SUMARIO
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RELATO HISTÓRICO DOMINANTE Y CONCIENCIA COLECTIVA.
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EL RELATO HISTÓRICO DOMINANTE EN ESPAÑA.
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LOS CREADORES DEL FALSO RELATO.
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CÓMO SE FABRICÓ LA IMAGEN DEL ATRASO E INEFICACIA ESPAÑOLA.
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LA ESTRATEGIA HISTÓRICA DE LOS DEMÁS.
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Y SIN EMBARGO..., ALGUNOS ERRORES PROPIOS.
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ALGUNAS LECCIONES DEL PASADO PARA EL FUTURO.
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BIBLIOGRAFÍA.
1. RELATO HISTÓRICO DOMINANTE Y CONCIENCIA COLECTIVA
No podemos decidir a dónde ir si no sabemos de dónde venimos. La trayectoria de un individuo es consecuencia, en gran medida, de la historia que se cuenta, o le cuentan, de sí mismo. Algo parecido ocurre con una nación. El imaginario colectivo de un país está formado por el conjunto de valores, principios, creencias o sobreentendidos que permean, dirigen o sustentan implícita o explícitamente el funcionamiento de una sociedad. Conecta la conciencia subjetiva de la mayoría de individuos de una sociedad dada, conformando un fenómeno intersubjetivo que permite la comunicación entre ellos y sentirse parte de un todo (). A fin de cuentas, “un pueblo es un repertorio de formas de vida en que los individuos están instalados, donde las trayectorias de las vidas singulares encuentran su cauce” (). Pero esa cultura no es algo necesariamente fijo sino que cambia y evoluciona (). Pueden cambiar a mejor o a peor e incluso conducir al suicidio colectivo. Los bárbaros que conquistaron el Imperio romano hoy pasan por ser los más civilizados del mundo y los pioneros de la piratería internacional (la primera patente que inventaron los ingleses fue la de corso) hoy pueden presumir de ser respetuosos con el Derecho internacional.
Ningún país es perfecto, pero unos funcionan mejor que otros, incluso bajo un mismo modelo económico y político. La pregunta es por qué sucede esto. Hay muchos factores que influyen pero un ingrediente clave es la narración histórica dominante positiva. Y ¿cómo se forma ésta? A saber de dónde venimos se viene dedicando la disciplina académica de la Historia, con sus congresos y sus publicaciones especializadas. Pero tras siglos de estudios no se ha llegado a un relato común y unánime del devenir del mundo, de cada continente, país, región o localidad. Tampoco es fácil dar por cerrada la biografía oficial de tal o cual personaje, sometidas siempre a nuevas relevaciones o interpretaciones. En todo caso, junto a ese enfoque, al menos pretendidamente objetivo, los distintos gobiernos del mundo han tratado y tratan de influir el relato histórico dominante, promoviendo ciertas versiones de los eventos clave de un país o de sus referentes nacionales (héroes y heroínas), mientras se ocultan otras, contribuyendo de esta manera a conformar las “ideas y creencias” () que sustentan la conciencia colectiva de una nación y de los individuos que la componen. El poder de nombrar las cosas no es baladí (¿Mar de Hoces o Paso de Drake?).
Aunque hoy se habla de post-verdad, en términos histórico-sociológicos la Verdad es un objetivo que nunca se alcanza del todo dentro de un proceso donde diversas narraciones compiten entre sí: “la historia (...) es el resultado de una serie de conflictos u oposiciones entre determinadas sociedades y concepciones que entran en liza, a rivalizar en un momento dado, y de la cuales una sale vencedora y otra vencida” (). La que resulta ganadora es la que determina cómo vemos lo que nos rodea. Y es que “todo es interpretación”, recuerda Nietzsche y matiza Umberto Eco (). El ser humano no soporta que zonas clave de su vida queden privadas de sentido o de explicación, y para sanar su angustia, acude lo mismo a un sacerdote o chamán que a un ideólogo, líder político, experto o historiador. No es algo nuevo, ni tiene que llevar al relativismo, es simple “Realpolitik” que explicita dos de los principios que presiden las relaciones entre individuos y naciones. Por un lado, quien adquiere el poder de imponer (o hacer creíble) una determinada visión de la Historia propia y de sus vecinos —más allá de si representa una veracidad objetiva al cien por cien— domina el mundo. Y, en segundo lugar, cuando un conjunto de creencias acaban instalándose en un número suficiente de individuos, tienden a hacerse realidad o al menos a ser percibidas como tales por el resto.
2. EL RELATO HISTÓRICO DOMINANTE EN ESPAÑA
2.1. EL VERDADERO HECHO DIFERENCIAL
Existen tres tipos de países: los que se contentan con crear su propio relato histórico, los que aspiran a crear el suyo y el de los demás, y los que dejan que su relato lo fabriquen otros. Este último cajón lo ocupa por ahora un único caso singular: España. Habrá quien diga que todos los países reciben críticas a su pasado, pero conviene recordar a Ortega: “Cuando se subraya un hecho como específico de la condición española, no falta nunca algún discreto que nos cite otro hecho igual acontecido en Francia, en Inglaterra, en Alemania, sin advertir que lo que se subraya no es el hecho mismo sino su peso y rango dentro de la anatomía nacional (...) Eadem sed aliter: las mismas cosas, sólo que de otra manera; tal es el principio que debe regir las meditaciones sobre sociedad, política, historia” (La España invertebrada, prólogo a la segunda edición, ).
España presenta algunos hechos diferenciales, pero no son de los que normalmente se habla. El principal es que hemos dejado que nuestra Historia la escriban otros y nos la hemos creído. Nuestro relato dominante está poblado de (injustas y exageradas) leyendas negras, grandes crisis (sacadas de contexto) y golpes de pecho (recurrentes) que poco o nada tienen que ver con la sana autocrítica. No es un aspecto baladí pues influye incluso en el crecimiento del PIB (la economía es un estado de ánimo). Ni Francia ni Alemania se habrían recuperado tan rápido de los desastres de la II Guerra Mundial, a pesar del Plan Marshall, sin un alto grado de cohesión y autoestima social que les empujaba a competir entre ellos. Y es que un país se parece mucho a una empresa (“marca España”) que compite en fama, reputación y en habilidad para defender sus intereses. El éxito de cualquier acción emprendedora depende tanto de la motivación/auto-estima de su personal (ciudadanos) como de la imagen que transmita hacia fuera, en el marco de un conjunto de usos y valores que presiden su actuación. Pero mientras en la mayoría de las potencias (o que aspiran a serlo) la Historia ha estado siempre al servicio de elevar la autoestima colectiva, no dudando en utilizar “modos artificiales” para engrandecer su pasado, en España se ha producido una suerte de “seppuku” histórico-cultural, al aceptar la versión de la Historia que más daño nos hacía y que más alentaba la división y el debilitamiento de nuestra conciencia colectiva.
En este contexto, si aquí vamos a hablar bien de la Historia de España no es con la intención de ocultar nuestros errores, que los tenemos como todos, sino de situarlos en su justa dimensión, comparándolos con lo que han hecho otros, y deshaciendo entuertos que injusta y arteramente nos persiguen.
