MORENO PESTAÑA, José Luis (ed.): Ir a clase con Foucault, Siglo XXI, Madrid, 2021, 335p.
Emmanuel Chamorro
MORENO PESTAÑA, José Luis (ed.): Ir a clase con Foucault, Siglo XXI, Madrid, 2021, 335p.
Agora. Papeles de Filosofía, vol. 41, núm. 2, 2022
Universidade de Santiago de Compostela
Emmanuel Chamorro
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Recibido: 24/03/2022
Aceptado: 28/03/2022
Ir a clase con Foucault es, con toda probabilidad, una de las obras recientes más importantes en el contexto iberoamericano acerca de la filosofía de Michel Foucault. Y lo es porque tiene la gran virtud de interpelar tanto a quienes se acercan por primera vez a ella como a quienes la conocen en profundidad, algo especialmente difícil de conseguir en un libro colectivo.
En sus más de trescientas páginas, diecisiete especialistas van reconstruyendo el trabajo de Foucault como «docente» en esa extraña institución que es el Collège de France en la que el de Poitiers fue presentando sus investigaciones en desarrollo desde 1970 hasta su muerte en 1984. Así se recorren los trece cursos que dictó en el Collège con enorme detalle, pero con una vocación didáctica que permite ofrecer una panorámica completa y exhaustiva del trabajo intelectual de Foucault desde los años setenta.
La clave de la obra estriba, en este sentido, en el juego entre la pluralidad de las voces que la componen y su capacidad para construir un discurso coherente desde perspectivas en ocasiones muy diferentes. El marco intelectual que articula tal polifonía se explicita en la introducción y el primer capítulo —escritos ambos por el editor del volumen, José Luis Moreno Pestaña— que presentan algunas indicaciones metodológicas muy relevantes. En ellos se apuesta por un modo de hacer filosofía que quiebra los límites del estudio meramente académico y rompe con esa hermenéutica infinita del texto desplegada por la historia de la filosofía tradicional. Un gesto que, por otra parte, no deja de ser coherente con el proyecto foucaultiano —como argumenta el propio Moreno Pestaña y posteriormente Rodrigo Castro Orellana en su capítulo acerca de Seguridad, territorio, población—.
Acentuando diferentes facetas de su obra, Ir a clase con Foucault ofrece una cartografía que evidencia la complejidad de una labor teórica permanentemente abierta a su reelaboración y que el mismo Foucault concebía, como recuerdan Belén Quejigo y Amanda Núñez, como un instrumento de catarsis y transformación. Una filosofía siempre en construcción que, incluso a pesar de los límites impuestos por la propia dinámica del Collège de France —que Nuria Sánchez Madrid identifica con meridiana claridad—, responde a las transformaciones y los combates de su tiempo.
Además, esa dimensión coral del libro impide que se proyecte una imagen uniformizadora sobre la trayectoria del de Poitiers —uno de los problemas más extendidos en la exégesis de su filosofía—. El resultado es una herramienta que permite cuestionar algunas interpretaciones sesgadas de su obra y su biografía que proyectan sobre todo su trabajo la imagen del aguerrido izquierdista de comienzos de los setenta que habría quedado seducido por las promesas grandilocuentes del radicalismo o del dandy de los ochenta que habría renunciado a la política para refugiarse en la estética de la existencia —cuestión, esta última, que se ha convertido casi en un lugar común en la última década a causa de la publicación de los cursos del Collège y que Emma Ingala Gómez confronta lúcidamente en su capítulo—. Frente a tales interpretaciones se nos presenta a un pensador comprometido con su mundo y atravesado por contradicciones que, sin embargo, nunca dejó de desplazarse tratando de comprender mejor ese tiempo del que también nosotras y nosotros somos contemporáneos. El presente libro trata, así, de hacer justicia con la altura intelectual del de Poitiers y con la compleja trama histórica de su época sin caer en la tentación de sacralizar al autor y su obra.
En este sentido, si en ocasiones la multiplicidad de voces que implica una obra colectiva resta coherencia al conjunto, en este trabajo encontramos una armonía polifónica que permite destacar no solo las conocidas discontinuidades del pensamiento de Michel Foucault, sino también algunas continuidades fundamentales para comprender su trayectoria —como el modo en que la lógica de la seguridad emerge del análisis disciplinario (Pablo Lópiz) o, en una operación análoga, el problema de la subjetividad surge del estudio de los dispositivos de saber y poder modernos (Lucía Gómez y Francisco Jódar)—.
Además, esta reconstrucción de la historia intelectual de Foucault ayuda a descifrar una realidad que desborda su obra y su propia biografía. Los diferentes acercamientos a la situación que rodea los cursos que Foucault dictó en el Collège de France —y a la que, en ocasiones, como evidencia Joaquín Fortanet, estos responden explícitamente— destacan ciertos acontecimientos que ayudan a descifrar la complejidad de una trayectoria —en buena medida compartida por toda una generación— que va del izquierdismo militante de comienzos de los setenta al antitotalitarismo de los ochenta. Ir a clase con Foucault constituye, así, no solo un acercamiento cualificado al proyecto foucaultiano, sino un documento que permite desentrañar algunas de las aristas de una época especialmente convulsa que resulta fundamental para entender el mundo contemporáneo.
