En julio de 1778 el capitán de navío, José Basco y Vargas, (Ronda 1731-Málaga 1805), tomaba posesión en la Audiencia de Manila del doble cargo de gobernador de las Islas Filipinas y presidente de su Audiencia. Había sido seleccionado para el cargo personalmente por el secretario de Indias, José de Gálvez, para que ejecutara, de una vez por todas, el amplio paquete de reformas económicas, militares, navales y administrativas diseñadas por los secretarios de Indias y de Marina para Filipinas a lo largo del siglo XVIII, muchas de ellas aún pendientes de ser aplicadas. En septiembre el gobernador de Pondichery, la colonia francesa en la costa oriental de la India (Coromandel), le comunicó que Francia estaba en guerra con Inglaterra y que el gobierno inglés tenía previsto enviar una escuadra inglesa para conquistar Manila. Basco no perdió tiempo y empezó a preparar la defensa del archipiélago. El objetivo de este trabajo es estudiar los preparativos de la defensa de las islas llevados a cabo por Basco, ante la advertencia de un posible ataque, teniendo en cuenta el precedente de 1762, cuando una expedición anfibia británica tomó, saqueo y ocupó Manila hasta 1764. En la historiografía no existe una biografía completa de este gobernador, sólo algunos trabajos que resumen los aspectos más destacados de su acción de gobierno, aunque abundan las referencias sobre actuaciones concretas (; ; ). Igualmente, hay pocos estudios sobre el sistema defensivo del archipiélago a partir de la devolución de Manila por los ingleses en 1764. La mayoría de ellos se refieren a la reconstrucción material de la ciudad y a la reconstrucción y fortalecimiento de sus murallas, baluartes y edificios; o al estado y las reformas del ejército, muy pocos trabajos hablan de la defensa naval u ofrecen una visión de conjunto (; ; ; ; ; y ).
Desde que juró el cargo, Basco dedicó toda su energía, que era mucha, a desarrollar las reformas que le había encomendado Gálvez, las cuales no eran las primeras que se intentaban implantar en Filipinas. Durante la primera mitad del siglo, coincidiendo con la gobernanza de Fernando Valdés y Tamón (1729-1739), hubo algunas iniciativas reformistas (), pero las líneas generales del reformismo borbónico para Filipinas se trazaron durante la etapa del marqués de la Ensenada al frente de las Secretarías de Marina e Indias (1746-1754), con la intención de hacer el archipiélago rentable para la Real Hacienda, incrementar su seguridad frente a ataques externos mediante una mayor presencia del ejército y la armada, reafirmar la presencia española en el Pacífico y consolidar el control de las rutas marítimas transpacíficas por la armada.
Las primeras reformas se empezaron a poner en práctica tras la Paz de Aquisgrán, en 1748, con pocos progresos por la enorme oposición de la oligarquía de Manila a la introducción de cualquier cambio que modificara el control que ejercía sobre el gobierno, la economía del archipiélago y el sistema del Galeón, en definitiva, sobre su modus vivendi y operandi (). Con su obstruccionismo, la oligarquía consiguió, incluso, anular las reformas defensivas introducidas durante la década de los cincuenta (por el marqués de Ovando y Pedro Manuel de Arandía), dejando así al archipiélago vulnerable ante cualquier ataque.
En esta tesitura, no es de extrañar entonces que en 1762, cuando España entra en la Guerra de los Siete Años (1756-1763) contra Gran Bretaña, la escuadra inglesa del vicealmirante Samuel Cornish, destinada en Madrás, apoyada por barcos de la Compañía de las Indias Orientales (EIC) y por un ejército de 1.900 hombres, al mando del brigadier William Draper, pudieran asediar y tomar Manila en septiembre, encontrando muy poca resistencia a la hora de tomar la ciudad y apoderarse del Santísima Trinidad, el galeón de ese año, que navegaba armado con trece cañones en vez de los sesenta que debería haber cargado. El navío había zarpado en agosto de ese año de Cavite sin saber que España estaba en guerra y regresaba de arribada al mismo puerto con problemas para navegar, antes de haber cruzado el estrecho de San Bernardino para embocar el Pacífico, debido a los daños ocasionados por un temporal (; ; ).
No era la primera vez que las embarcaciones de la armada inglesa se aproximaban al archipiélago, pero si fue la primera vez que el almirantazgo británico, bajo la dirección del almirante George Anson, organizó una expedición anfibia para tomar Manila y saquearla, siguiendo en esto su habitual política de atacar y saquear plazas, fortalezas o barcos españoles. El proyecto fue diseñado por el brigadier William Draper, quien había combatido con éxito en la India al frente de su regimiento de infantería contra bengalíes y franceses durante la Guerra de los Siete Años (1756-1763). La idea era utilizar las fuerzas navales desplazadas en la India, adaptadas a la climatología y bien entrenadas, junto al apoyo militar y logístico de la Compañía de las Indias Orientales. Sin embargo, el plan de Draper tenía una enorme laguna: ni los oficiales ni los marinos de la expedición habían estado en Filipinas, y menos aun disponían de mapas fiables de las islas para navegar hacia Manila. Fue George Anson quien compensó esta carencia, entregando al vicealmirante Cornish el mapa alzado por el jesuita Pedro Murillo Velarde en 1734, el cual había robado, junto a otras cartas náuticas, documentos y derroteros, cuando capturó el galeón Nuestra Señora de Covadonga frente al cabo del Espíritu Santo, en 1743 ().
Hyde Parker, uno de los oficiales de la escuadra de Cornish, había servido bajo las órdenes de Anson en 1743, convirtiéndose en protegido y amigo del almirante, a quién emuló cuando, al mando del Panther, capturó el galeón Santísima Trinidad en octubre de 1762, manifestando posteriormente que el mapa de Murillo le había sido de gran ayuda gracias a su exactitud y fiabilidad (). Parker también emuló a su protector al apoderarse de una gran cantidad de documentos, mapas, manuscritos y derroteros, entre ellos el famoso libro Navegación especulativa y práctica..., de José González Cabrera Bueno, que, entre otra valiosa información para la navegación y la construcción naval, contenía un gran número de derroteros del Pacífico. Tras su regreso a Inglaterra con su enorme y valioso botín, Parker escribió y publicó varios textos recompilando, traduciendo y explicando el contenido de los libros, mapas y derroteros en su poder:
books, charts and Manuscripts which I collected during my service in the expedition against Manilla, that the ‘principal of my design was from these materials to form a directory for the Navigation of the Archipelago’—a task which was desirable because ‘the navigation coasts and productions of the Phillipine [sic] are matters so little known amongst us ().
Las fuerzas inglesas encontraron las islas gobernadas por el arzobispo de Manila, Manuel Antonio Rojo, quien se hallaba ejerciendo como interino hasta la llegada del nuevo gobernador nombrado por la Secretaría de Marina e Indias. Rojo no había dado credibilidad a las informaciones ni del estado de guerra ni del inminente ataque inglés a Manila que llevaron al archipiélago comerciantes armenios desde Madrás, tras haber presenciado en directo los preparativos para despachar la escuadra inglesa destinada a atacar la ciudad el mes de julio. Tampoco otorgó credibilidad a las noticias acerca del estado de guerra recibidas desde España por boca de un religioso agustino, quien le informó personalmente, al tomarlas por rumores y «noticias de frailes»; luego, a toro pasado, argumentaría siempre en su defensa que no había recibido notificación oficial del estado de guerra. Lo cierto es que ninguna autoridad del gobierno metropolitano, ni del virreinato mexicano, le habían informado de que España estaba en conflicto con Inglaterra desde enero de 1762. Cuando los navíos de la escuadra inglesa fondearon en la bahía de Manila, el arzobispo confirmó no tener notificación oficial del estado de guerra al comandante de dicha escuadra en la carta que le escribió el 23 de septiembre preguntándole por sus intenciones. Es más, cuando los rumores de un posible ataque llegaron a Manila desde Madrás y las autoridades militares de la ciudad le apremiaron a tomar algunas medidas defensivas en la mencionada Manila y Cavite, se negó, argumentando, igualmente, no haber recibido ninguna notificación oficial de la corte al respecto (; ).