2.2. LAS CAUSAS DE UN RELATO DIFERENCIAL
Junto a la guerra convencional, de las armas y los soldados, existe la guerra de inteligencia o guerra cultural, de la que forman parte la dimensión psicológica y propagandística, que consiste en minar la moral del adversario y ensalzar la confianza en la victoria de las tropas propias. Desde el siglo XVI, primero en fuentes italianas, y luego por holandeses, franceses y anglosajones, y también por alemanes (en este caso al albur del enfrentamiento protestantismo/catolicismo), ha existido una campaña singular y mantenida en el tiempo para lograr que España dejara de ser la gran potencia que era, y, después, para que no volviera a serlo nunca más. España fue durante más de dos siglos el enemigo a batir (hasta la batalla de Rocroy de 1643, aunque fuera a causa de un traidor que avisó al Duque de Enghein, o incluso hasta 1820) y nuestros contrincantes no podían vencernos en el campo de batalla (Tercios y Armada). Por eso pusieron todo su énfasis en combatirnos en el terreno cultural donde se han revelado como grandes maestros. Para ello utilizaron directa e indirectamente toda clase de medios, legales e ilegales, públicos y discretos. El panfleto y la propaganda masiva como arma política nace en esa época ayudada por la imprenta (la “singular” operación para imponer el nombre de “América” es solo un ejemplo), alcanzando un éxito como ninguna otra campaña similar hasta entonces (ver Ibáñez: y ).
Joseph Pérez, por ejemplo, ha afirmado que la construcción de una imagen (artificial) negativa de España y de lo español constituye la primera guerra ideológica; una verdadera guerra propagandística que puso “en marcha una de las campañas de denigración más formidables que nunca se hayan lanzado contra una nación” (). Para Álvarez Junco: “La España de los Habsburgo no fue derrotada por las armas convencionales, lo fue porque perdió la batalla propagandística” (). Esta guerra ideológica determinó asimismo el surgimiento de los servicios secretos profesionales (). Desde entonces la guerra cultural ha formado parte esencial de los servicios de inteligencia, al menos de los más relevantes ().
Cabría objetar que hoy no tiene sentido hablar de esa trama al no ser ya España dominador del tablero geoestratégico ni amenaza para nadie. Pero lo sigue teniendo, al menos por cuatro motivos: en la Historia existen inercias difíciles de parar si no tomamos conciencia de ellas, la guerra psicológica y propagandística continúa formando parte del tablero geoestratégico (junto a la ciberseguridad debería hablarse de “seguridad cultural”), el enemigo interno del separatismo (con el apoyo de los hispano-ingenuos) dedica cuantiosos fondos y esfuerzos a revitalizar el relato histórico que más daño nos hace, y porque el relato hispanófobo continúa cumpliendo la función de cortina de humo para tapar las vergüenzas de los demás. Veamos seguidamente este último aspecto con más detalle.
2.3. LA FUNCIÓN DE TAPAR LAS VERGÜENZAS DE LOS DEMÁS
Nuestros competidores han sido astutos y persistentes: “nothing personal, just business”. La hispanofobia servía a sus intereses, primero para eliminarnos como potencia dominante y competidora, y segundo para tapar sus propias leyendas negras: una maniobra de distracción muy eficaz pues mientras se hablaba de nuestros errores no se mencionaban las vergüenzas del resto, función que sigue cumpliendo en la actualidad.
Compárese la intensidad de la leyenda de la Inquisición española con la quema de brujas, aunque sólo en Alemania (e.g. 25.000 brujas quemadas) o en Inglaterra (además de brujas, e.g. 3.000 católicos irlandeses ejecutados por Cromwell) hubiera muchas más víctimas que las de la Inquisición en toda su historia (que serían un máximo de 3.000 según estudios recientes, ). Compárese la insistencia en la leyenda del genocidio de indios a manos españolas, con la extraña indiferencia frente a la muerte del 95% de los indígenas canadienses o de la gran mayoría de los indios de las trece colonias, o frente al trato a los indígenas australianos que fueron considerados en 1770 (casi tres siglos después de la llegada de Colón a América) como “no humanos” por los colonizadores británicos y literalmente masacrados (de unos 500.000 en 1770 a 31.000 en 1911), discriminación que ha durado hasta casi finales del siglo XX. O si miramos al presente, ¿cómo valorar que los indios norteamericanos vivan en reservas? De esto no conviene hablar mientras se queman estatuas de Fray Junípero Serra. Y en términos positivos, ¿por qué no valorar la legalización de los matrimonios mixtos entre españoles e indígenas por Fernando el católico en 1514 mientras se oculta que hasta 1967 no se admitieron en los EEUU los matrimonios entre blancos y negros, y sólo gracias a la lucha de Luther King? Sobre las raíces de esta estrategia nos remitimos al excelente y revelador libro Tree of Hate ().
Se alimenta la sospecha de que la decadencia de la América hispana sería debida a la nefasta herencia española, mientras se oculta que los países más pobres de la tierra son Níger, Etiopía, Malí, Burkina Faso, Burundi, Somalia..., y que el más pobre de Latinoamérica es Haití, de colonización francesa. O que los países donde hay más corrupción del mundo, según la organización Transparencia Internacional, son Senegal, Camboya, Uganda, Camerún, Mozambique, Libia, Zimbabue, Kenia, Yemen, Liberia y Sierra Leona... Ninguno de ellos de colonización o influencia española. ¿Por qué no se denuncia con parecida intensidad que gran parte de la decadencia de África se debe a la cultura y el legado de sus respectivos colonizadores? Dejaron un entramado institucional y educativo más bien pobre y un tejido productivo pensado exclusivamente en el interés de la metrópoli y no en el del desarrollo local. Por el contrario, todavía a principios del siglo XIX la América virreinal (un caso de éxito olvidado) era bastante más próspera que Estados Unidos e incluso que la propia España. Así lo afirmaba el alemán , quien en su viaje por estas tierras se sorprendía de la industria y cultura de México y de la ausencia de corrupción entre sus dirigentes, comparado con la situación de las trece colonias británicas del norte. Más de 25 universidades fundadas por españoles en Hispanoamérica y un sinfín de hospitales en los que se atendía de igual forma a indios y españoles. Por no hablar de lo que en pleno siglo XX ocurría todavía en Sudáfrica.
Como señaló Azorín, la decadencia tal vez podía predicarse de la metrópoli (debida también a la ingente deuda asumida para mantener tan colosal imperio), pero no de la América hispana que prosperaba en paz y de forma bastante independiente (“La famosa decadencia”, ). En realidad, la decadencia de Hispanoamérica comenzó tras la independencia y no antes.
3. LOS CREADORES DEL FALSO RELATO
3.1. LA CAMPAÑA INTERNA: LOS HISPANO-INGENUOS
Ya lo denunció Amadeo de Saboya en 1873 cuando renunció al trono: el mayor enemigo de un español es otro español, antes que cualquier extranjero. Es decir que paradójicamente la propaganda anti española no habría tenido tanto éxito sin el concurso, a veces entusiasta, de los cómplices internos, a los que en ocasiones cabría calificar de simples “hispanobobos”. De hecho, más que la envidia es la ingenuidad la característica que compartimos la mayoría de los españoles, sorprendiendo la pasión que algunos ponen en criticar a su propio país, resultando difícil encontrar al lado de fuertes acusaciones, algún tipo de loa o virtud compensatoria, como que los españoles inventaron los derechos humanos, precisamente aplicándolos a los indios, o que sus reyes redactaron la primera legislación laboral moderna reconociendo derechos a los indígenas de los que carecían gran parte de los europeos (otra cosa es que esas normas siempre se cumplieran).
