Resumo
Con motivo de los 40 años del golpe de estado de 1973, se celebraron en Chile una gran cantidad de eventos conmemorativos. En diálogo con reflexiones previas sobre los clivajes políticos y la significación simbólica del territorio, este artículo propone una interpretación de la conmemoración que permite observar la actualidad y eficacia del clivaje autoritarismo/democracia. Asimismo, se observa que dicha división fragmenta a la capital chilena en dos grandes lugares de memoria, constituidos como sendos escenarios dentro de los cuales cobra sentido público o colectivo la defensa de dos memorias que todavía dividen a los chilenos.
Palabras chave
Santiago, ciudad dividida: fragmentación política y territorial de la capital chilena frente a la conmemoración de los 40 años del golpe de Estado de 1973.
Modesto Gayo
Santiago, ciudad dividida: fragmentación política y territorial de la capital chilena frente a la conmemoración de los 40 años del golpe de Estado de 1973.
Sémata: Ciencias Sociais e Humanidades, núm. 33, 2021
Universidade de Santiago de Compostela
Santiago, a divided city: political and territorial fragmentation of the Chilean capital over the 40th anniversary of the 1973 coup d’Etat1
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Recibido: 21/03/2021
Aceptado: 24/11/2021
Resumen: Con motivo de los 40 años del golpe de estado de 1973, se celebraron en Chile una gran cantidad de eventos conmemorativos. En diálogo con reflexiones previas sobre los clivajes políticos y la significación simbólica del territorio, este artículo propone una interpretación de la conmemoración que permite observar la actualidad y eficacia del clivaje autoritarismo/democracia. Asimismo, se observa que dicha división fragmenta a la capital chilena en dos grandes lugares de memoria, constituidos como sendos escenarios dentro de los cuales cobra sentido público o colectivo la defensa de dos memorias que todavía dividen a los chilenos.
Palabras clave: cleavage o clivaje político; memoria política; fronteras simbólicas; significación política del territorio; cultura política.
Abstract: In order to commemorate the 40th anniversary of the coup d’état in 1973, many events took place in Chile during 2013. In dialogue with previous ideas about political cleavages and the symbolic significance of territory, this article proposes an interpretation of that commemoration which allows identifying the currency of the authoritarian versus democratic cleavage. Besides that, such divide operates in intimate connection with a fragmentation of the Chilean capital in two main places of memory, that might be understood as two scenarios where make public or collective sense defending two memories that still divide Chilean society.
Keywords: Political Cleavage; Political Memory; Symbolic Boundaries; Political Significance of Territory; Political Culture.
Sumario
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Introducción
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Enmarcando el recuerdo: el clivaje autoritarismo-democracia en Chile
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La significación social del territorio: lugares de la memoria y fronteras simbólicas
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Sobre la fragmentación de Santiago
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Los actos de conmemoración de los 40 años del golpe de estado de 1973
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La caracterización política y la naturaleza de los eventos de memoria
La distribución territorial
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Conclusiones: fronteras simbólicas en el territorio, o Santiago, una ciudad dividida
INTRODUCCIÓN
Este artículo presenta los resultados de una investigación sobre los actos de conmemoración en Santiago de Chile de los cuarenta años del golpe de estado que tuvo lugar el 11 de septiembre de 1973 en Chile. El estudio trabaja sobre la totalidad de los eventos de memoria que pudieron ser registrados por el equipo de investigación2, para lo cual se hizo un seguimiento permanente durante el año 2013, lo que abarcó fundamentalmente la ciudad de Santiago. El objetivo es proponer elementos de una explicación que permita entender el vínculo entre actos conmemorativos aparentemente sin conexión entre sí más allá del ejercicio del recuerdo mismo. Para dar cuenta del fenómeno conmemorativo, se recurre a una combinación de enfoques teóricos, lo que permite entender el qué se conmemora, el golpe de Estado o el quiebre democrático, y el dónde, los lugares específicos desde los cuales resulta significativo recordar. A partir de esta combinación de aproximaciones, se descubre un tercer nivel de análisis, no contemplado originalmente en el diseño del terreno, el que se refiere a la división simbólica de la ciudad de Santiago, parcialmente coincidente con otras descripciones más habituales sobre rupturas dentro de esta metrópolis.
En relación con los enfoques teóricos utilizados, la investigación se nutre de la mirada de los clivajes políticos, respecto a lo cual hay un número de estudios sobre Chile en los que se diferencia con claridad entre posiciones políticas autoritarias y democráticas (Torcal y Mainwaring, 2003; Aubry y Dockendorff, 2014). La aportación de esta aproximación es importante porque permite dotar de un contenido político preciso a los ejercicios de memoria, situándolos en dos polos opuestos, dictadura y democracia, lo que encaja justamente con el objetivo de la celebración. Sin embargo, siendo que las investigaciones sobre clivajes en Chile se han enfocado fundamentalmente en el voto, este estudio propone un tipo de relación diferente, centrada en los eventos de memoria, en cuyo vínculo fáctico con el clivaje político emerge el papel preponderante del territorio. En este sentido, y como segundo enfoque teórico, teniendo en cuenta que las actividades conmemorativas se realizaron en su mayoría en lugares específicos de la ciudad, se presta atención a la memoria como una dimensión del espacio urbano, lo cual se materializa mediante la incorporación de reflexiones que han tratado la significación social y/o simbólica del territorio (Valera, 1996; Vidal y Pol, 2005), considerando preferentemente el vínculo entre memoria y territorio (Mills, 2006; Joignant, 2007; Aliste, 2011; Raposo, 2012; Aguilera, 2016, 2019; Fernández-Droguett, 2017). En tercer lugar, a ello se agregan acercamientos sobre fronteras simbólicas que nos permiten entender el recuerdo como un elemento significativo en el trazado histórico y subjetivo-colectivo de divisiones en la ciudad (Lamont y Molnár, 2002)3. El propósito final es mostrar como las distinciones espaciales o territoriales se combinaron con los posicionamientos políticos de los eventos de memoria teniendo como resultado la emergencia de un mapa capitalino que define no solamente diferencias socio-económicas, como han venido siendo descritas hasta ahora de manera destacada (Link et al., 2015), sino también simbólicas (Márquez, 2003, 2004, 2008; Méndez, 2016, 2018, Méndez y Gayo, 2019). Dichos espacios manifestarían divisiones del pasado e igualmente del presente, haciendo evidente que la exposición pública de posiciones políticas se realiza desde lugares históricamente legitimados para ello.
ENMARCANDO EL RECUERDO: EL CLIVAJE AUTORITARISMO-DEMOCRACIA EN CHILE
Desde los años 90, una vez que se instaló la nueva institucionalidad democrática, la que dio lugar a un sistema de partidos bi-coalicionista4, varios autores han venido sosteniendo que hay elementos en la cultura política chilena que hunden sus raíces en la dictadura pinochetista y han venido siendo una importante fuente de fragmentación política interna desde la transición a la democracia. El resultado sería una división entre adherentes del golpe de Estado de 1973 y de la dictadura, por un lado, frente a aquellos chilenos que rechazan el régimen autoritario y le dan respaldo a alternativas políticamente pluralistas, por el otro. Esta tesis ha sido evidente en contribuciones que se aproximaron al fenómeno desde la teoría de los “cleavages” o clivajes políticos (Tironi et al., 2001; Ortega, 2003; Torcal y Mainwaring, 2003; Bonilla et al., 2011; Bargsted y Somma, 2013; Aubry y Dockendorff, 2014)5.
