Résumé
Durante el siglo XVII, la Gobernación de Filipinas desarrolló una estrecha relación de dependencia mutua con el clan de los Zheng que incidió en el ámbito comercial, pero también en el económico y el social. Esta simbiosis, basada en la colaboración, pero también en la competencia, no estuvo exenta de fricciones, como la originada en 1662 por la amenaza de conquista de Luzón por parte de Zheng Chenggong. En el presente artículo, estudiaremos cómo se generó y afianzó esta relación de dependencia y como los cambios surgidos tanto en el interior de ambos territorios como en otros enclaves de Asia forzaron una rápida recuperación de los vínculos perdidos tras la ruptura de 1662.
Mots-clés:
“DOMINAR ESTAS ISLAS SERÍA DOMINAROS A VOS MISMO”: LAS RELACIONES DE COLABORACIÓN Y DEPENDENCIA ENTRE LOS ZHENG Y LA GOBERNACIÓN DE FILIPINAS EN EL MARCO DE LA PAZ DE 1663
José Miguel Herrera Reviriego
“DOMINAR ESTAS ISLAS SERÍA DOMINAROS A VOS MISMO”: LAS RELACIONES DE COLABORACIÓN Y DEPENDENCIA ENTRE LOS ZHENG Y LA GOBERNACIÓN DE FILIPINAS EN EL MARCO DE LA PAZ DE 1663
Ohm: Obradoiro de Historia Moderna, núm. 31, 2022
Universidade de Santiago de Compostela
“TO DOMINATE THESE ISLANDS WOULD BE TO DOMINATE YOURSELF”: THE RELATIONS OF COLLABORATION AND DEPENDENCE BETWEEN THE ZHENG AND THE GOVERNMENT OF THE PHILIPPINES IN THE FRAMEWORK OF THE 1663 PEACE
José Miguel Herrera Reviriego a
Universitat Jaume I, España
Copyright © Universidade de Santiago de Compostela
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Recibido: 13/12/2021
Aceptado: 24/03/2022
Resumen: Durante el siglo XVII, la Gobernación de Filipinas desarrolló una estrecha relación de dependencia mutua con el clan de los Zheng que incidió en el ámbito comercial, pero también en el económico y el social. Esta simbiosis, basada en la colaboración, pero asimismo en la competencia, no estuvo exenta de fricciones, como la originada en 1662 por la amenaza de conquista de Luzón por parte de Zheng Chenggong. En el presente artículo, estudiaremos cómo se generó y afianzó esta relación de dependencia y como los cambios surgidos tanto en el interior de ambos territorios como en otros enclaves de Asia forzaron una rápida recuperación de los vínculos perdidos tras la ruptura de 1662.
Palabras clave: Filipinas; Zheng Jing; Zheng Chenggong; Taiwán; relación simbiótica.
Abstract: During the seventeenth century, the Government of the Philippines developed a close relationship of dependence with the Zheng clan that had an impact on the commerce, economy and society. This symbiosis, based on collaboration, but also on competition, was not without friction, such as that originated in 1662 by the threat of conquest of Luzon by Zheng Chenggong. In this article, we will study how this relationship of dependence was generated and how the changes that emerged in Taiwan, Philippines and in other enclaves of Asia forced a rapid recovery of the ties lost after the 1662 break.
Keywords: Philippines; Zheng Jing; Zheng Chenggong; symbiotic relationship.
El 21 de abril de 1663, la ondulante silueta de las velas de un navío chino se hizo visible sobre el horizonte de la bahía de Cavite. Su simple visión llenó de pavor los corazones de los vecinos de Manila1, quienes, sobresaltados, pensaron que el talasócrata Zheng Chenggong2 había cumplido sus amenazas y se disponía a conquistar Luzón del mismo modo que lo había hecho un año antes con la neerlandesa Isla Hermosa. Pero, para su sorpresa, el navío que se divisaba en el horizonte navegaba solo, sin una gran armada que lo secundara ni la escolta propia de un heraldo de guerra. Tras alcanzar el puerto, del bajel saltó un viejo conocido, el dominico italiano Victorio Riccio, quien, como ya hiciera un año antes, se presentó ante las autoridades manileñas como embajador de los Zheng. La presencia de este eclesiástico fue acogida con cierta suspicacia por los moradores de la urbe, pues todavía era recordada su anterior visita diplomática, en la que, a través de su boca, Zheng Chenggong exigió el pago de parias por parte de la Gobernación de Filipinas a cambio de que esta no fuese asaltada a sangre y fuego3. Pero, en esta ocasión, el propósito de la visita contaba con una motivación totalmente diferente, ya que tras la muerte del talasócrata en junio de 1662, su heredero, Zheng Jing, había decidido abandonar la dialéctica de la guerra y abrir un nuevo periodo de paz con los hispánicos. El cual, fue acogido con sorpresa, pero con júbilo, por parte de gran parte de las autoridades de Filipinas, quienes a pesar de haberse estado preparando para una inminente batalla durante los últimos meses, decidieron aceptar sin dudar la oferta de paz llegada desde Taiwán, manteniendo las condiciones comerciales e impositivas anteriores a 1662 e incluso mejorándolas.