Por sorprendente que pueda parecer, las autoridades metropolitanas se habían olvidado de Filipinas, ignorando además su realidad en aquel momento, que las islas tenían la misma vulnerabilidad frente a los ataques de las potencias extranjeras que durante la primera mitad del siglo, y todo por centrarse en la movilización naval ordenada por Carlos III para defender El Caribe. Una indefensión que se agravó cuando tras el fallecimiento del gobernador Pedro Manuel de Arandía en 1759, su sucesor, el obispo criollo filipino, Miguel Lino de Ezpeleta, apoyado por la oligarquía y la Audiencia derogó todas las medidas de seguridad para incrementar el sistema defensivo introducidas por Arandía para la defensa de Manila, Cavite y la navegación de los galeones. Desde 1759 estos volvieron a navegar sin ir armados con la artillería preceptiva, según lo estipulado en las Ordenanzas para la Marina de Filipinas , y sin llevar tropa de resguardo, para así aprovechar todo el espacio posible para mercancías y camuflar a los comerciantes que se embarcaban como tripulantes. La oligarquía de Manila aprovechó el vacío de poder tras la muerte de Arandía para desmantelar todas las reformas militares, navales y las relacionadas con el sistema del Galeón introducidas durante la década de gobierno de los gobernadores marqués de Ovando (1748-1755) y, sobre todo, Pedro Manuel de Arandía (1755-1759). A esta situación se sumó el fallecimiento durante la navegación a Filipinas del gobernador que debía relevar al obispo Rojo y la renuncia al cargo del siguiente gobernador nombrado para cubrir la vacante (Baudot Monroy, y ).
Tras la devolución de Manila por los ingleses en abril de 1764, las reformas previstas para el Pacífico y las Filipinas se reformularon, ya que hubo una conciencia clara de la vulnerabilidad de todas las plazas americanas y de la necesidad de profundas modificaciones estructurales en las comunicaciones y el sistema defensivo imperial (; ). A partir de 1765, en el ámbito del Pacífico se dio un nuevo ímpetu a las transformaciones con la apertura de una nueva línea de navegación, comunicación y comercio directo entre Cádiz y Manila por el cabo de Buena Esperanza en buques de la armada (; ). En ellos se enviaron oficiales del ejército, de la marina e ingenieros para implementar el sistema defensivo y promover la fortificación de Manila y Cavite de acuerdo a un proyecto aprobado en la corte (; ; ). En la vertiente americana del Pacífico se realizaron expediciones marítimas hidrográficas a lo largo de la costa oeste norteamericana y se establecieron misiones en la Alta California a cargo de los franciscanos para poblar el territorio. Acapulco, la segunda cabecera del eje transpacífico, se modificó, estableciéndose en San Blas, donde se construyó un nuevo departamento marítimo (; ; Pinzón Ríos, y ; ).
En 1770, decidido a promover un cambio en la forma de gestionar la política en Filipinas, que fortaleciera la autoridad del rey, Julián de Arriaga nombró gobernador al antiguo oidor de la Audiencia de Manila y héroe de la resistencia contra los ingleses, Simón de Anda y Salazar (1709-1776), buen conocedor de la situación política de la ciudad, quien había presentado un memorial denunciando la corrupción y proponiendo mejoras. Durante su gobernanza se avanzó en la reconstrucción material de Manila y de Cavite, se reforzó la defensa militar y naval, y se pusieron en marcha iniciativas para potenciar la economía y el comercio, fomentar la producción autóctona, la minería y la construcción naval, pero el obstruccionismo de la oligarquía siguió frenando muchas de estas reformas.
1. LA ACTIVIDAD REFORMADORA DE JOSÉ BASCO
En 1774 José Basco y Vargas había sido ascendido a capitán de fragata y nombrado comandante del arsenal gaditano de La Carraca. Ese mismo año, José de Gálvez ejercía su cargo de consejero de Indias. A sus manos llegó la tramitación de un requerimiento por pago de sueldos atrasados al gobernador Simón de Anda presentado por su hijo Tomás de Anda. Aprobado el requerimiento, en noviembre Gálvez pidió a Basco que diera cumplimiento a la resolución cuando estuviera en Manila al frente del gobierno. Lo cual no deja de ser sorprendente, porque en noviembre de 1774 ni Gálvez era ministro de Indias, lo sería tras el fallecimiento de Arriaga en enero de 1776, ni Basco había sido nombrado gobernador de Filipinas, su nombramiento se efectuó en agosto de 1776. En cualquier caso, dos años antes de que ambos personajes se convirtieran en secretario de Indias y gobernador de Filipinas respectivamente ya mantenían una relación cercana, y Gálvez valoraba la posibilidad de contar con Basco para encargarle el gobierno de Filipinas y la ejecución de su ambicioso programa de reformas, el cual ahondaba y ampliaba las de sus predecesores.
Basco, un hidalgo malagueño, había recibido una esmerada educación humanística y se había formado como marino de guerra en la gaditana Academia de Guardias Marinas de la Armada. Su perfil profesional encajaba perfectamente con el modelo de oficial militar ilustrado diseñado por los gobernantes españoles desde el reinado de Felipe V, como el secretario de Marina e Indias José Patiño, creador de la Academia de Guardias Marinas (). Se trataba de una nueva clase de oficialidad formada científica, técnica y humanísticamente en las academias militares para desempeñar, no sólo las funciones militares propias de la profesión, sino también tareas en la alta administración del Estado ( y ; ). Sobre esta oficialidad ilustrada recayó la responsabilidad de aplicar las reformas borbónicas en América y Filipinas. A estos oficiales, además del ejercicio de las funciones militares, propias de los cargos y destinos que ocuparon, se les encomendó la ejecución de la reorganización de las haciendas americanas, del comercio y el fomento de las producciones mineras, agrarias y manufactureras autóctonas, y el reforzamiento de las instalaciones defensivas (). Basco no solo ejecutó las reformas que se le encargaron con la lealtad y dedicación que se esperaba de un fiel servidor del rey, una actitud de la que él mismo hizo gala con mucha frecuencia en sus cartas a Gálvez, sino que dejó testimonio por escrito de que compartía el pensamiento reformista ilustrado. En 1779 redactó los memoriales: Plan General Económico y Recuerdo Amigable , donde incluyó propuestas para fomentar el desarrollo económico de Filipinas de un marcado carácter fisiocrático y mercantilista, reiterando al mismo tiempo muchas de las que ya habían hecho antes que él otros conocedores de la realidad filipina, como el fiscal de la Audiencia de Manila, Leandro de Viana, o el gobernador Simón de Anda. Su propuesta más original era el fomento de la producción autóctona y de las manufacturas filipinas, como los algodones, la extracción de materias primas para la exportación y el fomento de las relaciones comerciales de las islas con los estados vecinos del continente asiático (; ; ). De este modo, Basco oficializaba ante la Secretaría de Indias la realidad de las que eran las conexiones mercantiles que las Filipinas habían mantenido tradicionalmente con sus vecinos asiáticos en los reinos de la India, dando así un empujón decisivo al proyecto iniciado por su predecesor, Simón de Anda, al proponer la apertura de una carrera comercial directa entre Cádiz y Mangalore (). De hecho, la presencia en Manila de comerciantes armenios, mogoles y malabares era una realidad evidente desde mediados del siglo XVII, cuando se empezaron a intensificar las relaciones comerciales de estos reinos con Manila, de las que el padre Pedro Murillo Velarde dejó constancia en su famosa Carta Hydrographica y Chorographica de las Islas Filipinas de 1734, que hemos mencionado anteriormente.
Ante la oposición de las autoridades metropolitanas al comercio de los extranjeros en los puertos de Indias, sancionada en varias reales cédulas, la justificación de los magistrados de Filipinas para el establecimiento de estos contactos mercantiles se basó en la necesidad de compensar las consecuencias negativas que en el comercio del Galeón causaron las reiteradas crisis políticas de la China continental durante el siglo XVII. Como consecuencia de varios bloqueos comerciales chinos, las autoridades filipinas impulsaron desde la segunda mitad del siglo XVII el tráfico mercantil con distintos reinos asiáticos vecinos, favoreciendo la creación de algunos ejes comerciales, como el que se estableció entre Madrás y Manila (; ). Como apunta Christie Flannery, estas relaciones mercantiles entre Filipinas y el continente indio apenas han quedado reflejadas en la historiografía española ().
