El libro Arte Ecosocial. Otras maneras de pensar, hacer y sentir, recoge las reflexiones de un grupo de artistas, docentes e investigadoras que abordan la problemática y necesidad de cambio que, como especie, debemos abordar para habitar nuestro entorno de forma sostenible. Las prácticas artísticas aquí presentadas se convierten en eficaces mediadoras entre nuestro hábitat, la cultura, la política y la sociedad, subrayando la interconexión e inevitable interdependencia entre las partes.
El arte ecosocial, en palabras de sus editoras Tonia Raquejo y Verónica Perales, nos brinda una posibilidad de cambio en nuestro modo de vida desde una educación respetuosa y en armonía con el resto de seres vivos que comparten con nosotros el medio, tratando de superar la actitud utilitarista derivada de los modelos capitalistas.
El libro está estructurado en dos bloques: por un lado, la primera parte, engloba reflexiones desde prácticas artísticas que cuestionan el modelo mimético y representacional mediante el cual occidente ha basado su acercamiento a la naturaleza a lo largo de los siglos. Por otro, la segunda parte del libro, acoge aportaciones relacionadas con la multisensorialidad expandida y la tecnología.
Voy a utilizar la idea de holobionte, concepto que se menciona y trabaja de modo directo e indirecto en la totalidad del libro, para tratar de definir este conjunto de textos que pueden entenderse como transversales, y en donde las reflexiones que lo atraviesan cogen sentido precisamente en la diversidad y en la capacidad asociativa de ideas que lo van conformando. El libro llega a ser y se organiza, gracias a la capacidad híbrida y simbiótica de los textos aquí presentados. Como se apunta en el libro, todas las reflexiones tienen el valor añadido de ser parte de esa red que se alimenta tanto de las limitaciones como de la libertad que provoca un modo de pensar desde el arte y las/los artistas, que indudablemente operan activamente como agentes de cambio.
La Parte I. Más allá del parecido: Otra mímesis para otro arte, comienza con un texto de Tonia Raquejo, Mimetizarnos con la naturaleza: el ser nicho, que aborda la idea de mímesis como factor elemental en nuestro proceso vital. Raquejo subraya la necesidad de una vuelta a casa como modo de volver a habitar el entorno en el que nos desenvolvemos junto con otras especies. La reflexión que se va hilando en el texto, deja clara la idea de que no se trata de una vuelta atrás, ni de negar los avances científicos realizados hasta el momento, sino más bien de una toma de conciencia contextual de nuestra situación en el mundo, que permita, desde nuestro aquí y ahora, reencontrarnos en el respeto hacia todas las otras especies que nos rodean y conseguir así el necesario equilibrio y cooperación para continuar desarrollándonos como parte del planeta.
Verónica Perales, por su parte, nos sitúa ante las nociones de ecofeminismo, artivismo y corporeización, acercándonos concretamente a las ricas experiencias desarrolladas por el grupo estadounidense de las Women’s Pentgon Actions y el grupo Greenham Common en Inglaterra, que se desarrollaron entre los años 1979 y 1983. Las acciones y manifestaciones simbólicas que estos dos grupos conformados por mujeres puso en marcha, se desarrollaban mediante un fuerte componente artístico y creativo, y estaban estrechamente vinculadas con las luchas pacifistas, las antimilitaristas o el movimiento antinuclear. Así, según Perales, el discurso llevado a cabo por estos dos grandes encuentros, tiende un puente a un ecofeminismo incipiente, sembrando el campo para lo que hoy entendemos por artivismo, ecoartivismo y corporeización. En la actualidad dichas prácticas están comprometidas con la crisis medioambiental y social que implica, en palabras de la autora, el calentamiento climático, la pobreza, las desigualdades, la (in)justicia medioambiental, la pérdida de la biodiversidad y un largo etcétera de problemáticas vinculadas.
Laura F. Gibellini en su texto Unas primeras aproximaciones a la práctica artística desde una consideración ecológica del conocimiento, nos propone adentrarnos en el conocimiento específico que articula la práctica artística, así como en su pensamiento, que ofrece un espacio y tiempo que se aleja de la linealidad y de la causa efecto y nos acerca, sin embargo, a la idea de malla, constelación o diagrama como sistema de lenguaje entrelazado. El texto, que se desarrolla bajo estas premisas, se apoya en la práctica del dibujo como proceso de pensamiento más allá de la mera práctica formalista del mismo, preocupándose, como bien apunta, por cuestiones relativas a la percepción, organización sensorial y por cómo dicha práctica es determinante en la experiencia del sujeto en el entorno, enlazándose con los procesos de conocimiento mismos. Un proceso de apertura y tanteo, que surge, según nos cuenta, de lo que aún no es y que concierne al cuerpo y a su pensar intuitivo e implicado en el estar siendo, él mismo, acontecimiento.