Hasta el momento, estas divisiones o clivajes se han venido refiriendo principalmente al electorado comúnmente entendido como una entidad de nivel nacional, aunque los estudios no siempre lo sean (Bustamante, 1991; Tironi et al., 2001)6. Por lo tanto, se ha tratado principalmente de investigaciones sobre el voto (Torcal y Mainwaring, 2003; Ortega, 2003; Álvarez y Katz, 2009), o los votantes y su cultura política (Tironi et al., 2001; Bonilla et al., 2011; Aubry y Dockendorff, 2014), lo que ha dejado de lado otras expresiones que pudieran mostrar una matriz de estructuración política similar. Una excepción parcial a esta línea de estudios centrada preferentemente en el voto, pero que igualmente refuerza la tesis de la presencia de una fractura política asociada a la vivencia de la dictadura, es el trabajo de Huneeus y Maldonado (2003). Estos dos autores tratan de explicar las relativamente bajas cifras de legitimidad del régimen democrático y de satisfacción con el desempeño de sus gobiernos en Chile en el período entre fines de los años 80, cuando estaba terminando la dictadura de Augusto Pinochet, hasta comienzos de los 2000, momento en el que gobernaba el presidente socialista Ricardo Lagos Escobar. En esta investigación se muestra el profundo efecto que tuvo la ponderación de la experiencia que supuso el régimen dictatorial en las evaluaciones que realizan los chilenos sobre la democracia. En síntesis, aquéllos que evalúan bien la dictadura militar muestran una menor adhesión a la democracia y sus resultados, y lo inverso sucede con los que consideran muy negativa la experiencia autoritaria. Asimismo, con un enfoque diferente, centrado en el estudio de la ideología política (auto-identificación ideológica), Bargsted y Somma (2013) analizan el efecto ideológico que tiene en Chile la opinión sobre la alternativa entre regímenes democráticos o autoritarios. Adoptando una perspectiva longitudinal y con datos de las encuestas del Latino-barómetro entre los años 1995 y 2009, concluyen que entre los años 90 del siglo pasado y comienzos de los 2000 las personas que consideraban preferible un régimen democrático mostraban una propensión mayor y estadísticamente significativa a identificarse con la derecha. Sin embargo, entre los años 2003 y 2009, esta diferencia habría tendido a menguar, lo que mostraría un declive de este clivaje político. Además, sostienen que esto se estaría dando en un contexto generalizado de debilitamiento de la relevancia política de las variables sociales tradicionales, tales como la clase y la religión. Adicionalmente, en esta misma línea argumentativa, que se podría denominar de “declive del clivaje ideológico en Chile”, comparando datos de los años 1999 y 2009, Castillo et al. (2013) encuentran que las diferencias de identificación partidaria e ideológica no explican o explican débilmente el posicionamiento de los mismos en temas relativos a sus preferencias con respecto a la distribución de recursos en el país. Muy sintéticamente, los chilenos de todas las posiciones políticas mostrarían escasas diferencias en temas tales como la intervención del gobierno para reducir las desigualdades, las obligaciones tributarias de personas con rentas distintas, o la valoración de las asimetrías de educación y salud de grupos sociales con ingresos económicos desiguales.
Una visión contrapuesta a la anterior es la promovida por Aubry y Dockendorff (2014), los cuales defienden que durante el año 2013 las élites políticas chilenas habrían reposicionado la división autoritarismo-democracia7. Independientemente de que estos autores enfaticen el papel de las élites en la activación de dicho clivaje, es importante entender no sólo que el año 2013 es un momento central en la conmemoración del golpe, sino también que coincide con un año de elecciones parlamentarias y presidenciales, todo lo cual crea un clima político dentro del cual abrir o cerrar las heridas propias del recuerdo planteaba una notable incertidumbre sobre su rendimiento político, particularmente para la derecha8.
Con el objetivo de aportar a comprender los actos de conmemoración de los cuarenta años del golpe de estado en Chile, el cual tuvo lugar el 11 de septiembre de 1973, este estudio recoge el interés y la argumentación propia de las contribuciones que adoptaron la perspectiva de los clivajes. Ello nos permite hipotetizar que los actos conmemorativos del golpe de Estado reflejarán la división entre los partidarios del “gobierno militar” (autoritarios) y los críticos del régimen autoritario o la “dictadura” (demócratas)9. En otros términos, no sólo se dividiría la ciudadanía en el momento de sufragar, sino que igualmente sería probable, en coherencia con ello, observar la fragmentación de la memoria relativa a un acontecimiento crucial para la historia política y social chilena (Joignant, 2007)10, lo que se vincula adicionalmente en este estudio a una división del territorio santiaguino asociada a la expresión de distintas posturas conmemorativas y políticas.
LA SIGNIFICACIÓN SOCIAL DEL TERRITORIO: LUGARES DE LA MEMORIA Y FRONTERAS SIMBÓLICAS
Si bien la mayoría de los estudios que hablan de una ciudadanía políticamente dividida por la dictadura se basan en análisis de encuesta, sería absurdo pensar que la única expresión de dicha división son las respuestas aisladas y privadas frente al cuestionario de un estudio de esa naturaleza. Por el contrario, de existir, es razonable esperar que la división se manifieste en escenarios públicos y colectivos. Al menos, esto es lo que ha sucedido históricamente en ciudades chilenas como Santiago o Concepción, para lo cual argumento que esa expresión de diferencias está vinculada a espacios territoriales con un significado político suficientemente preciso, incluso si está indefectiblemente en disputa (Joignant, 2007; Jelin, 2020). Chile es un país fuertemente centralizado, y Santiago es su capital, lo que hace de esta metrópolis un escenario particularmente relevante11. No obstante, el énfasis en este artículo no está puesto en la supra-ordinación de esta gran urbe andina frente a las otras ciudades del país, sino en su complejidad interna. En definitiva, Santiago es un escenario fragmentado cuya dinámica propia depende fuertemente de los conflictos que se viven en su interior, y los lugares significativos de disputa en torno al sentido de lo público tienen raíces en el recuerdo colectivo12, son lugares de memoria y a menudo de conmemoración.
Ejemplos de estos lugares pueden encontrarse en Santiago y otras ciudades13. Podemos hallar íconos republicanos ubicados en diferentes puntos del centro santiaguino, algunos de los cuales nos recuerdan la reciente dictadura (González y Urra, 2007). Entre estos íconos estarían el palacio de gobierno La Moneda, la estatua de Allende muy cerca del mismo, o el edificio Diego Portales. Más allá de las políticas conmemorativas del Estado, desde el punto de vista de la resistencia popular a los cambios que la dictadura impuso, casos de estudio evidentes son los de Villa Francia y La Legua. En el primer caso, las actividades y movilizaciones en torno a esta población de Santiago tienen como propósito tanto el recuerdo de las víctimas de la dictadura como el intento de hacer evidente que la resistencia al estado actual de las cosas es posible (Raposo, 2012). El ejercicio de memoria recuerda que décadas atrás muchos chilenos quisieron construir una sociedad diferente, y mediante la ocupación de las calles los movilizados niegan el presente a través de una lucha que adhiere a un proyecto que fue aplastado. Es por eso que Villa Francia es todavía un símbolo de la insurgencia. El segundo caso, La Legua, tiene un contenido político muy similar. y el estudio de Aguilera (2019) sobre un monumento de memoria a víctimas de derechos humanos del período dictatorial propone a dicho hito urbano como representante de un discurso de izquierda que permite entender la historia de ese barrio capitalino desde su formación misma como espacio habitado. Adicionalmente, un ícono arquitectónico de memoria insoslayable es el Estadio Nacional, espacio que devino un lugar de detención masivo tras el alzamiento militar.