Este súbito cambio, de un solo año de diferencia, entre declaración de guerra y la firma de un nuevo tratado de paz, puede parecer demasiado brusco para ser explicado únicamente por la muerte de un solo hombre. Lo que nos lleva a realizarnos varias preguntas: ¿Qué empujó al nuevo mandatario Zheng a modificar la política de su padre respecto a Filipinas en un espacio tan breve de tiempo? ¿Por qué los hispánicos aceptaron de tan buen grado firmar la paz con un clan que se había mostrado imprevisible, voluble y hostil?
Para intentar responder a estas cuestiones, hay que tener en cuenta que, la firma del tratado de paz de 1663 estuvo claramente influenciada por el surgimiento durante el siglo XVII de una fuerte y heterogénea relación simbiótica entre la Gobernación de Filipinas, la población china residente en Manila y los Zheng. Esta, a pesar de otorgar un más que evidente beneficio tanto a chinos como a hispánicos, estuvo presidida por la inestabilidad, fruto de unas relaciones, que, aunque cada vez se entrelazaban con más fuerza, tenían sus orígenes en el conflicto, la competencia y la colaboración entre ambas comunidades (Ollé, 2008, p. 63). Por lo que entender cómo se originó y desarrolló esta relación simbiótica, nos puede ayudar a esclarecer los motivos que llevaron tanto a uno como otro bando a desestimar las hostilidades y a abrazar la paz en un espacio tan corto de tiempo.
Por su parte, la firma de este tratado también estuvo conectado con el surgimiento de una serie de dinámicas que afectaron tanto a Taiwán y Filipinas como a otras regiones del Asia Oriental, como fueron la caída de la dinastía Ming, la alianza entre los neerlandeses y los Qing o las trabas impuestas por el bakofu a la extracción de plata japonesa. De modo que, la relación mantenida entre ambos territorios, no se mostró como un elemento disociado de su entorno, sino todo lo contrario, viéndose fuertemente influenciada por la conexión con otras áreas y por la aparición de diversas coyunturas en la región. Por lo que, en los siguientes puntos, analizaremos la posición de la Gobernación de Filipinas respecto a Isla Hermosa, así como el surgimiento y consolidación de los Zheng en el cambiante entorno del Asia marítima. A la vez que intentamos profundizar en las relaciones de dependencia generadas entre ambos territorios y en los cambios que impulsaron y promovieron la firma de la paz de 1663.
1. El surgimiento de una amenaza necesaria. Taiwán y los Zheng entre 1571-1662
La Gobernación de Filipinas presentó durante las últimas décadas del siglo XVI y las primeras del XVII un periodo de auténtico esplendor comercial, el cual, fue posible, gracias a su papel como punto de encuentro entre la red comercial americana y la asiática. Así pues, tras la refundación de Manila en 1571, esta ciudad pasó a convertirse en uno de los principales puntos nodales de la conocida como «primera globalización» o «globalización temprana», llegando a ser calificada por sus contemporáneos como el «centro de todo» comercio4 (Gunn, 2003; Hausberger, 2018).
La capital filipina, acabó instituyéndose junto a Acapulco, como las terminales5 de la ruta del Galeón de Manila, viaje transoceánico que unía anualmente ambas vertientes de Nueva España por medio de un único trayecto, el cual, contaba con una serie características únicas dependiendo del puerto de embarque (Alfonso Mola & Martínez Shaw, 2003; Ango, 2010; Baudot Monroy, 2020; Giráldez, 2015; Schurz, 1992). Así, si el Galeón partía desde Filipinas, sus bodegas solían estar llenas de una gran variedad de productos, desde las exóticas especias, hasta las más delicadas sedas, tafetanes y damascos, pasando por porcelanas, biombos, tejidos de algodón o productos agrícolas6. Estos, debido a su calidad, bajo coste y alta rentabilidad transitaban rápidamente tanto por los canales de distribución internos novohispanos como por los semiinformales del Pacífico (Bonialian, 2012). Por el contrario, si el Galeón partía desde el puerto de Acapulco, solía transportar tropas de repuesto, elementos relacionados con las necesidades militares, productos de tradición europea y americana, así como grandes cantidades de plata extraídas de diversas minas del nuevo continente, tanto de comerciantes privados como de la propia corona.