La ingenuidad no sólo ha consistido en aceptar como cierto el relato histórico que más daño nos hacía, sino en paralelamente asumir acríticamente el relato fantasioso o exagerado de los demás. Hasta el punto de que aun contando con cientos de grandes personajes propios de los que estar orgullosos, preferimos honrar los de los otros sin prestar demasiado atención a que sus biografías hayan sido prefabricadas “prêt-à-porter”, como luego veremos.
3.2. EL ENEMIGO EXTERNO: LOS HISPANÓFOBOS
¿A nadie sorprende la abundancia de “hispanistas” desde antiguo, en comparación con la escasez de anglicistas o francistas? Y ello a pesar de que no hay nada tan difícil como comprender la complejidad de un país que no es el propio, más en una época en la que no existía ni televisión, ni radio, ni Internet, y los escasos libros circulaban de tarde en tarde. De hecho, muchos de esos estudios estaban llenos de erratas aunque sentaran doctrina, y sus autores apenas habían visitado España (si lo habían hecho) aunque hablaran con toda autoridad sobre ella. Destaquemos tres grupos de propagandistas externos del libelo:
3.2.1. Agentes a sueldo
Actuaban directamente por encargo de sus gobiernos. Entre estos podemos citar a Daniel Defoe (1660-1731) —al que el Servicio de Inteligencia británico sacó de la cárcel antes de que se pusiera a escribir Robinson Crusoe— y Jonathan Swift (1667-1745) que más tarde sería el autor del famoso libro Los viajes de Gulliver. Los dos escribieron contra España sin necesidad. Defoe viajó a España para dar “su” visión de la guerra de sucesión española (Succesion of Spain Considered) y luego reaparecería como agente en el proceso de anexión de Escocia, donde Inglaterra se gastaría más de 20.000 libras en sobornos y compras de votos.
3.2.2. Colaboracionistas sospechosos
Otros autores famosos, a pesar de que tenían muchas cosas mejor que hacer, se dedicaron de forma sospechosa a tomarla con España o con los españoles: Montesquieu, Shakespeare, Alejandro Dumas, Lord Byron, Diderot, Pascal, Voltaire o Víctor Hugo, Benedetto Croce, Julio Verne... Pascal, por ejemplo, consideraba que el error se encontraba sistemáticamente al sur de los Pirineos y la verdad al norte, mientras Shakespeare se apuntó como si nada a la sátira anti-española en el personaje de don Adriano de Armado en una de sus primeras comedias: Trabajos de amor perdidos. De Alejandro Dumas es famosa la frase de que “África empieza en los Pirineos”: ¿por qué lo decía?, ¿por su gran conocimiento de África o de la península ibérica? (nunca estuvo aquí). Y eso que el padre de Dumas había nacido en Haití, su abuelo había vivido durante años con una esclava negra y su padre fue vendido como esclavo por su abuelo para obtener fondos para volver a Francia, aunque luego arrepentido lo recuperara. Parece que donde empezaba otro continente realmente era en la familia del propio Dumas. Y sin embargo, es difícil imaginar que un escritor o filósofo español hubiera criticado aceradamente al gobierno y sociedad francesa o británica, y fuera a pesar de ello leído y encumbrado por ellos...
4. CÓMO SE FABRICÓ LA IMAGEN DEL ATRASO E INEFICACIA ESPAÑOLA
4.1. ¿SÓLO HEMOS TENIDO MALOS GOBERNANTES?
Desde los tiempos del Imperio español a la actualidad, un fantasma recorre el mundo: el que clama, entre gemidos y arrastres de cadenas, que “somos un país atrasado, un desastre a la hora organizarnos y funcionar”. De hecho, hace no mucho nos incluían en la propia UE dentro del acrónimo despectivo “PIGS” (Portugal, Irlanda, Grecia y España), un término que no habría triunfado sin años de trabajo propagandístico.
recoge múltiples ejemplos de los llamados “curiosos impertinentes”, extranjeros que desde el siglo XVIII hasta bien entrado el XX se dedicaron a demostrar, muchas veces sin conocernos, que España era un “país diferente”, que podía servir para otra cosa (“la fiesta”) pero no para ser gran potencia. Ninguno de ellos eran grandes trabajadores (mayormente rentistas y aventureros, “ociosos malintencionados” podríamos llamarlos con más rigor), pero con ese desparpajo y picaresca que nos atribuirían a nosotros, se atrevieron, sin pudor alguno, a achacarnos una sempiterna falta de espíritu trabajador y una pertinaz ineficacia para todos los proyectos que emprendíamos.
Alexander Jardine afirmó en 1788, de forma paradójica y envenenada (del agrado de lo hispano-ingenuos), que “los españoles son el mejor tipo de gente bajo el peor tipo de gobierno”. Pero destaca el libro de Richard Ford Manual para viajeros por España lectores en casa (el título lo dice todo) publicado en 1845 (en plenas guerras carlistas). Estuvo apenas tres años en España (1830-1833) y volvió a casa convertido en todo un hispanista. Una de sus más famosas afirmaciones es que: “la causa real y permanente de la decadencia de España, de la falta de cultivo y de la tristeza y la miseria, es el MAL GOBIERNO (en mayúsculas en el original) civil y religioso, que puede observase por todas partes, en el campo y en las silenciosas ciudades”. Habría que esperar todo un siglo para que otro inglés (Gerald Brenan), y no un español, destapara la trampa: “Cuando dice [Ford] que la pobreza y la lamentable situación de los campesinos y de los trabajadores de las ciudades es consecuencia de la corrupción y la ineficacia de los gobiernos, olvida que al miseria de los labradores y los obreros ingleses era aún mucho mayor” (citados por ).
De hecho, resultaba difícil en términos históricos atribuir a España la imagen “mundial” de la ineficacia cuando precisamente había sabido mantener el Imperio global más extenso de la Historia, con los precarios medios que permitía la época. Gobernar en el siglo XVI y XVII desde Tierra de Fuego a California no era tarea fácil, como no lo era mantener líneas de comunicación abiertas con Filipinas o Nueva Guinea, un funcionamiento del servicio de correos ejemplar o ser capaces de abrir más hospitales y universidades (25) que ninguna otra potencia colonial... Además, si éramos tan torpes, ¿cómo precisamente nosotros (y no otros) llegamos a América? Colón, y los navegantes que lo siguieron, no sólo aplicaron modernas técnicas de navegación sino que completaron el mapa de vientos del Atlántico, sin los cuales resultaba imposible navegar alejándose de las costas conocidas. La razón por la que nadie había llegado a América antes era porque cuando pasaban los días sin viento en contra se daban la vuelta por miedo a no tener forma de volver (). También influyó que los españoles eran los mejores cartógrafos de la época, aunque gran parte de sus mapas fueran copiados y publicados posteriormente por holandeses y flamencos, que se llevaron la fama.