En su libro sobre las celebraciones o conmemoraciones del 11 de septiembre en Chile entre los años 1974 y 2006, Alfredo Joignant hace mención a las disputas políticas asociadas a lugares específicos del territorio santiaguino. En estas contiendas queda clara la confrontación entre las fuerzas de derecha y las de izquierda. A continuación, la primera cita de este trabajo se refiere a las primeras, es decir, es celebratoria del golpe de estado, mientras la segunda es una manifestación evidente de la resistencia contra la dictadura:
“La marcación de la ciudad a través de la erección del monumento-simbiosis de O´Higgins y del bautizo de una de las principales arterias de Santiago (“Avenida 11 de septiembre14”) (Joignant, 2007: 46).
“la oposición a la dictadura era, a contar de 1983, lo suficientemente fuerte y estaba cada vez más dotada de visibilidad social para lograr investir el 11 de septiembre con nuevos significados, cargados de dolor y tristeza, en lugares de memoria tan diferentes como el Cementerio General, las poblaciones de los barrios periféricos de Santiago y de las principales ciudades de Chile, el Estado Nacional y la principal arteria de la capital, la Alameda” (Joignant, 2007: 49)15.
En conexión con literatura que propone trabajar con conceptos como los de “symbolic boundary” (Lamont and Molnár, 2002)16, “boundary making” (Méndez, 2016, 2018), “social and spatial boundaries” (Mills, 2006) and “moral geographies” (Jansson, 2013), argumento que los lugares de memoria no son hitos necesariamente aislados17, sino que pueden llegar a configurar espacios simbólicamente coherentes y extensos en la constitución de los cuales operan “fronteras simbólicas geográficas o territorializadas”, que configuran una oposición representada por otros lugares con significación distinta e incluso inversa. En este sentido, al igual que sucede en la ciudad de Estambul con las fronteras espaciales efectivas asociadas a la memoria en torno a lugares específicos donde tuvieron lugar conflictos sociales y políticos, a veces invisibilizados por el poder u olvidados (Mills, 2006), la distribución geográfica de los eventos conmemorativos no puede ser entendida como producto del azar. Se trata más bien del despliegue de posiciones políticas desde lugares del espacio público santiaguino que encajan con y potencian el mensaje que se quiere enviar, contribuyendo con ello no sólo a dar publicidad al evento, sino quizás más fundamentalmente a significar el espacio con un contenido político específico. El recuerdo mira también hacia el futuro.
SOBRE LA FRAGMENTACIÓN DE SANTIAGO
Al igual que es importante entender, como sugiere la literatura sobre los clivajes políticos, que los hitos conmemorativos se producen en conexión con una cultura política que muestra significativos rasgos de división, es necesario situar dichos actos dentro de una ciudad caracterizada por una fuerte segregación socio-económica de sus habitantes. En este sentido, son abundantes los estudios que muestran el elevado nivel de división de la ciudad de Santiago, o lo que se podría entender como la fuerte relación que se da, por un lado, entre el estatus social y las oportunidades y riesgos asociados a ciertas partes del territorio urbano (ingreso, educación, cultura, ocupación, la probabilidad de ser víctima de violencia) y, por otro, la distribución geográfica de las personas (Rodríguez et al., 2012; Link et al, 2015; Méndez y Gayo, 2019; Gayo, 2020a). Dicha temática ha sido tratada tanto desde la desigualdad entre las personas que viven en diferentes sectores, trabajo que se puede ver contenido en las referencias inmediatamente anteriores, como igualmente desde la exclusión que sufren las personas que no tienen los ingresos que requiere vivir en ciertas áreas, lo que se ha entendido como un proceso de marginalización y estigmatización vinculado a procesos históricos de privatización económica y residencial (Márquez, 2003 y 2004)18. Como consecuencia, en la ciudad se habrían ido configurando fronteras sociales y simbólicas ajustadas a esas expresiones de desigualdad (Márquez, 2004; Méndez et al., 2020)19.
Sin embargo, ya sean las visiones más macrosociales de las desigualdades, ya sean las investigaciones sobre estas últimas más atentas al nivel de los individuos, generalmente no es identificado o tan trabajado un nivel estructural ideológico que fragmente la ciudad. Una excepción en este sentido es el estudio de Méndez (2016), en el cual hace expresa una división simbólica entre el Santiago de los “suburbia” o barrios comúnmente de casas de familias de rentas medias y altas, por un lado, y el centro de la ciudad, por otro. El primero lo asocia con el “sueño americano”, en el que el individuo se retira para descansar a un espacio privado fuera de la ciudad, donde disfrutaría de espacio y una irrestricta libertad para consumir su riqueza. Por el otro lado, el centro santiaguino tendría un aura europea, constituyendo el espacio público por antonomasia, un mundo repleto de actividades y personas dentro del cual el patrimonio, la alta cultura y la intelectualidad tendrían un papel destacado. En conexión con esta división, la huida del centro de los grupos sociales de alta renta será un rasgo fundamental para entender cómo se vive y se entiende la gran urbe santiaguina. Asimismo, esta distinción afectaría también a la convivencia de antiguos y nuevos residentes en áreas tradicionales de la ciudad de ingresos medios y altos (Méndez, 2018; Méndez y Gayo, 2019).
No obstante lo dicho sobre el limitado tratamiento dado a la relación entre territorio y valores y actitudes, es importante destacar el trabajo que se ha estado haciendo recientemente en torno a cultura y ciudad a partir del conocido como “estallido social”, iniciado el 18 de octubre de 2019. Son varias las investigaciones que entienden lugares específicos de la ciudad como nodos o fronteras nucleares para explicar el dónde y el cómo de la movilización social. Al respecto, quizás el lugar de la protesta por antonomasia ha sido la “plaza Italia/Baquedano”, que fue rebautizada oficiosa y muy popularmente como “plaza Dignidad”, rivalizando con y acompañando complementariamente a la tradicional marcha por la Alameda. Si bien esta rotonda ha sido por largo tiempo un lugar de encuentro ciudadano y una frontera entre el “barrio alto” (de la riqueza o las clases acomodadas) y el resto de la ciudad, las protestas de los últimos dos años han servido como una espoleta para un acucioso trabajo a múltiples voces sobre su papel como espacio urbano. Para los propósitos de este documento, quizás es suficiente con indicar que dicho emplazamiento ha sido entendido como: un escenario donde se encuentran diferentes territorialidades o realidades de la metrópolis (Renna, 2010), un lugar de resistencia frente al poder represivo del Estado (Rodríguez Mancilla et al., 2020) o de manifestación política y social (Fernández, 2013), un punto de encuentro y protesta (Caulkins et al., 2020), un ejemplo de destrucción física de un régimen de injusticias que al que se desea poner fin (Márquez, 2020), un momento histórico de resignificación del centro de la ciudad (Manzi, 2020), como ejemplos ilustrativos de la dinámica conflictiva que ha venido animando a una urbe convulsionada por las diferencias ideológicas y la mirada del porvenir.
