SUMARIO
1. INTRODUCCIÓN
En la última década estamos asistiendo al desvirtuamiento de determinados conceptos que, a fuerza de emplearse en contextos inapropiados para servir a intereses muy concretos, se van vaciando de su contenido original y se convierten en arma arrojadiza, desconocedora de signos políticos, ideologías o, desafortunadamente, rigor. Un ejemplo que ilustra bien la realidad que presentamos en las páginas siguientes es el de “sentido crítico”, que ha dejado de definir a la postura caracterizada por contrastar diferentes puntos de vista sobre un mismo acontecimiento, para de este modo intentar formar una opinión propia y fundamentada sobre evidencias, para aludir al negacionismo como militancia, fundado en evidencias débiles o nulas y catapultado a las masas a través de la lanzadera de las redes sociales.
Partiendo de este diagnóstico, el objetivo de la presente investigación es dotar al individuo de herramientas que le permitan detectar la manipulación, desde el pasado reciente a los sucesos más inmediatos, e identificar los intereses espurios que se esconden tras dicha manipulación. Para ello se presenta una aproximación conceptual al origen mismo del pensamiento crítico, para posteriormente presentar las principales herramientas metodológicas de que disponemos si deseamos contrastar la veracidad de nuestras fuentes de información. A continuación se presentan tres ejemplos prácticos de manipulación de noticias recientes, que aluden no solo a acontecimientos próximos en nuestra memoria, sino también a sucesos que, tanto por sus implicaciones como por las consecuencias de su manipulación, pueden alterar la percepción social de la realidad, amenazando así la seguridad de la comunidad en su conjunto.
2. MARCO TEÓRICO: ¿QUÉ ES LA CAPACIDAD DE JUICIO CRÍTICO?
Cuando nos enfrentamos ante cualquier tipo de información, ya sea en forma de noticia, publicación, mensaje publicitario o, atendiendo a las recientes formas de comunicación proporcionadas por las redes sociales, mensajes en formato de tuits, posts o vídeos, en realidad no nos estamos enfrentando más que al propio proceso de la intuición estética (). Esto, que de por sí resulta evidente (si bien el conocimiento humano hubo de evolucionar hasta el desarrollo de la estética trascendental desarrollada por el filósofo prusiano para su constatación), constituye parte fundamental del propio proceso cognoscitivo humano. La diferencia actual, claro está, reside precisamente en estas citadas nuevas formas de comunicación propiciadas por las redes sociales.
En ese preciso momento de la intuición estética, el sujeto se enfrenta solo ante la imagen (ya sea esta gráfica, textual o sonora), y tan solo dispone de sus propias capacidades cognoscitivas para poder evaluar de la forma más adecuada posible la veracidad de la información.
Hemos de recalcar aquí la importancia de la imagen como elemento discursivo no carente de ideología. Una imagen, entendida en ese sentido amplio que puede incluir desde un cuadro, un póster o un meme, hasta un discurso o incluso una sinfonía, se torna, ya desde los inicios de la humanidad, en una herramienta de expresión y comunicación de ideologías. Como constata Didier Fassin: “Las imágenes tienen concretas y efectivas implicaciones, en este sentido la subjetivización es política” (). Así pues, la imagen toma un importante carácter performativo, es decir, de acción. La imagen, en tanto que tal y al margen de su capacidad representativa (aunque también de su capacidad abstracta de no representar), no solo cuenta, sino que también hace. Por supuesto, esto resulta aún más paradigmático en el ámbito digital. En palabras de Sergio Martínez Luna: “La transformación más profunda que sufre la imagen con su digitalización no es la desmaterialización, sino la debilitación de su función representativa en favor de la potenciación de la performativa” ().
2.1. LA IMPORTANCIA DE LA CAPACIDAD DE JUICIO CRÍTICO
El problema fundamental al que nos enfrentamos surge pues de la conjunción de dos fenómenos; uno muy antiguo y otro mucho más reciente, a saber: por un lado, el carácter político del discurso iconográfico, inherente al surgimiento de la sociedad misma, y por otro, la reciente explosión informativa a la cual estamos expuestos, auspiciada por la irrupción de las nuevas tecnologías de la información, pero más concretamente por la aparición de las redes sociales, hecho que ha trastocado por completo los modos en los que los individuos nos relacionamos en la sociedad ().
Esto implica una discordancia entre la exponencial evolución técnica de las tecnologías de la información y las propias habilidades cognitivas humanas. En definitiva, hemos sido capaces de desarrollar una sofisticada y alta tecnología para cuyo impacto aún no estamos preparados, ni social ni cognitivamente. Un impacto que se augura aún mayor con la futura irrupción de la computación cuántica, que previsiblemente aumentará de forma exponencial la eficiencia de los procesadores actuales, pero “por supuesto, esas ganancias en eficiencia podrán facilitar el terrorismo, la vigilancia de masas y otros aspectos indeseables” (de Wolf, 2017).
