AYUNTAMIENTO CONSTITUCIONAL DE SANTIAGO DE COMPOSTELA
MCMXXXII
PROYECTO DE LA NUEVA “RÚA GALICIA” EN SANTIAGO DE COMPOSTELA
MEMORIA
ANTONIO PALACIOS ARQUITECTO
Académico de la de Bellas Artes de San Fernando
MCMXXXII
PROYECTO DE LA NUEVA “RÚA GALICIA” EN SANTIAGO DE COMPOSTELA
MEMORIA
SITUACIÓN. Se implantará esta nueva vía –que será la más importante de la Ciudad– enlazando su moderno centro principal de tráfico, que es la Puerta Fajera, con la antigua Gran Plaza del Hospital, la más grandiosa de la Urbe y una de las más bellas, suntuosas y monumentales del Mundo entero.
Su dirección será de Norte a Sur, en longitud, aproximada, de trescientos metros.
NECESIDAD E IMPORTANCIA DE SU CREACIÓN. La construcción de esta calle es absolutamente precisa para resolver el problema fundamental del tránsito turístico y aún del tráfico ordinario de Santiago de Compostela, pues sus principales vías, tan características y bellas, como la Rúa Nova, Rúa del Villar, Calle del Franco y Calderería, todas próximamente paralelas a la “Rúa Galicia” y la transversal de Fonseca y Gelmírez son incapaces, ni aun conjuntamente, de resolver, en la actualidad, su cometido.
Ellas son, por otra parte, intangibles en su traza y venerable artístico aspecto y carácter local, universalmente famoso. Sus angostos cauces, de tres a siete metros, de anchura –en algunos trechos ensanchado para los peatones, por medio de sus peculiares pórticos o soportales– no pueden utilizarse para ningún género de tránsito rodado y menos aún, para el de los grandes autocares de turismo y para las numerosas carabanas [sic] automovilísticas –a veces compuestas de cien coches– de las grandes corrientes viajeras que frecuentan Santiago, en escala obligada del trayecto Vigo-Coruña, al desembarcar en el puerto gallego del Sur, para reembarcar en este del Norte, después de contemplar la incomparable variedad de los paisajes gallegos, del total recorrido, con esa visita a la antigua Capital de la Región. En el presente año de 1932, han llegado a reunirse, algunos días, en el puerto vigués, hasta tres de estos grandes barcos de viajes de recreo, con un total de 2.800 turistas extranjeros. El turismo nacional, en sustitución de las antiguas peregrinaciones al Sepulcro del Apóstol –por cierto, la primera manifestación turística conocida de la historia, cuya “Guía” fue, el famoso “Códice Calixtino”– es también muy intenso.
La situación de Compostela en el centro de la Región, sin atender a otras consideraciones, la hacen, asimismo, lugar obligado de toda Asamblea o Reunión de interés económico, social, científico o artístico, de carácter regional y a veces nacional. Por otra parte, esa situación central, constituye a Santiago, en lugar de irradiación de una vasta red de líneas interurbanas de autobuses, en progresiva intensidad, por la actual limitación de las comunicaciones ferroviarias gallegas.
Pues bien: todo ello origina un intenso tráfico de tránsito por la Ciudad, con forzosa parada en el lugar de congestión viaria, constituido por la Plaza que forman la Senra, con sus expansiones de la Mámeda [sic] y la Fajera y la obligada penetración hasta la Gran Plaza monumental que forman y cierran los incomparables edificios que son la Catedral Jacobea, el Hospital de los RR.CC., el Consistorio o Palacio de Rajoy y el Palacio románico de Gelmírez.
La “Rúa Galicia” vendrá a desempeñar plenamente esta última ineludible función, al unir de modo directo esos dos centros urbanos, los más importantes de la actual Compostela.
Terminemos con la observación de que la milenaria ciudad fue trazada para innumerable muchedumbre de viandantes. Esto explica la inmensidad de sus plazas, que habían de contenerla, al término del viaje de estos peatones peregrinantes, en fuerte contraste con la angostura de las rúas, suficientes, entonces, para el incesante hormiguero humano que procedía de todos los países de Europa. Los peregrinos modernos utilizan los mastodónticos “autocars” que las viejas rúas no pueden contener.
Todo ello confirma la necesidad e importancia de la ejecución de este Proyecto.