De la sumatoria de la segregación social y económica, sumada a la cual se agregan importantes dosis de imaginario social y/o fronteras simbólicas y sociales, nacen expresiones como “el barrio alto” o “el cono de alta renta” (Méndez, 2018), las que se corresponden con un área geográfica que se podría determinar, aun siendo dinámica, como el nororiente capitalino20 (ver imagen 1 en anexo). Esta zona destaca no sólo por la acumulación de recursos económicos, sino igualmente por la concentración de instituciones y actividades culturales (Gayo et al., 2021). Si dicha imagen se lee desde la información o a partir de los colores que nos provee el mapa 1 (ver en anexo), ordenado según una diferenciación por niveles (quintiles) de bienestar, se puede tener una idea bastante precisa sobre las asimetrías entre la zona noreste, de superior nivel de vida, y la mayor parte del resto de la ciudad.
LOS ACTOS DE CONMEMORACIÓN DE LOS 40 AÑOS DEL GOLPE DE ESTADO DE 1973
Para la recolección de los eventos conmemorativos, se tomó la decisión a comienzos del año 2013 de hacer un registro de todos los actos públicos de memoria del golpe que tuvieran lugar en Santiago. Con este objetivo, se hizo un seguimiento permanente de los actos de conmemoración tanto a través de búsquedas en internet como de visitas a los centros culturales o los lugares en donde se identificó que estaban teniendo lugar21. Finalmente, el período en el que se conoció de dichos eventos va desde abril de 2013 hasta marzo de 2014, si bien las semanas con mayor actividad comienzan en agosto y finalizan entre noviembre y diciembre (ver tabla 1 en anexo 1). Siendo el ejercicio fundamentalmente exploratorio e inductivo en un comienzo, puesto que no se sabía qué esperar o se carecía de hipótesis claras sobre los patrones que pudieran contener los datos, se intentó recoger un número suficiente de características descriptivas, lo que eventualmente permitiría un análisis posterior, tratando de detectar rasgos socio-políticos en actividades muchas de las cuales en principio hacían memoria de hechos sin una posición política explícita, o una lógica o razón de ser evidente más allá del recuerdo mismo. En estos casos, había frecuentemente una coloración política latente, que probablemente no compartirían sus proponentes de forma abierta, puesto que el concepto de fondo más acordado sería implícitamente “la verdad” (histórica) y, en ese sentido, la necesidad de recordar como una forma de pedagogía política y cívica para evitar volver a vivir una situación similar en el futuro22. No obstante, este estudio recurre a, o descubre, esos colores políticos presentes pero callados en los actos de memoria. En definitiva, lo que se quería recordar hacía expresa la postura política, sin necesidad de hablar de partidos políticos o de divisiones ideológicas actuales. En otras palabras, a nivel interpretativo se podría argumentar que alguien era el responsable de lo que se quería recordar con contornos o énfasis particulares, la dictadura y/o la Unidad Popular, y eso dividió a autoritarios (nostálgicos, pinochetistas) y demócratas (anti-pinochetistas).
La caracterización política y la naturaleza de los eventos de memoria
Los actos conmemorativos fueron numerosos. Los que se registraron alcanzaron el número de 44. Su naturaleza fue muy variada. Cinco fueron programas televisivos23, exposiciones de arte fueron nueve, hubo un musical, siete encuentros de ciencias sociales, seis seminarios con participantes de diverso tipo, cuatro iniciativas cinematográficas, dos obras de teatro, seis encuentros literarios, y algún otro evento de difícil clasificación. Hubo por tanto una profusa actividad conmemorativa, que ofreció, de forma a menudo gratuita, espacios de exposición y reflexión para productores y consumidores de la memoria golpista. Desde un punto de vista político, a modo de síntesis, la línea editorial de la mayor parte de los eventos estaba clara: se hacía una crítica sin paliativos a las violaciones de los derechos humanos de la dictadura y, de forma más extensa, de la violencia que ejerció la misma sobre los chilenos durante 17 años, reflexionándose a menudo sobre la Unidad Popular, muy frecuentemente a través de la figura del presidente Salvador Allende. Si bien no es posible en el espacio de un artículo hacer mención a todos los detalles recopilados, en esta sección aportaré alguna evidencia que permita mostrar la naturaleza precisa de alguna de las actividades que fueron observadas.
En lo que respecta a la televisión, el programa Chile, las imágenes prohibidas: la historia que quedó fuera de la historia muestra la dureza de la vida durante la dictadura, enfatizando la violencia ejercida por el régimen pinochetista. Hay un intento por constatar las difíciles condiciones de existencia de aquéllos no partidarios de la institucionalidad autoritaria, como una forma de evidenciar el arrumbamiento al que fueron sometidos. Asimismo, se da la palabra a antiguos partidarios del gobierno militar, los cuales a menudo muestran arrepentimiento por los excesos cometidos junto con justificaciones contextuales de los mismos. Este ejemplo es interesante por tratarse de un programa de un canal nacional y privado de televisión, Chilevisión, el cual pareciera en ocasiones mantenerse neutral. Incluso en casos como este, la crítica a la dictadura se destila con claridad de su visionado. A propósito de ello, sin ser éste un medio de comunicación con filiación alguna con la izquierda política, el Consejo Nacional de Televisión chileno recibió quejas formales porque algunas personas consideraron que su emisión promovía el odio, el resentimiento y la violencia.
Además de los programas televisivos, es necesario destacar la producción cinematográfica orientada a tratar temas relacionados con el período dictatorial. Si bien hay eventos que pueden ser catalogados con más facilidad de anti-dictadura, tales como fueron el “Ciclo de cine 40 años: 1973-2013” o la “Semana de la memoria y los derechos humanos”, hubo otras producciones que también expresan una divisoria entre la derecha y la izquierda dentro de la cultura política chilena. A este respecto, por algunas semanas dentro de la segunda mitad del año 2013 tuvo una intervención relevante la película “El tío”. Interpretado por Ignacio Santa Cruz Guzmán, la película retrata al que fuera un destacado senador de la República durante el primer mandato tras el fin de la dictadura, Jaime Guzmán. Redactor de la constitución pinochetista del año 1980, actualmente todavía vigente24 con algunas modificaciones que se hicieron efectivas en el año 2005 durante el gobierno de Ricardo Lagos Escobar, y colaborador estrecho del gobierno militar, Guzmán fue asesinado por un comando de la organización de izquierda Frente Patriótico Manuel Rodríguez en 1991 en Santiago de Chile. El actor protagonista, sobrino en la vida real del político conservador, estudia la figura de su tío mediante los recuerdos de lo que ellos dos compartieron y a través de lo que pudo saber recurriendo a las opiniones de otros miembros de la familia. Producto de ello, hace un retrato de la persona de Jaime Guzmán más allá de la política, deslizando la posible homosexualidad del mismo. Si bien la película en sí misma podría no tener una interpretación política clara, el momento en que se decide realizar y presentarla colabora decisivamente en elevarse como un elemento de crítica no solamente a aspectos de la figura de este político sino igualmente a su herencia, dentro de la cual la institucionalización de la dictadura es un aspecto central. Las “perversiones” inconfesadas de Guzmán dejan al centro de la historia de la política chilena una duda sobre la conveniencia de sus liderazgos. Esta obra fue duramente criticada desde la Fundación Jaime Guzmán y la UDI (Unión Demócrata Independiente), partido conservador conformado inicialmente por colaboradores directos y aliados del régimen dictatorial, y del que Jaime Guzmán fue principal ideólogo y fundador. Desde este partido y posiciones similares, se consideró que “El tío” difamaba a la persona de Guzmán a través de acusaciones falsas las cuales denigraban moralmente su figura política. Asimismo, se afirmó que la película utilizaba un vocabulario soez o vulgar, impropio de ser asociado con él y su obra.
