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Silvia Marina Rivas de Hernández
Profesora de Relaciones Internacionales de la Universidad de El Salvador
El Salvador
http://orcid.org/0000-0002-3699-1489
Núm. 2 (2020), Artículos
DOI: https://doi.org/10.15304/ges.2.7276
Recibido: 21-11-2020 Aceptado: 27-02-2021 Publicado: 31-12-2021
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Resumen

A principios del siglo XXI con la ascensión de Vladimir Putin a la presidencia, la Federación de Rusia consolidó una actividad internacional más global a partir de estrategias marcadas en el establecimiento y fortalecimiento de relaciones diplomáticas, económicas y políticas con países sobresalientes de otras latitudes. Su finalidad ha sido lograr alcanzar su interés prioritario: reemerger como potencia global dentro de la estructura internacional. Así, Rusia amplió su espectro de acción exterior más allá del diplomático, incluyendo apertura de relaciones comerciales con la venta de armamento y la inversión en energía, moviéndose así hacia un acercamiento mayor con otros actores regionales de espacios como América Latina.


Utilizando el realismo estructural propuesto por Keneth Waltz y su variante de realismo ofensivo bajo los supuestos de Mearsheimer, se describen los intereses de la Federación de Rusia en la región latinoamericana, con especial énfasis en los países sudamericanos y México, lo que podría colocarle en consecuencia, como potencia global dentro de la estructura internacional vigente a través de la influencia en zonas extrarregionales. Por otra parte, se explica cómo la predominancia histórica de Estados Unidos sobre Latinoamérica se vería mermada, en la medida que Rusia logre formar parte de las potencias con influencia en la región. A pesar de que los factores iniciales de apertura al fortalecimiento de las relaciones ruso- latinoamericanas se encuentren debilitados, los países latinoamericanos siguen sosteniendo la relación con Rusia, aunque se vean reducidas a términos diplomáticos y culturales. Los esfuerzos de Rusia en términos de cooperación sanitaria hacia algunos países en la región de cara al combate de la COVID19, marcará el poder de influencia y de consolidación del Estado ruso como socio en Latinoamérica durante los próximos años.