Es por esto que la capacidad de juicio crítico se torna una herramienta (o tal vez sea más correcto decir un conjunto de herramientas) esencial a la hora de enfrentarnos a esta explosión de imágenes a las cuales está sometido a diario nuestro entendimiento. La capacidad de juicio crítico hace referencia principalmente a esas habilidades o destrezas que necesitamos precisamente para poder analizar la información que se nos presenta y cribar aquella que nos es útil (si queremos ver el asunto desde un punto de vista pragmático), o que es verídica, si definimos verdad en términos de correspondencia con la realidad, como veremos más adelante.
Como bien es sabido, la etimología del término “crítico” proviene del vocablo griego κριτικός (kritikós) que significa “el que juzga”. Sin embargo, a su vez, la raíz del término griego parece provenir del indoeuropeo “krei”, que vendría a significar “separar” o “cortar”. Otras palabras en castellano que comparten esta misma raíz serían “crímen” o “cribar”. En este sentido, la capacidad de juicio crítico consistiría precisamente en eso, en esa capacidad de cribar la información, de ser capaz de separar aquella información correcta, útil, veraz o que se adecúe a la realidad, de aquella que simplemente no lo es, es decir; de la información incorrecta o superflua, o en definitiva, la información falsa.
Se comprende ahora la importancia de la mejora de la capacidad de juicio crítico en la sociedad para evitar precisamente los engaños, bulos o informaciones falaces a las que estamos sometidos a día de hoy, especialmente tras la irrupción de las redes sociales y los diferentes grupos de presión que operan en ellas. Piezas o elementos de propaganda que son incluso capaces de cambiar resultados electorales en estados de derecho de larga tradición democrática, como la historia reciente se empeña, parece, en demostrarnos.
Veremos más adelante una serie de herramientas disponibles para la detección de noticias falsas, pero en el siguiente apartado lo que nos ocupa es precisamente el paso previo. En ese momento de la intuición estética, en el que una imagen se nos presenta, tan solo contamos con nuestra propia capacidad de juicio crítico para poder analizar la información, para categorizar lo que estamos percibiendo a través de nuestros sentidos y poder realizar la aprehensión de la información. Armados, por tanto, tan solo de nuestras propias habilidades cognitivas, se trata de ser capaces de separar aquella información incorrecta de aquella otra que se corresponda con la realidad.
2.2. CORRESPONDENCIA, CONGRUENCIA Y CORRELACIÓN
Baste constatar que, sobrada cuenta de los problemas suscitados a lo largo de la historia en los campos de disciplinas como la Filosofía o la Lingüística que ha provocado el concepto de verdad, para el propósito del presente trabajo nos centramos, como se ha apuntado anteriormente, en un concepto de verdad en tanto que correspondencia con la realidad.
Por supuesto, no es propósito del presente trabajo discutir sobre las diferentes posiciones que se han defendido al respecto desde hace más de 2500 años, con las que las mentes más claras del pensamiento han ocupado con tesón su desempeño profesional, pues quedaría fuera de todo alcance realista.
Asimismo, somos conscientes de la problemática inherente a presuponer la existencia de una realidad externa e independiente a la propia mente humana, al definir la verdad en términos de correspondencia. Sin embargo, esta postura ha sido defendida desde los comienzos de la filosofía por diversas figuras de gran calado, desde Platón () y Aristóteles (), hasta autores más recientes como Russell () o Austin (), pasando por clásicos de la talla de San Agustín () o Spinoza (). Lejos de nuestra intención está que esta abundancia de mentes preclaras suponga apelación a un argumento de autoridad (que precisamente implicaría una falacia informal), sino tan solo un punto de partida realista a raíz del cual podamos entender y desarrollar un trabajo.
Hemos de tener en cuenta que si partimos de una definición de verdad no correspondiente, corremos el peligro de admitir diferentes verdades o, al menos, diferentes grados de verdad, y por tanto presentaríamos serias dificultades a la hora de determinar la falsedad o veracidad de la información. Esto, por supuesto, no haría sino enturbiar y dificultar, aún más si cabe, el desarrollo del presente.
Igualmente, es preciso señalar que ese concepto de verdad en tanto que correspondencia, puede también ser entendido (y, para el propósito que aquí nos ocupa, se nos torna especialmente relevante) como verdad en tanto que congruencia con la realidad. Así lo entendía Russell () con su teoría del isomorfismo entre las estructuras lingüísticas y la realidad, dentro de su interpretación del Tractatus de Wittgenstein que dio en llamar el atomismo lógico. Se trata, en definitiva, precisamente de eso, un concepto de verdad con base en una congruencia entre las proposiciones lingüísticas y el mundo como realidad extramental.