La aportación de artistas visuales también fue relevante. A modo de ilustración, traigo a colación la obra del artista Claudio Correo, quien hizo una exposición denominada “misión cumplida” en el marco de la muestra colectiva “historias del objeto”. La base material del trabajo expuesto fue una combinación de escultura y fotografía. El elemento central es un conjunto de medallas que durante la dictadura, o el período 1973 a 1990, el Estado de Chile otorgó a personas civiles y militares por su manifiesta adhesión al régimen o lo que se entendió como la realización de “servicios distinguidos”. Entre estas condecoraciones están la “11 de septiembre de 1973” y la “misión cumplida”. La exposición interpela evidentemente a las personas que no tuvieron colaboración alguna con el pinochetismo. Convocando a los opositores del régimen autoritario, critica duramente a los que adjetiva como “aprovechados” de la dictadura. En coherencia con ello, se trató de un evento anti-dictadura, en el que los símbolos producto de su gobierno son presentados como fascistas, banales, generados por una fuerza sin sustento ni fundamentación alguna más allá de la violencia militar y simbólica. Además, escéptico de las capacidades de los militares, ridiculiza el pensamiento del que éstos son portadores y el valor de la carrera militar.
En cuarto lugar, las ciencias sociales tuvieron una fuerte participación, principalmente como dispositivos de denuncia de lo que se podría entender en términos generales como los “excesos” cometidos por el régimen en su despliegue. Las jornadas de reflexión que se realizaron bajo el nombre “Golpe, 1973-2013: historia, cultura y política” atendieron a los tres ejes que indica su título. El objetivo era abordar cuestiones específicas relativas a cada área temática. En historia, se trataron temas como los de memoria y derechos humanos. El arte y los medios de comunicación fueron aspectos estudiados con respecto a la cultura. Finalmente, la atención a la política tuvo por contenido abordar la democracia y el neoliberalismo en Chile. Partiendo de las condiciones políticas de emergencia del neoliberalismo, se plantean dudas sobre el encaje de sus políticas con el desarrollo del régimen democrático chileno. Organizado desde una óptica de izquierda, el evento atraerá a quienes piensen o sean susceptibles de pensar que el golpe de estado de 1973 supuso un quiebre histórico que sentaría las bases tanto de políticas dudosamente democráticas como, al mismo tiempo y en coherencia con ello, de un crónico malestar en la ciudadanía. Por lo tanto, una reflexión detenida en torno a los pilares de la democracia chilena exige promover cambios que vayan en la dirección de adoptar políticas que encajen definitivamente con las aspiraciones de los ciudadanos, situándolos como beneficiarios primeros del desarrollo de la sociedad en la que viven. A modo de corolario de ello, como sucede con muchos de los otros eventos conmemorativos, recordar es cambiar, esto es, rememorar intenta sentar las condiciones para un cambio político futuro y próximo. Recordar es un ejercicio político que pertenece al presente.
Si bien en conexión con los eventos de ciencias sociales, pero con un formato más abierto en términos de sus participantes, tanto expositores como público, fueron organizados varios seminarios. Uno de ellos fue el titulado “Instituto Chileno Francés de Cultura (1973-1990) o del amor compartido por la libertad”, el cual tuvo lugar en diferentes sedes emblemáticas del Instituto Francés de Cultura (IFC). Durante la dictadura, esta institución sirvió de espacio de exposición de múltiples formas de expresión artística. Por lo tanto, se entiende que el IFC estuvo comprometido con ayudar a generar espacios de libertad en un contexto autoritario que constreñía este tipo de actividades. El evento tuvo un cariz evidentemente anti-dictatorial, dándole la palabra a artistas y escritores que se opusieron al régimen militar. La ocasión sirvió tanto para promover al IFC, reconociendo su importante papel como una institución que sirvió de refugio a expresiones artísticas e/o intelectuales que hubiesen tenido difícil difusión en otros espacios culturales de la época, como para hacer un ejercicio de memoria que revaloriza las libertades presentes, conculcadas sistemáticamente por la dictadura pinochetista.
La participación de obras teatrales fue igualmente muy considerable, enfrentando tanto el episodio del golpe de estado como una revisión más general de la historia de Chile. En la obra “Allende noche de septiembre” se presenta al líder del gobierno de la Unidad Popular y Presidente de la República a la sazón reflexionando a propósito del golpe de estado que se produciría al día siguiente. Conocedores de la situación, él y su círculo más cercano discuten durante una larga noche sobre lo que su presidencia debería hacer. Inserto en una grave e insoluble coyuntura histórica, su persona se transforma en lo que representa, lo que finalmente le impedirá salvarse de su muerte. Enfrentado al quiebre del sueño político que personifica, decide quedarse para enfrentar su destino como líder. En un ambiente íntimo, los espectadores son partícipes de las conversaciones, las que por momentos se convierten en acaloradas y fuertes discusiones. Mediante una excelente actuación del actor Rodolfo Pulgar, su gran parecido tanto físico como vocal con el líder de la UP exacerba la cercanía con el público, sobre todo cuando se aproxima y enfrenta al mismo con la mirada, mientras reflexiona en voz alta. Al igual que Allende se ve atrapado en una coyuntura histórica de la que no puede huir, esta obra indica asimismo que hay procesos sociales que se podría entender que la dictadura no pudo detener a pesar de los innumerables crímenes cometidos y toda la fuerza que ejerció contra sus opositores. Hay aquí contenida una crítica sin paliativos a la dictadura, a la vez que la problematización de la situación contradictoria en que se encontró un líder político tan significativo.
Asimismo, desde la perspectiva de la literatura o el libro, hubo contribuciones importantes. Una de ellas fue el libro Chile 1971, en el cual se recoge una selección de fotografías tomadas durante el gobierno de la Unidad Popular por el prestigioso fotógrafo, documentalista y cineasta francés Raymond Depardon, ganador del premio Pulitzer en 1997. Haciendo un recorrido amplio por el período de la presidencia de Allende, se ofrecen imágenes desde la victoria electoral hasta momentos de su gobierno. A modo de laudatoria, se retrata la vida cotidiana y grandes eventos políticos de la época. Campesinos, obreros, ejecutivos, gobernantes, militares amalgamados en un conjunto fotográfico que trata de dar cuenta de un período cuya memoria la dictadura trató de borrar. Son imágenes que quieren ser evidencia de un sueño y un trabajo compartido que alguna vez tuvo lugar y pareció factible. Son huellas en el camino de Chile que esta colección fotográfica rescata como un ejercicio de arqueología política para ayudar a recordar.
Por último, no se debe soslayar que también hubo algún evento con clara orientación a favor de la derecha política. Celebrados en la Fundación Jaime Guzmán, los seminarios “A 40 años del desastre de la UP: el fracaso de la UP en la ENU” y “A 40 años del desastre de la UP” son evidencia de ello. El segundo da la palabra a expertos que, de acuerdo a su experiencia y conocimientos, concluyen que las políticas del gobierno de la Unidad Popular tuvieron consecuencias muy negativas para la economía nacional. Asimismo, dicho gobierno es asociado a la existencia de grupos terroristas armados, cuya actividad extremista paramilitar justificaría la violencia, se sobreentiende que, incluida la conculcación de derechos humanos, de la intervención militar.
