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Tonia Raquejo Grado
Universidad Complutense de Madrid
España
Núm. 11 (2012): Arte, natureza e paisaxe, Colaboracións
DOI: https://doi.org/10.15304/qui.11.1614
Recibido: 18-12-2013
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Resumen

Es hacia 1964 cuando los artistas comienzan a utilizar el espejo en sus instalaciones para repensar por un lado las relaciones entre el arte y la realidad y, por otro, las relaciones entre el yo y su imagen. A través del reflejo se adentran en las complejas aguas narcisistas de la construcción de la identidad, coincidiendo así con las preocupaciones que en el campo de la teoría del arte se desarrollan a través de los trabajos de Foucault –con su idea del espejo como no-lugar– y Lacan –a propósito de la formación del yo. La mirada que emerge en relación al papel que juega el espejo en estas instalaciones artísticas es paradójica: en unos casos nos remite a un mundo dual, donde el sujeto se diferencia de su imagen y entorno. En otros, esta mirada que corta en dos la realidad, queda superada por la “mirada desdiferenciada” que alienta una percepción sistémica y holística del mundo cancelando una percepción excesivamente antropocéntrica.
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