Basco navegó a Manila en la fragata Astrea, que zarpó de Cádiz en 1777 tras un primer intento desafortunado a principios de ese mismo año. Una epidemia había obligado al capitán de la fragata a regresar a Cádiz. Se aprovechó la circunstancia para habilitar la urca Santa Inés para que navegara en conserva de la Astrea llevando quince cañones de dieciséis pulgadas, abundante balería y munición y efectos de comercio por cuenta de la Real Hacienda y los Cinco Gremios Mayores. La Astrea dio fondo en Cavite el 25 de julio de 1778, tres días después, Pedro Sarrió, gobernador interino desde el fallecimiento de Simón de Anda, entregó el mando de las islas a Basco. El nuevo gobernador no fue bien recibido por los miembros de la Audiencia, ya que consideraban que su grado de capitán de fragata era insuficiente para ostentar el cargo de capitán general de Filipinas. Pero especialmente, porque llegó decidido a implantar las reformas que Gálvez le había encomendado en sus instrucciones de gobierno y determinado a acabar con la corrupción. Esta determinación y su intransigencia dieron lugar a un duro enfrentamiento abierto con los letrados de la Audiencia, quienes fueron respaldados por la oligarquía mercantil y los miembros de la jerarquía eclesiástica y del ejército ().
Entre las reformas administrativas y fiscales que puso en marcha durante los primeros años de mandato destaca la creación de los monopolios fiscales del tabaco y los naipes; el arrendamiento de los estancos del aguardiente, el buyo y la bonga; el establecimiento de subastas sobre los oficios vendibles; la reorganización de los tributos; el establecimiento del cobro de la alcabala, excepto para los artículos de primera necesidad (arroz, maíz, sal, azúcar); y el de la aduana de Manila, para el cobro del almojarifazgo ().
Para combatir la piratería musulmana que asolaba las islas a la captura nativos para los mercados de esclavos, Basco mandó construir varias escuadras de galeras y vintas en las que embarcaron muchos de los soldados del Regimiento del Rey (). Denominó a esta peculiar flota «Armadilla», y entregó su mando a un oficial del ejército. En su mejor momento dicha armadilla llegó a contar con 95 velas, que Basco dividió en escuadras más pequeñas adscritas a las zonas más castigadas por la piratería musulmana, como Cebú, Iloilo, Zamboanga, el sureste de Mindanao, el Puerto Manjarin, y las islas Calamianes. Mandadas por marinos, estas escuadras trasladaron a sus respectivas áreas la estrategia que practicaba la armada de patrullar regularmente las zonas de conflicto, persiguiendo a los piratas hasta sus propias bases. Los ataques a las poblaciones cristianas remitieron considerablemente con esta táctica durante su gobierno y se pudo restablecer el comercio interior entre las islas.
Basco impulsó decididamente el proceso de militarización del sistema del Galeón, lo que suponía que los barcos de la carrera transpacífica recuperarían su función militar, arrinconada de manera intencionada por los mercaderes para favorecer su función comercial. Hay que tener en cuenta, que las embarcaciones que hacían la Carrera de Filipinas eran propiedad del rey y asumían la doble función de ser barcos mercantes y de guerra a un tiempo. Cuando había que defender el archipiélago esta última era prioritaria. Sin embargo, desde el principio de la Carrera los habitantes de Filipinas priorizaron la función mercantil a la defensiva, consolidándose esta prerrogativa por las presiones y amenazas de la oligarquía a la Corona de que abandonarían las islas. Basco fue el primero en entregar el mando del navío a un oficial de la armada en vez de a uno de los marinos que estaban al servicio del consulado, a la vez que impuso el cambio de derrotero por el norte de la isla de Luzón. Igualmente, reguló la dotación del navío según su porte, como prescribían las ordenanzas promulgadas por Pedro Manuel de Arandía, suprimiendo los empleos superfluos o ficticios, concediendo el fuero militar y el privilegio de exención del pago de la media annata a los oficiales, tripulantes y tropa embarcada, quienes quedaron adscritos al servicio de la nao. Con estas medidas consiguió terminar con el desorden y la falta de disciplina de las dotaciones que en su día había denunciado el comandante de Cavite, el capitán de fragata José Bermúdez ().
Basco también organizó una expedición para conquistar las islas Batanes, un pequeño e inhóspito archipiélago situado en el Mar de China, al norte de la isla de Luzón. Las órdenes de Gálvez de promover las expediciones hidrográficas seguían la línea de la política de Carlos III de fomentar el descubrimiento y la ocupación de nuevos espacios para consolidar la posición e influencia española. En este caso, además, fue una decisión estratégica, porque el nuevo derrotero del Galeón pasaba por el norte de Luzón, convirtiendo el canal existente entre las islas Batanes y Luzón en un espacio de vital importancia para su navegación. Las mencionadas islas formarían un mural defensivo para la navegación del Galeón cuando este cruzase el espacio entre las Batanes y Luzón. Al respecto, había que evitar que Inglaterra, que desarrollaba su propio proyecto de expansión en Asia, ocupase unas islas cercanas al archipiélago y al nuevo derrotero de los galeones (; ; ).
2. TAMBORES DE GUERRA, 1778
Las reformas descritas siguieron su curso, pero Basco tuvo que posponer otras iniciativas cuando en septiembre recibió la carta del gobernador de Pondichery, Mr. Bellcombe, anunciándole que Francia había declarado la guerra a Inglaterra y que la plaza se hallaba sitiada por barcos de la escuadra británica de Madrás. En la misiva le advertía también que Inglaterra iba a enviar refuerzos navales al mando del vicealmirante Edward Hughes y que entre sus objetivos estaba conquistar Manila. Basco había recibido a su vez noticias sobre el nuevo conflicto entre Francia e Inglaterra desde Madrás. Con el antecedente en mente de la toma de Manila en 1762, Basco se tomó en serio la amenaza y convocó una junta de guerra invitando a las principales autoridades civiles y militares a participar en ella. Los asistentes descartaron la propuesta de Basco de retener la Astrea y la Santa Inés, que debían hacerse a la vela de regreso hacia Cádiz en diciembre, para reforzar la defensa naval, por el elevado coste de su mantenimiento para las Cajas Reales, aunque sí apoyaron su deseo de acelerar la fortificación de Manila.
La situación a la que se enfrentaba Basco estaba condicionada por tres factores. La existencia del Pacto de Familia obligaba a España a apoyar a Francia en la guerra, así que era más que previsible que Carlos III no tardase mucho en declarar la guerra a Inglaterra. El temido ataque anfibio inglés no podría llevarse a cabo antes de junio de 1779, cuando los monzones trajesen la lluvia y el viento del suroeste les permitiese aproximarse al archipiélago, por tanto, los preparativos defensivos debían realizarse previamente, durante la estación seca. La correspondencia solicitando instrucciones y ayuda a la corte podría demorarse hasta nueve meses. Teniendo en cuenta estos tres factores, para acelerar las obras en Manila y Cavite, Basco pidió al ingeniero militar, Miguel Sanz, que alzase los planos de la reconstrucción de Manila realizada durante el gobierno de Simón de Anda y de las fortificaciones necesarias (; ). Mientras tanto, elaboró un completo y sistemático proyecto defensivo. Las obras de reconstrucción no podrían iniciarse hasta enero de 1779, cuando terminase de recolectarse la abundante cosecha de arroz que se esperaba para ese año y se pudiese disponer de mano de obra. Una de las primeras medidas de Basco fue allanar una gran extensión de los campos que rodeaban Manila para sembrar de arroz. El movimiento de tierras provocó una inundación que, en palabras de Basco, resultó «utilísima para el cultivo».