Rodrigo Flechoso nos presenta un texto sobre el rostro y la autorrepresentación, consciente de la necesidad de superación autorreferencial del ser humano en el clima de la sostenibilidad medioambiental y el desarrollo ecológico. Flechoso nos acerca a una práctica en donde el autorretrato como práctica artística podría ser entendido como una forma de ecosofía, es decir, un compromiso ecológico con el que dirigir a las sociedades capitalistas hacia una era posmediática. El estudio del propio individuo y su imagen se plantea aquí como revolución tanto ética como estética. Anversos y Reversos es un proyecto artístico del autor del texto, que comenzó en 2016 y que sigue teniendo continuidad en el presente. Se trata de unas piezas en donde su propio rostro sirve como cuestionamiento autoidentitario, que le permite cuestionarse el modo y el porqué de la insistencia autorreferencial en el arte hoy.
Ana Pol Colmenares subraya la importancia del término holobionte de cara a plantear una nueva forma de entender la realidad que nos circunda. La historia de ciencia ficción Frankenstein de Mary Shelley, le sirve para plantear una acertada analogía con las nuevas maneras en que se revela la biología desde un pensamiento en donde la fragmentación, la división de estructuras y límites nos sitúan en sistemas interpretativos abiertos y conectados a nuestro imaginario, permitiéndonos expandir nuestra subjetividad. Las hibridaciones y entrelazamientos son elementos que se encuentran a lo largo del texto y facilitan una lectura que se acerca a los planteamientos rizomáticos que estructuran el devenir científico.
Los ojos de las moscas le sirven a Concepción Cortés Zulueta para cuestionarse el sistema visual que impera y ha sido pilar fundamental en la construcción de nuestra civilización occidental. El extrañamiento de la realidad surgido gracias a los avances y a los nuevos medios técnicos y científicos que nos permiten observar cómo nos observan otras especies, nos hace ser conscientes de nuestras convenciones o concepciones distorsionadas, que como seres humanos enlazamos para forjarnos nuestra realidad.
La neurociencia y la performance se relacionan en el texto propuesto por Marta Pinilla para evidenciar la importante conexión entre cuerpo y mente, espacios ambos interconectados e inseparables en la experiencia del estar en el mundo. El descubrimiento de las neuronas espejo a finales del siglo XX origina un espacio mental compartido que, en palabras de la autora, fomenta la aparición de lo que se denomina cerebro social. Espacios que permiten la aparición de experiencias corporizadas biológicas y culturales. Algo que como ocurre en las performances, permite el traspaso de una mente individual a una colectiva. Se alude oportunamente en el texto el denominado “we-space”, un espacio que no solo incumbiría a dos personas, sino que podría generarse entre diferentes seres que habitan un mismo entorno y a través del cual sería plausible el generar una conciencia ecológica global como herramienta fundamental en la conservación del medioambiente.
La parte II. Multisensorialidad expandida: tecnologías al servicio del cuerpo, recoge escritos en donde las nuevas tecnologías entran al servicio del cuerpo ecosocial. El primer texto corresponde a Sonia Cabello quien propone recuperar la experiencia poética o vibración emocional para superar o afrontar los tiempos atípicos que estamos viviendo en pandemia y recuperar así las relaciones con la naturaleza y con todo aquello susceptible de resonancia. Cabello nos insta en su escrito a cuidar nuestra burbuja de luz y a ser capaces de desplazar nuestro punto de encaje, es decir, reorientar el centro luminoso que todas y todos tenemos y que nos sirve para percibir y transformar la energía que fluye en el universo.
María Gárgoles Navas analiza la capacidad de los espacios virtuales para potenciar los procesos de inmersión sensorial. En estos espacios podemos experimentar de manera expandida nuestras actividades diarias y situarnos en el lugar de otra persona abriendo las posibilidades de empatía. Así, y siguiendo sus palabras, esta creación de subjetividad virtual afectará a nuestra concepción del yo, del entorno y de los demás.