TRAZADO. Expongamos ahora las características geométricas de la nueva vía.
En su punto de origen de la Puerta Fajera se crea una plaza de forma aproximadamente oval de 60,00 ms. en su eje mayor, por 33,50 que mide el menor. De ella arranca, por el frente N. la Rúa Galicia, por el E. la bifurcación de las rúas de Bautizados y del Francos, al S. la Senra y al O. la pintoresca Alameda antesala del famoso Paseo de la Herradura. En su centro se dispone un refugio de peatones susceptible de ser enriquecido con una fuente monumental.
Iniciase, en esa plaza, la nueva calle, con un corto tramo recto de 15,00 ms. de anchura sin contar la de los pórticos y de eje paralelo a la fachada lateral del monumental edificio de San Clemente, actual Escuela de Artes. Al final de este tramo y por la izquierda, bifurca el nuevo enlace con la rúa de la Trinidad.
Continúa nuestra calle con un trayecto ligeramente curvo de desarrollo, en su longitud, de 58,00 ms. y con ancho de 12,00 ms., que, sumado al de los pórticos adyacentes, de 4,00 ms, constituyen una amplitud total de vía de 20,00 ms.
La suave rasante de estos dos primeros tramos es la de 3,7 %.
Después, pasando bajo una construcción montada sobre un arco en “cabalgavía”, se desemboca en un ensanchamiento de la Rúa -a manera de plaza- cuya planta es un polígono irregular de ocho lados, en que la mayor amplitud, incluidos los pórticos, de 67,00 por 44,00 ms. Hacia el promedio de sus frentes E. y O. desembocan, en esta plaza, nuevas calles ,que enlazan a la “Rúa Galicia”, la primera -a modo de transversal- con las rúas centrales y la segunda, con la posible Vía de Cintura al actual casco urbano, que, cruzando sobre el Campo de San Clemente, corta, en su mitad, a la calle de las Huertas y la de Entrerríos; pasa, después, por la Cuesta Nueva, cruza el encuentro de los Basquiños y Santa Clara, en la carretera de La Coruña (en donde se cierra un importante circuito viario), y sigue por la Almáciga a Bonaval. Solamente a título de anteproyecto propongo esta importante vía (que se separa del objeto fundamental de esta Memoria), puesto que ella deberá ser motivo de un estudio especial.
Pasado ese ensanchamiento de la “Rúa Galicia”, continúa esta -pasando bajo otro arco- en tramo curvo de 65,00 ms. De desarrollo y la anchura normal establecida para los primeros trayectos, desembocando, finalmente, en otra amplificación de forma rectangular, de 40,00 por 32,00 ms. que prepara el armonioso enlace con la Gran Plaza.
Dos escalinatas, ponen, en inmediata comunicación esta parte de la Rúa, con la calle de la Trinidad, situada en cotas inferiores.
La rasante de este último tramo es de 2,7 %, subiendo, circunstancia que exaltará el efecto monumental del Templo Catedralicio, situado al fondo.
COMPOSICIÓN ARQUITECTURAL. Con ser los aspectos, de práctica utilidad viaria ya mencionado y el económico, a que luego me referiré, importantísimos, es, sin embargo, de primordial atención y extraordinaria responsabilidad artística -que no se me ha ocultado un solo momento- la concepción estrictamente arquitectónica de esta Vía.
Ha sido práctica frecuente, hasta hace muy pocos lustros -pues la Urbanología es una ciencia de nuestros días- el trazar calles, plazas y parques solamente en planta, sin preocuparse de su elevación en sus complejas cualidades de aspecto artístico, condiciones prácticas, higiénico-sanitarias, económicas, destino de los edificios y tantos otros extremos, importantísimos para la debida función de las construcciones que habrían de emplazarse en los solares resultantes.
No es preciso decir, que si en tales conceptos la preocupación respecto a la armonía del trazado de la calle con el resto de la red viaria presente y futura de la Ciudad, me ha guiado en su concepción, más aún ha producido honda huella en mí conciencia artística, el sólo pensamiento de que, con tal empeño, precisaría alterar, siquiera en parte, la euritmia total de esta Ciudad histórica, con peligro de malograr la nuevamente creada.