En octubre Basco escribía a Gálvez informando de las noticias recibidas desde Pondichery y Madrás y del plan defensivo que había diseñado; le avisaba asimismo de la escasez de las Cajas de Manila para financiar cualquier proyecto defensivo de envergadura. Esta carta, junto con el resto de la correspondencia de oficio, el proyecto defensivo elaborado por Basco y los planos alzados por el ingeniero Sanz viajaron a España repartidos entre la Astrea y la Santa Inés, que zarparon de Manila en diciembre de 1778. La Astrea ancló en el puerto gaditano en septiembre de 1779, mientras que la Santa Inés fue separada de la fragata por un temporal durante el reconocimiento de la isla de Annobon, recientemente entregada a España por Portugal junto con isla Fernando Poo (). Gálvez había dado instrucciones a Basco para que organizase este reconocimiento por parte de los oficiales de las embarcaciones durante el viaje de regreso a Cádiz. Sin embargo, la Santa Inés fue apresada frente a las Azores por corsarios ingleses, y si su capitán no tuvo tiempo de tirar al mar los pliegos conteniendo la correspondencia, como establecía la ordenanza, es probable que las cartas que transportaba acabasen en manos del gobierno británico. En tiempos de guerra era habitual enviar la correspondencia por duplicado, incluso por triplicado, por distintos medios. En esta ocasión, Basco también envió despachos en la fragata de la armada, Juno, que zarpó de Manila en diciembre de 1778 hacia Cádiz, y en la San Pedro, que navegó hacia San Blas como Galeón ese mismo año.
En enero de 1779 fue Gálvez quien informó a Basco de la «agitación del Parlamento inglés» y de que Carlos III «tenía fundados recelos de que los ingleses iban a intentar resarcirse de las pérdidas en América, iniciando hostilidades sin previa declaración de guerra, como la experiencia ha enseñado en repetidas veces». Pedía a Basco tomase cuantas prevenciones estimase para prevenir un ataque a Manila, pero sin causar gastos extraordinarios por el momento. Igualmente, le comunicaba que estaban sopesando la posibilidad de enviar algunos buques de la armada desde Cádiz para reforzar la defensa naval del archipiélago.
3. LA GUERRA, «EL REY ENCARGA A V.E. LA CONSERVACIÓN DE ESAS PRESIONES ISLAS»
En mayo de 1779 llegó a la corte la noticia de que el gobierno británico había aprovechado el año que ambas naciones llevaban negociando la neutralidad española para preparar una ofensiva a gran escala contra los intereses españoles que consideraban más vulnerables. La noticia que más sorprendió fue la expedición organizada para introducirse en Nicaragua, remontando el río San Juan, tratando de establecer una conexión entre el Pacífico y el Caribe con el apoyo de la escuadra destacada en Jamaica (). Por las mismas fechas también llegó a la corte el informe de Basco avisando de la supuesta expedición británica contra Manila. Cuando Carlos III se enteró de la planificación del gobierno británico de estas dos expediciones rompió las negociaciones y declaró la guerra al Reino Unido el 22 de junio de 1779. Una guerra para la que España también se había estado preparando, junto con Francia, durante el año que duraron las mencionadas negociaciones (). Carlos III ordenó la mayor movilización naval llevada a cabo durante el siglo con la idea de empezar una guerra ofensiva a escala imperial. Gálvez comunicó a Basco la declaración de guerra, que se oficializó en junio, pidiéndole que utilizase todos los recursos disponibles y su talento militar para defender las islas Filipinas, recomendándole además adoptar una serie de medidas ante la amenaza de la escuadra inglesa que Inglaterra preveía enviar a la India.
Basco ya había puesto en marcha la mayoría de las recomendaciones que se le hacían, como armar el mayor número de embarcaciones disponibles, construir baterías, reforzar las murallas, entrenar a la tropa, buscar el apoyo de los franceses o mantener buenas relaciones con los sultanatos vecinos para evitar que se aliaran con los ingleses. Gálvez también le transmitía que «el Rey encarga a V.S. muy particularmente la conservación de esas preciosas Islas, confiado que en cualquier acontecimiento hará los últimos esfuerzos para mantener el esplendor y reputación de sus armas». Basco decidió publicar en Manila parte de la carta con las instrucciones de Gálvez para la defensa bajo la forma de un bando, con fecha de 15 de marzo de 1779, para motivar a la población a colaborar en la defensa y evitar la pasividad mostrada durante el asedio y la toma de 1762. Igualmente, envió el texto en forma de carta circular a todos los jefes militares y políticos de las islas ().
A principios de 1779 ancló en Cavite la fragata de la armada Juno, que había navegado desde Cádiz a cargo del capitán de fragata Benito de Lira. Gálvez le había pedido a este que antes de regresar a Cádiz entregase al gobernador los 40.000 pesos que llevaba consignados por el presidente de la Casa de la Contratación en concepto de «emergencias durante la navegación». Todos los comandantes de las fragatas de la armada que hicieron la travesía Cádiz-Manila llevaron estas consignaciones para hacer frente a los gastos que surgiesen durante la navegación, entre los que se incluían los pagos de los suministros de aguadas, víveres, medicinas y leña, que las fragatas hacían en su escala en Bahía de Tabla. Habitualmente, y de acuerdo con los gobernadores y oficiales reales, ese importe se invertía además en géneros de fácil venta en los mercados metropolitanos por cuenta de la Real Hacienda pero, en esta ocasión, Gálvez decidió que la Hacienda metropolitana contribuyese a la financiación de la defensa de las islas. Aunque fue la Hacienda del virreinato mexicano la que sufragó prácticamente todos los gastos de defensa.
Para poder disponer de unas fuerzas navales respetables, Basco ordenó al comandante del arsenal de Cavite que aprestara y armara cuantas embarcaciones del rey y de particulares encontrara en Cavite. La maestranza y la marinería debían contribuir a los trabajos del apresto de las embarcaciones. Asimismo, convino con el comandante de la Juno que mantuviese la fragata armada y pronta para el combate. Este armamento fue posible gracias a los numerosos pertrechos que llevaron a Manila los capitanes de los navíos que se enviaron desde San Blas con la noticia de hallarse en guerra y con refuerzos para la defensa.
Con el inicio de la guerra, el gobierno de España puso en marcha varias campañas navales en el Mediterráneo, el Atlántico y el Caribe, como el bloqueo de Gibraltar o la proyectada invasión de Inglaterra por una flota conjunta franco-española (). La gran movilización de navíos y fragatas para formar las escuadras obligó al secretario de Marina, González de Castejón, a reconsiderar el previsto envío de buques a Manila, aunque a Basco no se le comunicó. En cambio, se ordenó al virrey de Nueva España, Martín de Mayorga, despachar lo antes posible las fragatas de San Blas hacia Manila, llevando la notificación del estado de guerra, dinero para financiar la defensa de la plaza, pólvora y hombres para aumentar la dotación existente (). El paquebote San Carlos, al mando del teniente de navío Juan Manuel de Ayala, partió el 10 de octubre de 1779 de San Blas llevando la noticia de la declaración de guerra a Inglaterra y 150.000 pesos en concepto de situado. Le siguió la fragata Princesa, al mando del teniente de navío Diego Choquet, que zarpó el 18 de diciembre, también con 150.000 pesos de situado. En enero de 1780 lo hacía un pequeño convoy formado por dos fragatas más, que el virrey puso al mando del comandante del departamento de San Blas, el capitán de fragata Bruno de Heceta. Conducían 600 hombres de tropa, 200 quintales de pólvora y 600.000 pesos. Llevaban además, camuflado entre la correspondencia del virrey para Basco, un pliego reservado que Gálvez le había escrito a este último el 15 de agosto de 1779, donde decía que todavía le «dejaba esperanzado de verse socorrido con buques de guerra, tal vez antes que los ingleses avisten estas Islas».
Advertidos de que Inglaterra había desplegado escuadras en todos los océanos, los comandantes de las fragatas cruzaron el Pacífico por derroteros por los que nadie había navegado antes; su objetivo era evitar encontrarse enemigos en aquellos que habitualmente solían usarse. Para cubrir las 900 leguas de navegación en el menor tiempo posible, navegaron «forzando la vela de día y de noche con tiempos crudos o aturbonados». Diego Choquet, con la Princesa, consiguió cubrir la enorme distancia en 88 días y las dos fragatas que navegaron en convoy al mando de Bruno de Heceta en 100 días, menos de la mitad del tiempo empleado por los galeones en la ruta transpacífica.