La otra teoría citada, aún más moderna y correspondiente al filósofo pragmatista John L. Austin, basa específicamente la problemática relación entre verdad y realidad en la correlación (). Si bien la diferencia conceptual puede parecer fatua en un primer momento, los matices que de ella se desprenden suponen una adecuación de las teorías clásicas de la verdad con el pragmatismo y por lo tanto con la propia utilidad del lenguaje. No se trata de que una proposición sea verdadera en tanto que esta sea útil en algún sentido, lo cual supondría un reduccionismo de la teoría pragmática. Entender la verdad en tanto que correlación con el mundo implica que la relación no se establece entre lenguaje y realidad, sino más bien entre el lenguaje y el campo semántico aplicado a aquella (). En este sentido, cobra especial importancia esta visión pragmática aplicada al asunto que nos ocupa, ya que gran parte de las manipulaciones informativas realizadas especialmente en redes sociales (pero también en la propaganda tradicional), precisamente opera con diferentes campos semánticos para una mayor eficacia.
2.3. ELEMENTOS DEFINITORIOS DE JUICIO CRÍTICO
El gran problema al que se enfrentan los académicos cuando se trata de trabajar con juicio crítico reside, una vez más, en su definición o concepto. Si bien es un concepto muy antiguo que aparece ya en los clásicos griegos (), aún a día de hoy genera un importante volumen de literatura y, por lo tanto, podemos asumir que ha sido definido por numerosos académicos de diversos ámbitos y de muy diversas formas.
¿Por qué necesitamos una definición de juicio crítico? Fundamentalmente porque en la definición del término encontraremos los indicadores que nos pueden ayudar a definir las estrategias y habilidades necesarias para poder desarrollar nuestra capacidad de juicio crítico. Una vez tengamos la definición, sabremos qué destrezas cognitivas hemos de observar para poder cuantificar la capacidad de juicio crítico de un individuo o grupo de individuos, pero además tendremos la clave para trabajar esas destrezas. Como se suele decir, una vez le hemos puesto nombre al problema, tendremos la solución.
Pero como comentábamos, la disparidad de definiciones hasta la fecha ha hecho que precisamente este asunto resulte más farragoso de lo que en un principio cabría esperar. En líneas generales parece que cada autor ha utilizado la definición que más le convenía para sus investigaciones sin tener especialmente en cuenta las precedentes, llegando a incluir, algunas de estas, elementos un tanto inaprensibles como la capacidad de tener una mente abierta (). Los problemas se suscitan precisamente con este tipo de definiciones, en tanto en cuanto nos enfrentaríamos a la dificultad de cuantificar la apertura de mente de los sujetos.
Emily Lai, en su revisión bibliográfica, categoriza un gran número de definiciones bajo tres disciplinas diferentes, a saber: la filosófica, la psicológica y la pedagógica. Sin entrar detenidamente en cada una de ellas, en líneas generales, cabe destacar que las definiciones filosóficas adolecen de un carácter más prescriptivo que las psicológicas, que parecen ser más bien descriptivas (). Por otro lado, las definiciones pedagógicas, mucho menores en número, parecen basarse principalmente en los procesos cognitivos de orden superior desarrollados por Bloom (), esto es: analizar, evaluar y crear ().
Por eso el enfoque tomado aquí se ha realizado, más que en la investigación sobre una nueva definición, sobre los elementos de las habidas hasta la fecha que nos puedan ser de utilidad. Lo que nos interesa aquí es precisamente buscar cuáles son esos elementos que más aparecen repetidos en las diferentes definiciones, estudiar si pueden ser cuantificables y ver si se acomodan como herramientas eficaces a la hora de analizar y falsear noticias.
Pues bien, en líneas generales aparecen repetidos tres elementos cruciales en gran parte de estas aproximaciones (si bien, hemos de tener en cuenta que no en todas aparecen bajo el mismo nombre, se podría decir que, salvo matices, se refieren a lo mismo), a saber; la capacidad inferencial, la capacidad de emitir juicios y la capacidad de interpretar información.
Sin duda, estas tres destrezas se nos tornan indispensables a la hora de analizar cualquier tipo de información, pero tal vez más especialmente noticias, muy propensas a día de hoy (si bien siempre lo han sido) a ser utilizadas como elementos de manipulación.
La capacidad inferencial hace referencia precisamente a los tres modos silogísticos clásicos; deducción, inducción e hipótesis (lo que C. S. Peirce llamó el silogismo abductivo) (). Estos tres modos de inferencia o silogismos, que no vamos a detallar aquí por cuestiones de espacio, componen las reglas para una correcta constatación de una conclusión a partir de unas premisas dadas (). Se trata pues de un análisis formal del propio discurso de la imagen (o noticia), y opera a dos niveles: por un lado consiste en analizar el propio discurso extraído de la pieza de información para ver si las posibles inferencias están realizadas correctamente, pero por otro también de realizar el propio análisis discursivo planteado deducciones, inducciones e hipótesis, de tal manera que seamos conscientes al realizar el análisis de los propios mecanismos cognitivos que estamos elaborando, sin caer en inferencias ilegítimas.