Incluso mirado desde la actualidad resulta un milagro que Colón lograra en 33 días cruzar el océano en su primer viaje. A ello se unió que apenas treinta años después, Elcano daría la primera vuelta al mundo con la pequeña nave Victoria. Habría que esperar cincuenta y ocho años (hasta 1580) para que los “eficaces” y modernos ingleses mandaran a un corsario (Francis Drake) con cuatro naves a dar la segunda circunnavegación al mundo aunque, eso sí, tuvieran que secuestrar a un capitán portugués para que éste pudiera enseñarles cómo lograrlo. Más tarde, los norteamericanos no lograron alunizar hasta el Apolo XI (fallaron diez veces) y eso que sabían a dónde iban, pero la imagen que nos ha llegado ha sido sólo la del triunfo. Si Colón y Elcano hubieran trabajado para el rey inglés o francés cabe presumir que el relato triunfante también se habría impuesto unánimemente con más motivos.
España cuenta asimismo con cuatro de los mejores reyes-gobernantes de todos los tiempos, a la altura de los mejores emperadores romanos o germanos: Isabel I, Fernando II (y V) el católico, Carlos I y Felipe II. Entre los cuatro, junto al Cardenal Cisneros y las aportaciones de la Escuela de Salamanca, crearon el Estado moderno y diseñaron una maquinaria enormemente eficaz, para los estándares y medios de la época, capaz de construir y sostener el Imperio más duradero y disperso que haya existido. Tan bien lo hicieron que duró más de trescientos años, a pesar de que luego les sucedieron reyes menos capaces. Augusto, César, Alejandro, Carlomagno, Napoleón, Richelieu... todos ellos cometieron grandes errores, tenían virtudes y también defectos, pero han logrado pasar a la Historia como grandes dirigentes y líderes. ¿Por qué razón los nuestros son objeto de permanente controversia (negativa) incluso entre nosotros? Una vez más la doble vara de medir.
Al menos durante el siglo XVI, España contó con buenos gobernantes, diplomáticos, militares, secretarios y altos oficiales, algunos por cierto procedentes de la Iglesia (Cisneros, Mendoza, Carranza, Carrillo...), una buena escuela entonces para formarse en el servicio público, a falta de una Academia de Gobernantes merecedora de tal nombre, de la que seguimos careciendo. Pero no se limitan los buenos recuerdos a los cuatro grandes reyes. Cabe destacar, por no retrotraernos más al pasado, al rey olvidado Fernando VI quien, durante sus trece años de gobierno (1746-1759), consiguió que España se desarrollase, no participara en guerras, solventara sus deudas y se gobernase bien. ¿Cómo lo hizo? Sabiendo rodearse de buenos ministros: el marqués de la Ensenada y José de Carvajal y Lancaster. Tan bueno era el marqués de la Ensenada que trató de modernizar el sistema impositivo (aunque se lo impidiera la nobleza) y fortalecer la Armada para hacer frente a Inglaterra y devolver la seguridad al tráfico marítimo con las Américas. Esto último sí lo consiguió, lo que determinó que el gobierno británico presionara fuertemente para su destitución. Carlos III continuaría con el rearme y con la política de su hermanastro de rodearse de buenos ministros: Floridablanca, Olavide, Conde de Aranda, Campomanes, Conde de Cifuentes (que además de recuperar Menorca fue Presidente del Consejo de Castilla)...
4.2. EL PODER DE LOS ESTEREOTIPOS EN LA ACTUALIDAD
Aunque la fama del mal gobierno haya sido históricamente injusta es cierto que en tiempos más recientes hemos empeorado en este aspecto. De nuevo habría que aplicar un análisis comparado y explicar de paso por qué algunos de nuestros mejores gobernantes han muerto en atentado (Prim, Canalejas, Cánovas y Dato). En todo caso, debemos tener claro que la imagen que relaciona lo español con la ineficacia y el mal gobierno..., nos perjudica a todos, y de forma especial a nuestras empresas que deben demostrar día a día lo que a los demás se les presume con presentar su tarjera de visita. Los estereotipos dominantes en el imaginario colectivo resultan determinantes a la hora de valorar un mismo hecho según sea la nacionalidad de su autor o autora. Si hay problemas con el cultivo del pepino o con una partida de yogures caducados ello afecta a la imagen de España entera y cuestiona la excelencia de todos nuestros productos. Mientras, paradójicamente, notorios errores y fracasos de gobiernos o grandes empresas de otros países se quedan en hecho aislados que no contaminan el prestigio nacional y mucho menos su autoestima colectiva.
El 25 de abril de 1998 la empresa Sueca Boliden causó un desastre ecológico sin precedente en Aznalcóllar (Sevilla) no haciendo frente al pago de indemnizaciones, pero dicha actuación no afectó al prestigio de su gobierno o a la imagen de sus nacionales como fervientes medioambientalistas, ni se convocaron grandes manifestaciones en España contra sus responsables. Por otra parte, el mayor desastre de vertidos petrolíferos no ha sido el Prestige, del que por cierto no fue responsable ningún armador o patrón español, sino (abril de 2010) el de la plataforma petrolífera Deepwater Horizon, perteneciente a la compañía británica BP, que vertió en los ecosistemas caribeños del Golfo de México casi 780.000 toneladas de crudo ¡durante 87 días! Nadie responsabilizó de ello a la abúlica flema inglesa, ni los británicos dejaron de ser consideraros eficaces y respetuosos con las normas internacionales, ni ningún británico achacó ninguna responsabilidad a su gobierno, y eso que BP sólo se avino a pagar indemnizaciones por la fuerte presión del gobierno norteamericano.
En marzo de 2015 un avión de la compañía alemana de bajo coste Germanwings se estrelló con 150 pasajeros a bordo debido a que el piloto decidió suicidarse. La compañía (perteneciente a Lufthansa) conocía sus dificultades psiquiátricas y no cumplía la recomendación de la IATA de que hubiera siempre al menos dos personas en la cabina del piloto; además, la Comisión Europea había detectado problemas en la Autoridad Alemana de Seguridad Europea por falta de personal adecuado para controlar a las tripulaciones., En septiembre de 2015 se detectó que Volkswagen estaba falsificando los medidores de gases contaminantes en sus coches. Nadie se manifestó contra su gobierno por ninguno de los dos casos, nadie en ningún otro país se atrevió a acusar a la sociedad alemana por una cultura fraudulenta y nadie cuestionó que Alemania siga siendo sinónimo de eficacia y respeto a las normas.
Y sin embargo, ¿qué habría ocurrido si estos hechos los hubiera protagonizado una empresa española?
5. LA ESTRATEGIA HISTÓRICA DE LOS DEMÁS
Nada de esto es casualidad sino el fruto del trabajo de muchos años. Mientras España sufría (pasivamente) la leyenda negra en sus variadas vertientes, otros países seguían una estrategia muy distinta basada en cuatro elementos:
5.1. FABRICAR HÉROES NACIONALES
Un primer elemento para construir una conciencia nacional poderosa pasa por ensalzar a los héroes, no dudando en ocultar su lado oscuro y alabar sus glorias, sean reales o ficticias. Dos ejemplos:
5.1.1. Napoleón
¿Cómo un hombre que traicionó a su pueblo (corso), a su mujer Josefina (para casarse con la princesa Mª Luisa de Austria), a los españoles (que hasta la invasión habíamos sido sus aliados) y a la propia revolución (hasta el punto de autoproclamarse cónsul vitalicio y emperador) puede ser tenido en tan alta estima? Él mismo proclamó: “¿Mi despotismo?..., la dictadura era una necesidad absoluta” (). Siendo por tanto un déspota (menos ilustrado de lo que interesadamente luego se ha proclamado) resulta paradójico que hoy sea encumbrado y honrado como un gran héroe indiscutible, dentro y fuera de Francia, incluso por los más progresistas..., españoles.