En su respuesta a la carta de Gálvez de mayo de 1779, la cual le avisaba de la declaración de guerra, Basco tranquilizó al ministro, exponiéndole detalladamente todas las medidas que había ido tomando desde septiembre de 1778, cuando tuvo las primeras noticias de un posible desembarco británico en Manila. Le informaba de que había levantado un regimiento de milicias provinciales formado por diez compañías, una de granaderos, una de cazadores y ocho de fusileros, (unos 1.000 hombres), que fueron presentadas ante la asamblea en mayo de 1779 debidamente uniformados. Para compensar y motivar a los milicianos recientemente reclutados, decidió liberarlos del pago de tributos y que se les aplicase el fuero militar y los sueldos y raciones que correspondientes mientras durara el estado de alarma. Se habían reparado igualmente todos los baluartes, baluartillos, revellines, el fuerte de Santiago, el camino cubierto, la estacada, el contrafoso, el almacén de pólvora y las baterías de ambas plazas. Se había aprovisionado a los almacenes con multitud de útiles necesarios para las obras y se recolectaron maderas y demás materiales oportunos. En Cavite se habían construido dos baterías nuevas. Basco entregó el mando del arsenal a Bruno de Heceta, quien junto al teniente de navío José de Emparán levantaron el plano de Cavite, sondaron el puerto y la Laguna de Bay para calcular la disposición de las embarcaciones y las cadenas que debían cerrar la entrada de enemigos al puerto. La guarnición asignada para la defensa del arsenal se formó con tres compañías veteranas del Regimiento del Rey, una de milicias, tres de infantería y tres de caballería miliciana, además de 50 artilleros apoyados por la marinería. Con este dispositivo y los navíos, Basco creía poder rechazar el ataque enemigo.
La defensa de Manila se había reforzado con 146 cañones montados y la guarnición de la mayor parte del Regimiento del Rey, las milicias, tres piquetes veteranos de infantería llegados de México, cuatro compañías urbanas, cuatro de colegiales y el regimiento de mestizos. Basco dispuso estas fuerzas cubriendo todos los barrios y flancos de la ciudad. Con seis compañías más formó un campo volante con su tren de artillería para cubrir la parte norte de río Pasig. Los dragones, la caballería ligera y 500 flecheros de Batán, formando otro campo volante, cubrirían la parte meridional del río, que estaría defendido por embarcaciones que patrullarían por todos sus canales, mientras que dos galeotas y seis vintas de la Armadilla de corso estarían disponibles para ir a donde se las necesitase. Nuestro hombre afirmaba estar preparado para un sitio prolongado, aunque le faltaba pólvora, y ello, a pesar de tener los tres molinos existentes fabricándola sin parar. Había ordenado guardar en cajones todas las alhajas y objetos de valor, tanto del rey como de particulares y conventos, y tenía preparadas las embarcaciones para transportar dichos cajones a un lugar seguro. Incluso había dispuesto el traslado de las monjas al interior de Luzón para su protección. El tesorero real, José Larzábal, sería el encargado del llevarse los cajones que, según el plan elaborado por Basco, en un máximo de dos horas podrían estar a salvo, transportados por el río con la debida escolta al lugar que se determinase.
Para la defensa naval de Cavite, Basco confiaba seriamente en que llegasen a tiempo las embarcaciones armadas en Cádiz, para de este modo formar dos divisiones fondeadas a cada lado de la entrada del puerto, una al abrigo de la isla del Corregidor y otra en la ensenada del monte Caucaben. El plan era que los barcos enemigos picasen en los cables sumergidos que se habían colocado y que quedasen atrapados en la Laguna, de tal forma que, cuando intentasen salir, varasen en los bajos y playas adyacentes, donde serían cañoneados desde las baterías y los navíos. Los barcos que se aproximasen a las playas serían recibidos a su vez con fuego artillero y por las fuerzas terrestres. También había decidido situar embarcaciones en fondeaderos estratégicos para hacerse a la vela y llevar noticias a la corte, bien por la vía de Cantón o de San Blas. Gracias a lo dispuesto, Basco se mostró convencido de poder hacer frente al ataque o a un sitio. La estrategia que había diseñado consideraba que era «el más oportuno medio para desconcertarles todas las ideas que traerán formadas de ataque». Y así lo percibió Gálvez después de leer la carta de Basco, transmitiendo luego su confianza sobre la buena disposición defensiva de las Islas Filipinas al secretario de Estado, conde de Floridablanca, con estas palabras: «me persuado a que los ingleses no conseguirán la conquista de Manila» gracias a los abundantes recursos enviados desde México y a los preparativos llevados a cabo desde octubre de 1778 por Basco.
4. LA ESTRATEGIA DE BASCO: «EL MÁS OPORTUNO MEDIO PARA DESCONCERTARLES TODAS LAS IDEAS QUE TRAERÁN FORMADAS DE ATAQUE»
Junto a las medidas descritas, Basco también se preparó para un largo asedio. Había ordenado hacer un recuento y aprovisionamiento de todo tipo de víveres, animales y arroz. Se acopiaron así raciones de vaca y cerdo en salmuera para alimentar a 5.000 hombres durante seis meses con destino a ambas plazas, previendo que, si no se utilizasen durante el asedio, pudiesen destinarse a la provisión ordinaria de las embarcaciones y al avituallamiento de la fragata Juno, que debía emprender viaje de regreso a Cádiz a final de año. Basco también había ordenado que se hiciese una relación de los caballos existentes y que todos los albañiles, carpinteros y herreros formasen cuadrillas a la orden del ingeniero Sanz para lo que pudiera necesitarse si se producía el ataque. Previno asimismo al cirujano mayor que preparase el hospital con sus facultativos y practicantes para la atención de las tropas en caso de producirse heridos.
La escasez de pólvora fue uno los quebraderos de cabeza de Basco, a pesar de que los virreyes mexicanos le enviaron cantidades generosas en las fragatas de San Blas y de tener tres molinos produciéndola a pleno rendimiento en la fábrica de Calamba durante la estación seca, ya que en la época de lluvias la producción se detenía porque la humedad la estropeaba. Cuando a principios de 1780 tuvo noticias de que el comercio de Manila enviaba una de sus fragatas mercantes a Java, comunicó a sus responsable la necesidad de pólvora y acordó que el navío fuese al mando del teniente Simón de Anda, a quien entregó 30.000 pesos para comprar 3.000 quintales de pólvora y munición.
En junio de 1779, al comenzar a soplar los monzones del suroeste, Basco decidió realizar varios ensayos de desembarco en Manila y Cavite que fueron presenciados por comerciantes armenios antes de ser expulsados de Manila, al considerárseles sospechosos de colaborar con los ingleses. Esto, no era una mera sospecha, sino una realidad (); de hecho, los armenios despertaban recelos entre los comerciantes de Manila y su expulsión se había planteado en más de una ocasión (), a fin de cuentas, contribuyeron a la guerra preventiva propagando en Cantón y Madrás el estado defensivo de las islas. A lo largo de 1779, mientras se esperaba en estado de alerta el ataque inglés, se completó el dispositivo defensivo y se avanzó en la reconstrucción material de Manila y de Cavite. Basco informó detalladamente a Gálvez de todo lo dispuesto y realizado hasta diciembre de ese año en una carta que entregó al comandante de la Juno, antes de zarpar de Cavite.
El 2 de enero de 1780 con los monzones del noreste zarpó la Juno rumbo a Cádiz, hizo luego escala en la bahía de Tabla, en marzo, para aprovisionarse y hacerse con noticias de la guerra y de lo sucedido con las posibles escuadras inglesas. Obtener información era uno de los principales cometidos que los marinos llevaban en sus instrucciones (). Atravesar el Índico y el Atlántico, unas aguas por las que habitualmente navegaban los convoyes mercantes de la EIC y la VOC y que, desde el inicio de la guerra patrullaban además los buques de guerra británicos, hizo que el comandante de la Juno, Benito de Lira, tomase medidas excepcionales. Decidió hacer toda la navegación en zafarrancho de combate general, ordenó a los artilleros llevar la artillería despalmada y hacer ejercicios de cañón diariamente a fin de tener bien entrenada a la tripulación para la defensa del pabellón ante cualquier intento de ataque. También ordenó llevar la fragata perfectamente arreglada, perfeccionando los callejones de combate, para que los carpinteros y calafates pudiesen manejarse en ellos, y colocar a mano las municiones y demás útiles utilizados en los combates en las Santa Bárbaras.