La distribución territorial
Si bien los eventos muestran con claridad la activación de una divisoria política a favor y contra la dictadura, surgió como una dimensión emergente la conveniencia de atender a la ubicación geográfica de los mismos cuando ello fuera posible. Evidentemente, no lo será en todos los casos, como es lo que sucede con los programas de televisión, pero es perfectamente factible en muchos otros: obras de teatro, seminarios, entre otros ya expuestos. Si, tal y como relata Mills (2006), está presente lo que se podría denominar una “geografía del poder”, o una distribución sistemática, no azarosa, entre el orden urbano-arquitectónico y disputas por la hegemonía ideológica, se debería esperar un cierto orden espacio-territorial en la distribución de los eventos de memoria. A su vez, como nos sugieren a modo de ejemplo las aportaciones de Márquez (2003, 2004, 2020), González y Urra (2007), Joignant (2007), Richard (2010), Raposo (2012), Méndez (2016, 2018), si los lugares están significados en el espacio santiaguino, igualmente los actos conmemorativos podrían presentarse en un patrón espacial comprensible. Esto es lo que sucede, y presento brevemente los resultados a continuación.
Ningún acto conmemorativo de denuncia del golpe de estado se celebró en el conocido como “barrio alto”, o el sector más adinerado de Santiago (en azul en imagen 1). En síntesis, los actos que se realizaron en la Fundación Jaime Guzmán, ubicada en esta misma área de la ciudad, fueron organizados por la UDI y muestran simpatía hacia el golpe de estado25. Asimismo, hay otra gran parte de la urbe, más obrera o popular, sobre todo la zona sur, en la que tampoco hay actividades de recuerdo que hayamos podido registrar. Si las hubo, específicamente como actividades de conmemoración de los 40 años del golpe y no únicamente del tipo aniversario, fueron escasas o quizás de carácter más poblacional o local, como indicarían estudios como los de Aguilera (2016, 2019), y no tuvieron apenas visibilidad fuera del grupo de referencia. Sea por una razón u otra, ello refleja como gran parte de la ciudad muestra una escasa presencia en los actos de memoria que tuvieron lugar en la zona más cívica del centro santiaguino, lo que supone una forma de exclusión simbólica en el ejercicio del recuerdo. Este hecho es particularmente grave si se entiende que muchas de las familias que viven en estos sectores sufrieron con fuerza la represión durante la dictadura (Raposo, 2012).
La distribución de los eventos conmemorativos se concentra en el eje que va del centro cultural Gabriela Mistral (GAM), ubicado en la Avenida Bernardo O’Higgins, más comúnmente conocida por los santiaguinos como La Alameda, hasta la avenida Matucana, donde se encuentra el Museo de la Memoria y de los Derechos Humanos. El “GAM” fue un centro de exposiciones y conferencias inaugurado por el gobierno de la Unidad Popular, siendo posteriormente durante la dictadura adyacente al edificio Diego Portales, desde el cual gobernó la Junta de Gobierno de la autocracia durante los años 70. Este centro sería simbólicamente influenciado por dicho estigma. No obstante, sufrió un grave incendio en el año 2005 y su reconstrucción supuso no únicamente la rehabilitación de su uso sino igualmente una re-significación mediante la asignación de un nuevo nombre, el de la premio nobel de literatura chilena Gabriel Mistral, junto al propósito de abrir las instalaciones a actividades artísticas y cívicas que han conseguido situarlo como una institución cultural de referencia en la capital y el país. Dieciséis años después, el éxito ha sido rotundo. En este sentido, gran parte de los eventos conmemorativos, muchos de ellos con claridad “anti-dictadura”, tuvieron lugar en sus instalaciones, de gran calidad. Así, la exposición “misión cumplida” de Claudio Correa, el encuentro de ciencias sociales “A 40 años del golpe de estado: usos y abusos en la historia”, la obra de teatro “Allende noche de septiembre”, entre otros, fueron celebrados en el GAM26.
Por su parte, el Museo de la Memoria y de los Derechos Humanos fue otro de los polos que concentró un mayor nivel de atención a la conmemoración del golpe. En este sentido, la “Cátedra de la memoria y los derechos humanos”, el “Ciclo de cine 40 años: 1973-2013”, la exposición “Química de la Memoria Chile”, junto a otros eventos, indican con claridad que este centro cumplió un papel nuclear durante el año 2013 en la reflexión sobre la historia de Chile de los últimos 40 años, incluyendo un tratamiento severo y crítico con respecto a las consecuencias más negativas de la dictadura, los asesinatos y desapariciones de personas a mano de sus comandos militares y la policía.
Otros lugares también importantes fueron el centro cultural “Estación Mapocho”, el Estadio Nacional y la Universidad Diego Portales, institución privada de educación que ha intentado transitar desde el estigma de haber sido fundada durante la dictadura, en la primera parte de los años 80, en 1982, hasta desenvolver una creciente orientación pública, siendo partícipe de multitud de actividades colectivas abiertas a la comunidad, tales como exposiciones de arte y conferencias sobre temas de interés nacional. Sin ánimo de exhaustividad, lo importante es constatar que todas las instituciones referidas están ubicadas en la zona centro de la ciudad, en lo que se podría denominar como centro cívico en un sentido amplio, el cual se ubica generalmente dentro de la comuna de Santiago o en su entorno próximo. Este territorio jugó un papel de escenario preeminente cuya significación política sirvió a la articulación de una conmemoración que junto con recordar a los derrotados por el régimen autoritario, operó de trampolín para hacer una dura crítica a las consecuencias pasadas y actuales de la dictadura.
CONCLUSIONES: FRONTERAS SIMBÓLICAS EN EL TERRITORIO, O SANTIAGO, UNA CIUDAD DIVIDIDA
En base a la evidencia que es aportada en esta investigación, se puede sostener que los actos conmemorativos del año 2013 se produjeron en un contexto socio-político en el cual toda actividad de memoria tendía a ligarse o a ser comprendida desde la vigente divisoria autoritarismo-democracia. Eso convirtió a la memoria en un espacio de disenso y conflicto (Joignant, 2007; Jelin, 2020), y no tanto en una oportunidad real para la reconciliación nacional, sin eludir que en esto también pudiera haberse avanzado. Frente a contribuciones que sostienen una progresiva desaparición de importantes líneas de fragmentación ideológica en la sociedad chilena (Bargsted y Somma, 2013; Castillo et al., 2013), los datos que aquí son presentados refuerzan más la primera alternativa, la fragmentación, que la segunda, un creciente acuerdo amplio sobre la realidad del país27.
Asimismo, en directa conexión con la presencia y eficacia práctica de los clivajes políticos, el “barrio alto” se constituye en oposición a un “otro”, y ese otro no es tanto distinto por sus diferentes niveles de riqueza, sino fundamentalmente porque las prácticas asociadas a los lugares cambian radicalmente. Al igual que en Jansson (2013) la ciudad se opone al campo (urban/rural) por sus diferentes estilos de vida (ways of life), el centro de la gran conurbación de Santiago constituye la geografía donde el recuerdo de los crímenes de la dictadura chilena más reciente es políticamente efectivo. El recuerdo es posible en otros lugares, al modo en que muestra Aguilera (2016, 2019) en múltiples ubicaciones en el área de Santiago, pero el hecho de conmemorar es dislocado, y con ello se convierte o tiende a convertirse en un acto más local que nacional, más una historia individual que un relato colectivo28.