Pronto han olvidado los calificativos que le dedicaban cuando se escapó de Elba: monstruo, ogro, tirano, usurpador... El propio , que lo conoció personalmente destacaría que encarnaba “une passion et un vice: l’ambition et l’hypocrisie”. ¿Cómo y por qué se llevó a cabo esta transformación, cuando Napoleón era odiado en toda Europa? Pues porque Francia no existía antes de la revolución francesa —apenas un 5% hablaba francés, la lengua de Paris—, y los post-revolucionarios pronto se percataron de que para construir una nación necesitaban, además de levas forzosas (que acometieron sin pudor), nuevos héroes. Napoleón era el que mejor se prestaba a desempeñar ese papel. ¿No fue bajo su mandato que Francia había logrado casi un Imperio y llegar a Moscú y Egipto? Eso era lo importante, decidiéndose que pasara de villano a héroe. En esta tarea de redecorar el pasado del pequeño general cabe destacar, entre otros, a Stendhal y Víctor Hugo. El primero escribió una temprana biografía de Napoleón (1817-1818) que marcaría la tendencia al halago (“Napoleón fue en gran genio”). No hay que olvidar que Stendhal fue expulsado de Italia por espía, lo que puede dar algunas pistas sobre su intención. Y Víctor Hugo, en su discurso de ingreso a la Academia Francesa (1841) manifestó: “Napoleón fue una estrella para su pueblo y acabó convirtiéndose en su sol. No es de extrañar que la gente se dejara deslumbrar por él (...) frente a ese conquistador irresistible...”.
5.1.2. Ricardo Corazón de León
Le aburría reinar y nunca se ocupó del gobierno de Inglaterra. Partió a las cruzadas no tanto por principios sino en busca de aventuras. Allí protagonizó uno de los actos más crueles e ignominiosos de las guerras de religión. En la ciudad de Acre mandó reunir a 2.600 musulmanes en las murallas (hombres, mujeres y niños) y los hizo ejecutar para escarmiento de Saladino. Cuando hoy cuestionamos la radicalidad de los musulmanes, nos olvidamos de estos hechos que los árabes estudian en sus libros de historia. Traicionó igualmente a varios reyes supuestamente aliados, incluido el francés y el alemán. A su vuelta de Jerusalén fue hecho prisionero por Leopoldo V de Austria y el emperador Enrique IV. Los ingleses debieron reunir una cantidad inmensa para pagar su rescate que puso el emperador pensando que nadie pagaría. Ricardo murió en 1199 y la “trama” de unir las leyendas populares de Robin Hood (un personaje de ficción) con Ricardo I fue obra del cronista escocés John Mair en 1521, justo cuando Inglaterra necesitaba fortalecer su conciencia nacional, cara a extender sus dominios más allá de sus fronteras. De hecho, el imaginario sobre este personaje no procede de libros académicos, sino de novelas, comics, películas y series de televisión.
Y sin embargo..., compárense estos casos con el del coetáneo Cid Campeador (1048-1099), al que hoy consideran algunos un simple mercenario, o con Hernán Cortés, cuya tumba en México ni siquiera puede visitarse con facilidad, o con un menospreciado Felipe II (“el demonio del mediodía”) a pesar de haber sido el Rey más poderoso de la Historia con menos medios.
5.2. TRANSMITIR IMÁGENES GRANDILOCUENTES DE LAS VICTORIAS
Dos ejemplos:
5.2.1. La Armada invencible
En las escuelas inglesas se adorna la leyenda de su “gran” victoria sobre la Armada invencible, presentando una poderosa flota española mucho más numerosa de lo que fue, vencida por un puñado de heroicos navíos tripulados por audaces y brillantes patriotas. Se oculta así la realidad de que la flota inglesa era de doscientas veintiséis naves (226) frente a las ciento treinta y siete (137) españolas, de los cuales la mayoría eran además barcos mercantes, ignorando asimismo que incluso con esta disparidad de fuerzas, si no llega a ser por la fuerte tormenta hubieran ganado seguramente los españoles. Pero nada es casual pues para los británicos 1588 se convirtió en un año clave que “debía” significar la victoria del protestantismo y las libertades sobre el catolicismo y la intolerancia. En 1987 tuvo lugar en Londres una exposición donde se reconocían algunas falsedades. La polémica que siguió a este hecho la cerró el rotativo The Times con un editorial donde apoyaba mantener la mentira: "las relaciones anglo-españolas no van a sufrir si los ingleses se conceden un acceso de inocente y ahistórica autogratificación sobre la Armada (...) al fin y, al cabo, los españoles son muy libres de conmemorar su propia versión".
5.2.2. La batalla de Waterloo
Si preguntamos a cualquier escolar e incluso a muchos intelectuales quién ganó esta batalla, responderían si muchas dudas que los británicos. Sin embargo, las tropas que comandaban Wellington estaban formadas sólo en un pequeña parte por soldados de dicha nacionalidad, la mayor proporción eran holandeses y prusianos que fueron, sobre todo estos últimos, los más decisivos para la victoria final. Pero la versión que nos ha llegado tampoco fue casual. Wellington la impuso gracias al control que ejercía Gran Bretaña sobre la prensa, no solo propia, a través de los impuestos sobre el papel, la restrictiva legislación contra el libelo y el control del servicio postal, el cuerpo más poderoso a la hora de transmitir información.
Y sin embargo..., compárese todo ello con la crucial victoria de Lepanto sobre el Imperio otomano (1571), que solo por haber sido encabezada por españoles y formada en su mayoría por ellos, derivó en una gran campaña para minimizar su importancia encabezada por Francia (celosa de no haber participado) y que tuvo a Voltaire a uno de sus más célebres y acerados críticos. O con la de las Navas de Tolosa o la de Bailén, primera derrota de aquel temible Napoleón.
5.3. OCULTAR LAS DERROTAS O TRANSFORMARLAS EN ÉXITOS
El rey británico Jorge II mandó borrar de los registros históricos la derrota de la segunda mayor flota de todos los tiempos en Cartagena de Indias en 1741 a manos de un grupo de soldados liderados por D. Blas de Lezo, militar vasco y español, manco tuerto y cojo. Pero cuando no se puede ocultar un fracaso, se le transforma en éxito o al menos en vitoria moral. Un ejemplo reciente lo tenemos en la película británico-estadounidense “Durkerque” (2017, 100 millones $ de presupuesto).
Otro caso más “práctico” lo representa la Francia después de la II Guerra Mundial. Un país derrotado en apenas un mes por las tropas alemanas, humillado en el armisticio de Compiègne solicitado por los propios mandos militares franceses, una Francia en una parte nada desdeñable colaboracionista con los nazis (entre ellos el propio Mitterrand), “liberada” por tropas extranjeras gracias al desembarco en Normandía. Un París liberado por tropas españolas al mando del General Lecrec, en una misión que se antojaba suicida por el temor a los francotiradores. Y sin embargo..., De Gaulle, que había seguido la II Guerra Mundial instalado cómodamente en Londres, logró en pocas semanas redecorar su propia imagen y la de todo un país. Y ¿cómo lo hizo? Pues con un célebre mensaje radiado a toda la nación y al mundo entero:
“París, ultrajada, París, rota, París martirizada, pero París liberada. Liberada por ella misma, liberada por su pueblo con el concurso de los ejércitos de Francia, con el apoyo y contribución de Francia entera. Es decir, de la única Francia, de la verdadera Francia, de la Francia eterna”.