Declaro que no me arredró un momento el propósito de cambiar la fisonomía y aún la escala constructiva y monumental de la Capital de España -de escasa tradición comparada con la de otras ciudades castellanas- dándole una nueva medida de grandeza, que forzosamente ha sido seguida después por otros meritísimos arquitectos, conducta adoptada por mí también en el caso de la reforma interior y plan de extensión de Vigo, cuyo estudio termino en estos momentos y, sin embargo, con ocasión de construcciones, que me he visto forzado a realizar en gloriosas ciudades-museo, como Toledo, por ejemplo, mi cortedad y mi modestia, en contraste con aquella osadía, se han agudizado hasta sentir medroso terror, al concebirlos y emprenderlos, y sólo con absoluta inhibición de la personalidad y procurando pasar inadvertido he logrado tranquilizarme, ante tal responsabilidad.
Puede, sin embargo, afirmarse que el trascendental problema de la conservación estética de una Ciudad de Arte no es de difícil solución. Bastará para resolverlo felizmente que los arquitectos -y más aún que ellos, las autoridades firmemente apoyadas en la general cultura popular- se presenten y comporten, ante su integral belleza, con un máximo respeto de convencida admiración, fustigando, sin piedad, para ello, el egoísmo de los que, por mezquinos intereses, intenten alterarla. Una mínima dosis de dignidad arquitectónica, en el empleo de los nobles y perdurables materiales de construcción, la adecuada utilización de las industrias artísticas, integrantes de la Arquitectura, el concepto de composición y armonía -tan semejantes a los de armonía y composición musicales- la sumisión de sobriedad, escala y color de los edificios de interés secundario en beneficio del máximo efecto de los principales, son condiciones suficientes, para alcanzar satisfactorio resultado.
Pero, la resolución de otro problema gravísimo, cual es el de añadir nuevas calles o zonas de extensión a estas ciudades, que por su valor universal no son patrimonio exclusivo de una Región o Nación, sino que pertenecen a la Humanidad, es siempre de dificultad extraordinaria, y este es, precisamente, el que para Compostela es necesario afrontar, marcando con la cooperación de todos, la norma, con el trazado de esta importantísima Rúa, para guiar con ella la acción que es preciso desarrollar en futuras ampliaciones, en un próximo porvenir, puesto que Compostela, de glorioso pasado, es también ciudad de vitalidad presente que no es posible contener.
Y ahora debemos preguntarnos.
¿Cuá es la situación actual? Cada vez que un propietario desea realizar una construcción, alterando parcialmente, con el intento, la integridad estética urbana, cae sobre él todo género de justas condenaciones y se le presentan, en consecuencia, obstáculos y molestias a su actividad social, persiguiéndosele por la Prensa, por las Academias y por la opinión pública sañudamente. Esto cesará al establecerse un plan estudiadamente preconcebido, por el que pueda saberse de modo exacto, en cada caso, que es lo que puede hacerse y lo que ha de negarse. No es posible impedir la actuación. Es preciso encauzarla a la más perfecta finalidad.
Esto que ocurre al presente en Santiago, pasa de manera análoga en todas las Ciudades de Arte de España; no es preciso añadir, que también en las de Galicia, de las que Lugo, Mondoñedo, Betanzos, Orense y otras, han sufrido una invasora, bárbara oleada, de cemento a pretexto de una pretendida urbanización, que en gran parte las ha desnaturalizado, particularmente en la pavimentación, sustituyendo, con aquel material, de escaso coeficiente de resistencia al desgaste, los magníficos y eternos solados graníticos característicos de las ciudades gallegas. Recuérdese el de nuestra Quintana. No hablemos de la inoportuna decoración de nuestros jardines públicos en azulejos andaluces y otros materiales impropios de este clima, cuyo empleo constituye un atentado, no al arte, sino simplemente al sentido común.
Concretemos todas estas consideraciones generales a nuestro caso de la “Rúa Galicia”.