Finalmente, los hitos conmemorativos no son actos aislados, sino una red de eventos a los que une tanto la voluntad de recordar lo sucedido, como una cultura política, a veces imperceptible, en donde está inscrita una división entre partidarios y opositores al régimen dictatorial que todavía fragmenta a los ciudadanos que conviven en la actual democracia. Esta división tiene raíces y se manifiesta en un estrato espacial que define un escenario desde el cual la protesta individual adquiere un significado político. En este sentido, el centro de la conurbación santiaguina se torna en un ágora moderna, extra-parlamentaria, inclusiva de una ciudadanía diversa, territorio simbólicamente orientado a la centro-izquierda, donde la disputa es posible, dotando por ello mismo de contenido cívico y futuro al proyecto republicano.
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Anexo 1.
Imagen 1.
Mapa 1.
Notas
Modesto Gayo, catedrático de sociología en la Universidad Diego Portales (Santiago de Chile). Trabajó como Research Fellow en la University of Manchester. Actualmente, es Senior Visiting Fellow del International Inequalities Institute (LSE) e investigador adjunto del Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social (COES). Sus áreas de especialización son, entre otras, las teorías de la clase media, la desigualdad cultural, la reproducción social, y el estudio de las prácticas de la riqueza y las elites. Su investigación sobre capital cultural ha abordado ampliamente los casos de Reino Unido, América del Sur y, recientemente, Australia. Es coautor de los libros Culture, Class, Distinction (2009) sobre Reino Unido, Upper Middle Class Social Reproduction. Wealth, Schooling, and Residential Choice in Chile (2019), Fields, Capitals and Habitus (2020), sobre Australia, y El nuevo régimen de las prácticas culturales. Espacio, desigualdad y Nostalgia en las metrópolis del Cono Sur contemporáneo (2021), y autor de los libros Ideología, moralidades y reproducción social. Una introducción a la sociología de la cultura (2017), Clase y cultura. Reproducción social, desigualdad y cambio en Chile (2020) y Clase política en España (1986-2008). Estructura social y clase media en la democracia postransicional (2021).
1
Este trabajo ha sido escrito en el marco de los proyectos FONDECYT 1190094 y 1191440. Asimismo, agradezco los constructivos comentarios de los evaluadores de este artículo, los que han contribuido a mejorar el texto hasta su estado actual.
2
A este respecto, quiero agradecer el trabajo realizado por el joven sociólogo Matías Salces, quien me ayudó en la recogida del material que aquí analizo.
3
Sobre la relevancia de la nostalgia en las experiencias urbanas en Buenos Aires, Montevideo y Santiago, puede verse Gayo et al. (2021).
4
O “coaliciones multipartido”, como lo denominan Álvarez y Katz (2009).
5
En el caso de Bustamante (1991), no hay una identificación explícita de un clivaje “autoritario-demócrata” como dimensión fundamental de división del electorado chileno, pero encuentra que dentro del primer factor explicativo inciden significativamente variables de naturaleza ideológica. Dentro de éstas, menciona la oposición entre “valores pluralistas y libertarios”, por un lado, y “autoritario-absolutistas y políticamente intolerantes”, por otro (1991: 32).
6
Ambos trabajos analizan muestras del Gran Santiago o de la Región Metropolitana, e, implícita o explícitamente, generalizan desde esta localidad, dada su relevancia social y política, al resto del país.
7
Esto encaja con las ideas sobre los clivajes de autores como Torcal y Mainwaring (2003), quienes enfatizaban el papel de las élites políticas en producir y/o activar divisiones dentro del electorado. Al mismo tiempo, contradice las expectativas que estos mismos autores tenían cuando, analizando datos sobre Chile de 1994 y 1995, sugerían que muy probablemente el clivaje autoritarismo-democracia iría perdiendo relevancia en las nuevas generaciones. Si se sigue a Aubry y Dockendorff, y a mi propio estudio, esto no parece haber sido así veinte años después del levantamiento de los datos analizados por Torcal y Mainwaring; y no hago ni siquiera referencia a la revuelta social de 2019 y los hechos que la siguieron, también de un intenso contenido antidictatorial, aunque acompaña también a la misma una fuerte crítica a la gestión de los gobiernos de la democracia de los últimos 30 años
8
Sin menoscabar o restar mérito a ninguna de las interpretaciones o hallazgos, para las personas no familiarizadas con el campo académico chileno, es importante entender que la tesis del debilitamiento de las diferencias ideológicas en Chile (Bargsted y Somma, 2013; Castillo et al., 2013), que podemos entender como una visión más consensual, ha sido promovida por académicos que se desempeñan (o se desempeñaban a la sazón) en la Pontificia Universidad Católica de Chile, la que ha constituido en este país un núcleo de formación de élites y pensamiento conservador. Por su parte, proponiendo una visión diferente, Aubry y Dockendorff (2014) son personas vinculadas a la Universidad de Chile, institución más progresista y republicana. Ambas instituciones representan dos polos sociales y políticos centrales en la historia del país, pero no debe caerse en un excesivo maniqueísmo.
9
Tomando en consideración que la mayoría de cualquiera de las dos posiciones políticas aceptaría el régimen democrático vigente, Huneeus y Maldonado (2003) prefieren hablar de “demócratas” y “nostálgicos” (del régimen autoritario). Por su parte, Ortega (2003) entiende que este clivaje enfrentaría a pinochetistas y anti-pinochetistas.
10
Joignant afirma que “los significados asociados a esta fecha memorable y a sus soportes son el producto inestable de luchas de competencia que se explicitan en el marco de verdaderas batallas conmemorativas” (2007: 121). Por su parte, Garcés sostiene que desde la transición a la democracia ha habido múltiples disputas sobre la memoria, con una diversidad de actores actuando (partidos políticos, académicos, organizaciones de derechos humanos, como algunos de los más relevantes). Al respecto, si bien comparte que en los años 90 se fue imponiendo un discurso oficial, o desde el Estado, ello se produjo dentro de un campo de disputas considerablemente dinámica, lo que ha llevado a cambios relevantes. A modo de ejemplo y en sus palabras, “la mayor novedad de las conmemoraciones del 11 de septiembre de 2003 fue el retorno y la rehabilitación del presidente Salvador Allende, tras diecisiete años de demonización en dictadura y trece años de silencio en la etapa de retorno a la democracia (Garcés, 2010: p. 167)”.
11
A propósito de esto, Márquez afirma que “Santiago es por definición campo de disputa y conflicto, porque en ella se decide la suerte del país y de todos” (2008: 153).
12
Como ya se indicó, para un análisis más general sobre la noción de “nostalgia” vinculada con las prácticas culturales y la experiencia cotidiana en la ciudad de Santiago, véase Gayo et al., 2021.
13
Para el caso de la ciudad de Concepción, véase Aliste, 2011.
14
En julio de 2013, por decisión del Concejo Municipal de la Municipalidad de la comuna de Providencia, bajo el liderazgo de la alcaldesa progresista Josefa Errázuriz, la calle “11 de septiembre” recuperó el nombre de Providencia, con voto en contra o inasistencia de los concejales de oposición en ese momento, todos de partidos de derechas, Renovación Nacional (RN) y Unión Demócrata Independiente (UDI).