Era una clara manipulación, o siendo amables, una burda exageración, pero funcionó, vaya que si funcionó. Dijo lo que todos los franceses necesitaban oír. Francia salió de la II Guerra Mundial formando parte de los vencedores, su sociedad recuperó en poco tiempo su auto-estima colectiva y borró su oscuro pasado de fracaso. Es más, pasó a comportarse como “la” potencia con liderazgo en Europa que pilotaría las Comunidades Europeas y haría frente a los Estados Unidos (sus verdaderos liberadores) en la OTAN. París volvería a brillar (con la ayuda de los fondos americanos) como una gran ciudad moderna, elegante y majestuosa y las empresas francesas pudieron en pocos años ponerse a competir con las alemanas. ¿Todavía tienen dudas de lo relevante que resulta el relato dominante?
5.4. EL CHIVO EXPIATORIO Y LA DOBLE VARA DE MEDIR
Si todo lo demás falla, en caso de derrota o ataque externo inapelable, se cierran filas canalizando la frustración y la rabia hacia el enemigo exterior o “chivo expiatorio”. De hecho, los procesos de nacionalización de Francia y Reino Unido se plantean precisamente para hacer frente a España y su poder en el mundo (). Junto a ello aparece la doble vara de medir como refuerzo: una valoración positiva para lo propio y negativa para lo de los demás. España es de nuevo una extraña excepción a este mecanismo pues no se ha creado como nación frente a nadie y la doble vara de medir funciona, pero en sentido inverso. Hagamos otra comparación histórica.
Por un lado, el llamado “desastre” de 1898 cuando España perdió Cuba y Filipinas, dos territorios que formaban parte de España (habían tenido representantes en las Cortes de Cádiz) pero lejanos de ultramar y que resultaban cada vez más costosos de mantener. La pérdida en todo caso fue debida a la intervención torticera de otra potencia con ventaja competitiva, dada su mayor cercanía a esos archipiélagos —los EEUU— que no tuvo reparos en añadir la explosión interesada del crucero Maine y una campaña de intoxicación informativa entre la población de ambas islas, recuperando para ello ¡la leyenda negra! ¿Reacción política y social en España? Gran crisis de autoestima nacional, golpes de pecho y pesimismo colectivo, incluso entre nuestros mejores intelectuales, dando nombre a toda una generación: “la de 1898”. Sin embargo, en las mismas fechas, tras la guerra franco-prusiana de 1870, Francia pierde a manos de Alemania, Alsacia y Lorena, dos partes que consideraban inseparables de su territorio ¿Reacción política, social e intelectual? Gran campaña contra Alemania, reivindicación del orgullo nacional herido a manos de una potencia perversa extranjera culmen de todos los males y defectos y revuelta de la Comuna de París contra la rendición.
Una comparación más reciente, tomando un ataque terrorista de características similares: la reacción social ante el atentado del 11M en España, donde todo la culpa fue del gobierno de Aznar, y la de Francia ante el atentado del semanario “Charlie Hebdo” o la sala de conciertos Bataclán, donde al día siguiente bombardean bases del ISIS sin saber muy bien si los que recibían las bombas tenían relación directa con el atentado. Una constatación práctica de cómo opera la doble vara de medir y actuar.
6. Y SIN EMBARGO..., ALGUNOS ERRORES PROPIOS
Hemos intentado situar a la decadencia española en su justo término comparándola con lo que ha sucedido en otros lares, pero ello no quiere decir que en España no haya habido fracasos y errores. Reconocerlos es el primer paso para solucionarlos. La decadencia que empezó como falsa creencia, acabó transformada en realidad entre otros motivos porque nos la creímos y la interiorizamos. La Historia opera por inercias que son difíciles de cambiar, sobre todo cuando los destinatarios hacen suyas (y reales) lo que empezaron siendo burdas exageraciones. Como el niño o el adolescente que acaba jugando mal al fútbol porque sus compañeros se ríen de cómo juega, aunque en un principio lo hicieran por mera envidia o insana rivalidad. Hemos visto gigantes donde había molinos y molinos donde había verdaderos monstruos. La decadencia también se produjo porque intentamos abarcar más de lo que las capacidades de la época permitían, lo que determinó una deuda inasumible pues mantener el Imperio español tenía unos costes imposibles, sobre todo para Castilla que es quien aportaba la mayor financiación. Aunque de nuevo España no fue el único país que viviera alguna que otra bancarrota, y otros con menos motivos.
Cabe destacar cuatro errores y lo peor es que no parece que aprendamos de ellos:
6.1. LA MALA SELECCIÓN DE LOS DIRIGENTES
La decadencia de España toma cuerpo cuando nuestros reyes dejaron de prestar la debida atención al modo de seleccionar sus máximos dirigentes, consejeros y asesores. Comenzaron a rodearse de halagadores e (in)validos (con excepciones como el Conde-duque de Olivares). Un mal ejemplo que acabó contagiando a toda la cadena de mando. Cabría personalizar este proceso degenerativo en tres personas. El primer lugar, los validos Godoy, amante de la reina (y posible padre de Fernando VII) y el Duque de Lerma. Éste último introduce el exceso y el despilfarro en la Corte, y probablemente el primer antecedente de la corrupción pública instada desde el poder cuando mandó comprar terrenos en Valladolid antes de convencer a Felipe III que trasladara allí la corte por mero capricho. Los dos cedieron torpemente a las presiones inglesas para reducir el mantenimiento de la flota, produciendo el desabastecimiento de sus arsenales y dejando sin entrenar a los marinos, hasta debilitarla lo suficiente como para que los propios ingleses pudieran destrozarla sin muchos problemas en Trafalgar, ayudados por la inoperancia de “nuestros (supuestos) aliados” franceses, lo que no ha impedido dedicar plazas y calles a esta derrota (sic).
El tercer personaje de esta tragicomedia es el propio Fernando VII, el rey “felón”, no tanto por incapaz (a él se debe el Museo del Prado) sino por falta de visión histórica al destruir uno de nuestros mayores logros políticos: la Constitución de Cádiz de 1812, una de las tres primeras constituciones liberales.
Esta “ausencia de los mejores”, a la que se refiere Ortega en términos más generales (1966: 109-125), supone el deterioro de un país, pues según sea el nivel de exigencia de los dirigentes así será el de la sociedad que representan. A fin de cuentas “la política es el arte de dar ejemplo”, algo que hemos olvidado.
