1. INTRODUCCIÓN
En la historia de los avances sociales en materia de trabajo y educación en nuestro país, el siglo xix constituye un punto de inflexión por las importantes transformaciones económicas y sociales que se produjeron y que afectaron al conjunto de la población. Sin embargo, es importante detenerse en qué supusieron para una parte de esta, las mujeres, cuya posición seguía siendo inferior a la de los varones de forma oficial. Además, es en el siglo xix cuando surgen los primeros discursos de reivindicación feminista, con mujeres como Concepción Arenal o Emilia Pardo Bazán a la cabeza, que dedican escritos a cuestionar la desigualdad entre sexos, la capacidad intelectual atribuida a la mujer o su incapacidad para ejercer un empleo. Sin embargo, fuera de estas voces ya consolidadas, falta trabajo sobre una cantidad importante de escritoras que también difunden ideas liberales acerca del sexo femenino. No obviemos que es en la segunda mitad del siglo cuando se produce la eclosión de las escritoras tanto en España como, de forma generalizada en el continente europeo. Por esta razón, resulta pertinente rescatar nombres olvidados de la historia literaria y, a la vez, contribuir a esclarecer la pugna ideológica que, en este momento, sobre la mujer existía y ver qué posición defienden las implicadas. En este trabajo perseguimos ambos propósitos. En primer lugar, sacar a la luz a la escritora coruñesa Fanny Garrido (A Coruña, 1842 - Madrid 1917), conocida también por su pseudónimo literario, Eulalia de Liáns, cuya producción ha quedado en el olvido a pesar de su sólida trayectoria como escritora y agente cultural y social. En segundo lugar, establecer cómo el pensamiento que Garrido filtra en sus novelas está en consonancia con las tesis liberales promovidas por ciertos sectores intelectuales. Así, a través del estudio de las dos novelas que publicó en Madrid en formato libro ―Escaramuzas () y La madre de Paco Pardo ()―, revelaremos cómo la coruñesa visibiliza la situación de la mujer de distintas clases sociales en su época y cómo presenta la educación y el trabajo femeninos como medio para el progreso individual y colectivo, convirtiéndolos en temas subyacentes a las historias principales de ambas obras.
2. SER MUJER EN LA ESPAÑA DEL SIGLO XIX
Si bien los importantes cambios socioeconómicos ocurridos durante el siglo xix impulsaron la llegada de la mujer a otras esferas vetadas hasta entonces, como el acceso al trabajo fuera del ámbito doméstico, ello no trajo consigo una mejora de su condición; siguió siendo discriminada desde un punto de vista social ―pues estaba sometida al sexo masculino―, jurídico ―ya que la ley establecía su inferioridad frente al varón― y, ahora también, laboral ―pues ellas cobraban un salario menor aun desempeñando el mismo empleo que un hombre― (). Hay que partir de la base de que era de común aceptación por la sociedad liberal de entonces la inferioridad natural de la mujer frente al hombre, condición que se justificaba, entre otras razones, por cuestiones biológicas. Así, era frecuente aludir «al imperio de sus órganos reproductores», que justificaba que «en ella se halla más desarrollado el sistema nervioso y por eso es más sensitiva [...] y más imaginativa o fantasiosa» (). Tal y como apunta ,
a pesar de los múltiples argumentos en contra y de las denuncias de mujeres de la talla de Concepción Arenal y Emilia Pardo Bazán, siguió persistiendo una amplia duda por parte de la mayoría de la población española sobre el potencial intelectual de la mujer, lo cual, a la vez, se convierte en argumento para consolidar la división sexual del trabajo y la tradicional distribución de los papeles sociales ().
Por si fuera poco, a estos argumentos biológicos hay que sumarles el peso de la doctrina católica y, así, la discriminación basada en la propia naturaleza de la mujer y sustentada por razones biológicas y religiosas, se materializaba en el propio sistema en el terreno jurídico y en el político: por ejemplo, en el marco de una legislación liberal, tanto el Código Penal, como el Código Civil o el de Comercio establecían el sometimiento de la mujer al hombre a la hora de realizar cualquier tipo de acción legal o comercial; por otra parte, desde un punto de vista político, la mujer no tenía derecho al voto. Teniendo en cuenta esta situación, ¿cuál podía ser la salida principal de la mayoría de las mujeres españolas de la segunda mitad del siglo xix? El matrimonio y la formación de una familia, que, evidentemente, en muchos casos, como señala , no equivalían a la felicidad ni a la realización femeninas.
En este contexto coge fuerza el debate acerca de la alfabetización de la mujer y su educación, en el que Concepción Arenal ocupó un papel destacado, pero no solo ella. Otras mujeres, como la escritora turolense Concepción Gimeno de Flaquer, seguidora de las ideas de Arenal, también abogaron por la educación femenina: «Sí, es preciso ilustrar a la mujer, es conveniente desarrollar su inteligencia, es necesario hacerle amar lo bello y lo sublime, es indispensable iluminar su alma, es muy útil hacerle conocer la verdad» ().
Tanto Arenal como Gimeno de Flaquer señalan en La mujer del porvenir (1869) y La mujer española (1877), respectivamente, las consecuencias que la falta de instrucción tiene en el sexo femenino; entre ellas, su ruina, pues la mayor parte de los trabajos le eran vetados, de manera que ante situaciones como la soltería o la viudez quedaba abocada a la pobreza ―que podía llevar a la prostitución, verdadera lacra social en la época ()―. Otra consecuencia, centrada sobre todo en el ámbito burgués, era el aburrimiento, que favorecía en buena medida, y según las autoras, la frivolidad del comportamiento femenino, convirtiéndolas en mujeres fastidiosas que bien pecaban de mojigatas ―un ejemplo de ello lo podríamos hallar en el personaje de Ana Ozores, protagonista de La Regenta―, bien caían en la dispersión, obsesionándose con el lujo y el ocio. Este tedio endémico de las mujeres burguesas las conducía, además, a dejarse llevar por la pasión: sin estímulos para su inteligencia, se entregaban al sentimiento, amando de forma entregada e idealizada ―«así se la ve recorrer la escala de todos los amores, los sublimes como los ridículos, desde el santo amor de Dios, al que le inspira su perro o su gato» ()―. La solución a estos males la encuentra Arenal en la instrucción: «todos estos inconvenientes y otros muchos se remediaban con que las mujeres tuvieran ocupaciones útiles y racionales, ocupaciones que las ocupasen, y que entrase en mayor o menor escala el ejercicio de las facultades más nobles» (ibid.).
Por otra parte, es necesario considerar que el analfabetismo era en el siglo xix el estado de la mayoría de la población española, no solo de las mujeres, entre las que era aún mayor. Fue, sin embargo, en la segunda mitad del siglo cuando comenzó a reducirse de forma progresiva, sobre todo en las ciudades, donde la alfabetización se extendió notablemente y, con ello, el número de potenciales lectores aumentó. El acceso de la mujer burguesa a la lectura provocó importantes cambios en el mundo editorial: sin ocupaciones, el consumo de literatura y, en concreto, de novelas constituía una actividad entretenida que la acercaba a otras realidades. El sector editorial no podía dejar pasar esta oportunidad y, así, editores y autores comienzan a publicar literatura destinada al público femenino, dando lugar incluso a géneros literarios considerados propiamente femeninos, como la novela por entregas.
El acceso de la mujer a la cultura letrada y, en concreto, su afición por el género novelesco, no fueron, sin embargo, bien vistos por buena parte de la sociedad. Los folletines eran denostados por los sectores conservadores y católicos, pues en ellos se mostraban pasiones exaltadas y desafíos al orden social en forma de adulterios, actos violentos, deshonras...; en definitiva, todo aquello que iba en contra de la moral católica dominante. La lectura de novelas se percibía entonces como una práctica peligrosa y subversiva, y en la época se llegaron a publicar auténticas barbaridades acerca de los estragos que podía ocasionar. En cualquier caso, y pese a todos los obstáculos sociales que existían, es un hecho que en la segunda mitad del siglo xix la mujer se suma al proceso de alfabetización, sobre todo en los núcleos urbanos, y con ello accede a la literatura.
