No abundan los libros que se plantean con una visión realmente renovadora sobre algún aspecto o periodo de nuestra historiografía. Sin embargo, esa ha sido la intención de Adrián Fernández Almoguera en este volumen, que fue el catálogo de la exposición que, con el mismo título, se exhibió en el Centro de Cultura Contemporánea Conde Duque del Ayuntamiento de Madrid, desde octubre de 2022 hasta marzo de 2023. Además de servir como aparato científico a la muestra, el texto –o conjunto de textos de varios autores– contiene la deliberada intención de convertirse en una investigación de referencia para los estudios artísticos y arquitectónicos del primer tercio del siglo XIX español. Centrado en la transformación de la capital de la monarquía en un periodo de especial ebullición política, su evolución es la muestra gráfica del paso de la ciudad del Antiguo Régimen a la nueva urbe burguesa, en una época de revoluciones que convirtió a los súbditos en ciudadanos.
Como muy bien define el comisario de la muestra y coordinador del catálogo, el citado Adrián Fernández Almoguera, son varios los déficits con los que la historiografía española –y más la dedicada a lo artístico y cultural–, ha encarado e interpretado este periodo, especialmente en lo referido al reinado de José I Bonaparte (1808-1813). Así, han persistido antiguos clichés que resultan extraños en el contexto internacional, y quizá sea ese uno de los mayores aciertos del volumen, el de inscribir el periodo napoleónico madrileño en su contexto europeo, de ahí la inclusión en el trabajo de diferentes textos de autores de otros países, que parangonan experiencias de más allá de los Pirineos de gran similitud a lo ocurrido en España. Una historiografía tradicional había convertido esos años en un lapso de la memoria patria del todo desdeñable, un periodo “intruso” que más valía calificar como de conquista incruenta, extranjerizante, sin considerar la cantidad de españoles que optaron por la vía josefina como la más certera para obtener la ansiada ilustración del país. Una regeneración política que vino acompañada de una programación cultural y arquitectónica que, si bien quedó solo iniciada, tendría una gran repercusión en los años posteriores, y abriría nuevas vías en la consideración en un gran abanico de aspectos, siendo uno de los principales el de los bienes patrimoniales de la nación. Por ejemplo, en la política de desamortizaciones de instituciones religiosas y la creación de espacios públicos. Unas iniciativas que volverán con toda su fuerza en la segunda mitad de los años 30 – una vez desaparecido Fernando VII –, creando un gran debate ciudadano y no poca controversia política, en una capital definitivamente burguesa, que seguirá debatiendo qué derribar y qué conservar e integrar en el discurso de la nueva simbología nacional.
Fernández Almoguera ha apostado con acierto, como decíamos, por armonizar el estudio del caso español en el contexto internacional y presentar los proyectos madrileños junto a algunos de los hitos arquitectónicos ocurridos en Francia, Italia, Alemania, Austria e incluso Inglaterra. Es decir, visualizar que, en toda Europa, la conquista napoleónica trajo consigo un gran proyecto cultural en el que Madrid no fue una excepción, sino una muestra sobresaliente de lo que quería denominarse la capital de un Estado moderno, que pretendía abandonar definitivamente la imagen del Antiguo Régimen.
Esta época de revoluciones supuso unas nuevas necesidades espaciales, arquitectónicas y simbólicas en el que Madrid fue un laboratorio de extraordinario interés. De ahí que sean de destacar los textos de especialistas de primer orden en estos estudios, tanto españoles, como Emilio La Parra, Daniel Crespo, Carolina García-Estévez, Carlos Sambricio, Carlos Saguar, Miriam Cera y Joaquín Álvarez Barrientos; como extranjeros, Basile Baudez, Pierre Coffy, Guillaume Nicoud, Sergio Villari, Richard Wittman y Sigrid de Jong, que exponen así un logrado contrapunto europeo, que ayuda a comprender en toda su extensión el fenómeno hispano, para bien y para mal.
El volumen se configura en tres grandes secciones: la construcción material de la ciudad como capital política moderna, las nuevas tipologías y el análisis de los proyectos ideados y una mirada cruzada con la Europa urbana del momento. El texto se completa con una reseña sobre la investigación en los fondos del Archivo de Villa de Madrid. Es un libro, además, muy bien ilustrado y editado, en el que la elección del aparato gráfico no solo ha contado con la alta calidad de las reproducciones, sino que se han sabido utilizar con acierto unas imágenes que no se limitan a reproducir los repertorios más conocidos, sino a presentar interesantes resultados de la investigación realizada en los fondos municipales y, en especial, en el Museo de Historia de Madrid y el Archivo de Villa.
Quizá uno de los déficits del catálogo sea la omisión de uno de los puntos más interesantes que se proponían en las palabras introductorias al catálogo: la realización de un estudio que argamase la configuración física de la capital y el mundo cultural que se configuró a su alrededor y proporcionó sustento ideológico a los diferentes periodos abarcados (el gobierno josefino, el Trienio Liberal o los años del reinado neto de Fernando VII). Se echa de menos especialmente en el primer caso, cuando estuvieron involucrados en la responsabilidad del gobierno grandes figuras de las letras y las ciencias. Además, muchos de ellos volvieron a participar en esos debates políticos y culturales años después, cuando se relajaron las prescripciones contra los “ilustres traidores”. En este sentido, la gran fragmentación del catálogo, en temáticas y autores, enfoques, propuestas y resultados, si bien ha supuesto un recorrido transversal de gran interés por su diversidad, quizá ha mermado la posibilidad de lograr un estudio más ordenado y cabal del periodo y así profundizar en unas ideas de gran fuerza que recorren el volumen, como el despertar del sentido patrimonial de la cultura, o la utilización de los nuevos mitos en la política y en los espacios arquitectónicos de las nuevas capitales. Sin duda el director de esta publicación las retomará en trabajos sucesivos, que completarán lo apuntado aquí, pues es un libro, en definitiva, de extraordinario interés, que sugiere muchas vías de investigación renovadora para el estudio del nacimiento del Estado liberal y las consecuencias culturales que lo conformaron, especialmente en cuanto a la conformación arquitectónica de la capital, y cuyas consecuencias llegan hasta la actualidad.