Pero, igualmente tenemos también como elementos cruciales definitorios del juicio crítico la capacidad de emitir juicios e interpretar información. Estos dos elementos son en realidad informales, es decir, no atienden a la forma sino al contenido del propio discurso de la imagen. Dentro de estas categorías tendríamos que tener en cuenta todo el conjunto de falacias informales clásicas, en las cuales tampoco entraremos por quedar fuera del alcance de la presente investigación, pero entre las que contaríamos con las falacias causales, lingüísticas, de omisión, intrusión, etc. Desde el clásico ad hominem, hasta el falso dilema, pasando por el slippery slope o el petitio principii ().
El enfoque desarrollado en este trabajo parte de que, si somos capaces de realizar un análisis formal e informal de la narrativa de una imagen, teniendo en cuenta elementos lingüísticos y paralingüísticos, semiótica y semántica, actos de habla, etc. (), en el fondo lo que estamos haciendo es realizar un análisis crítico del mensaje. Lo que estaríamos haciendo es desarrollar nuestra propia capacidad de juicio crítico.
En esto consistiría, precisamente, una primera herramienta para la detección de piezas manipuladoras tales como bulos, noticias falsas o directamente (y por utilizar un término más amplio) propaganda.
3. HERRAMIENTAS PARA LA DETECCIÓN DE NOTICIAS FALSAS
Antes de explicar algunas herramientas para la detección de noticias falsas, veamos los principales criterios que debemos tener en cuenta cuando nos enfrentamos a la información de actualidad.
Para poder saber si la información que contiene una noticia es verdadera o falsa debemos tener en cuenta diversos factores. Tal y como explica la , lo primero es comprobar la fuente a la que pertenece el documento, es decir, ver cuál es el objetivo principal del sitio web en el que se encuentra. Así, no es lo mismo una noticia en un sitio web de una ONG o partido político que en un medio de comunicación de prestigio. En cualquier caso, estos últimos también pueden publicar noticias falsas, por lo que siempre es conveniente revisar si disponemos de datos de contacto del autor del contenido. De esta manera, en caso de duda o consulta, podemos contactar con el responsable de la autoría del documento. Debemos desconfiar de los documentos sin firmar o de autoría desconocida -véanse los apodos o alias.
En segundo lugar, es preciso que leamos la noticia completa, y no únicamente el titular (). Bien es cierto que, en muchas ocasiones, los titulares impactantes provocan que no vayamos más allá, y que únicamente nos quedemos con el mensaje incluido en las dos o tres primeras líneas. En otras, el problema radica en que no tenemos acceso a la noticia completa por no disponer de suscripción al medio de comunicación concreto, por lo que el mensaje es incompleto. En cualquier caso, debemos tener en cuenta que este proceso forma parte de las estrategias de las que disponen los medios de comunicación para atraer la atención del lector para que acabe pagando la cuota de suscripción. Es importante considerar que, en la actualidad, preferimos visualizar la información en vídeos o imágenes a leer contenidos, por lo que con frecuencia no llegamos a leer la noticia completa. Muestra de ello es que, como indica, el porcentaje de lectores de diarios impresos en 2021 fue de 13,7% frente al 84,7% que usó Internet el día anterior, o el 83,3% que vio la televisión. Es más, el sitio web más visitado en los últimos 30 días de 2021 fue Youtube (). Igualmente, al estudiar el tráfico del sitio web del periódico El Mundo, el tiempo medio de visita al mismo es de 5:41 minutos, accediendo a un total de 3,39 páginas -noticias en este caso- por persona. En el caso del periódico El País las cifras son muy similares: 6 minutos de media para consultar un total de 2,30 páginas por individuo, correspondiendo a las de ABC 6 minutos y un total de 2,97 noticias ().
No hay más que contrastar la interfaz que los medios de comunicación españoles tenían hace diez años con la que tienen en la actualidad, para ver las diferentes tendencias en el proceso de descodificación de la información. Si nos conectamos a Waybackmachine , archivo de Internet que incluye capturas de pantalla de diferentes sitios web desde 1996 hasta la actualidad, vemos que en 2012 en el periódico El Mundo predominaba el texto sobre la imagen, con titulares de noticias más largos y escasos vídeos, aunque sí alguna fotografía. Ello dista mucho de la interfaz actual del citado periódico, lo que demuestra la tendencia de nuestro proceso lector.