Este incesante flujo de intercambios convirtió a Manila en un auténtico polo de atracción para los comerciantes de diferentes puntos del Asia marítima7. Estos, se sintieron especialmente atraídos por la presencia en la ciudad de ingentes cantidades de plata, debido a su relativa escasez en la región, pues únicamente Japón contaba con minas de entidad, y a la alta demanda de este mineral que existía en China, fruto de su sistema económico e impositivo (Atwell, 1982; Flynn & Giráldez, 1996; Iaccarino, 2011, pp. 109-111; Schottenhammer, 2007, pp. 18-20). Pero la presencia de mineral argénteo no solo atrajo comerciantes a Manila, sino también a un creciente número de población china, principalmente de las provincias de Fujian y Guangdong, quienes serían conocidos bajo el nombre de «sangleyes» (Ollé, 2008, p. 64). Estos hombres y mujeres se concentraron principalmente en el Parián, uno de los barrios situados a extramuros de la ciudad, donde ejercerían no solo como mercaderes, sino igualmente como artesanos, albañiles o agricultores, siendo una pieza indispensable para la estructuración del sistema económico de la Gobernación de Filipinas (García-Abásolo, 2011, pp. 230-233; Gil, 2011; Ollé, 2013). De modo que, en poco tiempo, los sangleyes no solo habían superado en número a los hispánicos presentes en Luzón, sino que además obtienen el monopolio de sectores claves de la economía filipina, como los relacionados con diversos productos fundamentales para la manufactura y abastecimiento de las naves transpacíficas, generando una fuerte vinculación entre los ibéricos y los habitantes del Parián. La preponderancia de los chinos en Manila, su importancia en el territorio y la dependencia de las instituciones de la monarquía de su actividad para el funcionamiento de su sistema económico y social ha llevado a diversos autores a matizar la definición de Filipinas como una colonia hispánica. Así, Tonio Andrade, la ha definido como una región co-colonizada por ibéricos y sangleyes, Manel Ollé, argumenta en cambio que Manila acabó siendo conquistada sutilmente por la población china, mientras que, Manuel Lobato, la interpreta como una ciudad china en el interior de un país tagalo (Andrade, 2008; Ollé, 2018; Lobato, 2013, p. 405).
Esta relación de dependencia mutua, a pesar de generar dinámicas beneficiosas tanto para sangleyes como para hispánicos, no estuvo libre de fricciones8, manteniendo un equilibrio inestable entre ambas comunidades, que periódicamente devenía en una serie de matanzas, expulsiones y revueltas (Blussé, 1999). Este modelo de simbiosis y colaboración entre asiáticos y europeos en la construcción y mantenimiento de las colonias no fue exclusivo de Filipinas, sino que también tuvo lugar en otros enclaves como Fort Zeelandia o Batavia, siendo denominada por John Wills Jr. bajo el nombre de «interactive emerge of European dominance» (Wills, 1993, pp. 83-105).
Por su parte, el sistema comercial del Galeón de Manila, basado en la reexportación de mercancías asiáticas hasta las costas americanas, resultó sumamente beneficioso, pero además altamente inestable, pues dependía, en gran medida, de la llegada ininterrumpida de productos asiáticos y del mantenimiento del statu quo de la región. De modo que, cualquier alteración de importancia que afectara a las aguas del mar de China, podía provocar un descenso en la llegada de mercancías hasta Manila y, con ella, una consecuente reducción de ingresos entre los comerciantes hispánicos. Debido a ello, la Gobernación de Filipinas —una vez cesada su fase expansionista inicial9— intentó, siempre dentro de sus posibilidades, restringir o encaminar cualquier fuerza o flujo que pudiera desestabilizar la estabilidad de la zona, y, por ende, su entramado mercantil, ya fuera por la vía diplomática, comercial o militar.
Dentro de las múltiples amenazas capaces de quebrar el statu quo de la región, quizás una de las más destacadas, fue la propia presencia de la isla de Taiwán. Esta ínsula, conocida por los europeos de la época como Formosa o Isla Hermosa, se encontraba en una posición ciertamente comprometida para los intereses hispánicos, dado que se hallaba a escasas horas de viaje tanto de las costas de la provincia Fujian como de Luzón. Además, esta isla contaba con un importante papel dentro del entramado comunicativo regional, ya que servía de enlace para diversas rutas comerciales que atravesaban las aguas del mar de China. A lo que se tenía que sumar el hecho de que Taiwán no contaba en sus fronteras con una estructura estatal sólida, ya que, durante el siglo XVI, la mayoría de su población estuvo compuesta por indígenas autronesios organizados en comunidades que carecían de órganos de gobierno centralizados, y que, a pesar de mantener contactos frecuentes con mercaderes-piratas chinos y japoneses, tampoco poseían entrepôts de importancia (Chen Chen, 2016; Jacobs, 2016).
Debido a ello, diversas potencias con intereses en la zona como Japón, las Provincias Unidas o la familia Zheng, vieron en esta isla una posibilidad inmejorable para expandir sus fronteras u obtener un mayor control sobre los flujos de mercancías de la región. Por su parte, para la Gobernación de Filipinas, la presencia de una gran potencia regional en Taiwán suponía una seria amenaza para sus intereses en el Asia marítima, ya que, debido al gran número de recursos disponibles en Isla Hermosa y su cercanía del norte de Luzón, podía convertirse en una plataforma perfecta para iniciar un ataque sobre el archipiélago10. Además, su situación geográfica privilegiada, podría permitir a quien la controlase ejercer una elevada influencia sobre el comercio tanto del norte como del sur del mar de China, pudiendo bloquear a voluntad la llegada de juncos fujianeses a Manila, y con ello, paralizar a la propia economía hispánica en la zona11. Por tanto, no es de extrañar que, ante la amenaza que suponía un Taiwán en manos enemigas, la Gobernación de Filipinas estudiara desde finales del siglo XVI la posibilidad de hacerse con un puesto de avanzada en el norte de la isla12, materializándose esta opción en 1626, tras la ocupación de su mediodía por los neerlandeses (Borao Mateo, 2009, pp. 41-44; Tremml-Werner, 2015, pp. 239-241).