Pero el acceso a la educación y los medios de que disponían las mujeres de clase media y alta les abría otra puerta además de la lectura: la escritura y la publicación de sus creaciones. Será en el siglo xix cuando se produzca en toda Europa el auge de las autoras en el género de la novela y la creación de publicaciones periódicas específicas para la publicación de sus textos. En España, la institucionalización de la profesión de escritora se produce «sobre todo a partir de las décadas de 1850 ―con el auge de la novela industrial por entregas― y de 1880 ―con el imperio de la gran novela realista―» (). En este marco destaca, por encima de todas, la figura de Emilia Pardo Bazán; no obstante, fueron muchas otras las mujeres que en este momento tomaron la pluma para contar y compartir sus ficciones, entre ellas otra coruñesa, Fanny Garrido. Las resistencias no fueron pocas y el menosprecio fue prácticamente automático. En cualquier caso, a finales del siglo xix en España es innegable la existencia de escritoras y, particularmente, de novelistas. Tal evidencia la recogen los testimonios de la época, como el del periodista y escritor Manuel Ossorio y Bernard: «ya sea un bien, ya un mal [...], existen señoras que escriben mucho y que escriben bien» (Ossorio y Bernard, apud ). Así, se va configurando un perfil de la mujer escritora en el siglo xix, que sistematiza a partir del amplio catálogo de autoras que compone: grosso modo, esta se caracteriza por pertenecer a la clase media y contar con un padre de profesión liberal o ligado a la vida política.
3. EL CASO DE FANNY GARRIDO
Es en este punto donde debemos hablar de Fanny Garrido, quien encaja de forma perfecta en el prototipo de escritora de la segunda mitad del siglo xix : su padre, Francisco de Borja González Garrido del Amo, era médico, destinado en A Coruña como Primer Médico del Hospital Militar de la ciudad. Él, junto a su esposa, la mexicana de ascendencia española Josefa García Cuenca, y sus tres hijas ―Ana, Enriqueta y la propia Fanny― constituían una familia burguesa, ligada a la profesión liberal del padre, hecho que les permitió vivir en varias ciudades y que las hijas recibieran una educación sólida muy por encima de lo que era habitual a mediados de siglo para una mujer.
Con la mayoría de edad, Fanny Garrido se casa con el compositor Marcial del Adalid, también procedente de una familia burguesa con una muy buena posición económica. A partir de ahí, las estancias entre Madrid y A Coruña, los viajes al extranjero y los contactos con intelectuales y artistas se convierten en su rutina, factores que contribuyen, sin duda, a que la gallega dé pie a sus inquietudes intelectuales y creativas. Así, en la capital integrarán los círculos musicales más prestigiosos del país, a la par que su residencia gallega ―el pazo de Lóngora― se convertirá en centro de la vida cultural de A Coruña. Es también en estos años cuando Garrido saca a la luz sus primeros textos, en una obra colaborativa junto a su esposo (Cantares viejos y nuevos de Galicia, 1877), en la que la coruñesa escribe las letras de la mayor parte de las composiciones.
No obstante, será después de enviudar en 1880 cuando Fanny Garrido se revelará como una auténtica escritora y agente cultural, ya no a la sombra de su marido, sino participando por iniciativa propia en proyectos y publicaciones. A modo de ejemplo, forma parte en 1883 del acto constitucional de la Sociedad de Folk-Lore Gallego, presidida por Emilia Pardo Bazán, y publica bajo pseudónimo su primera novela, Escaramuzas, en 1885. Dos años después, su producción escritural despega: publica el artículo «La situación agrícola en Galicia» (Galicia, n.º I, enero) y, sobre todo, textos de ficción: el fragmento «La fiesta de la patrona» (Galicia, n.º VII, julio) y el cuento «Jaque mate» (El Correo gallego, 23 de agosto de 1887), y comienza la novela por entregas La mano izquierda (Revista contemporánea, n.os 68‑71, noviembre de 1887- agosto de 1888). Además, es en este año ―1887― cuando contrae su segundo matrimonio con el químico y catedrático lucense José Rodríguez Mourelo, hecho que le posibilitará el contacto con los científicos más sobresalientes de la época y volver a alternar la vida entre Madrid y A Coruña.
Su actividad creativa no cesa; al contrario, continúa a la par que amplía nuevas posibilidades. Así, lleva a cabo las primeras traducciones al castellano y directamente del alemán de las obras de Johann Wolfgang von Goethe Viaje a Italia y Teatro selecto, respectivamente en 1891 y 1893, acompañadas de sendos prólogos. Sigue, asimismo, publicando ficción: el relato «Los infinitamente pequeños» (Galicia, n.º 2, año I, 2.ª época) y su segunda novela publicada como libro, La madre de Paco Pardo (). Estas serán las últimas publicaciones de Garrido en el campo de la ficción, si bien seguirá con la escritura ligada al terreno cultural, al que se sumará también el interés por los asuntos sociales: en 1905 es nombrada miembro correspondiente de la Real Academia Gallega; en 1907 se convierte en miembro del Consejo Superior de Protección a la Infancia y en 1909 publica en calidad de vocal el artículo «El problema de la mendicidad» (Gaceta de Instrucción Pública y Bellas Artes, año xxi, n.º 954); también desde 1907 consta como miembro del Centro Iberoamericano de Cultura Popular Femenina; en 1912, preside una sección de la Junta de Protección a la Infancia y Represión de la Mendicidad y, fruto de ello, publica «Los niños. De cómo se salvan las vidas en la primera infancia» (Pro Infantia, n.º 38); y en 1913 saca a la luz sus últimos artículos en la Gaceta de instrucción pública y bellas artes: «Paz» (año xxv, n.º 1187) y «Sueños, ideales, realidad» (año xxv, n.os 1204, 1205, 1207 y 1108).
Finalmente, el 11 de septiembre de 1917, Fanny Garrido fallece en su domicilio de Madrid a la edad de setenta y cinco años. La crónica social del momento se hizo eco del acontecimiento y manifestó su pesar ante la pérdida de una mujer culta, comprometida y pionera en muchos aspectos.
Tras este recorrido por la situación de la mujer en esta época y tras haber puesto el foco en un caso específico, podemos establecer que Fanny Garrido constituye un ejemplo paradigmático de autora de la segunda mitad del xix: una mujer de familia acomodada, con acceso a la cultura y medios económicos, con inquietudes intelectuales y creativas y con el talento y la iniciativa para su desarrollo, que, además, pudo moverse y relacionarse de primera mano en los círculos intelectuales de la capital y de la ciudad herculina, así como viajar fuera del país y conocer otros ambientes culturales. A pesar de todo ello, hoy en día es prácticamente desconocida para el público. Sin embargo, en el terreno académico se ha comenzado en los últimos años a recuperar su figura y, de forma aún discreta, a efectuar aproximaciones críticas a su obra literaria. En la primera tarea hay que insistir en el trabajo de Touriñán Morandeira (, , y ), quien ―a pesar de que su área de estudio es la música y su objeto de trabajo principal, el esposo de Garrido, Marcial de Adalid― ha dedicado esfuerzos a recuperar la historia de la coruñesa. Así, aunque Fanny Garrido constaba en catálogos de escritoras del siglo xix con reseñas biobibliográficas más o menos completas ―ya hemos citado, entre otros, a o a ―, ha sido la investigación de Touriñán Morandeira la que ha arrojado luz acerca de la vida y la producción cultural de Fanny Garrido aportando numerosos datos hasta entonces inéditos. Fuera de esta labor, en el terreno de la crítica literaria destacamos los trabajos de y de , que son de los pocos estudios existentes de la narrativa de la coruñesa, así como el de sobre su labor como traductora.
Dicho esto, en las páginas que siguen se contribuirá a revelar la obra literaria de Fanny Garrido, abordando en sus dos novelas principales dos cuestiones fundamentales en el debate público en torno a la mujer en la segunda mitad del siglo xix: la educación y el trabajo femeninos.
