como biológica, matizando en la presente edición algunas versiones proporcionadas en la anterior. Así, woodbine inicialmente traducida como madreselva, aparece en 2020 como madresilva; bear ha pasado de urso al más habitual oso. En el debe del traductor encontramos muy ocasionalmente alguna imprecisión; por ejemplo, cuando se resuelve la traducción de newt por un término genérico como lagartixa, en lugar del más preciso, tritón.
En su conjunto, la presente edición, publicada bajo los auspicios de la Universidad de A Coruña, supone una valiosa actualización de un trabajo que sirve para poner en valor la obra y abrir nuevas oportunidades de lectura y de representación escénica y un enriquecimiento del creciente acervo de literatura extranjera en lengua gallega. Por otra parte, supone un factor adicional para entronizar a Pérez Romero como el gran pontífice (el que construye puentes) de la figura de Shakespeare en Galicia.
Notas
[2] Shaw, Patricia: “Estudio y docencia de Shakespeare en la universidad española”. En José M. González F. de Sevilla (ed.): Shakespeare en España. Alicante: Universidad de Alicante / Libros Pórtico, 1993, 95.
[3] Pérez Gállego, Cándido: “Shakespeare en España: un análisis cultural”. En José M. González F. de Sevilla (ed.): Shakespeare en España. Alicante: Universidad de Alicante / Libros Pórtico, 1993, 39.
[4] Eduardo Alonso y Miguel Guede elaboraron un guión teatral, que fue utilizado en las representaciones de esta misma obra por parte del Centro Dramático Galego y publicado por Edicións Xerais en 1992.
[5] Greenblatt, Stephen: Will in the World. London: Pimlico, 2005, 296. Bloom, Harold: Shakespeare: The Invention of the Human. New York: Riverhead, 1998, 164.
[6] Shakespeare, William: Obras completas (Tr. esp. de Luis Astrana Marín). Madrid: Aguilar, 2003, 13.