La presencia hispánica en Formosa resultó un rotundo fracaso, y a pesar de los esfuerzos y capital invertidos, la Gobernación no consiguió acometer los objetivos iníciales planteados al formular su conquista. En consecuencia, la monarquía se vio incapaz de consolidarse firmemente en el territorio anexo a sus presidios, fracasando en la subordinación y desarrollo de un sólido sistema de tributos en su ámbito de influencia. Al mismo tiempo que veía como su potencia militar desplegada en Isla Hermosa era insuficiente para presionar, y mucho menos para desplazar, a la VOC de sus posiciones meridionales, limitándose a meras campañas de hostigamiento de sus áreas de influencia13. Del mismo modo, la idea de desarrollar en la bahía de Jilong (Keelung) un entrepôt hispánico que sirviera como alternativa a los flujos comerciales chinos y japoneses con Manila, tampoco prosperó. Por lo que el proyecto taiwanés fue perdiendo progresivamente importancia y financiación, conservándose únicamente un reducido territorio militarizado totalmente dependiente de los socorros manileños y en el que los contactos comerciales pasaron a ser residuales (Herrera Reviriego, 2021). De modo que, finalmente, en 1642, y tras años de progresivo abandono institucional y mercantil, el último reducto hispánico en la isla cayó en manos neerlandesas ante la inacción de las propias instituciones filipinas (Borao Mateo, 2009).
Por su parte, los neerlandeses también encontraron severas dificultades para conseguir un férreo control sobre comercio del mar de China, el cual, habían esperado obtener gracias a su presencia en Isla Hermosa. Así pues, y a pesar del declive hispánico en la zona, la VOC se vio incapaz de bloquear totalmente el trato chino con Filipinas desde su fortificación de Tayouan, debido, principalmente, al surgimiento y contraposición de diversas comunidades mercantiles chinas en la zona, las cuales, contaban con estrechos vínculos y notables intereses con el comercio manileño (Calanca, 2010, pp. 86-91; Blussé, 1996, p. 61). Por lo que, ante los sucesivos escollos encontrados para obtener el monopolio del trato de la región, los neerlandeses acabaron reorientando la actividad económica de la isla hacia la plantación e intercambio de cultivos mercantiles, entre los que primó el de la caña de azúcar (Andrade, 2008).
Entre estas comunidades chinas, destacó especialmente la de la familia Zheng, dirigida por el célebre talasócrata Zheng Zhilong (Blussé, 1990; Hang, 2015, pp. 42-43; Ollé, 2012). Quien, a pesar de sus humildes orígenes como trabajador portuario en los muelles de Macao y Manila, acabó adquiriendo una posición central en el mercado marítimo chino y japonés gracias al desarrollo de una combinación entre comercio y piratería, y a su hábil y rápida adaptación a los contextos cambiantes del Asia marítima (Hang, 2016, p. 112; Laver, 2016). En definitiva, Zheng Zhilong supo beneficiarse como ningún otro de la inserción de las Provincias Unidas en el mar de China, colaborando estrechamente con la VOC durante años, hasta que sus propios intereses entraron en conflicto con los de la Compañía (Andrade, 2004; Hang, 2015, pp. 45-48). Tras lo que se inició entre ambos una intensa rivalidad comercial, que devino en un periodo de continuas disputas e intercambio de acciones punitivas no exento de enfrentamientos armados. Del mismo modo, Zheng Zhilong también maniobró para obtener amplios beneficios de las dificultades que estaba sufriendo la dinastía Ming durante estos años, en los que las malas cosechas, las revueltas internas y los conflictos cortesanos permitieron e incluso impulsaron el surgimiento de diversos poderes autónomos en diferentes regiones del imperio. Así, Zhilong supo hacer valer su preponderancia en la costa meridional de China, obteniendo el reconocimiento oficial de los Ming de su dominio de facto sobre esta región a cambio de pacificación de los estrechos de Taiwán. Este acatamiento por parte del emperador facilitó a los Zheng la consolidación y legitimización de su conglomerado marítimo, el cual, aunque tenía su epicentro en la región de Fujian, extendió su influencia desde Japón en el norte hasta el archipiélago malayo en el sur, pasando por Filipinas, Cochinchina, Macao y Taiwán (Bon Dar, 2018). Dentro de esta red, Manila, contó con una elevada importancia, convirtiéndose, gracias a su capacidad de introducir importantes cantidades de plata dentro de estos circuitos mercantiles y de absorber un gran número de manufacturas, en una pieza indispensable para el crecimiento y mantenimiento del entramado comercial de Zhilong.
Por su parte, para la gobernación manileña, el ascenso de los Zheng generó toda una serie de beneficios inesperados, al menos, desde en el plano económico, pues gracias a la preponderancia de esta comunidad en los flujos mercantiles de la región, no solo aseguró la llegada periódica de embarcaciones chinas hasta Cavite, y con ellas la viabilidad del sistema de galeones, sino que también minimizó el impacto de la presencia neerlandesa en Isla Hermosa. A su vez, el envío ininterrumpido de productos hasta Manila por parte de este clan, así como la seguridad, regularidad y rentabilidad de su trato, aportaron confianza a los inversores en un sistema comercial manileño que se mostraba más sostenible bajo el amparo de los Zheng. Por lo que la Gobernación pudo reorientar sus prioridades, paralizando la búsqueda de mercados secundarios en región y descendiendo las inversiones en la configuración de vías alternativas de abastecimiento, que, como los presidios de Taiwán, se habían mostrado ineficaces. Por lo que, en pocos años, la Gobernación de Filipinas acabó desarrollando una fuerte relación simbiótica con los Zheng, convirtiendo a esta comunidad en un elemento imprescindible para el mantenimiento del sistema económico filipino basado en los viajes transpacíficos, sobre todo, tras la ruptura de las relaciones de Macao y Goa acontecida en 164014.