4. ESCARAMUZAS () Y LA MADRE DE PACO PARDO (), DOS NOVELAS REALISTAS SOBRE LA SITUACIÓN FEMENINA
Como hemos señalado, son Escaramuzas y La madre de Paco Pardo las dos novelas que Fanny Garrido publica en formato libro y aquellas que constan en los escasos perfiles trazados de la autora. Ambas son obras de poca extensión ―195 y 233 páginas, respectivamente―, publicadas en Madrid bajo pseudónimo ―Eulalia de Liáns―, en plena madurez de la escritora, aunque con trece años de diferencia. A pesar de sus diferencias argumentales, comparten varios rasgos: el castellano como lengua, la ambientación en distintas localidades gallegas y, sobre todo, el protagonismo indiscutible de sus personajes femeninos. Ambas novelas, por otra parte, así como los textos breves de la coruñesa, se enmarcan tanto por la cronología como por sus rasgos literarios dentro de la estética realista, un realismo entendido en un concepto amplio, que a menudo incorpora elementos de otras tendencias literarias. Así, mientras que en Escaramuzas se detectan trazos del folletín y cierta herencia romántica, en La madre de Paco Pardo, se percibe la asunción tímida de un naturalismo más aparente que real.
La primera novela que Garrido saca a la luz es, grosso modo, la típica novela realista: ambientada en la ciudad de A Coruña ―denominada Marineda, en un guiño a su amiga doña Emilia― en el tiempo de la propia escritora, constituye un retrato verosímil de la burguesía coruñesa de finales del siglo xix de la que nuestra escritora también formaba parte. Esta es la historia de María Casal, una mujer burguesa, afincada junto a su marido, Manolo Castro, en la ciudad de Marineda, lugar de origen de él. María se encuentra atrapada en un matrimonio desdichado. Además, no ha tenido hijos, se siente mayor para satisfacer sus aspiraciones intelectuales y su círculo familiar y de amistades la oprime. Ella responde con displicencia y critica su hipocresía, el mantenimiento de las apariencias y el chismorreo, y encuentra su único consuelo en su amiga Luisa Valbueno. Todo cambia cuando aparece el ingeniero Antonio Lérida, con el que nace una atracción que ella niega y disfraza de amistad y conexión espiritual. Él, en cambio, se va descubriendo poco a poco como un hombre manipulador y mentiroso, que busca, por encima de todo, desestabilizar a la familia Castro de la Puente y obtener lo que desea. A pesar de que en ningún momento ocurre nada físico entre la protagonista y Antonio, esta sufre el engaño cruel del ingeniero y las calumnias de su familia, que encuentra la ocasión para hundirla definitivamente. El desenlace, sin embargo, es provechoso para María, que reconduce su matrimonio y vence moralmente sobre Antonio y sobre su familia.
Frente a este retrato coetáneo de la clase social a la que pertenecía la propia Fanny Garrido, nos encontramos trece años después con La madre de Paco Pardo, donde no solo pasamos de un escenario urbano a uno rural, sino que el foco se traslada a otra clase social, la trabajadora, alejándose así la autora de la estética realista y, de forma más aparente que real, aproximándose a la naturalista. Teniendo en cuenta el contenido de la dedicatoria de la obra, estamos, en teoría, ante una historia basada en hechos reales, centrada en un solo personaje que vertebra toda la obra: María del Mar Lage. Ambientada en distintas localidades pesqueras de la Costa da Morte y la ría de Vigo, la novela narra varias décadas de la vida de la protagonista, una mujer trabajadora, hija de los dueños de una fábrica modesta de conservas y salazones. Al pueblo llega un verano Juan Gándara, mozo de muy buena familia, con el que María del Mar inicia una relación de amor que dura el periodo estival. A los pocos meses, la joven se percata no solo de que las promesas de amor de Juan no se han cumplido, sino de que espera un hijo suyo. La solución de su padre y su hermano vendrá de la mano de un matrimonio concertado con un antiguo pretendiente de la joven ―Lorenzo Pardo―, que se revelará como un hombre celoso, controlador, vago e interesado únicamente en el dinero. La novela narra los años de vida de María criando a su hijo Paco, manteniendo el secreto de su paternidad, sacando adelante el negocio familiar con éxito y soportando a un marido ruin. Todo se altera en el momento en que unos pudientes hermanos compran una propiedad cercana a donde vive la familia Pardo Lage, curiosamente los hermanos Gándara, Juan y Eliseo, quienes acogerán al hijo de María como un miembro más de la familia sin conocer su verdadera identidad. No habrá propiamente historia entre María y Juan, sino que la novela se centra en el conflicto interior de ella, que debe mantener el secreto a toda costa mientras se despierta todo el amor que había permanecido dormido a lo largo de los años de ausencia de Juan.
Una vez resumidos mínimamente los argumentos de ambas novelas, damos paso al análisis de dos temas fundamentales que son muestra de las preocupaciones de Fanny Garrido y del mensaje que buscaba transmitir. Así, si hay un elemento común del que podamos hablar de forma extendida en ambos textos, este es el protagonismo concedido a la mujer y a cuestiones relacionadas con su situación en la época, aunque se tratan de distintas formas a través de dos novelas configuradas de manera muy diferente. Si en Escaramuzas hay una historia con multitud de personajes, de los cuales son los femeninos los que llevan el peso de la acción ―junto a Antonio Lérida― y cada uno representa una situación de la mujer, La madre de Paco Pardo posee pocos personajes y solo uno principal femenino, María del Mar, motor de la acción y eje de la trama.
Es evidente que Fanny Garrido tenía como propósito central de su narrativa de ficción centrar el foco sobre la mujer, poniendo sobre el tapete determinados temas que, en estas décadas del siglo xix, se estaban discutiendo y en un momento en que comienzan a alzarse tímidamente en España las primeras voces feministas. Nuestra escritora es una mujer cauta, que reserva el cuestionamiento y la denuncia moderada de determinados asuntos relacionados con su sexo para su producción de ficción y no para sus artículos de opinión. De esta forma, su ideología al respecto, que podría resultar controvertida y que la define como una persona liberal en este terreno, queda enmascarada bajo los discursos de los personajes y una historia de ficción. Por otra parte, ya hemos hablado de que en la época experimentó un auge el público lector, especialmente, las mujeres, que «se aficionaron a la lectura de novelas escapistas» () con la intención de evadirse y experimentar de forma indirecta otras realidades. Consciente de ello, Garrido crea dos historias que parecen ir dirigidas precisamente a ellas, con mensajes importantes, entre otros asuntos, acerca de la capacidad de la mujer para desempeñar un empleo y de la necesidad de una educación universal que, por supuesto, incluya al sexo femenino.
5. LA APUESTA EDUCATIVA DE FANNY GARRIDO
Si tenemos en cuenta la excepcionalidad de la formación que recibió Fanny Garrido y su modo de vida, es completamente lógico que en sus novelas denuncie la relegación femenina al ámbito doméstico y muestre la capacidad de la mujer para ser educada en igualdad de condiciones respecto del varón. Así, la coruñesa no duda en manifestarse abiertamente en defensa de la educación universal, sin importar el sexo o la clase social, tema que se hace más evidente en La madre de Paco Pardo por la vocación pedagógica de la protagonista y que va en consonancia con las preocupaciones de los autores de su generación: «sea con escenas montañosas, novelas provincianas, novelas rurales o novela urbana, esta generación de 1868 muestra una conciencia particular de los problemas y, aunque desde diversa óptica, cree en el progreso y la educación» (). En el caso de Garrido, es muy importante cómo aboga explícitamente por la educación de la mujer: María Casal, Luisa Valbueno o la propia María del Mar Lage representan a mujeres cultas, cada una dentro de su clase y posición, interesadas por el conocimiento, conscientes de que este otorga independencia y capacidad crítica para tomar mejores decisiones y, en definitiva, contribuye a la mejora social, en línea con el pensamiento de Concepción Arenal. Eso las hace más libres, a pesar de estar atrapadas, en el caso de María y María del Mar, en situaciones que las coartan.