En tercer lugar, es importante la autoría de la noticia (): debemos comprobar si es un autor conocido y/o vinculado a una entidad de prestigio o no. De esta manera, nos aseguraremos de que la información publicada no tiene una única autoría, sino que ha sido revisada por otras personas ajenas al propio autor.
En cuarto lugar, debemos fijarnos en las fuentes adicionales (), que pueden aparecer en la bibliografía o hiperenlaces, brindándonos la oportunidad de comprobar el origen y veracidad de la información. Como dice el famoso apotegma “el periodismo es el primer borrador de la historia”, por lo que el contenido va a ser siempre fresco y novedoso, lo que no implica que no pueda provenir de una fuente fiable y de prestigio. En este caso, es importante tener en cuenta que toda imagen o información visual también debe provenir de una fuente fiable y original, ya que es muy fácil manipularlas o retocarlas, como veremos más adelante. Además, los hiperenlaces que se incluyan deben estar activos y en funcionamiento, no caducados o inactivos. Esto no es fácil, ya que requiere un proceso complejo y costoso de actualización por parte de una entidad ajena a la fuente, pero es preciso para asegurar una correcta y adecuada difusión. Una forma de saber si la información incluida en el sitio web está siendo revisada por una entidad externa, es decir, que no proviene directamente del propio autor, es revisar la URL. Así, si el nombre del sitio web se encuentra en la propia URL del mismo, esto significa que hay una entidad ajena encargada de su revisión y corrección.
En quinto lugar, la fecha de publicación es relevante (), ya que en muchas ocasiones se publican noticias antiguas como si fueran actuales, lo cual puede dar lugar a confusión. En otras ocasiones el texto no corresponde con la información visual que lo acompaña, correspondiendo esta a otra fuente completamente diferente.
En sexto lugar, debemos tener presente de nuevo el objetivo de la fuente de información en la que se encuentra la noticia, ya que cada uno de los diferentes tipos tiene una función diferente. Podemos encontrarnos con que los datos contenidos en el documento sean un ironía o sátira (), en cuyo caso la única forma de averiguarlo sería investigando al autor y al tipo de fuente de información. El sitio web debe incluir los datos de contacto y trayectoria profesional del autor; en caso contrario, deberemos buscarlos e investigar sobre ellos en otras ubicaciones. El problema con el que nos encontramos a menudo es que no revisamos o no tenemos en cuenta el tipo de fuente de información que tenemos delante porque, al descodificarla a través de una pantalla, nos resulta difícil saber con qué categoría de fuente nos estamos enfrentando. Sería diferente si esas mismas fuentes las visualizáramos en papel, ya que cada una de ellas tendría una apariencia y formato diferente, algo que no ocurre en formato telemático. Es decir, un mismo formato, como por ejemplo PDF, puede contener un libro, una revista, un artículo, una enciclopedia, etc.; siendo así difíciles de diferenciar. Por eso, para saber los objetivos de cada una de ellas es muy importante que sepamos diferenciar el tipo de fuente de información, ya que el fin de un blog es diferente al de una revista académica.
En séptimo lugar, siempre debemos tener en cuenta que nuestro propio sesgo puede alterar la interpretación que hagamos de la información que descodifiquemos (). La única forma de evitar esta situación es intentar acceder a información de ideologías contrarias a las nuestras, para así no disponer siempre de una única visión. De esta forma, podremos tener una opinión amplia y diversa del mismo hecho, siendo más fácil discernir cuál es la más fiable.
Por último, lo mejor es consultar a un experto cuando tengamos cualquier tipo de duda o cuestión acerca de la veracidad de una noticia. Siempre estamos en disposición de dirigirnos a un bibliotecario o a un sitio web de verificación (). A continuación, veremos algunos de estos últimos:
Maldita.es periodismo para que no te la cuelen es un sitio web sin ánimo de lucro centrado en “la desinformación y el discurso público mediante técnicas de verificación de hechos (fact-checking) y periodismo de datos” (), por lo que su objetivo es desmentir la información falsa que a veces encontramos en los medios de comunicación y redes sociales. Para ello, contrasta los datos con diferentes profesionales o entidades de prestigio de las diferentes áreas de conocimiento, con el fin de averiguar la veracidad de la información.
Factiva, una base de datos de prensa de suscripción de Dow Jones, contiene unas 35000 fuentes de noticias a nivel internacional, nacional y local. La empresa fundadora tiene una larga trayectoria en el periodismo financiero y, además, podemos encontrar la información en varios idiomas lo cual proporciona veracidad y fiabilidad al lector.
Por último, destacamos Project Censored, un sitio web que plasma los resultados de un proyecto de investigación de la Universidad de Sonoma, cuya misión es defender la importancia de una prensa veraz, libre y democrática. Por este motivo, el objetivo principal que persigue, desde el año 1976, es sacar a la luz todas aquellas noticias que los propios gobiernos ocultan por diversos motivos: ideológicos, económicos, etc.