Bahía de Tabla era una parada obligada en la ruta de Europa hacia Oriente y un punto de encuentro para navegantes de todas las nacionalidades, un lugar donde intercambiaban todo tipo de noticias. Sus autoridades informaron a Lira de que en el paralelo de la isla de Santa Elena patrullaba una escuadra británica de cuatro navíos esperando a los mercantes de la EIC en su ruta de Oriente hacia Gran Bretaña para escoltarlos. Lira decidió tomar una derrota alternativa, desviándose por el este de la isla de Santa Elena para evitar el encuentro con la escuadra inglesa. Se le informó asimismo en Tabla de la presencia de otra escuadra inglesa formada por unos veinte buques en aguas del cabo San Vicente, del apresamiento de la Santa Inés y de varios buques de guerra españoles por dicha escuadra en enero. Sin duda, las noticias se referían a la derrota de la escuadra española mandada por el almirante Juan de Lángara frente al cabo de San Vicente el 16 de enero de 1780 (). A pesar de cruzar por aguas infectadas de buques de guerra británicos, Lira prosiguió su navegación y cuando el enemigo le sorprendió y persiguió, consiguió zafarse de él, entrando felizmente en Cádiz en julio.
5. LA MARINA BRITÁNICA EN EL ÍNDICO
En la etapa de entreguerras (1763-1776), Gran Bretaña había empezado a expandir su dominio territorial en la India gracias a la colaboración entre las tropas del ejército desplazadas a la zona y las levantadas allí por la EIC para enfrentarse y derrotar al imperio Maratha, el más grande y poderoso de la India desde la desintegración del Imperio Mogol, lo cual permitió a la mencionada EIC consolidar su poder territorial tras la primera guerra anglo-maratha (1775-1782) (). Simultáneamente, la EIC emprendería su expansión marítima, abriendo nuevas rutas que ampliasen sus redes comerciales, tanto hacia el oeste, por el Mar Rojo, hacia el Golfo Pérsico y Egipto, como al este, hacia Filipinas, Indonesia y China (; ). La marina británica contaba en la India con dos bases de apoyo. Por un lado, Bombay, donde la EIC mantenía una pequeña escuadra naval, dedicada a combatir a la abundante piratería que actuaba en el Golfo Pérsico y la costa Malabar, y disponía de un astillero, donde los buques de la marina británica destinados en Madrás recibían mantenimiento, y por otro, Madrás, que actuaba como segunda sede la EIC y también tenía su propia flota, formada por mercantes armados. Tanto la marina de Bombay como la de Madrás apoyaban a las escuadras de guerra británicas en sus expediciones navales. Ocasionalmente, estas utilizaban el puerto neutral de Tricomalee, en la colonia holandesa de Ceylán, para reparar los navíos y aprovisionarse, como también hacía los buques franceses.
A partir de 1770, Francia incrementó el envío de buques a Mauricio (L’Île de France), su base naval en el Índico, para, primero, reforzar la defensa de las cinco factorías que conservaba en India: Pondicherry, Chandernagore, Yanaon, Karaikal, en la costa oriental, y Mahé, en la occidental, y segundo, defender de los ataques británicos a su comercio asiático, en manos de mercaderes y corsarios tras la desaparición de la Compañía Francesa de las Indias Orientales, en 1769, como resultado de la Guerra de los Siete Años. Su intención era expulsar a los ingleses de India para resarcirse de las pérdidas sufridas tras esa guerra, pero también obligar a Inglaterra a mantener fuerzas navales desplegadas en Asia, debilitando de este modo su capacidad defensiva en el Canal de la Mancha (; ). A cambio de los suministros militares y navales recibidos, establecieron alianzas militares con los poderes locales del sur de la India, especialmente con Hayder Ali, el gobernante del reino de Mysore, el único estado del sur de India que disponía de una respetable marina y de un ejército capaz de enfrentarse a los británicos, de obligarles a diversificar sus fuerzas terrestres y navales, y a reforzar sus tropas y las mencionadas fuerzas navales (). En 1778, el reconocimiento por Francia de la independencia de los Estados Unidos de América y la consiguiente declaración de guerra de Inglaterra a Francia, aceleró la movilización naval de ambos países en el Índico. La escuadra inglesa de Madrás, al mando del capitán de navío Sir Edward Vernon, tomó la iniciativa en 1778, atacando a la marina francesa que defendía Pondichery, sitiando y tomando la ciudad en octubre de 1778. En marzo de 1779 conquistaron Mahé en la costa malabar, que estaba bajo la protección del aliado de los franceses, Hayder Alí, quien inició la Segunda Guerra Carnática contra Inglaterra (1780-1784) (; ; ).
A este contexto bélico, con múltiples frentes abiertos en distintos escenarios en torno a India, se incorporó en enero de 1780 el almirante Sir Edward Hugues con una potente escuadra. Esta era la misma que, según la información que el gobernador de Pondichery había remitido a Basco, iba a ser enviada al Índico con órdenes de atacar Manila. Hughes había zarpado de Inglaterra en marzo de 1779 con ocho navíos, una fragata, una corbeta y dos bombardas. Entre estos navíos y los de la EIC, que navegaban en su conserva, se distribuyeron 1.600 hombres y una compañía de artilleros. Además, cada navío de la EIC fue obligado a hacerse cargo de un buque chato grande, lo que evidenciaba que Hughes tenía orden de efectuar un desembarco en su derrota hacia India, que se suponía sería en Gorea, un enclave esclavista en la bahía de Dakar, frente a la costa de Senegal, recientemente ocupado por Francia, como así fue (; ; ). El embajador español en Londres, que había recibido estas noticias de sus espías en los arsenales ingleses y de sus contactos en la corte, las transmitió al secretario de Estado, el conde de Floridablanca, junto a su particular impresión de no ver preocupados a los miembros del Gabinete británico por la situación del sudeste asiático, ya que eran plenamente conscientes de la superioridad de sus fuerzas frente a Francia. El embajador no mencionaba a Filipinas en su correspondencia, porque España todavía no había entrado en la guerra y de momento no era un objetivo de los ingleses, además, de porque entendía que la prioridad del gobierno británico era conservar sus posiciones en India y expulsar a los franceses.
En las instrucciones recibidas por Hughes, firmadas por Jorge III, constaba explícitamente que debía atacar, apresar o destruir cualquier posesión francesa en India, incluidos sus barcos, así como dar apoyo naval a las tropas allí destinadas y a la IEC. No se le autorizaba a enfrentarse ni atacar las posesiones de cualquier otro país europeo. Conforme a las órdenes recibidas, Hughes dispuso que sus navíos patrullasen constantemente las costas del Golfo de Bengala, Malabar y Coromandel para proteger a la navegación mercantil de los navíos franceses, evitar apresamientos de barcos con suministros y bloqueos a los puertos por los que llegaba ayuda a las tropas británicas y perseguir embarcaciones francesas. La situación se complicó con la entrada de Holanda en la guerra en 1780, puesto que las colonias holandesas pasaron de ser neutrales a aliadas de Francia. Ante esto, la principal preocupación y ocupación de la escuadra de Hughes fue pasar a atacarlas y bloquearlas, así como cortar el apoyo que prestaba la marina de Mysore a las escuadras francesas. Tomando la iniciativa, Hughes zarpó de Madrás hacia el sur, haciéndose en noviembre de 1781 con la factoría holandesa de Nagapatam, al sur de Pondichery, donde capturó catorce mercantes que dedicó al transporte de víveres y armamento para el ejército desplegado a lo largo de la costa. A continuación, se dirigió hacia la base naval de la marina de Haider Ali, en Mysore, la cual destruyó, conquistando Trincomalee en enero de 1782 (; ; ).
La situación cambió con la llegada del vicealmirante francés Pierre-André de Suffren y su escuadra a aguas indias, en enero de 1782. Ambos almirantes centraron su estrategia en la destrucción del adversario. En febrero de ese año tuvo lugar la primera dura batalla naval entre ambos frente al puerto de Sadras, a la que siguieron cuatro violentos enfrentamientos más, sin que ninguno de los dos consiguiese una victoria rotunda. Tras la quinta y última batalla, en junio de 1783, Hughes emprendió el bloqueo de Cudalore, perseguido por Suffren. Antes de que el almirante francés pudiera alcanzarlo, Hughes tuvo que levantar el bloqueo, porque el escorbuto hizo estragos entre su tripulación. Obligado a regresar a Madrás, ambas escuadras se cruzaron en la navegación, pero Suffren decidió no atacar. En Madrás, Hughes recibió la noticia de la firma de los preliminares de paz unos meses antes, por lo que envió una fragata a Suffren para informarlo de ello (; ).