Aun cuando la cuestión educativa es un tema presente en ambas obras, su tratamiento es bien distinto: si en La madre de Paco Pardo constituye un asunto principal, en Escaramuzas subyace tras otros temas más evidentes, pero lo que sí es evidente es que Garrido se sitúa a la vanguardia de las teorías acerca de la condición femenina en un momento en que todavía se estaba discutiendo si la mujer poseía la misma capacidad cognitiva que el hombre, debate al que la mencionada Concepción Arenal dedicó numerosas palabras. Esta atribuye las «fallas intelectuales» de la mujer a la cuestión que nos incumbe: la educación: «en la mayor parte de las facultades la mujer es igual al hombre; la diferencia intelectual sólo empieza donde empieza la de la educación» (, sic ortografía). Así, la ferrolana encuentra la causa de la inferioridad intelectual de muchas mujeres en su falta de acceso a ser instruidas, en su imposibilidad para ejercitar y nutrir su intelecto, es decir, hombres y mujeres no parten de la misma posición de salida y, así, resulta injusto aplicar el mismo baremo para medir su capacidad cognitiva:
Según el doctor Gall, «Por más que el hombre esté organizado de la manera más perfecta, el ejercicio es indispensable para aprender a combinar muchas ideas, relativamente a ciertos objetos». ¿Tienen las mujeres este ejercicio indispensable? ¿Pueden tenerle?
El trabajo de la inteligencia está lejos de ser una cosa espontánea en el hombre. [...] ¿Cómo las mujeres vencerán esta resistencia natural, cuando para vencerla no ven objeto; cuando se les dice que no la pueden ni la deben vencer, y cuando tienen para ello hasta imposibilidad material? Si ciertas facultades sólo se revelan con el ejercicio continuado, cuando este ejercicio falta, de que no se manifiestan ¿deben concluirse que no existen? ¡Extraña lógica!
Ni el estudio de la fisiología del cerebro ni la observación de lo que pasa en el mundo, autorizan para afirmar resueltamente que la inferioridad intelectual de la mujer sea orgánica, porque no existe donde los dos sexos están igualmente sin educar, ni empiezan en las clases educadas, sino donde empieza la diferencia de la educación (, sic ortografía y gramática).
Partiendo de estas ideas, que sin duda Garrido compartía, y poniendo el foco en Escaramuzas, no resulta extraño que se perciba en ella la denuncia que la falta de formación y alicientes intelectuales provoca en las mujeres, teniendo en cuenta que realiza un retrato de su propia clase social, en la que ella misma constituía una excepción: aunque cumplió en vida con su rol de esposa y madre, en lugar de quedar relegada al hogar, dedicó la vida ociosa que le permitía su posición a su formación y al trabajo intelectual, artístico y social y es evidente que esta manera de vivir y de pensar la vertió en los personajes de María Casal y su amiga Luisa Valbueno, mujeres burguesas anómalas. Garrido demuestra así no solo ser coherente con su propia experiencia, sino posicionarse en el debate en torno a la capacidad intelectual de la mujer, tratando el asunto de forma natural en su primera novela.
María Casal tiene un perfil similar al de la autora: ha tenido una educación exquisita, es una mujer que ha viajado, culta, que lee la Revue des Deux Mondes ... De ahí que choque con la sociedad encorsetada en la que vive, atada a convencionalismos, que se rige por códigos y normas sociales que, en lugar de fomentar el pensamiento crítico y la autenticidad, propician la hipocresía, la necesidad de aparentar y el interés por las vidas ajenas. Ante este escenario, María escoge el aislamiento: «Lo que pasa en el mundo no me interesa ni pizca; lo único que me gustaría sería vivir sola y lejos de toda sociedad, porque toda es falsa y mezquina, lo mismo la de Madrid que la de aquí: aquélla, más inmoral; ésta, más nula» (p. 7, sic ortografía); «lo que á ella le estorbaba siempre era la gente, que encontraba imposible y estúpida» (p. 23, sic ortografía). Por todo ello, es habitual que María aparezca en la novela disfrutando de su soledad mientras pasea o en el refugio de su cuarto, entregada a una melancolía deleitosa, lamentando su situación y gozando, a la vez, de su superioridad intelectual y moral.
La conversación entre María y Luisa con que se abre la novela es fiel reflejo de lo diferentes que son estas mujeres respecto del prototipo de mujer burguesa del momento. María no entiende que ella, que se cree inteligente e interesante, no consiga congeniar con su esposo, mientras que las mujeres de su entorno sí lo consiguen, a pesar de que las ve como meros maniquís. La descripción de María de la mujer burguesa responde a la que Gimeno de Flaquer o Arenal denunciaban:
A mí lo que más me exaspera es que cuanto más tontas son, más dominan á sus maridos, aun á los que tienen algún talento. ¿Qué tendrán esas mujeres? ¿Con qué armas lucharán para hacer que ellos abracen hasta sus rencores y sus ñoñerías y para estar mimadas y traídas en palmitas, cuando otras que valen mucho más ―no creas que lo digo por mí, sino por lo que he observado― no sólo no ejercen influencia alguna, sino que ni siquiera el cariño logran retener? (pp. 5-6, sic ortografía)
En Escaramuzas Garrido no se ocupa tanto de denunciar los impedimentos externos de las mujeres burguesas para cultivarse, como de criticar su propio conformismo en vivir en el marco de lo que se espera de ellas y ocupar su tiempo de ocio exclusivamente en frivolidades, de nuevo, en consonancia con el pensamiento de las primeras feministas. Incluso el propio narrador de la novela describe negativamente a las mujeres de la familia Castro de la Puente, dejando de lado la imparcialidad e incidiendo en su falta de quehaceres, en su superficialidad y en su falta de independencia:
y aunque estaban llenas de chiquillos y los mimaban y los ponían muy monos, no sé cómo se gobernaban que siempre estaban de fiesta; se divertían cuanto podían y no había noche de teatro, día de paseo, baile de carnaval, sermón del Acuerdo, novena de Dolores, etc., etc., en que no se encontrasen. [...]
Estas cuatro personas no hacían más que dos votos en el consejo áulico, ó más bien, sólo hacían uno; pues si los maridos estaban identificados con las miras de las mujeres, no lo estaban menos éstas entre sí (pp. 75‑6, sic ortografía).
Por otra parte, en el personaje de Luisa, Garrido representa un tipo de mujer muy poco convencional, pues la mejor amiga de la protagonista es una mujer soltera, sin hijos, adinerada, culta y completamente independiente. Pese a todo ello, goza de la simpatía del narrador de la obra y cuenta, además, con el respeto de todos los personajes. No solo sabemos sus cualidades intelectuales gracias a las palabras del narrador, que nos indica, por ejemplo, que es lectora de autores como François-René de Chateaubriand o Alphonse de Lamartine, sino también gracias a sus propias palabras, que la muestran como una mujer inteligente, pragmática y segura de sí, producto de su formación, de su curiosidad y de su interés por ser una persona autónoma. Es ella, de hecho, quien, en las primeras páginas de la novela, aconseja a María que aproveche su situación ―la soledad y el aburrimiento― para formarse: siendo consciente de la desigualdad de ambos sexos ―sin creer en ella en absoluto―, presenta como algo natural la capacidad de la mujer para el estudio, tal y como demuestran las siguientes citas:
A las tontas no les cuesta trabajo ninguno llamarles á ellos sabios y hasta creerlos tales, ni les es contrario usar de halagos para conseguir su deseo. El hombre quiere que la mujer sepa que le es inferior y que se lo demuestre, aunque lo contrario salte á la vista. Muy buen sentido ha de tener el que reconozca que su mujer vale más que él; pero cuando se da este caso, que es muy raro, el acuerdo resulta perfecto (p. 6, sic ortografía).