Pero, a pesar de los evidentes beneficios obtenidos, el reforzamiento del poder personal de Zheng Zhilong y su papel cada vez más predominante sobre el trato chino también supusieron una amenaza para los hispánicos, debido a que hicieron a la economía manileña excesivamente dependiente de este clan, de sus intereses particulares y de la voluntad de sus mandatarios. Además, el poder de los Zheng asimismo se fue extendiendo por el propio Parián de los sangleyes, planteando a las autoridades filipinas numerosas dudas respecto al tratamiento de la población china de dentro de sus propias fronteras. De modo que, el equilibrio inestable que presidía en estos momentos la relación entre Manila y su Parián, y que se hizo más evidente tras las revueltas de los sangleyes de 1603 y 1639, fue filtrándose poco a poco en los vínculos que se mantenían con los Zheng. Por lo que, a pesar de su intensa colaboración comercial, se fue generando una progresiva confrontación de intereses entre esta comunidad mercantil y la gobernación, que, aunque resultaba cada vez evidente, permaneció en estado latente, esperando que cualquier pequeña chispa pudiera desencadenar el inicio de un conflicto (Wills, 1993, pp. 94-96). En todo caso, hay que tener en cuenta que el control que los Zheng ejercieron sobre los mercaderes y las comunidades diaspóricas presentes allende sus fronteras no fue un proceso exclusivo de Manila, sino que también se dio en otras regiones como la Taiwán neerlandesa o Ayutthaya, produciéndose en estos territorios tensiones similares a las aparecidas en Filipinas (Hang, 2016b, p. 240).
Aunque quizás, la mayor amenaza que podía suponer la familia Zheng para la Gobernación de Filipinas fue su capacidad para resquebrajar el statu quo de la región y remodelar los flujos mercantiles bajo sus propios intereses. Puesto que, gracias a los elevados ingresos procedentes del comercio y al amplio territorio bajo su influencia, habían logrado obtener una importante armada y un populoso ejército que superaba en capacidad militar tanto al desplegado por los europeos en la región como al de muchos de los reinos circundantes. El crecimiento del potencial militar de los Zheng conoció un especial repunte a partir de 1644, fecha en que Zheng Zhilong se negó a reconocer a los Qing como nueva dinastía reinante en China, manteniéndose fiel a los Ming, quienes habían perdido el trono imperial tras una serie de revueltas internas desembocadas en la conquista de Beijing por parte de los manchúes. De este modo, este talasócrata, vio incrementados sensiblemente sus apoyos, engrosando sus tropas con muchos otros hombres leales a la anterior dinastía15.
El enfrentamiento entre los Qing y los lealistas Ming parecía inevitable, por lo que Zhilong, quien posiblemente contaba con mayores intereses económicos que políticos en esta disputa, decidió pactar con los dirigentes manchúes y aceptar el cargo de gobernador-general de Fujian y Guangdong a cambio de su rendición (Young-tsu, 2017). Pero para el trono imperial, dejar a un hombre de tal ascendente actuar libremente en su área de influencia suponía toda una encrucijada, por lo que a pesar de aceptar su capitulación, el talasócrata acabó siendo capturado y enviado preso hasta Beijing. Con esta acción, los Qing esperaban acabar con la resistencia en costa oriental del imperio, pero en cambio consiguieron todo lo contrario, dado que el encarcelamiento de Zhilong acabó espoleando y reforzando a la figura de su hijo, Zheng Chenggong (Croizier, 1977; Cheng-Heng, 2019). De modo que, bajo su dirección, el compromiso de los Zheng con la antigua dinastía se consolidó, ya que debido a su educación en la Academia Imperial de Nanjing y a su cercanía al príncipe Ming Longwu, el nuevo dirigente del clan se mostró mucho más interesado que su padre en el amparo no solo de la antigua dinastía, sino también en la defensa de las tradiciones han frente a los cambios impuestos por los nuevos emperadores (Young-tsu, 2017, pp. 61-62).