En verano de 1780, cuando estaba terminando la temporada del monzón, Basco, tuvo claro que los ingleses habían desistido de atacar Manila. Desde el inicio de la guerra habían pasado dos monzones, que era la única época del año en la que el régimen de vientos permitía aproximarse a las islas, sin que la escuadra británica apareciese frente a Manila. Era lógico, porque su objetivo era expulsar a los franceses de la India y Hughes tuvo que emplearse a fondo en ello para poder cumplir su misión. Sin embargo, Basco lo interpretó de otra manera, e informó exultante a Gálvez de que la renuncia a atacar Manila por parte de Hughes se debió al efecto disuasorio de su plan defensivo.
6. FILIPINAS DURANTE LA GUERRA, 1779-1783
Aunque pasado el estado de alerta inicial, el archipiélago recobró su ritmo, la guerra no había terminado y la navegación seguía siendo peligrosa. Coincidiendo con la promulgación de los Decretos de Libre Comercio de 1778, el rey había concedido a los mercaderes filipinos libertad para fletar navíos y comerciar con los puertos asiáticos y americanos, libres del pago de la contribución y los derechos de salida durante el tiempo que durase el conflicto. Esta medida tuvo su trascendencia, porque por primera vez en tiempos de guerra no se cerraron las fronteras del archipiélago, se estimulaba el comercio y la búsqueda de nuevos mercados. La medida también afectó al comercio del Galeón que, por primera vez este no se interrumpió pese a estar en vigor el mencionado estado de guerra. Basco decidió que las embarcaciones navegasen armadas, mandadas y tripuladas por oficiales de la armada, no sólo para que pudieran defenderse en caso de ataque durante su navegación, sino también para cumplir la orden de Gálvez de 1777. Por primera vez se venció la resistencia de la oligarquía a entregar el mando del Galeón a un marino en vez de dárselo a un «general de la Nao» elegido por los comerciantes que no era marino ().
La entrega del mando a oficiales de la armada era uno de los puntos clave en el proceso de militarización del sistema de gestión de la Carrera del Galeón. Se trataba de regular las dotaciones de los barcos conforme a su porte, que los sueldos de dotaciones y tripulaciones se equiparasen a los que se cobraban en el resto del imperio y que los barcos se aprestasen y armasen de acuerdo a lo estipulado en las Ordenanzas para la Marina de Filipinas promulgadas en 1759 por el gobernador Arandía. El objetivo de esta decisiva reforma era terminar con la corrupción introducida desde tiempo inmemorial en el sistema del Galeón, la cual era además perjudicial para la Real Hacienda. Junto a ello, se trataba de conseguir que los navíos navegasen hacia el Pacífico por el norte de la isla de Luzón, evitando el estrecho de San Bernardino, y que las embarcaciones recalasen en las misiones de Monterrey y San Francisco para abastecerlas antes de terminar su navegación en San Blas. Esta singladura estaba condicionada por el régimen de los monzones y por los vientos reinantes en la costa de California, que obligaban a que los navíos zarpasen de Cavite como muy tarde a mediados del mes de mayo, para así poder alcanzar California antes de las nieblas de octubre y noviembre. Un buen ejemplo de cuánto condicionaban las dificultades meteorológicas esta navegación, es que la fragata San José no pudo recalar en Monterrey por las espesas nieblas y vientos contrarios que encontró cuando lo intentó en octubre de 1779.
Los primeros marinos a los que Basco entregó el mando de los galeones fueron precisamente los capitanes de las fragatas que habían cruzado el Pacífico entre 1779 y 1780 con los primeros refuerzos para la defensa de las islas. En ese momento eran los mejores conocedores de las rutas transpacíficas y de las de la Alta California, ya que habían protagonizado las expediciones hidrográficas de la costa oeste norteamericana. Su demostrada solvencia profesional y valentía eran indiscutibles. El virrey quiso recompensar el riesgo que corrían estos marinos en sus navegaciones, concediéndoles a cada uno de ellos generalas adicionales en el comercio del Galeón por valor de 35.000 pesos.
Consciente del esfuerzo realizado por los habitantes de las islas en los preparativos para la defensa, Basco había otorgado numerosas honras y dado muestras de reconocimiento a muchos naturales que se habían distinguido durante el estado de alerta. No obstante, pidió a Gálvez alguna recompensa oficial por parte de las autoridades metropolitanas, en especial, para los militares. Asimismo, envió un listado con todos los donativos recibidos, de los que solo mencionaremos unos ejemplos. Doña Isabel de Cariaga, asentista del ramo del vino, había vestido a su costa al Batallón de la Laguna; la condesa de Elizárraga mantuvo con víveres de sus haciendas la plaza de Cavite durante el estado de alarma, comprometiéndose a seguir haciéndolo mientras durase el asedio. Basco terminaba el listado mencionando que también «los pobres indios de los pueblos de Biñan y Tuzumán [que] habían donado cantidades de arroz para contribuir al apresto de víveres». Este listado es la mejor prueba del esfuerzo realizado por toda la colonia, la cual contribuyó a los gastos de guerra con lo que pudo. Los donativos solicitados en su día incluían dinero, mantas, vestuario, el levantamiento de varias compañías, ganado, arroz. Por su parte, los comerciantes locales se ofrecieron entregar parte del valor del Galeón de ese año, unos 30.000 pesos.
No fue hasta final de 1780 cuando Gálvez confirmó a Basco que no se enviarían a Filipinas los navíos de la armada que al principio de la guerra se había previsto mandar desde Cádiz. Basco, estaba preocupado al no haber tenido más noticias al respecto: «v.e me saca del cuidado en qué estaba por no haber aparecido los buques que se preparaban en Cádiz como auxiliares de defensa de estas plazas, sabiendo ya que el nuevo plan de hostilidades dispuesto para este año varió la idea».
Fuente: AGI, Filipinas, 915, Manila, 12 mayo 1781, carta de Basco a Gálvez.
Hemos relatado todo el dispositivo defensivo preparado por Basco, pero cabe también preguntarse por su costo. El propio Basco presentó a Gálvez un resumen detallado de las cuentas realizadas por los oficiales reales de la Hacienda filipina, el cual comprendía los gastos realizados hasta finales de abril de 1781. Al margen de la carta que incluye, en el resumen puede leerse: «Se aprueba».
7. CONCLUSIONES
Cuando en septiembre de 1778 el gobernador Basco y Vargas fue informado por el gobernador de Pondichey de que Francia e Inglaterra estaban en guerra, de que la colonia francesa se hallaba sitiada por barcos ingleses y de que Inglaterra iba a despachar una escuadra a la India con el objetivo de tomar Manila, el gobernador empezó a organizar la defensa del archipiélago sin pérdida de tiempo. Inmerso desde su llegada a Manila en un completo plan de reformas, pospuso la puesta en marcha de los cambios que todavía no había tenido tiempo de iniciar, para reforzar el sistema defensivo existente, ampliándolo hasta donde fuese necesario.
Diseñó para ello un cumplido programa de defensa para Cavite y Manila con vistas a un largo asedio, sin dejar nada al azar. Supo involucrar a toda la población para que colaborara con lo que pudiese en la empresa. Toda la ayuda necesaria: marinos expertos, fragatas, dinero, tropa, pertrechos, pólvora, le llegaría desde el virreinato mexicano, ya que Carlos III había decidido desplegar su poder naval en las expediciones del Atlántico, el Caribe y el Mediterráneo tras declarar la guerra a Inglaterra, en junio de 1779, cuando a la corte ya había llegado la información de Basco sobre el estado defensivo en que había conseguido poner a las islas. En junio de 1779, Manila estaba preparada para defenderse de un intento de desembarco o de un largo asedio. Fue entonces, cuando las tropas, bien entrenadas, realizaron varios ensayos con fuego real, los cuales fueron presenciados por la población local. Después de ello, Basco expulsó de Manila a los comerciantes armenios por sospechosos, al intuir o saber que propagarían en Cantón el buen estado defensivo de las islas, por lo que estas noticias llegarían a oídos británicos. A su propagación contribuyó también el hecho de que, por primera vez durante una guerra, el archipiélago no se cerrase al exterior y se mantuviese la actividad comercial con los países vecinos y con México. El referente para los británicos era la expedición de 1762, cuando pudieron tomar la ciudad y el Galeón de ese año sin apenas resistencia, porque Filipinas no estaba preparada militarmente para defenderse, el gobierno del archipiélago se hallaba en manos de un obispo temeroso e indeciso, que entregó la colonia sin defenderla, y no se avisó desde la Corte ni del estado de guerra ni se puso en marcha ninguna iniciativa para defender las islas.