Sería preciso que tratases de desimpresionarte y de buscarte distracciones dignas de tu capacidad. Tú tienes talento, tienes gusto, tienes amor á lo bueno y á lo bello. ¿Por qué no estudias? ¿Por qué no te dedicas á algo, para hallar alguna compensación? (p. 7, sic ortografía)
No obstante, más interesante al respecto del tema educativo resulta su tratamiento en La madre de Paco Pardo. La razón de ello se explica en que aquí no son mujeres burguesas quienes se educan ―algo relativamente concebible si nacían en el ambiente adecuado―, sino una mujer de clase trabajadora, que no solo se forma por sí misma para educar a su hijo, sino que extiende su labor a sus empleados. En esto tienen mucho que ver tanto su propia personalidad como la educación recibida en su casa, ya que María del Mar tiene una inclinación natural hacia el estudio y la cultura. Así, cuando al comienzo se narran los encuentros estivales de su familia con los señores de Sánchez, el narrador señala que «para María eran siempre estas sorpresas el acontecimiento del año: gustábale el trato de aquellas personas más que el de las de su clase, no por orgullo, sino porque satisfacían mejor su necesidad de cultura» (p. 19). Por otra parte, en este momento, las niñas eran educadas por sus madres para convertirse en buenas esposas, buenas madres y buenas amas de casa. En los casos de las familias proletarias y las incipientes clases medias, las mujeres poco a poco se habían ido incorporando al mercado de trabajo, así que debían desempeñar sus empleos sin desmerecer ninguna de las obligaciones que se consideraban propias de su condición. La educación que recibían las niñas era, pues, «la básica e imprescindible para cumplir con estas dos obligaciones [ser esposa y madre]» () y siempre corría a cargo de sus madres o, en el caso de las clases altas, de institutrices y ayas. Esto no ocurre con María del Mar, cuya madre, doña Manuela, a pesar de que se incide en su carácter rígido y severo, formó a su hija en las tareas necesarias para dirigir el negocio familiar:
Habíala educado su madre á la perfección y hecho de ella, más que una mujer práctica en labores domésticas, una persona enterada en contabilidad comercial, y tan capaz de dirigir su pequeña fábrica, como de llevar los libros de una buena casa de comercio (p. 14, sic ortografía).
Es decir, a su madre no le importa tanto que su hija sepa realizar las tareas del hogar como que aprenda el oficio, y no un oficio manual, sino que le enseña contabilidad y gestión de la empresa, dando por hecho, pues, que será ella quien dirija el negocio. Constituyen, pues, una anomalía no solo la educación que recibe de su madre, sino el futuro que prevé para ella.
Atrapada en una vida personal muy infeliz, María del Mar se refugia en el trabajo y en la formación y, por ello, se encarga personalmente de la educación de su hijo, lo que la obliga a estudiar por su cuenta:
Los meses en que no se pescaba sardina y la fábrica cesaba de trabajar, dedicábalos á instruirse leyendo y estudiando, preparándose para ser maestra de su hijo, á quien pensaba conservar á su lado todo el tiempo que pudiese (p. 66, sic ortografía).
Pero el afán educador no se restringe a Paco, sino que es una verdadera vocación en ella y, así, una vez que coge las riendas de los negocios familiares, dispone en la fábrica de una escuela para los hijos de los empleados, en beneficio sobre todo de las trabajadoras, mostrando conciencia de las dificultades de estas para conciliar el cuidado de los hijos ―en la época, obligación exclusivamente femenina― y el empleo:
María había establecido años atrás en su fábrica una escuela para los niños de sus empleados, y no sólo una maestra pagada por ella daba la enseñanza primaria, sino que los niños, aun en lactancia, estaban allí cuidados y atendidos por otras mujeres de edad que, según el turno establecido, se prestaban gustosas á ejercer de abuelas las horas que las madres se ocupaban en ayudar á sus maridos á ganar la vida. [...] María del Mar estaba muy contenta por lo bien que se había aclimatado y los buenos resultados que prometía en aquellas inteligencias infantiles, abiertas al deseo de saber y aptas, como todas las criaturas, para adquirir buenos hábitos (pp. 89‑90, sic ortografía).
Ante el éxito de su iniciativa, crea posteriormente una escuela para adultos, consciente de las carencias de sus vecinos y de la necesidad y el valor de la formación, que entiende como vía para el progreso individual y colectivo, tal y como refleja el siguiente fragmento:
Aprovechó la estación que la gente obrera tenía que quedarse en casa por falta de trabajo para dar amplitud á su fundación, llamando á la enseñanza á los adultos, ya para darles los primeros conocimientos ó para ampliárselos á los que supieran leer y escribir.
[...] veía María del Mar la posibilidad de transformar en algunos años la localidad donde ejercía su bienhechora influencia, por medio de la enseñanza y del trabajo: el terreno era á propósito, porque entre ella y sus educandos no se interponía esa clase mestiza que está entre el señor y el paisano, que mira á éste con menosprecio y á aquél con envidia, y que para todo es rémora (pp. 190‑1, sic ortografía).
Garrido dignifica a la clase trabajadora mostrándola capaz e interesada en su educación, de ahí el éxito de los proyectos educativos de María del Mar para los hijos de sus trabajadores y, después, para ellos mismos. Su pensamiento, como hemos señalado en repetidas ocasiones, conecta muy bien con las tesis de Concepción Arenal, en tanto en cuanto el progreso y la igualdad sociales van de la mano de la educación de las personas, sea cual sea su clase social y poder adquisitivo:
La miseria intelectual prepara también las otras. [...] Para lo que es armónico puede bastar lo espontáneo, lo intuitivo, lo que todo hombre cabal sabe sin aprenderlo; mas para la lucha se necesitan armas iguales, y no las tiene el que carece absolutamente de cultura en un país muy civilizado.
Para que la igualdad que se defiende en los libros, se proclama en las Constituciones y se promulga en los códigos pueda ser un hecho social, es necesario que no halle desniveles tan grandes y tan generalizados que imposibiliten el equilibrio estable, el cual exige un mínimum de semejanza en el modo de ser de los asociados. Esta semejanza, hay que repetirlo, no basta que sea parcial; no ha de limitarse a uno de los elementos de la humanidad sino comprenderlos todos, porque dondequiera que haya grandes masas de hombres en miseria extrema, en la depravación suma o en la ignorancia absoluta se pretenderá en vano igualarlos con los que estén en circunstancias opuestas (Arenal, apud ).
El conocimiento por parte de la ferrolana de la realidad social lo hizo de primera mano, visitando cárceles, instituciones benéficas, etc., de ahí que sea considerada una de las precursoras del trabajo social en España, a pesar de su condición de mujer y de su posición social elevada. En este sentido, algo similar, aunque en menor escala, ocurre con María del Mar: esta tampoco atiende a la clase social ni a ningún otro factor a la hora de implicarse en la ayuda social, haciendo ver, además, que al desfavorecido no solo hay que alimentarlo o vestirlo, sino también educarlo. Percibe el potencial en todas las personas, que considera «abiertas al deseo de saber y aptas, como todas las criaturas, para adquirir buenos hábitos» (). Solo de este modo la sociedad avanzará hacia la igualdad y progresará de forma real, tesis idéntica a la de Arenal y en la que subyace un catolicismo de corte social. Y esto es lo que también percibe don Eliseo, el hermano de Juan Gándara, quien, aquejado de una grave enfermedad, establece contacto con la protagonista hacia el final de la obra para encargarle la dirección de su proyecto educativo después de su muerte. Eliseo se encarga de exponer en la novela la importancia del trabajo de campo en la labor social, en línea con Arenal y en detrimento de la teorización:
He ocupado gran parte de mi vida en leer cuanto se ha escrito acerca de los problemas sociales que nuestra época sabe analizar y trata de resolver, y el resultado ha sido adquirir convicciones tan en desacuerdo con nuestra sociedad en general, y en particular con el círculo especial que forma la mía, que no me quedaban más que dos caminos: ó romper lazos de familia, tradiciones y cuantas costumbres recibí, sancionadas por los antepasados, ó condenarme al silencio. [...] Las especulaciones de biblioteca habíanme hecho mirar el problema social desde muy alto y en conjunto, y no sabía dar valor ni conceder trascendencia á los hechos aislados. Pero usted me ha hecho cambiar de ideas; es decir, me ha enseñado lo que no sabía, y es: que los esfuerzos pequeños é individuales no se confunden é involucran en la grande obra redentora y lejana del progreso humano, sino que actúan separadamente, sin perder su forma, alcanzando resultados inmediatos; que todos llevamos en nosotros mismos la posibilidad de realizar el ideal humanitario, haciendo un fragmento que, por pequeño que sea, vale tanto como la obra entera para la existencia que lo ha llevado á cabo.
[...] En fin, señora, llegué a convencerme que era usted una mujer superior, que había sabido cultivar, con la sustancia de su alma, las almas de los sencillos, y no había perdido su tiempo en convencionalismos sociales; lo contrario de lo que yo hice (pp. 204‑6, sic ortografía).