Durante la década de 1650, las disputas entre los Qing y Zheng Chenggong se recrudecieron, sucediéndose las batallas por el control de la costa, resquebrajándose la paz en la región y con ella el tan necesario status quo para Manila. Esta situación, acabó repercutiendo negativamente para la Gobernación de Filipinas, que vio como con Fujian y Guangdong inmersas en una espiral de violencia, el número de mercancías llegadas hasta sus costas descendía drásticamente (Herrera Reviriego, 2016, pp. 510-512). Mientras que, diversos desencuentros diplomáticos con Zheng Chenggong, relacionados con el tratamiento a sus mercaderes y a sus parciales en el Parián, desembocaron en la paralización del trato chino con la ciudad hispánica durante los años 1656 y 1657 (Potet, 2016, pp. 75; Prieto Lucena, 1984, pp. 107-120). Esta situación, no solo agudizó la crisis económica que estaba sufriendo Filipinas en estos momentos, sino que también repercutió negativamente en los Zheng, pues sus campañas militares en China dependían ampliamente de la financiación recibida del comercio internacional, en el que Manila ocupaba un papel sumamente destacado. Por lo que, tras este breve desencuentro y la reestructuración de las condiciones mercantiles entre ambos, el comercio volvió a brotar, demostrando la estrecha dependencia creada entre los Zheng y la gobernación (Cheng, 2013, p. 189). A su vez, la revitalización del trato chino en Manila ralentizó el contacto directo que desde principios de década habían mantenido algunos comerciantes hispánicos con otros entrepôts del continente como Cochinchina, Macasar o Siam, dado que las mercancías de estos enclaves no podían competir en calidad y precio con las llegadas desde China y Japón, ni el desarrollo de empresas mercantiles en el exterior con la seguridad de la compra directa a los juncos atracados en Cavite.
Con la llegada de la década de 1660, el agotamiento de las energías de los Zheng se hizo cada vez más patente tras más de diez años de guerra continuada. Así pues, sus ejércitos en China fueron replegándose progresivamente, por lo que tras el fracaso en la toma de Nanjing y la pérdida de importantes núcleos urbanos como Zhenjiang y Guazhou, su territorio se fue reduciendo hasta comprender casi exclusivamente a la ciudad de Xiamen y sus zonas anexas. Además, los Qing, al verse incapaces de imponerse navalmente, decidieron incidir en el núcleo de la riqueza de los Zheng, promulgando en 1660 un edicto que obligaba a la evacuación de toda la población china de la costa16, cortando así, gran parte de sus suministros de mercancías y manufacturas, esenciales para la viabilidad del comercio internacional (Dahpon, 2013; Schottenhammer, 2007, pp. 26-27). Ante la magnitud de este edicto, el imperio mercantil de los Zheng comenzó a resentirse,17 llegando al punto de mostrarse incapaz de financiar por sí solo los grandes desembolsos de las campañas en China como había ocurrido en años anteriores, teniendo que ajustar nuevas tasas al comercio internacional para compensar los crecientes gastos. Por lo que, viéndose acorralado por la nueva coyuntura, en 1662, Zheng Chenggong tomó la medida desesperada de desplazar sus cuarteles generales y a la mayoría de sus parciales hasta una nueva plaza. La elegida para ello fue la isla de Taiwán.
Los neerlandeses, sorprendidos ante la llegada de los ejércitos de los Zheng, poco pudieron hacer para la defensa de su jurisdicción, siendo expulsados por las superiores fuerzas del talasócrata. Esta aplastante derrota fue percibida con estupefacción por parte de la Gobernación de Filipinas, que vio como su antiguo enemigo en la zona, con el que había batallado durante largas décadas sin poder desplazarle de sus territorios, fue barrido de una de sus principales fortalezas en apenas unos meses. Esta situación, no fue desaprovechada por Zheng Chenggong, quien hizo valer el golpe moral que supuso su victoria sobre la VOC para enviar ese mismo año de 1662 una embajada hasta Manila a cargo del dominico Victorio Riccio, la cual demandaba a sus autoridades el pago anual de parias si querían evitar un destino similar al de Isla Hermosa18 (Busquets Alemany, 2007; Prieto Lucena, 1984, pp. 123-124).
Los peores presagios se habían hecho realidad para la Gobernación, y dos de las amenazas más claras a su supervivencia, como eran la localización de Isla Hermosa y la ruptura del status quo de la región, se reunieron en la figura de Zheng Chenggong. Ante esto, incapaz de aceptar la subordinación del monarca español al hijo mestizo de un apostata, el gobernador Sabiniano Manrique de Lara y los vecinos de Manila se prepararon para la guerra. La desolación de la Gobernación de Filipinas parecía inevitable, pero en el último momento el destino sonrió a la monarquía, ya que el 23 de julio de 1662, la muerte se abatió inesperadamente sobre Zheng Chenggong.
Con el talasócrata fuera de juego, todo el tablero de la región sufrió un abrupto cambio, pues su desaparición provocó una redefinición casi total del poder de los Zheng, así como un desafío a la legitimidad de sus herederos, abriéndose un nuevo escenario para las relaciones tanto comerciales como políticas entre este clan y el Asia marítima, y por extensión, para la gobernación hispánica.