El trazado de su eje, en planta, habría de ser forzosamente sinuoso y mixtilíneo, no sólo por exigirlo así el carácter general de la ciudad, en la que una vía de alineación recta produciría, por agrio y seco contraste, con las tortuosas rúas Santiaguesas, el más desagradable efecto, sino también porque así se adapta mejor a la parcial topografía de su emplazamiento, a la armonización en los encuentros con las grandes plazas que comunica, esquiva el obstáculo de difíciles expropiaciones y procura posibles enlaces con sus transversales, necesaria previsión de un plan general. Estas consideraciones y motivos justifican, también, los variados ensanchamientos del trayecto. Otras veces, el cambio de dirección está guiado por la conveniencia de enfilar los maravillosos elementos monumentales de las torres catedralicias, obra del genial arquitecto gallego Casas Novoa, el Palacio de Rajoy, la fachada renacentista del Hospital del Gran Maestro Enrique de Egas. ¿Cómo desaprovechar estos elementos, si limitándonos tan sólo a la construcción de edificios sencillos y modestos en la nueva rúa, ella será suficientemente magnificada, al destacarse, sucesivamente, en sus fondos de perspectivas cambiantes, tantas maravillas de la arquitectura santiaguesa?
Es por otra parte imposible detallar en esta breve Memoria todos los efectos artísticos que he procurado preparar y producir, con el movimiento de masas de los diversos cuerpos de edificaciones, claro-oscuro, firmes siluetas, inesperadas perspectivas, gratas al viandante, y tantos otros elementos de arte que pudieran contribuir al atractivo de la nueva calle. Consignaremos tan sólo los principales.
El viajero que procedente de las carreteras de Vigo o La Coruña, arribe a Santiago recibirá una primera grata impresión al llegar a la Puerta Fajera, ahora nuevamente ordenada y urbanizada en su planta elíptica con su decorativa fontana central a eje con el acceso al salón de la Alameda y a su izquierda contemplará el edificio de San Clemente, de sencilla y noble traza, y su severa portada del Renacimiento. A su derecha observará la variada silueta de los nuevos edificios de acento compostelano con sus típicos soportales. Al fondo y por encima de los arcos, que cierran esta composición arquitectural -de la manera grata a Camilo Sitte, cuya obra “Construcción de Ciudades” ningún compostelano debiera ignorar- se alzan con gallardía, compendio de gracia y fortaleza, las barrocas torres de la Catedral, la que, por cierto, tienen escasísimos puntos de vista desde otros lugares del interior de la Ciudad.
Digamos a modo de paréntesis que, para que esta silueta de la Catedral pueda divisarse desde esta plaza de ingreso, se ha cuidado escrupulosamente la relativa altura de cada uno de los edificios y del arco de primer término dejando los más altos a ambos extremos de la composición y obligando a menor altura los del centro. A pesar de que la Geometría nos proporciona medios de precisar tales fines, propongo, para determinarlos plenamente, corrigiéndolos y afinándolos, en lo que fuese preciso, la elevación, en el momento de proyectar definitivamente todos los edificios de la calle, de sendos armadijos, compuestos por “almas” y “puentes” de madera que, forrados de telas resistentes, precisasen las siluetas sucesivas y exacta relación de líneas y masas, con la apreciación neta por medio de esta maquette, a tamaño definitivo, de los efectos que se pretende obtener y que en esta Memoria quedan consignados. Será también, previamente utilísimo, un modelo en escayola -comprendiendo la calle y la gran Plaza- a escala de 0,015 p/m. cuya ejecución podría constituir el más grato e instructivo ejercicio, en el presente curso, para los alumnos de la Escuela local de Artes e Industrias.
A continuación, y como enfocada por el primer cabalgavía, se contempla la segunda Plaza, de variado contorno que promedia la calle y constituirá su principal atractivo. Es difícil adivinar, ni aún con atinada práctica profesional, el interesante conjunto que ofrecerá esta segunda aislada composición arquitectónica. Los cuatro grandes arcos que la cierran en la embocadura de las calles afluentes; la recia altivez de los torreones, que se yerguen en sus ángulos saledizos; la variada disposición de sus pórticos, con los ensanchamientos para facilitar el tráfico en los cambios de dirección; los antiguos fragmentos esculturales que decoren sus interesantes rincones; las plataformas de refugio, en los lugares más soleados, fáciles también a la contemplación, ahora en su totalidad, de la Catedral; el monumento histórico central y el alumbrado moderno, con luz indirecta, serán otros tantos atractivos de esta plaza. Para aumentarlos, pudieran traerse aquí algunas de las tres o cuatro grandes pétreas tazas acanaladas que existen, ahora dispersas, en lugares varios; así como otros diversos elementos auténticos de las arquitecturas de los siglos medios abandonadas o en ruinas, en lugares inaccesibles de la Región, de los viejos monasterios, que se desmoronan, con algunas otras del Museo arqueológico, ventanales, arquerías, fuentes, ojivas, canecillos, fustes, capiteles, viejas piedras tumbales, y aún casas enteras, que en escombros se pierden para el Arte en otros ocultos lugares.