El final de la novela es la puesta en marcha del proyecto por parte de la protagonista después del fallecimiento de Eliseo. Este final, que no revela, como sería lo esperado, el secreto que ha motivado toda la trama ―que el padre de Paco es Juan Gándara―, parece insistir en el hecho de que, ante las adversidades de la vida, si se tiene buena voluntad y hay esfuerzo, uno puede encontrar la realización y la felicidad en la obra social, en este caso, orientada a la educación y la pedagogía, actividades que enriquecen el alma, contribuyen a la mejora de la sociedad y sirven para relativizar las preocupaciones propias. Todo un ideario, en definitiva, propio de la Fanny Garrido de esta época, cada vez más comprometida e inmiscuida en trabajos sociales relacionados con la educación, la higiene, la infancia, etc.
Vemos, pues, que, en ambas novelas, el asunto educativo está presente, si bien se trata de forma bastante diferente de acuerdo a la clase social representada en cada obra y a la fábula narrada. En cualquier caso, la insistencia en este tema constituye una preocupación principal de Fanny Garrido, que quiso proyectar en sus obras una ideología liberal en torno a la educación universal y la igualdad cognitiva de todos los seres humanos, sea cual sea su sexo o estatus social, como vía efectiva para la mejora de la sociedad.
6. EL TRABAJO, ASPIRACIÓN PRINCIPAL DE LA REIVINDICACIÓN FEMENINA
Muchas de las ideas explicadas en el apartado anterior aplican al tratamiento que la autora hace del trabajo femenino en sus novelas, aunque, de nuevo, es muy distinto su abordaje en ambas. En Escaramuzas, el foco está puesto sobre la clase burguesa, de modo que no se contempla que la mujer desempeñe un empleo, pues pertenecía a otra esfera social, sin necesidades económicas y con una ideología muy marcada al respecto, que concreta en tres elementos: primero, «la rígida separación de las esferas con la participación del varón en la esfera pública de la producción y la política, y la relegación de la mujer a la esfera doméstica, el hogar y la familia»; segundo, «la idealización de la mujer madre y de la feminidad a través del “culto a la verdadera mujer”», y, tercero, «la moral sexual fundada en la doble moral sexual y la consideración de la mujer como ser asexual cuyo impulso a la maternidad sería análogo al impulso sexual del varón». En este sentido, la maternidad se concibe como función fundamental y prácticamente exclusiva de la mujer ―su «trabajo»―, con la que se garantiza la familia, eje de la sociedad.
Garrido refleja tal cual la realidad de su época, en que, a pesar de la progresiva y lenta incorporación de la mujer al mercado de trabajo, en las clases adineradas no era nada habitual, sino que en la mayoría de los casos se trataba de una necesidad exclusiva de las familias humildes ―como la de María del Mar Lage―. Así ocurre en Escaramuzas, novela en la que las mujeres no trabajan, a excepción de Dolores Lenzano, única mujer pobre que aparece. Las demás, burguesas, no tienen más cometido que atender a su familia y ser buenas anfitrionas. La consecuencia es, como hemos dicho, el aburrimiento y la frustración supinas de una mujer como María, que se siente desaprovechada e inútil. Tanto es así que, a pesar de su vida privilegiada, llega a afirmar: «¡Si al menos fuese pobre y tuviese necesidad de cansarme para ganarme la vida, después dormiría bien y la imaginación no me daría tortura desde la mañana a la noche!» (p. 7). En este sentido, Garrido está mostrando un problema que afectaba a la mujer burguesa y del que ya hemos hablado extensamente. No obstante, en la propia obra también se ridiculizan las ocupaciones vanas de estas mujeres, así como su capacidad para fingirse tontas y su nulo interés en formarse. El caso de María es, pues, excepcional, no solo por ser inconformista y no hacer nada por encajar en el modelo de conducta burgués, sino también porque no desempeña su «trabajo» como mujer: el cuidado y la atención del marido y los hijos, pues desprecia a su esposo y no ha conseguido ser madre.
Así, en Escaramuzas, aunque no se aborde como tema principal la cuestión laboral, sí se expone la situación de la mujer burguesa al respecto y, de forma sutil, se denuncia el «desaprovechamiento» de sus capacidades y facultades y la frustración que ello provoca. Este modus operandi de la escritora, caracterizado por la discreción, no lo seguirá en La madre de Paco Pardo, en primer lugar, porque, al tratarse de personajes de clase trabajadora, todos los miembros de la familia se ven obligados a arrimar el hombro para contribuir al buen funcionamiento del negocio familiar; pero, además, Garrido convierte a la protagonista en la cabeza de familia y en el sostén económico de esta. Es más, al contrario que en el caso de sus padres, María del Mar realiza estas labores sola y de forma eficaz, mostrándose como una persona diligente, con dotes de mando y gestión.
Su personalidad solitaria y discreta, la verdad sobre Paco, así como la infelicidad de su matrimonio, favorecen su retraimiento y encierro en el refugio que constituye su hogar, pero también su actitud emprendedora y su entrega y eficiencia en el trabajo. Es así como planea montar una nueva fábrica en San Eloy, a cuya creación contribuye su hermano Pancho. Llama la atención el contraste entre los cónyuges, pues, mientras María gestiona, dirige, atiende a sus trabajadores... ―en definitiva, es la jefa de la fábrica―, su marido no hace nada productivo ni se dedica a la empresa ni a ninguna otra tarea. Así se subraya todavía más lo mal parada que ha salido la protagonista teniendo a Lorenzo por esposo, que no solo es posesivo y celoso, sino vago. En cambio, aumentan las virtudes de María del Mar, que es tanto madre entregada, discreta, íntegra, esforzada, etc., como mujer emprendedora, buena gestora y una patrona admirada y querida por sus trabajadores. Desde que la familia se traslada a San Eloy, queda patente el buen hacer de María:
Pero el objeto que allí los había llevado no era precisamente gozar de amenas vistas ni de vida holgada; al menos esto pensó María, y sin gastar más tiempo que el preciso en arreglar la casa é instalar la familia, púsose al asunto de la fábrica, y ayudada por su cuñado, hombre activo y bien relacionado, pronto encontró buenos obreros, gente que la secundara, y sin perder de vista la obra, ni hacer compra alguna de cuya conveniencia estuviese segura, salió la fábrica de entre las rocas como por ensalmo (p. 61, sic ortografía).
Y se confirma unas páginas después, en las que queda claro cómo la protagonista encuentra en el trabajo duro la distracción para olvidar la desgracia de un matrimonio infeliz:
María del Mar era activa y trabajadora por educación, por costumbre y por necesidad: no le bastaban, ni teníalo por trabajo los quehaceres de casa.
La ida de pueblo que hizo mientras su marido fue empleado, había sido para ella un martirio. Enseñada á llevar la contabilidad de una casa de comercio, á intervenir en asuntos fabriles, á presenciar todas las operaciones y ayudar muchas veces, cuando era preciso, como una obrera cualquiera, parecíala holganza, ó por lo menos poquedad y achicamiento, ceñirse á hacer lo que hacía, por rutina y sin inteligencia, cualquier criada. No estando su energía, como la de la mayor parte de las mujeres de otra clase, atrofiada por la educación, érale tan necesaria la actividad como el aire.
[...] Fuéle, pues, conveniente, y á ello se consagró por entero, la instalación y dirección de una industria que le tenía ocupado el pensamiento en cosas de un orden que, sin ser mecánico, requería mucha actividad, y sin obligarla á la sedentaria ocupación del bufete, proporcionábale una correspondencia comercial y una contabilidad que llevar, lo cual componíase bien con sus necesidades y aptitudes. Así, desde el primer momento, marchó el negocio á maravilla. Los marineros, gente escogida, que iban á la parte y recibían además buen trato, estaban contentos y cumplían bien, sabiendo que otros los envidiaban. Los obreros, perfectamente vigilados, trabajaban á conciencia, y se tenía todo á la perfección, atendiendo á cualquier descalabro por pequeño que fuese. En todo tiempo, María era la primera en levantarse; inspeccionaba su gente; daba órdenes y visitaba todas las dependencias (pp. 63‑5, sic ortografía).