4. EJEMPLOS PRÁCTICOS DE MANIPULACIÓN DEL DISCURSO HISTÓRICO
Una vez sentadas las bases teóricas y metodológicas de la presente investigación en los epígrafes precedentes, procedemos a presentar tres ejemplos prácticos sobre manipulación del relato de acontecimientos, bien del pasado más reciente, o bien del presente, con el fin de condicionar a la opinión pública y orientarla en un sentido concreto. Todos estos casos muestran un rasgo común: quienes operan la manipulación son conscientes de que, como se señalaba en la sección previa, la principal fuente de información de la ciudadanía común es la web, optándose en la mayoría de ocasiones por la consulta del gran titular, sin tomarnos el tiempo ni para profundizar sobre su contenido, ni para verificar la fuente. Dicho de otro modo, los manipuladores mediáticos son conscientes de que el bombardeo informativo a través de Internet y de las redes sociales impone la urgencia de leer el titular con rapidez, y de que, en tales circunstancias, quien sea autor del titular más impactante obtendrá una mayor repercusión y, consecuentemente, mayor éxito. De esta forma, contribuyen a la asunción como reales de noticias e informaciones espurias que, por falta de contraste, alimentan un escepticismo totalmente artificial sobre la información general, gestando un clima en el que parece que toda información es cuestionable. Así el sentido crítico, que se analizó en profundidad en la segunda sección del presente artículo, se prostituye en su acepción original, atribuyéndose a cualquier negación de toda realidad que no case con nuestra posición propia.
4.1. EL 11S COMO MITO FUNDACIONAL DEL NEGACIONISMO
La mañana del 11 de septiembre de 2001, mediodía en la franja horaria española, supuso un punto de inflexión en la historia occidental en general, y a título particular en la percepción de la seguridad de toda una generación que presenció un ataque terrorista sin precedentes.
Lo que sabemos: tres aviones, pilotados por sendos terroristas suicidas que previamente habían secuestrado sus vuelos y asesinado a la tripulación de cabina, se estrellaron contra las Torres Gemelas y contra el Pentágono, en lo que pronto se interpretó como un ataque a la que entonces se consideraba aún la nación más poderosa del mundo, Estados Unidos. Los atentados no tardaron en ser reivindicados por la organización terrorista al-Qaeda, inspirada por la escuela wahhabi dentro del Islam sunní, y liderada por Osama bin Laden, declarado entonces enemigo público número 1, en Estados Unidos y en Occidente. Así la administración presidida por George W. Busch encontró la justificación perfecta para defender la vigencia de la teoría del “choque de civilizaciones” de , llamando a una guerra contra el “Eje del Mal” que se saldó de inmediato con la invasión de Afganistán primero (octubre de 2001), fundada en la acusación al régimen talibán de albergar a terroristas de al-Qaeda, y de Iraq después (marzo de 2003), justificada por la capacidad potencial del gobierno de Saddam Hussein de fabricar armas de destrucción masiva.
Lo que se especula: como se anunciaba en el título de este subepígrafe, el 11S podría identificarse como mito fundacional del negacionismo, porque la magnitud de la masacre (aproximadamente 3.000 víctimas instantáneas, sin contar quienes fallecerían en años sucesivos por los daños colaterales del atentado sobre la salud) superó la capacidad de raciocinio de la mente humana. Tal fue así, que desde muy pronto surgieron diferentes y variopintas teorías para explicar los atentados como el resultado de una conspiración, cuyo “autor intelectual” (concepto nacido en la época) variaba en función de los intereses escondidos tras cada una de dichas teorías. Una bastante recurrente sostiene que en la jornada del 11 de septiembre de 2001 unos 4.000 trabajadores judíos estuvieron ausentes en sus puestos de trabajo, puesto que, supuestamente, los servicios de inteligencia israelíes les habrían prevenido de los atentados, perpetrados por el MOSAD y el propio Estado de Israel. Entre sus defensores se encuentra , que no constituye sino un alegato antisemita representativo de los intereses de grupos de presión xenófobos y supremacistas que han ido ganando peso en Estados Unidos en los últimos veinte años. Afortunadamente, tales postulados han hallado una contundente contestación de la mano de investigaciones periodísticas serias, como la llevada a cabo por L. Grant en diciembre de 2001 y publicada en las páginas de The Guardian, en la que subrayaba la presión de determinados círculos árabes para reforzar esta teoría y explotar el antisemitismo en Norteamérica (). También con la intención de desmontar el bulo, en Archive.org se ha habilitado una herramienta llamada “Identifying misinformation”, en la que se proporciona el nombre de los trabajadores judíos fallecidos como consecuencia de los atentados ().