En 1779 la situación de Filipinas había cambiado mucho, especialmente la valoración de la corona sobre el archipiélago. Gálvez tuvo el acierto de elegir como gobernador a un marino con las cualidades necesarias para enfrentarse a la oligarquía manileña, que había controlado el poder en la colonia hasta entonces. Este, logró imponer en ella el mayor paquete de reformas del siglo, hacer que las Filipinas empezasen a ser rentables para la Real Hacienda y preparar un sistema defensivo con la ayuda del virreinato mexicano. Además, gracias a la actividad de los marinos destinados en Manila, por primera vez durante un conflicto armado no se cortó la navegación transpacífica de la Carrera del Galeón ni el comercio llevado a cabo por la Compañía de Filipinas. Los marinos al mando de los navíos cruzaron el Pacífico, exploraron derroteros alternativos para evitar encontrarse con las escuadras británicas, batieron récords del tiempo de navegación a la hora de llevar los recursos necesarios para la defensa de Filipinas y escoltaron a los mercantes en sus navegaciones. El plan defensivo preparado por Basco fue la base para el que luego pondría en marcha el gobernador Rafael María de Aguilar entre 1793 y 1797, ante la nueva amenaza inglesa que supuso el desarrollo de la Primera Guerra de la Convención contra Inglaterra, entre 1796 y 1802 ().
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Notas
[1] Archivo General de Indias (en adelante AGI), Filipinas, 496. José Basco a José de Gálvez, Manila, 8 de julio de 1780.
[2] Quiero agradecer a los evaluadores sus reflexiones y sugerencias para mejorar este artículo. Igualmente, a Dorian Leveque y John Chignoli de la British Library por su inestimable ayuda.
[5] Biblioteca Nacional de España (en adelante BNE), R/32817. Navegación especulativa, y práctica, con la explicación de algunos instrumentos, que están más en uso en los navegantes, con las reglas necesarias para su verdadero vso ... [Texto impreso]/ compuesta por... D. Ioseph Gonzalez Cabrera Bueno... (ca. 1670). http://bdh.bne.es/bnesearch/detalle/1703816.
[6] Pedro Manuel de Arandía (1755), Ordenanzas de Marina para los navíos del Rey de las islas Filipinas, que en guerra y con reales permisos hacen viajes al reino de la Nueva España u otro destino del Real Servicio, Imprenta de la Compañía de Jesús, Manila, 1757, 2 tomos, Real Biblioteca (en adelante RB), DIG/PAS/ARM4/143-144-B. AGI, Filipinas, 3, expte. 11, f. 180, 1755.
[7] Simón de Anda, Discurso sobre comercio directo..., Madrid, 7 de julio de 1768 en AGI, Filipinas, 941, N.1, ff. 76v-150v. Expediente sobre pie de gobierno que propone don Simón de Anda y Salazar, Aranjuez, 19 de mayo de 1769, en AGI, Filipinas, 390, N. 4.
[9] https://dbe.rah.es/biografias/10139/jose-de-galvez-y-gallardo (consulta, 6 de julio de 2023).
[12] Archivo General de Simancas (en adelante AGS), Secretaría de Marina (SM), leg. 420, doc. 869, José Basco y Vargas, Plan general económico que el actual gobernador..., Manila, 17 de abril de 1779. Ibídem, doc. 868, Recuerdo amigable instructivo que hace al público de Filipinas su actual gobernador..., Manila, 1 de septiembre de 1779.
[13] Archivo del Museo Naval de Madrid (en adelante AMNM), Ms. 405. AGI, Filipinas, 371 y 593. Archivo de los Agustinos Filipinos de Valladolid (en adelante AGFV), Ms. FO91-V63F. RB, II/2821, ff. 131v-200v. BNE, Mss. 17.859. El memorial de Simón de Anda, Discurso sobre comercio directo..., Madrid, 7 de julio de 1768 en AGI, Filipinas, 941, N.1, ff. 76v-150v. Expediente sobre pie de gobierno que propone don Simón de Anda y Salazar, Aranjuez, 19 de mayo de 1769, en AGI, Filipinas, 390, N. 4.
[14] AGI, Estado, 45, N.5. Basco a Gálvez, 24 de diciembre de 1779, informando del proyecto de establecer una línea de comercio con el sultanato de Mangalore en la costa Malabar.
[21] AGI, Filipinas, 496, Basco a Gálvez, Manila 8 de julio de 1780. Disposiciones tomadas para la defensa de las plazas de Manila y Cavite.
[23] AGI, Filipinas, 392, N.19, Manila, 23 de diciembre de 1779, Basco a Gálvez en respuesta a la suya de 24 de enero de 1778.
[24] AGS, SMA, leg. 419-2, ff. 1349-1445. Proyecto inglés de comunicar ambos mares por el lago de Nicaragua. AGS, SMA, 421, ff. 127-161. Expedición a Nicaragua para evitar la comunicación entre el Mar del Norte y el Mar del Sur pretendida por Inglaterra.
[26] AGI, Filipinas, 687. 24 de mayo de 1779, Gálvez a Basco, Véase en Díaz-Trechuelo, 1964, p. 149. AMNM, Ms. 1664, doc. 44, ff.. 89-90 y 100.
[27] AGS, SM, leg. 419-1. Exp. 13. San Lorenzo, 25 de noviembre de 1778, Gálvez al capitán de fragata, D. Benito A. de Lira, San Lorenzo, 25 de noviembre de 1778.
[28] AGI, Filipinas, 915. Manila, 22 de diciembre de 1779. Basco a Gálvez sobre medidas tomadas para defensa de Manila.
[30] Sobre este marino y sus exploraciones del Pacífico, véase . Sobre Francisco Mourelle de la Rúa, véase, .
[31] AGS, SMA, leg. 420, doc. 872, Cavite, 13 de junio de 1780, Bruno de Hezeta al marqués de González de Castejón. Ibídem, doc. 860, Manila, 18 de mayo de 1780, Diego Choquet al marqués de González de Castejón, adjuntando su diario de la navegación con el nuevo derrotero.
[33] AGI, Filipinas, 496. Manila, 8 de julio de 1780, Basco a Gálvez en respuesta a la suya de 15 de agosto de 1779.
[38] AGS, SM, leg. 420, exp. 863. Benito Antonio de Lira al marqués de Castejón, a bordo de la Juno, al ancla en Puntales, 10 de julio de 1780.
[39] AGS, Estado, leg. 7020. El marqués de Almodóvar al conde de Floridablanca, Londres, 26 de enero y 12 de marzo de 1779.
[40] British Library, Asian & Amp, African Studies, IOR/H/166, pp. 87-93, 309-311. Instructions to Sir Edward Hughes.
[42] AMNM, Ms, 1664, fol. 100. Real Palacio de Manila, 15 de marzo de 1780. Bando publicando la R.O. que daba libertad de comercio a los filipinos durante la guerra contra Inglaterra.
[44] AGS, leg. 419-1, Exp. 41. Manila 30 de diciembre de 1779. Basco y Vargas a González de Castejón.
[45] AMNM, Ms. 577, doc. 14. Diario de José de Emparán al mando de la San José desde Manila a Acapulco por la nueva ruta del cabo Bojeador, mandado por el gobernador D. José Basco y Vargas.
[46] Las generalas eran parte del pago que recibieron los oficiales y tripulantes de la Real Armada. Se les autorizó a embarcar determinadas cantidades de mercancías para venderlas en Indias. Estuvieron reguladas, por reglamentos. En AGI, Ultramar, 790 el del 1 de enero de 1764. Sobre las generalas en las navegaciones a Filipinas en buques de la Armada entre 1765 y 1785, véase .