6.2. LA PERVERSIÓN EN LA ESCALA DE PROMOCIÓN SOCIAL
España entró también en decadencia cuando comenzó a promoverse que triunfaran los más necios y mediocres, habiéndolos muy listos y muy buenos. En más de una ocasión relevante personajes de limitados méritos alcanzaron un elevado nivel de influencia y reconocimiento, habiendo personas de mucha mayor talla intelectual y/o política para merecerla. ¿Por qué Bartolomé de Las Casas y no el más sensato Francisco de Vitoria (dominico como aquél, pero de más sólida formación y catedrático además de la entonces muy famosa Universidad de Salamanca) o Fray Toribio de Benavente (que aprendió la lengua de los indios, no como Las Casas) o Fray Tomás de San Martín (también contrario a Las Casas y que creó sesenta escuelas para indios)? Todos ellos favorables también a los derechos de los indios pero sin necesidad de minusvalorar el papel jugado por España. Más recientemente, ¿por qué el catalán Prat de la Riva y no los también catalanes Eugenio D’Ors o Josep Pla que sostenían lo contrario? ¿Por qué Companys y no Prim? ¿Por qué el vasco Sabino Arana y no los no menos vascos Unamuno o Pío Baroja de talla intelectual incomparable?
Todavía hoy, frente a unos presuntos intelectuales o políticos que sienten “la muy postmoderna y aviesa” intención de destruirnos, podemos caminar a hombros de verdaderos gigantes que defienden lo que nos une y nuestros grandes hechos, como Américo Castro, Claudio Sánchez Albornoz, Menéndez Pidal, Ortega, Julián Marías o incluso anglosajones como Hugh Thomas, Stanley Payne o John Elliott. ¿A quiénes queremos hacer caso?
6.3. SECTARISMO Y PARTICULARISMO
Dos males históricos que han motivado, entre otras cosas, que el régimen republicano haya fracasado dos veces y haya sumado un total de ¡seis años! El sectarismo es el “sesgo” ideológico que ve sólo el mal en el ojo del adversario y todo el bien en el propio, derivando la conclusión que el poder solo lo merece una parte. Nuestros escritores y poetas han hecho hincapié en el cainismo o enfrentamiento irreconciliable como verdadero carácter nacional: “las dos Españas”. Larra hablaba de la “media España muerta de la otra media” y Antonio Machado (Proverbios y cantares) proclamaba que “Una de las dos Españas ha de helarte el corazón”. Se relaciona muy directamente con otro sentimiento: el “particularismo” (hoy degenerado en separatismo), que ya detectaba cuando “cada grupo deja de sentirse a sí mismo como parte, y, en consecuencia, deja de compartir los sentimientos de los demás”. En términos más generales cabría unificar ambos fenómenos con la siguiente definición: “la obsesión por privilegiar el interés de ciertos grupos sobre el general de la nación, incidiendo en lo que nos separa o divide en lugar de en lo que nos une”.
¿Cuándo surge el sectarismo congénito español? Un precedente lo encontramos en el periodo visigodo, y concretamente con el rey Egica que gobernó quince años España (687-702) y resultó fundamental en el devenir de nuestra historia. En tiempos de los godos el rey dependía para muchas decisiones de los Concilios, un primigenio sistema de “cheks and balances”. Egica traicionó su juramento y el pacto de familia (lo que constituía una suerte de constitución de la época) con su antecesor el rey Ervigio (gobernó del 680 al 687), lo que acabaría dividiendo la sociedad. Egica convocó el XV Concilio de Toledo para que le liberara de dicho juramento, pero aunque éste sólo cedió parcialmente a sus deseos, Egica apostó por la venganza sectaria en lugar de por la reconciliación, lo que trajo el enfrentamiento y la debilidad del reino. De hecho, el reinado de Witiza (702-710), hijo de Egica, nació rodeado de polémica y herido de muerte. Su sucesor D. Rodrigo (710-711) accederá al trono de forma violenta, lo que determinará de nuevo la división del reino y el surgimiento de diversas crisis. Precisamente se encontraba el Rey intentando sofocar la revuelta de los vascones cuando se produjo, no por casualidad, la famosa batalla de Guadalete. No era la primera vez que los árabes trataban de invadir la Península, pero si en esta ocasión tuvieron éxito fue debido, entre otras cosas, a la traición del obispo don Opas y los hijos de Witiza aunque luego se arrepintieran.
La misión de recuperar la península hará olvidar estos sentimientos destructores durante algunos siglos. De hecho, los reyes católicos consolidaron una unión capaz de llevar a cabo grandes empresas que duraría hasta mediados del siglo XVII, cuando la revuelta catalana en 1640 nos haría perder el Rosellón, la Cerdaña, Luxemburgo y diversas plazas de Flandes, y de ahí el predominio que a duras penas veníamos manteniendo frente a Francia. El sectarismo volverá a surgir cuando Fernando VII no duda en llamar a los mismos franceses que nos habían invadido (los cien hijos de San Luis) para que acabaran con el trienio liberal. Y después de su muerte la revuelta foral y las guerras carlistas resucitarían el particularismo que devendría en revuelta cantonal durante la primera República cuando hasta Jumilla se declaró nación soberana.
Por tanto cuando asistimos a la inquina en que cae hoy el debate político o con qué facilidad triunfan y son apoyados los movimientos separatistas (incluso por quienes no lo son), no podemos sino mirar hacia atrás y ver cuántos Egicas sobreviven en nuestra sociedad, empeñados en dividirnos y enfrentarnos, mientras nuestros adversarios y competidores externos se frotan las manos preparados para repartirse los despojos del botín. Y es que ingenuamente se olvida que “Todo reino dividido contra sí mismo queda asolado, y casa contra casa, cae” (san Lucas: 11, 17). Y sin embargo, curiosamente los “ingenui” en tiempos de los visigodos eran los hombres libres.
7. ALGUNAS LECCIONES DEL PASADO PARA EL FUTURO
7.1. CÓMO ESCRIBIR UNA NARRACIÓN HISTÓRICA VENCEDORA
¿Sigue siendo España un país en decadencia? No neguemos la corrupción, ni la crisis económica, ni el deterioro cultural de valores o de la clase política, pero tampoco menospreciemos nuestros grandes éxitos tanto a nivel individual (deportistas, empresas, investigadores) como colectivo (transición a la democracia, estado de bienestar, integración europea). De hecho, a pesar de todas las dificultades y debilidades, todavía en 2019 figurábamos entre las 20 mejores democracias del mundo.
Sin embargo, no podemos contentarnos. Necesitamos aprender de los errores del pasado y repensar el presente para ganar el futuro, huir tanto del desánimo como de la autocomplacencia, planteando objetivos colectivos exigentes que sean capaces de motivarnos y de hacernos trabajar en equipo. Pero para ello, requerimos una narración histórica motivadora. Como toda empresa, debemos vender nuestros logros y ventajas competitivas, en lugar de dedicar numerosos esfuerzos a debilitarnos y a enfrentar a unos españoles con otros. Otro hecho diferencial es que nosotros no tenemos que inventar héroes, heroínas, victorias y hazañas dignas de ser imitadas porque las tenemos reales y a cientos. Por de pronto, existen cuatro “hechos históricamente relevantes”:
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-España protagonizó la mayor hazaña jamás contada, logrando ―con sus luces y sus sombras como todas las grandes aventuras― que el mundo se conociera a sí mismo al conectar los dos hemisferios..
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-Sin España, Europa habría sido conquistada militar y religiosamente por los Imperios árabe y otomano hace siglos
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-Sin España probablemente la Iglesia católica habría quedado reducida a una Iglesia regional italiana. A cambio ni siquiera reclamamos tener el papado en nuestro territorio, lo que sí hizo Francia con Avignon, y siendo la nación que más ha defendido la Iglesia, de 264 papas sólo cuatro han sido españoles (incluido el papa Luna).