2. La adaptación de Taiwán tras la muerte de Zheng Chenggong
La muerte de Zheng Chenggong supuso un duro e inesperado golpe para su clan debido a que, a todas las dudas e incertidumbres surgidas tras la toma de Isla Hermosa, a la pérdida de parte de sus mercados tradicionales y a la disminución de su territorio en China, se le sumó un severo e imprevisto problema de liderazgo interno. Así, a pesar de que teóricamente el primogénito de Zheng Chenggong, Zheng Jing, era el legítimo heredero del clan, el hecho de que a la muerte de su padre se encontrara digiriendo la guarnición de Xiamen, permitió a parte de los mandarines y generales presentes en Taiwán maniobrar en su propio beneficio, nombrando al maleable Zheng Miao como su sucesor, a pesar de encontrarse quinto en la línea de sucesión (Andrade, 2011, p. 301; Young-tsu, 2017, pp. 110-111). En esta tesitura, desde julio hasta diciembre de 1662, fecha en que Zheng Jing marchó sobre Taiwán para expulsar a sus enemigos políticos, el territorio de este clan se encontró escindido. Esta división animó a las tropas del nuevo emperador Qing, Kangxi, a redoblar los esfuerzos para la toma de Xiamen, creyendo que si caía esta ciudad, los Zheng estarían indudablemente destinados a la rendición. La guerra se ciñó sobre la urbe, y ante la falta de un líder claro en Fujian, las deserciones entre las filas y los altos cargos de los lealistas Ming se sucedieron, deteniéndose momentáneamente tras la vuelta de Zheng Jing de Taiwán. De todos modos, para esas fechas, Xiamen se encontraba condenada, y en octubre de 1663, la última plaza de los Zheng en China caía ante una alianza conjunta entre manchúes y neerlandeses, dejando a Taiwán como último reducto del clan.
Zheng Jing se encontró en esos momentos con una titánica obra por delante, pues no solo debía reestructurar sus posesiones tras la pérdida de su región matriz, sino que igualmente tenía que reajustar su sistema económico, sus rutas comerciales y su modelo social, así como dotar de legitimidad a su clan tras los últimos sucesos en China. Inició entonces una serie de reformas encaminadas a reorientar su organización, con el objetivo de transformarla de una mera unidad militar de un imperio a un estado territorial de pleno derecho (Hang, 2015, p. 156). Para ello, el mandatario impulsó una profunda reforma de sus estructuras, intentando convertir a Taiwán en el centro de una nueva China, la cual, pudiera ser capaz abarcar a las comunidades chinas de ultramar, a pesar de encontrarse fuera de los límites del antiguo imperio Ming (Hang, 2015, p. 162).
La sucesiva pérdida de sus enclaves continentales y la muerte en 1662 de Yongli, último pretendiente Ming, junto a la frontera con Burma, también implicó una completa restructuración de la legitimidad de los Zheng. Su supremacía ya no podía basarse únicamente en la defensa del derecho al trono de una dinastía agonizante, sobre todo, cuando la totalidad de su territorio se encontraba en estos momentos fuera de los límites del propio imperio. Así, Zheng Jing acabó por desprenderse de muchos de los antiguos símbolos relacionados con los Ming esgrimidos por su padre, exaltando y enfatizando que, tanto su legitimidad como la de su clan, ya no emanaba de la defensa de los derechos de la antigua dinastía, sino de su control sobre Taiwán y de la conservación y respeto de las costumbres han. De este modo, Zheng Jing borró cualquier consideración sobre los Ming y el imperio chino de sus títulos, pasando a ser denominado en 1663 «rey de Isla Hermossa y príncipe de Subengchiu»19, y quedando reducido únicamente a «rey de Isla Hermosa» tras la pérdida de Xiamen20. Mientras que, en las referencias a su padre, se le citaría como «el rey pasado»21, remarcando así sus derechos dinásticos y el ascenso a la dignidad real a partir de la conquista de Taiwán22. Esta denominación, contrasta ampliamente con la utilizada por Zheng Chenggong en vida, quien, incluso tras la conquista de Taiwán, continuó autointitulándose únicamente «capitán general del reino de China»23. Del mismo modo, el nombre que los Zheng otorgaban a la propia Formosa también mutó en estos años, pasando en 1664 de ser conocida como Dongdu (la capital Ming Oriental) a simplemente Dongning (Pacificación Oriental) (Potet, 2016, p. 75; Hang, 2008, p. 251). Estos cambios introdujeron un sentimiento de pertenencia y un compromiso a largo plazo con Taiwán, dejando claro que la isla se había convertido en el núcleo de su poder y legitimidad (Hang, 2016b, p. 243).
Al mismo tiempo que la legitimidad de los Zheng se desligaba de las ambiciones de los Ming, se fue desarrollando una nueva identidad y consciencia colectiva, común para los seguidores del clan, basada, fundamentalmente, en una férrea defensa de las tradiciones han. De este modo, se mantuvieron inalteradas importantes señas de su identidad y cultura, como la forma de vestir y el corte de pelo tradicionales, negándose en esto a adoptar los cambios estéticos impuestos por los Qing en el imperio. Al mismo tiempo que se fomentaba la sinización de la isla y la estructuración de un «estado» bajo las prácticas y costumbres chinas, se erigieron tanto templos confucianos como una academia imperial y se creó una burocracia y un funcionariado elegido mediante exámenes oficiales (Young-tsu, 2017, p. 115; Hang, 2008, p. 252).