Partiendo del ejemplo vital de la planta carnívora Nepenthes Hemsleyana, Lola Martínez Ramírez fija su atención en los modelos de entrelazados colaborativos presentes en la naturaleza, que permiten la supervivencia de las especies. Una colaboración, que, mediante una interconexión azarosa, mejora el sistema en el que se inserta, pudiendo resultar ejemplar si es trasladada a nuestro modo de entender nuestro estar en la tierra. Modelos que parten de la idea de Haraway del “hacer con” (sympoiesis) frente a la autopoética de organización individual. La memoria se subraya como elemento imprescindible para una reorganización de la materia. Nuevamente, el término holobionte se manifiesta en un texto que va tejiendo una urdimbre que plantea un espacio-tiempo de posibilidades entrelazando el pensamiento corporeizado, la creatividad, el eco-feminismo, el cine, la biología y lo político.
La red de dualismos sobre la que se construyó la cultura occidental son identificadas por el feminismo y el ecofeminismo como formas de opresión basadas en la lógica de la figura activa y el fondo pasivo. Concha García González plantea la necesidad de construir la identidad y la relación con el otro en base a un concepto de diferencia no jerarquizado. En su texto Interacción, sincronía y sincronicidad, propone una escucha atenta y profunda de la naturaleza, que entable un diálogo implicado en una interacción comunicativa y sincrónica. El objetivo de ello es superar el lenguaje compartimentado en espacios estancos y separados unos de otros en el que nos vemos inmersos como especie.
La experiencia sonora binaural propuesta por Amaia Salazar Rodríguez nos adentra en una escucha consciente en las fronteras de lo (in) visible. Se trata de un ejercicio experimental con el arte sonoro que le permite sacar interesantes conclusiones sobre nuestras reacciones emocionales y poder así revisar nuestras conductas. La práctica propuesta desea, en palabras de su autora, aportar cierto valor a la neurociencia afectiva desde el campo de las bellas artes y estimular la imaginación de los alumnos mediante nuevas vías de conocimiento.
Para Sara Torres-Vega la relación entre aprendizaje y actividad física favorece un conocimiento corporeizado en relación con el sistema ecosocial que se habita. En su texto El museo como gimnasio, el ejercicio físico se traslada al pensar intelectual que normalmente ofrece un espacio dedicado al arte y propone una serie de ejercicios físicos en donde las acciones se entrelazan con el modo de mirar y observar las obras de arte. Ejercicios que, tal y como apunta Torres, propician estiramientos de las fibras de los distintos lenguajes artísticos, que llegan a intercambiar conocimiento desde sus procesos.
Silvia Siles Moriana desarrolla el término “cuidar” como concepto indispensable y necesario para el sostenimiento de la vida. Un concepto que nos permite nombrar otras maneras de pensar, sentir y hacer. En su texto Cuidar desde el arte, nos presenta el proyecto experimental ARTYS, que fomenta y promociona la salud comunitaria a través del arte. Se trata de unas prácticas artísticas de fuerte vinculación con la comunidad, que implican a la ciudadanía atendiendo a sus necesidades. Las prácticas se desarrollan en lugares simbólicos, y se ubican en terrenos híbridos y diversificados que entran y salen del espacio del arte, para adentrarse y fundirse en la calle y contextos no auráticos.
Por último, Raquel Monje Alfaro presenta un proyecto pedagógico que desarrolla la relación entre el concepto de “habitar” y la creación artística. El texto Otras aulas posibles. Conspirar dibujando, recorre un conjunto de actividades que se desarrollan en un aula, que, en palabras de la autora, es creativa, poliédrica, líquida, empática, flexible, integradora y en constante transformación y desarrollo y desde la cual se proponen una serie de ejercicios en donde la actividad grupal es fundamental para la conspiración desde la herramienta del dibujo corporeizado.
El conjunto de estos textos que forman el presente libro son el resultado de un hacer común desarrollado en un proyecto I+D+I titulado «Arte y cognición corporeizada en los proyectos de creación: sensibilización ecológica del yo en el entorno» HAR2017-85485-P con sede en la Facultad de Bellas Artes UCM. Siguiendo las palabras de sus editoras, este volumen nos hace testigos de la potencialidad de las actitudes artísticas como vehículos de ayuda para la transformación personal, social y económico-cultural que nos acerca a la idea del ser con los otros. Los textos, que pueden leerse como un inmenso dibujo colectivo, aspiran a llevarnos a un futuro armónicamente conectado con nuestro entorno natural.