4.2. COVID-19: PANDEMIA VS. PLANDEMIA
Otro punto de no retorno para varias generaciones en nuestra historia más reciente fue el estallido de la pandemia de la SARS/COVID-19 en marzo de 2020, que obligó a la cuarentena y encierro forzado de países enteros para intentar frenar el avance de un virus que, por desconocido hasta entonces, generó una elevada tasa de mortalidad hasta provocar, en la fecha en la que se elabora esta investigación, casi 6.300.000 muertos en todo el mundo.
Lo que sabemos: géografos, historiadores, antropólogos, sociólogos, veterinarios… llaman la atención en la última década sobre la aceleración en el proceso de integración entre el entorno habitual de los animales y el de los seres humanos. Los individuos tienden a mantener una relación cada vez más estrecha con los animales, integrándolos en su quehacer diario y protagonizando un contacto mucho más frecuente e intenso con ellos, merced entre otros factores al turismo enfocado a la naturaleza, que el que se podía experimentar hace dos décadas, cuando el entorno humano y el entorno animal sí estaban claramente separados y diferenciados entre sí. De resultas de ello, ya a comienzos del siglo XXI en algunas investigaciones, como la desarrollada por Stephen Hinchliffe en torno a la bioseguridad (), se alertaba sobre la detección en 2003 de una nueva enfermedad identificada con las siglas SARS (Severe Acute Respiratory Syndrome), que afectaba al sistema respiratorio, se transmitía de animales a humanos, y podía constituir una amenaza real para la bioseguridad global. Hinchliffe sostenía que, en un mundo en el que las comunicaciones son tan rápidas y la movilidad de la población es tan elevada, un brote concreto de SARS podría atravesar fronteras con rapidez, originando una pandemia global en cuestión de semanas (ed. 2014, pp. 867-868). Así sucedió en noviembre de 2019, cuando los primeros casos se detectaron en China pero el ritmo del mercado mundial desaconsejaba una ralentización o un frenazo de la movilidad, que podía constituir una seria amenaza para la economía. Finalmente, cuando la OMS calificó al SARS/COVID-19 como pandemia era ya demasiado tarde: los gobiernos, presionados por grupos e intereses económicos, se habían retrasado en el cierre de fronteras y el decreto de la cuarentena necesaria, y las consecuencias serían irrefrenables.
Lo que se especula: la pandemia vino a estallar en una sociedad global progresivamente polarizada y crispada desde varios años atrás. Los efectos de la crisis financiera de 2008 parecían haberse superado, pero una de sus consecuencias más graves, la precarización de la clase trabajadora, merced a unas políticas de reajuste y austeridad que debieron ser aplicadas por la derecha y por la izquierda en todos los países afectados por ella, enajenaron a las élites gobernantes tradicionales el respaldo social que habían disfrutado hasta entonces. El vacío ideológico fue ocupado por nuevas alternativas políticas populistas, bien de nuevo cuño o empleando siglas antiguas, que con mensajes muy simples y apelando a la defensa real de los intereses del común de la población, consiguieron hacerse con el poder en Italia, Brasil o Estados Unidos. La posición de estos nuevos líderes frente a la pandemia fue equívoca, alimentando, manifiesta o subrepticiamente, la opinión según la cual el virus era una invención de las élites tradicionales para justificar el recorte de libertades y, mediante el hundimiento económico subsiguiente a la cuarentena, la asunción por el Estado del control de la economía, así como de todos los órdenes de la vida de los individuos.
A la teoría conspirativa contribuyó sin duda el hecho de que el brote pandémico se hubiese originado en China, país de régimen comunista y especialmente hermético en la gestión de sus asuntos internos. Nuevamente, como se apuntaba en la exposición metodológica sobre comprobación de noticias falsas, las generadores de las mal llamadas corrientes “alternativas” de pensamiento jugaron con la frustración de la ciudadanía, buena parte de la cual vio su puesto de trabajo en riesgo, o sufrió la pérdida de familiares sin apenas conocer las causas, cuando no confluyeron ambas circunstancias en la misma persona, y aprovecharon el deseo de oír explicaciones que diesen salida al dolor y la incertidumbre para ganar predicamento y seguidores mediante la difusión de información falsa y, frecuentemente, peligrosa. A estas teorías se sumaron incluso científicos como la doctora en biología molecular , lo cual no hizo sino alentar las corrientes negacionistas y conspirativas sobre la SARS/COVID-19.
4.3. MASACRE RUSA EN BUCHA (2022)
Culminando el recorrido por el pasado reciente que se ha realizado en los tres ejemplos expuestos, presentamos aquí el más inmediato temporalmente: la masacre de Bucha, perpetrada por las tropas rusas que controlaron esta ciudad, próxima a Kiev, entre el 27 de febrero y el 31 de marzo de 2022, en el transcurso de la guerra iniciada por el Kremlin el pasado 24 de febrero de 2022, que cuando se escriben estas líneas sigue latente.