La referencia constante a los hechos de Mayo del 68, al papel de Foucault en el Groupe d’Information sur les Prisons, al Centre universitaire expérimental de Vincennes, a los «nuevos filósofos», a la Segunda izquierda o al terrorismo izquierdista evidencia que nos encontramos ante un trabajo impregnado de principio a fin por esa vocación de situar el pensamiento foucaultiano que ya anuncian los textos inaugurales y que buena parte de los autores que contribuyen a él han desplegado en sus obras en solitario.
Ir a clase con Foucault muestra, así, el modo en que la filosofía de Foucault acompaña las transformaciones del campo intelectual francés y los debates políticos de la época. Una perspectiva que evidencia también, como argumenta Rodrigo Castro, la provisionalidad de los conceptos Foucaultianos, destinados a captar e intervenir sobre una realidad que está sufriendo en ese mismo momento una profunda mutación. Este trabajo colectivo subraya, de este modo, las discontinuidades y los permanentes desplazamientos que Foucault efectuará a lo largo de los años 70 y 80, pero también su esfuerzo por reordenar y reintegrar todo su trabajo bajo una matriz común; cuestión que analiza Jorge Álvarez Yágüez.
Aunque establecer una partición taxativa, como se nos advierte en la propia obra, resulta problemático, los sucesivos acercamientos permiten distinguir tres momentos en la producción foucaultiana en el Collège: el primero de ellos constituido —como afirma Francisco Vázquez en su análisis de Los anormales— por los cursos dictados entre 1971 y 1976 que tratan de capturar desde diferentes perspectivas —penal, psiquiátrica, punitiva, médica— eso que se ha conocido como «poder disciplinario»; el segundo, alrededor de los cursos de 1978 y 1979, se articula sobre la noción de «gubernamentalidad» y toma como objeto el liberalismo y el neoliberalismo —fuente de no pocas controversias de las que Pablo López Álvarez ha dado cuenta en su capítulo, así como en otros trabajos anteriores subrayando tanto la novedad que introduce Nacimiento de la biopolítica como sus ambigüedades —; y el tercero, que llega hasta 1984, en el que el problema de la gubernamentalidad es abordado desde la perspectiva no del gobierno de los otros, sino del gobierno de sí y las técnicas de subjetivación mediante un análisis genealógico que se remonta a la antigüedad clásica.
Sin embargo, lo interesante de Ir a clase con Foucault es que, a pesar de que muestra la posibilidad de establecer particiones de este tipo alrededor de ciertos conceptos clave —disciplina, gobierno, subjetividad—, evidencia también la complejidad y relevancia de cada paso, los caminos que anuncian posibilidades de investigación para el futuro, las vías muertas, las potencias y límites de cada giro y el interés por ese permanente movimiento que, aunque coherente, no está determinado por una fuerza teleológica, sino por la constante interrogación acerca del presente. Y lo hace, además, rechazando el modelo explicativo de la «renuncia»: no se trata de que Foucault vaya abandonando radical y definitivamente sus planteamientos en nombre de otros que los sustituyan, sino que va desplazándose —lateralmente, como un cangrejo, según su propia metáfora— explorando nuevos objetos de estudio que exigen a su vez el desarrollo de nuevos métodos. Así, los cursos de 1976 —Hay que defender la sociedad— y 1980 —Del gobierno de los vivos— funcionan como una especie de «bisagra» —como afirma Salvador Cayuela— que a la vez evidencia la discontinuidad y el vínculo entre los diferentes momentos de su trayectoria en el Collège de France.
Si la obra comienza con el prólogo de José Luis Moreno Pestaña que interpretamos como una especie de manifiesto que explicita el marco desde el que los textos foucaultianos van a ser analizados, se cierra con el capítulo de Antonio Campillo acerca de El coraje de la verdad que reconstruye con precisión las continuidades y discontinuidades de este recorrido por los trece cursos que el de Poitiers dictó en el Collège situándolas tanto en su trayectoria intelectual como biográfica.
De este modo, Ir a clase con Foucault recoge y ordena buena parte del heterogéneo acervo interpretativo que, desde hace más de dos décadas, se ha venido construyendo alrededor de los cursos de Foucault. A pesar de que el estatuto de estos no sea equiparable al de las obras que publicó en vida, el presente trabajo evidencia que —en lugar del «gran silencio» del que habló Deleuze— la trayectoria foucaultiana en los años setenta y ochenta está marcada por la locuacidad y complejidad de una producción intelectual abierta al mundo y, por ello, en permanente transformación.
ISSN: 0211-6642
Vol. 41
Num. 2
Año. 2022
MORENO PESTAÑA, José Luis (ed.): Ir a clase con Foucault, Siglo XXI, Madrid, 2021, 335p.
Emmanuel Chamorro
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