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-Sin las traducciones de la Escuela de Toledo la filosofía europea no se habría reencontrado a sí misma. También la medicina, la astronomía y las demás ciencias, incluida las matemáticas —la numeración árabe-india— se beneficiaron de nuestras traducciones de textos árabes, que a su vez se hacían eco de fuentes griegas.
7.2. EL VALOR DE LOS HÉROES PARA LA EDUCACIÓN
En la antigüedad las “vidas ejemplares” de los héroes míticos o reales formaban parte inexcusable de la formación de los jóvenes. “La Ilíada” era de lectura obligatoria en las escuelas del mundo griego y el prototipo del “héroe/caballero” servía para demostrar que vivir no es solo un estar, sino un buscar el verdadero ser (ánima) y dignidad. Para ello se enfrenta a otros caballeros, defiende a la dama y trata finalmente de matar al dragón. Hoy en día, hombres, mujeres y viceversa, siguen debiendo hacer frente a sus dragones internos y externos. El problema no es ser mediocres, todos nacemos desnudos e inermes al principio de un camino lleno de dificultades que no sabemos dónde nos puede llevar. El problema es no aspirar a ser mejores de lo que somos. ¿Cómo lograrlo? Pues educando con el estudio de casos y personajes de éxito, empezando por los culturalmente más cercanos, los nuestros. En otro lugar he identificado () más de 250 personajes, hombres y mujeres, históricos y modernos: intelectuales, artistas, literatos, políticos, militares, científicos, médicos, juristas, místicos, empresarios e incluso ingeniosos inventores... cuyas gestas e historias pueden hacernos sentir sanamente orgullosos, elevar nuestra autoestima y servir de modelo.
No otra cosa constituye el método que aplican las Escuelas de Negocio (algunas de las mejores por cierto españolas). Bastaría trasplantar parecido sistema al mundo de la educación en general, y en particular a secundaria y bachillerato, donde según los reiterados Informes PISA figuramos en los últimos lugares. Pero no solo en la escuela y la universidad, también en los medios de comunicación, de diversión e información. Investigaciones con estudiantes japoneses demuestran que la imagen que adquieren de un país lo hacen gracias a la televisión (92%), Internet (27%), periódicos y/o revistas (23%), libros, cómics y/o películas (19%) y amigos y familia (15%). ¿Con qué comics, películas y videojuegos se educan nuestros hijos? ¿Son mayoritarios los héroes españoles o los de otras naciones?
Hemos perdido los referentes que nos ayudaban a esforzarnos en ser mejores de lo que somos y hemos pasado a regodearnos (ingenuamente) con la figura del “anti-héroe”, que cumple la función de reafirmarnos en que no estamos solos en nuestro fracaso y mediocridad. En la post-modernidad, tal vez sólo el deporte conserva esos elementos de heroísmo, ejemplo, esfuerzo, constancia, lucha frente a las adversidades, disciplina, coraje, honestidad, respeto a las reglas del juego, etc... Pero necesitamos grandes políticos, intelectuales, artistas, científicos y empresarios..., y no solo deportistas
7.3. UN PATRIOTISMO TRANSVERSAL, CÍVICO E INTEGRADOR
El nacionalismo surge a finales del siglo XIX y cobra su auge a principios del XX. Exalta la raza, las emociones de las masas y la diferencia, y se dirige a la división, a la confrontación y por tanto al desastre. Es de carácter expansivo, busca invadir otros países o regiones, o desintegrador al pretender romper y dividir Estados pre-existentes y consolidados. Ha producido resultados como la II Guerra Mundial y la guerra de los Balcanes.
Por el contrario, el patriotismo surge con la ilustración y se afianza con el liberalismo. Se fundamenta en la razón y en la búsqueda de lo que nos une como comunidad, pero sin enfrentarse al resto con el que también busca puntos de encuentro en un movimiento que tiende a lo universal, tanto dentro del liberalismo como del marxismo. De hecho, cualquier comunista o socialista francés, laborista británico o socialdemócrata alemán o danés se manifiestan en público orgullosos de su país y de su pasado (y todos han tenido zonas oscuras). ¿Qué enfermedad aqueja “sólo” a los españoles? Esta sí que es una “gripe española” y no la otra. De hecho, ningún intelectual español que pretenda pasar a la posterioridad podría atreverse a decir cosas como las exclamaba, entre otros muchos vecinos del norte, : “O France, mon cher pays et mon premier amour! (...) Illustre et belle patrie, je n’aurois désiré un peu de gloire que pour augmenter la tienne”.
No aspiramos a tanto y si los términos molestan utilicemos otros: ¡a las barricadas por una ciudadanía cooperativa e integradora! Pero necesitamos un patriotismo transversal, cívico e integrador donde con toda naturalidad un ateo, homosexual, comunista o federalista pueda sentirse tan patriota español como un católico, padre/madre de familia numerosa, de derechas o centralista. ¿Por qué? Porque es lo que nos une, lo que garantiza la paz y el progreso, lo que sucede en “todos” los demás países, en definitiva lo que conviene. Defendamos pues lo esencial que siempre es común y sigamos dentro de ese marco debatiendo por los matices que puedan mejorar el conjunto. Todos saldremos ganando, sobre todo nuestra cohesión social y el desarrollo económico. Después de todo, las verdaderas dos Españas no son las derechas y las izquierdas, los centralistas o los federalistas, los ateos y los católicos, sino las que señalaba Antonio Machado (en el poema “El mañana efímero”).
“Hay una España de charanga y pandereta (...), pero también hay otra España “del cincel y de la maza (...) de la rabia y de la idea”
Seamos hombres y mujeres del cincel y de la maza, del trabajo duro y el esfuerzo, uniendo la creatividad y la inteligencia que siempre han presidido nuestras grandes gestas y hazañas comunes. Como decía el Conde Duque de Olivares: “¡Cabezas, señor, cabezas, que esto es lo que no hay!, ¡Donde no hay cabezas no hay nada!” (). Vivir, hoy como ayer, supone luchar vencer obstáculos y afrontar desafíos como hicieron nuestros célebres antepasados que supieron navegar antes que nosotros por aguas turbulentas y tener éxito. Construyamos un relato histórico a la altura de su memoria y sus hazañas. Abandonemos la ingenuidad y recuperemos el ingenio. Aprendamos de ellos.
Notas
[1] España creó la Monarquía moderna fundamentada en un pacto que obligaba al Rey y a los súbitos al cumplimiento de las leyes/libertades, sometidas a la moral cristiana (). Se hicieron aportaciones notables a administración y la gobernabilidad de los asuntos públicos como, por ejemplo, la institución de “la residencia” por la que una vez cesada una autoridad o magistrado se sometía durante treinta días (en las que permanecía en su residencia, de ahí el nombre) a un examen su gestión, pudiendo presentarse quejas o elogios a su gestión, la cual por cierto se aplicó con frecuencia a los dirigentes enviados por la Corona al Nuevo mundo ().
[3] Ver, Pablo Poveda Arias, “Relectura de la supuesta crisis del fin del reino visigodo de Toledo: una aproximación al reinado de Egica a través de sus fuentes legales, AHDE, 2015, tomo LXXXV, pp. 13-46.