En este sentido, el empleo de María del Mar no es la fuente de ingresos secundaria de la familia ni una etapa transitoria, sino que la mujer es la cabeza de familia en el caso de los Pardo Lage: es la jefa de la fábrica familiar, gestiona las cuentas, invierte en mejoras y vela por la prosperidad socioeconómica de la familia, mientras que su marido no trabaja ni provee de ninguna manera a la familia. Tanto es el esfuerzo y el liderazgo que ejerce María, que consigue, al fin y al cabo, ascender de clase social, pues mientras sus padres regentaban una fábrica en declive, a la que habían entregado su vida, ella consigue crear un negocio próspero, que va ampliando progresivamente, y dota a su familia de una situación holgada, con la que, incluso, se pueden permitir los estudios universitarios de Paco e instalarse en una acomodada casa. Así, aunque esta historia está inspirada aparentemente en una mujer real, el hecho de que Fanny Garrido haya insistido tanto en el buen hacer de María, en su capacidad de trabajo y su habilidad para dirigir y llevar el peso de una casa y de un negocio, frente a un marido inútil, es toda una reivindicación de la igualdad de la mujer para administrar una fábrica y una plantilla de trabajadores; en definitiva, llevar con éxito una empresa, teniendo en cuenta, además, que, una vez que los negocios de Pancho ―hermano de María del Mar― despegan en Cuba, no sería necesaria una dedicación tan extrema de la protagonista al suyo. Con esta protagonista, Garrido demuestra no solo que la mujer es apta para el trabajo, sino también su capacidad para liderar una plantilla, incluso, integrada por hombres. Además, hace ver que la ambición y las ganas de progresar son legítimas en la mujer sin ir en detrimento de otras virtudes.
Por otra parte, la novela es muestra de cómo la mujer se estaba incorporando al mercado de trabajo en España. Así, no solo María del Mar y su madre, doña Manuela, son trabajadoras, sino que parte de su plantilla está constituida por mujeres, en un sector, la industria de la salazón y las conservas, que será mayoritariamente femenino casi hasta hoy en día. Todo ello ilustra no solo la implicación ideológica de nuestra escritora, sino también su conocimiento de la realidad más inmediata.
En definitiva, pareciera que Fanny Garrido quisiese transmitir una visión de los roles de género bastante más compleja que la que inculcaba la sociedad de la época, una visión en que los rasgos de personalidad y las aptitudes no parecen venir determinadas por el sexo, sino que son algo propio de cada individuo, a lo que contribuye también la educación recibida.
7. CONCLUSIONES
Sin duda, la defensa de determinadas ideas en favor de la mujer y en torno a la educación o el trabajo femeninos revela a una escritora de ideas claramente progresistas y liberales, que vierte en sus textos de ficción de forma explícita, aunque razonada, discreta y lógica, sin grandes apologías ni exaltaciones, de forma constante e integrándolas con naturalidad. En este punto del estudio creemos haber establecido una línea temática fundamental ―la reivindicación de la emancipación de la mujer― que define la producción narrativa principal de Fanny Garrido. Siendo las dos obras objeto de estudio bastante diferentes en distintos aspectos (extensión, estructura, temática, etc.), hemos podido detectar una preocupación constante por todos los temas que afectaban a la mujer, en un momento en que estaba en el foco de los debates sociales, legales y religiosos ante el incipiente feminismo en nuestro país. Sin que podamos calificar a Fanny Garrido como de ideología radical, es evidente que sus dos novelas revelan una postura comprometida y liberal en torno a su propio sexo, lo que nos permite vincularla a otras mujeres comprometidas de su tiempo, que denunciaron la situación de su sexo y defendieron su igualdad respecto del varón. De la misma forma, Fanny Garrido reivindicó su derecho y su capacidad a la educación y al trabajo ―en definitiva, a la realización femenina― e invitó en sus textos a la revisión del papel que la sociedad había determinado para la mujer, reducido a ser esposa y madre, funciones que ni son imprescindibles ni son fuente de felicidad asegurada, tal y como reflejan los personajes de sus novelas. Por otra parte, desde la perspectiva actual, la recuperación del pensamiento, de las obras y de la trayectoria vital de Fanny Garrido constituye un ejercicio de justicia literaria en el proceso de restauración de los nombres femeninos de la historia de la literatura.
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Notas
[1] Este trabajo es parte del proyecto de investigación «La obra narrativa de Fanny Garrido. Estudio literario y recuperación de las novelas Escaramuzas (1885) y La madre de Paco Pardo (1898)», financiado por la Deputación da Coruña a través de una de sus becas de investigación (convocatoria 2021).
[2] Los años de nacimiento y defunción se han tomado de , aunque en constan ambos y, antes, recoge la fecha de defunción. En la reconstrucción de la biografía de la escritora coruñesa destaca la labor de Touriñán Morandeira, sobre todo, su tesis doctoral (), en que aporta abundante bibliografía contrastada que acredita la veracidad de los datos y los concreta (p. ej., a propósito de los que nos ocupan, la investigadora aporta partida de nacimiento, bautismo, defunción, etc.). Como precedentes al detallado recorrido que traza Touriñán Morandeira, cabe señalar las aproximaciones de , , o el ya citado .
[3] Garrido publicó también una novela por entregas, La mano izquierda (1887-1888), en la Revista contemporánea (n.os 68‑71). Hay constancia, además, de que escribió una novela que no llegó a editarse ―su título era Batallas― y publicó un capítulo suelto ―«La fiesta de la patrona»― en la revista Galicia (n.º 7, 1887) de otra obra que tampoco llegó a ver la luz. También publicó dos relatos: «Jaque mate», en El Correo gallego (23 de agosto de 1887), y «Los infinitamente pequeños», en Galicia (n.º 2, año 1, 2.ª época, 1892). Esta, junto a Escaramuzas (1885) y La madre de Paco Pardo (1898), sería la producción narrativa completa de la autora, tal y como recoge en su listado de publicaciones de la autora coruñesa.
[4] Resultan muy reveladoras a este respecto las declaraciones del momento de la Sociedad Ginecológica Española () o del fisiólogo alemán Franz Joseph Gall, cuya teoría fue rebatida por la propia .
[5] La historiadora ejemplifica esta idea citando al también historiador y periodista Antonio Pareja Serrada, quien en 1880 denunció «la insostenible situación de la mujer casada, quien al casarse tiene que renunciar a su autonomía e iniciativa propia para someterse totalmente a su marido. [...] la relegación de la mujer, su aislamiento, la superioridad que se le atribuye al hombre, la relación de dominio-subordinación que se establece entre los cónyuges, junto con la disipación de su dote, son los factores que explican por qué la mujer busca refugio en la oración y la Iglesia o en las lágrimas» ().
[7] Hay que tener en cuenta que, pese a la lucidez y la modernidad de los postulados de pioneras como Arenal o Gimeno de Flaquer, en ellos perviven ideas propias de su tiempo: por ejemplo, la reclamación de la educación para las mujeres no discute de ninguna manera su papel de madres por encima de todo; y el ocio femenino es visto de forma negativa, acicate de la frivolidad, el descarrío o la perdición.
[8] Cabe decir que, en general, «un cierto grado de aprendizaje en la mujer comienza a ser aceptado como cultivo anímico» (Gabino 2008: 19), si bien «es una cuestión de medida, pues no debe llegar a ser muy grande, ni mucho menos ser mostrada en público. El conocimiento de la mujer ha de ser clandestino y oculto, ha de centrarse en la recepción, sin que esta sirva para ahormar ideas que exponer después; ha de almacenar sin más, ha de ser un conocimiento estéril y, en consecuencia, quietista e inerte» ().
[9] Al respecto, apunta: «Los datos sociológicos sobre el público lector confirman que fueron las mujeres urbanas, de la mediana burguesía, las que potenciaron el gusto por un género que hubo de tener larga vigencia en toda Europa: la “novela por entregas”. El folletín [...] encontró en ellas a sus principales suscriptoras, pese a ser tan escaso el porcentaje de lectoras, como se apuntaba. [...] Tales datos son importantes si se considera que la mayor parte de la novela del XIX estuvo claramente dirigida a un público femenino».