Lo que sabemos: Bucha es un suburbio de Kiev, situado al noroeste de la capital ucraniana, que quedó bajo el control de la 64 Brigada de Fusileros Motorizados, comandada por el teniente coronel Azatbek Omurbekov. Su ocupación se enmarca en el desarrollo de lo que parecía entonces la guerra relámpago emprendida por Vladimir Putin para hacerse con el control de Kiev rápidamente, obligando así a la rendición del gobierno, colocando un ejecutivo títere de Moscú y paralizando, en el fondo, cualquier operación encaminada a la incorporación de Ucrania a la OTAN. Cuando el ejército ucraniano consiguió retomar el control de la ciudad y expulsar a los ocupantes rusos, detectó evidencias de crímenes de guerra y crímenes contra la Humanidad, constatándose la ejecución de más de cuatrocientos civiles durante el mes de control extranjero sobre el suburbio ().
Lo que se especula: la Guerra de Ucrania se está convirtiendo en un escenario en el que se libran varios conflictos de manera simultánea. Primeramente, ha de subrayarse la agresión rusa contra Ucrania, una nación soberana, amparada en la amenaza potencial que supondría la integración ucraniana en la OTAN, temida por el presidente Vladimir Putin. En segundo lugar, la opinión pública internacional, y europea en particular, se divide en tres frentes diferentes: uno de ellos condena la invasión rusa y apoya la resistencia ucraniana, moral y materialmente, encarnada por el presidente del país Volodimir Zelenski; un segundo sostiene que la invasión está justificada, no tanto para frenar la entrada de Ucrania en la OTAN, cuanto para “desnazificar” el país, amparándose en la deriva ultraderechista de los grupos nacionalistas ucranianos que operan en la región del Donbass contra los separatistas rusos, entre ellos el Batallón Azov. El tercero y último, no demasiado popular, opta por valorar la posición de Rusia y de Ucrania en su justo contexto, inclinándose por no caer en una interpretación maniquea del complejo contexto de Europa oriental. Centrándonos en la segunda perspectiva, quienes defienden y justifican la postura de Putin y su ataque al territorio ucraniano sostienen que la masacre no ha sido sino un montaje encaminado a desprestigiar al ejército ruso, versión que se ha desmentido desde diferentes fuentes, entre ellas varios medios españoles como eldiario.es , con trabajos de investigación periodística como el de .
5. CONCLUSIONES
Como se ha demostrado a lo largo de esta investigación, media mucha distancia entre formarse como individuo crítico en sentido estricto, y adoptar una posición negacionista militante. Lo primero implica leer datos e informaciones procedentes de fuentes diversas, cuya veracidad se contrasta, con el fin de conocer las diferentes perspectivas que existen sobre un mismo acontecimiento y, mediante su comparación, intentar alcanzar una interpretación que se acerque lo más posible a la realidad. Ello implica, necesariamente, la predisposición a renunciar a la opinión propia y a aceptar un punto de vista diferente al nuestro, siempre y cuando constatemos que la perspectiva que inicialmente adoptamos no se fundaba sobre hechos contrastados. Lo segundo, es decir, el negacionismo militante, responde a un clima de crispación social y proliferación de datos a través de las redes sociales que amplía el escenario informativo de la población, convirtiendo a cualquier informante, acreditado o no, en experto, de modo que cualquier persona puede encontrar, bien en la red o bien en otros soportes, solo una corriente de opinión que se identifique con la suya propia, que se apoye en diferentes opiniones vertidas en la misma dirección y que, de resultas de todo ello, generan la falsa sensación de un reforzamiento de nuestra postura, lo que se conoce como “cámara de eco”.
Cuando las corrientes divergentes infudamentadas se generan sobre acontecimientos históricos, más o menos próximos, que tienen implicaciones directas en la vida y la seguridad de las personas, esta actitud puede suponer una verdadera amenaza para la integridad de la sociedad civil. Frecuentemente los informadores no son los culpables reales de la deriva desinformativa y crispadora contra la que advertimos, sino que la responsabilidad última reside en, por una parte, quienes promocionan su actividad por diversos medios (materiales o no), y por otra parte, quienes deciden dar pábulo a sus opiniones y contribuyen a su difusión, sin contrastarla. Ello nos convierte a todos, en tanto que sociedad civil e integrantes de una comunidad ciudadana activa, en responsables últimos de la desinformación inducida desde fuera, que solo es efectiva si consentimos en ella. Para combatir esta tendencia, hemos de tener presentes los mecanismos presentados en las páginas precedentes y hemos de defender su desarrollo íntegro, desde las aulas, en todos los niveles educativos, hasta el espacio público en sentido global.
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