15
En el mismo libro, hay alguna otra referencia a la relación entre lugares particulares del territorio santiaguino y eventos de conmemoración. Por ejemplo, hablando de sucesos de fines de los años 70 y comienzos de los 80, Joignant afirma que “se observa … un discreto descentramiento geográfico de las conmemoraciones del 4 y del 11 de septiembre, especialmente por parte de la oposición de izquierda, desde las céntricas calles de la capital hacia el Cementerio General de Santiago, concretamente al ‘Patio 29’” (2007: 67). Asimismo, a partir aproximadamente del año 1990, “el epicentro de las conmemoraciones del 11 de septiembre se desplaza desde el ‘Patio 29’ hasta el mausoleo familiar de Allende, ambos localizados en el Cementerio General, lo que coincide con la demultiplicación, en forma de dispersión, de sitios conmemorativos cada vez más solicitados y visitados: antiguos centros de detención (Villa Grimaldi, Estadio Nacional…), marchas y desfiles por las principales calles del centro cívico” (Joignant, 2007: p. 71). Por último, el mismo autor indica que “con el tiempo, los cementerios pierden su centralidad, especialmente en beneficio del palacio de La Moneda” (Joignant, 2007: p. 74). Justamente, en términos de reflexionar sobre los giros en la centralidad de ciertos lugares de memoria, Aguilera y Cáceres (2012) asocian los gobiernos socialistas de Ricardo Lagos y Michelle Bachelet con políticas que potenciaron la instalación de memoriales en la ciudad de Santiago.
16
Estos autores indican que uno de los procesos asociados a la constitución de “boundaries” o “fronteras” es el de su territorialización (Lamont y Molnár, 2002: p. 168).
17
Al respecto, el trabajo de Aguilera (2016) destaca por la identificación geográfica de los lugares donde se hace un homenaje de algún tipo (placa, animita, escultura, recinto) a las víctimas, principalmente de la represión estatal, aunque también se incluye, aunque sean una pequeña minoría, a las que cayeron a manos de grupos armados de izquierda.
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Márquez afirma que “el actual proceso urbano da cuenta de la consolidación progresiva de un modelo de ciudad de fronteras, marcada por la afirmación de una ciudadanía privada y una comunidad fuertemente fragmentada, jibarizada” (2003: 36).
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No obstante, ello, Stillerman (2006) discute el decreciente protagonismo de los espacios públicos para el caso de la ciudad de Santiago a través del estudio de las dinámicas sociales en los “malls” de áreas de renta media y media-baja. Aun reconociendo que este declive es efectivo en las zonas de alta renta, observa que es muy común el encuentro entre personas diversas en el resto de la ciudad, lo que entiende como un desarrollo contradictorio de las ciudades latinoamericanas.
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Un estudio de esta área urbana, conocida como “cono de alta renta” o “barrio alto”, lugar predominante de residencia de las clases alta y media alta en la capital, y su asociación con subjetividades políticas es desarrollado en Méndez y Gayo (2019).
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En respuesta a algunos comentarios de los evaluadores, parece oportuno aclarar aquí que no se está afirmando que fueron registrados todos los actos conmemorativos. Muchos de ellos son en realidad aniversarios que se celebran todos los años (como los registrados en Aguilera, 2016 y 2019), y la búsqueda se centró en eventos que tuvieran por propósito y sentido la memoria de los 40 años del inicio abrupto en 1973 de la dictadura. Aunque se hizo un esfuerzo por incorporar todos los actos, encuentros u obras posibles, es perfectamente factible que acciones de recuerdo específicamente del golpe de estado realizadas en áreas periféricas de la ciudad hayan quedado fuera de la muestra. Sea como fuere, la panoplia de eventos que se alcanzó a recoger es muy amplia y cada uno de ellos debió ser registrado en el momento en el que sucedió. Justamente, dado el importante volumen de información, no alcanzo a ver cómo una ampliación del terreno de investigación hubiese alterado sustancialmente las conclusiones del presente estudio.
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Una exposición de este tipo de lógicas, con una notable riqueza argumental, puede encontrarse en Jelin (2020).
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En el listado no está incluida la exitosa serie, sobre todo en su primera temporada, Los archivos del cardenal, la cual fue emitida originalmente en el año 2011, y en el 2014 en su segunda temporada, con un seguimiento más bajo. Esta serie era evidentemente crítica con la violación de derechos durante la dictadura, haciendo referencia explícita a las agencias del estado chileno encargadas de las torturas y desapariciones de ciudadanos que eran entendidos como “opositores” al régimen. Como indiqué anteriormente, la búsqueda se centró principalmente en el año 2013, que era el gran año conmemorativo de la última década desde el 2003.
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En el momento de la redacción final de este artículo, en el segundo semestre de 2021, Chile se encuentra inmerso en un proceso constituyente que tiene como propósito elaborar y proponer una nueva constitución para el país.
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En términos de distribución geográfica, esto es coherente con la descripción que hace Joignant de lo sucedido en los años 90 sobre el combate en torno a la memoria: “Estas conmemoraciones oficiales eran seguidas por contra-conmemoraciones que jamás eran reconocidas como tales, especialmente en la Escuela Militar, así como por conmemoraciones partidarias por parte de la izquierda en el Cementerio General en la tumba de Allende” (2007: 71). Anótese aquí que la Escuela Militar está sita en el “barrio alto” santiaguino, refugio preponderante del derechismo chileno y por tanto de una memoria particular del golpe de 1973.
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Es en esta clave que no sorprende que, a pesar de su masividad o evidente presencia y proximidad a la ahora denominada plaza Dignidad, epicentro de las protestas de los últimos dos años y escenario de graves destrozos de mobiliario público y privado, el edificio que lo alberga haya salido casi indemne de este período.
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A modo de referencias someras, entre muchas otras, para un análisis de la situación actual de Chile tras el conocido como “estallido social” del 18 de octubre de 2019, puede leerse Gayo (2020b) y Alé et al. (2021).
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Si bien la noción de “translocación” que emplea Aguilera (2019) tiene en su propia contribución varias acepciones posibles, se puede simplemente anotar aquí que apunta en un sentido diferente, y parcialmente contradictorio, respecto a la conclusión que alcanzo en este punto. Brevemente, esta investigadora argumenta que los episodios de memoria desde posiciones de marginalidad social pueden alcanzar a formar narrativas más generales a partir de lo local. Sin negar que ello haya sido así, yo argumentaría que la reducida escala geográfica en la que operan muchos de los memoriales, el restringido impacto cotidiano en la ciudadanía y la operación más elitista, institucional académica y mediática a través de la cual se producen las narrativas nacionales actúan en conjunto como barreras que tienden a situar el centro de la discusión en torno a nociones abstractas o generales (los derechos humanos, como ejemplo paradigmático, o consignas como “nunca más”) y escenarios convocantes de grandes mayorías, lo que difícilmente ocurre con áreas excéntricas de la gran metrópolis chilena. En otros términos, mi postura es que el acuerdo transicional tenderá a mantener su vigencia sobre el olvido de las víctimas de las luchas pasadas.
Notas de autor
modesto.gayo@udp.cl
ISSN: 1137-9669
Vol.
Num. 33
Año. 2021
Santiago, ciudad dividida: fragmentación política y territorial de la capital chilena frente a la conmemoración de los 40 años del golpe de Estado de 1973.
Modesto Gayo
Universidad Diego Portales
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