[10] Como se indicó al tratar las fechas de nacimiento y defunción de la escritora coruñesa, para trazar este breve perfil biobibliográfico se ha partido fundamentalmente de la tesis de , quien ha aportado la mayoría de los datos específicos de la vida de la autora, hasta entonces inéditos. En concreto, remitimos a los epígrafes 1.6‑1.16.
[11] Marcial del Adalid (1826-1881) fue un compositor y pianista coruñés procedente de una importante familia de origen riojano de empresarios aficionados a la música. Formado en varias ciudades europeas, fue un compositor prolífico y reputado, premiado por algunas de sus obras, y figura clave, junto a su esposa, de los círculos intelectuales coruñeses. Sobre su figura, recomendamos, de nuevo, la tesis doctoral de .
[13] Estos textos, tal y como recoge , son «A xolda», «A ruada», «Soedades», «Mágoas do corazón», «Canto do berce», «Miña terra, miña terra», «Frouseira, triste frouseira», «A noite de San Xoan», «Bágoas e sonos», «Afrixida», «¡Pésoulle!», «A bordo» y «A sorte». Estos serán los únicos testimonios poéticos de la autora conservados y son, además, sus únicas creaciones conocidas en gallego.
[14] Con respecto a la producción periodística de las escritoras de este periodo y, en concreto, en el contexto gallego, es pertinente la lectura de o .
[15] José Rodríguez Mourelo (1857-1932) fue discípulo del prestigioso químico y catedrático de la Facultad de Medicina de la Universidad de Santiago de Compostela Antonio Casares. Para cuando contrae matrimonio con Garrido, ya había ejercido como profesor en el Instituto de Lugo, en la Institución Libre de Enseñanza y en la Escuela Preparatoria de Ingenieros y Arquitectos, donde será docente hasta 1892. Sus publicaciones, conferencias y distinciones se cuentan por decenas desde 1878. Remitimos a la reseña biográfica de Inés Pellón González (s. f.) para el Diccionario biográfico español (Real Academia de la Historia).
[16] Vid. el trabajo de sobre la labor traductora de Fanny Garrido. A propósito de ello, la escritora también aparece mencionada en el trabajo de Seixas Seoane (2004).
[17] Estos dos últimos trabajos no estudian de forma exclusiva la obra de Fanny Garrido, sino en paralelo con la de otras autoras (sin hacer a un análisis comparativo). Así, en el artículo de Sánchez García se analiza el simbolismo de los espacios del balcón y la galería en las vidas y obras de Juana de Vega, Fanny Garrido (hay menciones a Escaramuzas [1885]) y Emilia Pardo Bazán. Por su parte, el trabajo de se centra en La madre de Paco Pardo (1898), de Fanny Garrido, que analiza junto a Emma Delaunay (1893), de Enriqueta Lozano de Vilchez, y La malcasada (1923), de Carmen de Burgos, como obras en que se denuncia la falta de derechos de las mujeres.
[18] A propósito de la situación de la mujer en estas áreas y en este periodo, resultan esclarecedores los trabajos de Nash (y ), los volúmenes colectivos Sociedad de Literatura Española del Siglo XIX, III Coloquio Lectora, heroína, autora (La mujer en la literatura española del siglo xix ) (2005) y La mujer de letras o la «letraherida». Discursos y representaciones sobre la mujer escritora en el siglo xix (2008), así como los estudios de , o , entre otros.
[19] Para establecer el número de páginas partimos de las ediciones originales, las únicas que existen de estas obras, por otra parte. En el caso de Escaramuzas, la novela se articula en treinta y un capítulos, en general breves, mientras que La madre de Paco Pardo, aunque es un poco más extensa que la anterior, consta de solo siete capítulos de tamaño irregular.
[20] Es muy frecuente el empleo de pseudónimos en esta época, tanto por parte de los hombres como de las mujeres, si bien es cierto que en ellas su uso tiene un carácter protector fundamental que busca en muchas ocasiones preservar su seguridad familiar, económica y social, así como su reputación (). A propósito de la dualidad que supone este fenómeno en las autoras, resulta pertinente el trabajo de .
[21] La novela es dedicada a Purificación Fontán y Pérez-Palma, marquesa del Pazo de la Merced, con las siguientes palabras: «A ti dedico este libro, Pura querida, porque te pertenece de derecho, habiendo tú sido quien me hizo conocer á la mujer superior que lo ha inspirado» (p. 5, sic ortografía). señala la estrecha amistad entre ambas mujeres, muestra de ello es, por ejemplo, el hecho de que la hija de Fanny Garrido contrajese matrimonio en 1919 en la capilla privada de un pazo propiedad de la marquesa (301). A propósito de la citación, anunciamos que, de aquí en adelante, en las citas que provengan de las obras objeto de estudio solo indicaremos la mención a la página en su edición original.
[22] Ejemplos de ello se pueden consultar en la antología Literatura feminina e feminista da segunda metade do século xix: antoloxía (1996) o en la antología de textos de Emilia Pardo Bazán ―figura fundamental del periodo y amiga estrecha de la escritora objeto de estudio― Algo de feminismo y otros escritos combativos ().
[24] Al respecto de la posible influencia de Arenal en el pensamiento de Fanny Garrido, cabe señalar que la coruñesa formó parte, como dijimos, del Centro Iberoamericano de Cultura Popular Femenina desde 1907, cuyo modelo educativo e ideológico se asentaba sobre el pensamiento de la ferrolana (). Por otra parte, Emilia Pardo Bazán defendió públicamente la admisión de Arenal en la Academia de Ciencias Morales y Políticas. Al respecto, recomendamos la lectura de las dos cartas que publicó Pardo Bazán en Nuevo Teatro Crítico en marzo de 1891 y que recoge Sotelo Vázquez en la antología sobre la condesa (). Todo ello, sumado al pensamiento que Garrido vierte en sus obras, revela el conocimiento de los principios ideológicos de Concepción Arenal.
[25] Se respeta la cursiva de la edición en ambas citas de Arenal, que representa subrayado de la propia Arenal en sus originales.
[26] La Revue des Deux Mondes, creada en París en 1829, es una publicación mensual que aborda temas literarios, culturales y de actualidad. En ella participaron artistas e intelectuales de la talla de Alexandre Dumas, Alfred de Vigny, Honoré de Balzac, Prosper Mérimée, Charles Augustin Sainte-Beuve o Charles Baudelaire ().
[27] Al respecto apunta : «La postura conservadora y de la Iglesia parten de la base de una rígida división de esferas, considerando la incursión de la mujer en el ámbito laboral como antinatural y una desvirtuación de su sublime misión de madre y “ángel del Hogar”». Por otra parte, en el caso de aquellas mujeres que sí trabajaban, sobre todo, de clases populares, se consideraba esta situación anómala y transitoria, hasta que el marido fuese capaz de mantener de forma autónoma a la familia, devolviendo así a la esposa a la esfera que le era propia: la doméstica.
[28] Se trata de un personaje secundario al que visitan Luisa Valbueno y María Casal en el extrarradio de la ciudad. Viuda y, tras una enfermedad, se gana la vida como puede para sobrevivir: «Puse escuela de niños, y los niños no vinieron más que estos poquitos que tengo. Busco costura [...] y la costura no viene. Trato de calcetar, y, ¡parece imposible! las medias no vienen. En fin, señora, escribo cartas á las labradoras, y por cada carta me dan un real» (p. 96, sic ortografía).
[29] Tal y como señala :
Como esposa, tenía que cuidar de su marido y ser su apoyo constante en la fortuna y en la desventura. Era necesario complacerle en todo, evitarle cualquier disgusto o amargura y ceder, ceder siempre. Su atento y servicial comportamiento evitaría que su marido se viera irremediablemente abocado al adulterio. El premio por ser la encarnación viva de la abnegación era la maternidad. Los hijos eran una pieza esencial dentro de la sociedad burguesa del xix; gracias a ellos se cumplía con un mandato bíblico y se aseguraba la continuidad del linaje familiar. Entre otros aspectos, para la mujer era la culminación de sus aspiraciones y la expresión misma de su realización como individuo (27‑8).