Esto, aportaría la preciosa levadura a la nueva hornada constructiva y daría la tónica a lo que de nuevo se edificara, quitándole, en lo posible, el carácter de cosa enteramente advenediza, al formarse un rico, verdadero y vivo Museo Petrográfico. La pátina dada a todo lo reciente, armonizaría el conjunto. ¿No lucirían, así, mejor, estas reliquias arqueológicas, colocadas en sus lugares propios y adecuados, destacándose sobre desnudos muros, que en la fría e inexpresiva sala de una Gliptoteca?
Traspuesto el segundo arco, se llegaría al tercer cuerpo arquitectónico de la calle, en el máximo del “crescendo” en interés de expectación. Ya no importa, al final de esta vía, la traza de los edificios que la forman ni el grato efecto del Jardín botánico de Fonseca, entrevisto gayamente a través de las arquerías de los pórticos. Toda la atención se concentrará en el fondo de la gran Plaza, una de las más hermosas del Mundo.
Y esta es precisamente a mi ver, una de las fundamentales razones de ser de la creación de esta “Rúa Galicia” pues, en efecto, se alcanzará la impresión suprema del máximo disfrute de la belleza de la Basílica Apostólica en su fachada del Obradoiro, pues, si actualmente queda amortiguada y como marchita esa emoción, al entrar, de costado, el espectador en la Plaza, de tal modo que cuando llega a situación ya el principal efecto se ha malogrado, ahora, con la traza de esta calle, la insuperable composición de Casas Novoa, en la que, al decir de Otto Schubert, el barroco Español llega a su más alto grado de belleza, el viajero quedará fulminado de impresión, al enfrentarse, de repente, con ella y con los otros dos monumentos principales de la Plaza dejando, precisamente a su espalda, el menos importante.
Por otra parte, la Plaza misma ganará en unidad al ser destruidas las modernas e insignificantes casuchas que ahora cierran imperfectamente el ángulo S.O., en el lugar preciso en que la “Rúa Galicia” desemboca.
A todas estas preocupaciones resueltas, con lo que hemos acallado nuestra conciencia artística soliviantada, se añadía otra importantísima. La de no alterar con daño ese esplendoroso milagro arquitectónico que es la vista panorámica de Compostela desde la Herradura, asegurando, sin vacilación, que, después de haber contemplado todos los “jolie point de vue” -con asterisco- del Baedeker, en todas las ciudades famosas por su estética urbana, que ninguno puede superar a este en sublimidad artística ¡Júzguese de mi temor, al sólo intento de poner sobre él mis manos! Creo, sin embargo, haber salvado el gran escollo reduciendo la altura de los edificios inmediatos al Consistorio a la altura actual de nueve ms. Con lo cual la magnífica Logia de las salas del Museo Diocesano y las torres que le complementan, quedan íntegramente visibles y las edificaciones más altas próximas a San Clemente, no sólo no alteran esa grandiosa visión de un ensueño arquitectural en que las numerosas áureas torres semejan altísimas llamaradas que alcanzan al cielo y que en virtud de algún prodigio quedaran repentinamente petrificadas, sino que, aún, modestamente pudieran complementarlas.
Yo bien sé que, todo esto que propongo, no puede producir plena satisfacción a un purista arqueólogo. Yo tendría que renegar también de la condición, que tanto me honra, de académico de la de Bellas Artes de San Fernando, con la consiguiente responsabilidad, si estuviera plenamente satisfecho; pero dedicada mi vida entera a enfrentarme con la resolución de problemas vivos y no con la de divagaciones teóricas, tengo que preguntarme ¿No se ha procedido, como ahora yo lo hago, en la época del fino Renacimiento o en los siglos floridos del Barroco?
Pudiera objetarse que el estilo actual de las arquitecturas Alemana y Americana alcanzarían, también, a responder a esa armonía, como las de su tiempo en las épocas dichas. No lo niego, a condición del empleo como en aquellas, de las nobles materias, las piedras naturales, los metales forjados, la madera tallada en pura artesanía, con total alejamiento del maquinismo y del “standart” pero me parece menos peligrosa mi propuesta, no exenta de cierta dosis de modernidad, singularmente en las plenas condiciones de confort y sanidad interior. Con el mismo criterio se procede actualmente, de modo general, en las precisas modificaciones y ampliaciones de Nuremberg, Florencia, Brujas, Venecia, Sevilla, Roma, El Cairo y tantas otras ciudades museales.
Impedir toda construcción o extensión es de absoluta imposibilidad, pero permitir un agrio desacorde en la sinfonía arquitectónica de una ciudad es inadmisible, sin incurrir en responsabilidad tremenda. Atender a ambos extremos es la razón suprema de este Proyecto.
PLANOS. Constan de una planta general de la calle a escala de 0,002 por metro, con organización de las manzanas; de la proyección de los alzados en desarrollo, a la misma escala de las fachadas, de la totalidad de la calle y sus dimensiones comparadas con las de los inmediatos edificios públicos existentes. Se acompañan también los perfiles, longitudinal y transversales, y otros planos y dibujos complementarios, así como una fotografía aérea de la Ciudad.
PRESUPUESTO. El cotejo, que se acompaña, de las partidas de gastos e ingresos tiene, por el momento, el carácter de un mero avance de estas cifras puesto que, para ser formulado tan interesante documento de manera definitiva, será preciso, un previo, exacto, plano parcelario, con las tasaciones de edificios y huertas a expropiar, todo ello con arreglo a lo dispuesto en la legislación vigente. Esto habrá de ser exactamente definido en el momento de proceder a la realización de la obra una vez aprobado por el alto Consejo de Sanidad este Proyecto.
La verdadera finalidad de este avance de presupuesto se deriva de la grata posibilidad de augurar un importante superávit producido por el desnivel entre los gastos, muy reducidos, por disponer de una gran parte de terrenos de dominio público; por las escasas expropiaciones de edificios particulares, de pequeño valor y la absoluta inutilidad urbana, en su situación actual, de los terrenos afectados y la cuantía por la otra parte de los ingresos a causa de la gran plusvalía que esos terrenos alcanzarán al pasar -merced a la exclusiva virtualidad de este Proyecto- a ser solares de primer orden entre todos los de la Ciudad. Llámanse ahora a esos lugares con las despectivas denominaciones de “Esterqueiras” e “Inferniño”.
La exención de toda clase de tributos durante treinta años, que las leyes conceden a este género de proyectos, supone también una considerable partida en los ingresos.
Cualquiera que fuese el balance final siempre resultaría esta, por el amplio margen previsible, una obra de fácil planteamiento económico, poderosa razón que es preciso añadir a las ya expuestas, que, acordes, aconsejan la inmediata realización de la Rúa Galicia.
REALIZACIÓN. Por todo lo dicho puede asegurarse que rara vez se habrá presentado un caso tan extraordinario de acumulación de tan diversas circunstancias ventajosas como las que concurren para la inmediata puesta en obra de este Proyecto.
Resuelve una imperiosa necesidad viaria, sin cuya satisfacción la vida interna y turística de la Ciudad sería en extremo precaria y esto sin tajantes mutilaciones tan dolorosas para resolver este importante problema, en otras ciudades históricas. Véase el caso criminal de Granada. Nadie encontraría bien modificar una obra maestra de la pintura, pero nadie condenaría tampoco que el cuadro se realce con un nuevo, rico, marco apropiado. Procura, también, un franco cauce al preciso desarrollo en ella de la industria de la construcción, atenuando la actual crisis obrera. Dará nuevo realce a su importancia y atractivos. Destacará notablemente sus más altos valores monumentales. Acrecerá el Comercio, al proporcionarle amplios, lujosos y característicos locales atrayentes. Solucionará el problema de difícil planteamiento de obtener oportunos emplazamientos para los nuevos edificios públicos tales como la Casa de Correos y Banco de España. Preparará sucesivas expansiones a la ciudad, facilitando la resolución de su tráfico transversal, interior, hoy inexistente y sí, por último, puede ser, no un gravamen, sino, por el contrario, fuente de ingresos para el Municipio al crear nueva riqueza con aquel superávit. ¿Puede pedirse algo más a la propuesta de esta idea? ¿No sería insensato, silenciarla o abandonarla, sino muy plausible proceder a su inmediata realización?
A. PALACIOS