A su vez, durante la década de 1660, Isla Hermosa sufrió un sustancial cambio en su paisaje. Los monocultivos de caña de azúcar desarrollados por los neerlandeses fueron complementados con un amplio abanico de sembrados, más enfocados hacia el autoconsumo que hacia la exportación comercial (Andrade, 2006; Manthorpe, 2009, pp. 101-102; Hang, 2015, p. 161). En paralelo, se inició una parcial desmilitarización de la sociedad, puesto que, gracias a la paralización de la ofensiva sobre China, a la protección natural que brindaban las aguas que rodeaban Taiwán y a la inexperiencia de los Qing en los conflictos navales, no era necesario mantener los concurridos ejércitos de antaño. De este modo, surgieron numerosas colonias de exmilitares en diversos puntos de la isla, que se dedicaron a roturar las tierras que hasta ese momento habían permanecido incultas, desplazando a los indígenas hacia las montañas y convirtiendo antiguos bosques y eriales en prósperas parcelas (I-Shou, 1980, pp. 38-40). Todo ello, unido al bajo sistema impositivo instaurado por Zheng Jing en la isla, acabó atrayendo a numerosos campesinos llegados desde China, cifrando algunas fuentes estos colonos en más de 30.000 personas (Hang, 2008, pp. 252-253).
El aumento de la producción agrícola en Taiwán y una serie de buenas cosechas ayudaron a la que seguía siendo una de las bazas más importantes de la familia Zheng, el comercio internacional. Así pues, a pesar de la pérdida de sus centros logísticos en China y de las políticas restrictivas de los Qing al trato marítimo, el clan supo y pudo recomponerse, aunque fuera parcialmente, ante las nuevas circunstancias. Para ello, recondujo su núcleo de operaciones de Xiamen al sur de Taiwán, sobreponiéndolo sobre el generado por los neerlandeses y utilizando muchos de los flujos y rutas desarrollados por estos. Igualmente, aprovechó la riqueza de los bosques interiores de la isla para erigir una nueva flota de navíos en la que se combinaban los diseños y avances de los buques asiáticos y europeos (Young-tsu, 2017, pp. 115-116). En el mismo sentido, desarrolló una serie de estrategias para evadir, en la medida de lo posible, el bloqueo mercantil de los manchúes, aliándose para ello con bandidos y piratas locales e incluso con oficiales Qing corruptos, generando toda una serie de flujos ilegales en el litoral chino que proporcionaron un suministro continuado, pero irregular, de manufacturas (Hang, 2016, pp. 125-126). A ellos, se sumaba el mantenimiento de otros mercados tradicionales para los Zheng, como el japonés o el cochinchino, y el desarrollo y potenciación del trato con otros entrepôts, principalmente con los situados en la región de Insulindia (Bon Dar, 2018). Así como la alianza con otras naciones europeas que se opusieran y rivalizaran con la VOC en la región, destacando a finales de la década de 1660 los fuertes lazos desplegados con la Compañía Inglesa de las Indias Orientales, la EIC24, que desembocaron en la firma de un tratado comercial en 1671. El comercio con esta compañía comercial resultó sumamente importante para los Zheng, pues, al contrario que los castellanos, los ingleses no solo se mostraron interesados en las manufacturas asiáticas y en los elementos para el aderezo de naves, sino que también demandaron otros productos originarios de Formosa, como el azúcar de caña o las pieles de ciervo (Paske-Smith, 1930, p. 85).
De este modo, los Zheng fueron moldeando progresivamente el paisaje, la sociedad y la economía de Taiwán, adaptándolas a las nuevas necesidades de su clan. Los tiempos de Zheng Chenggong habían quedado atrás, y su heredero era consciente de que, si quería asentar las reformas llevadas a cabo en Isla Hermosa, debía empezar por cambiar las relaciones con una de sus más estrechas colaboradoras: la Gobernación de Filipinas.
3. La necesidad de una alianza conjunta
La paz de 1663 entre los Zheng y Manila nació entre grandes reservas, puesto que no fueron pocas las voces en ambos bandos que se mostraron contrarias a su firma o que exhibieron sus suspicacias por la continuidad de las relaciones en las mismas condiciones que se habían desarrollado hasta ese momento. Diversos altos cargos hispánicos dudaron de la veracidad y estabilidad de las paces propuestas, influidos por la abrupta ruptura de las conversaciones con los neerlandeses en 166225, la juventud de Zheng Jing y el carácter voluble y cambiante de su padre26. Entre estas voces críticas, destacó especialmente la del arzobispo de Manila, Miguel de Poblete, quien no solo se mostró receloso ante las intenciones de los Zheng, sino también de las de los sangleyes del Parián. Por esta razón, pidió en diversas ocasiones la total expulsión de los chinos de las islas, definiéndoles como el «enemigo dentro de cassa» y argumentando que su lealtad al monarca de Taiwán era total, dado que le rendían tributo y seguían sus instrucciones a pesar de residir en territorio filipino27.
Pero los hispánicos no fueron los únicos en mostrar sus reticencias a la firma de la paz, puesto que, durante los primeros compases de su mandato, el propio Zheng Jing y parte de sus mandarines estuvieron sopesando la posibilidad de atacar Luzón tras la aparición de ciertas informaciones tergiversadas, según las cuales, los hispánicos habían asesinado a la totalidad de los sangleyes presentes en las islas tras una revuelta acontecida en el Parián. Estas declaraciones insuflaron la ira de Zheng Jing, quien un primer momento pensó en continuar con los planes de conquista de su padre, pero la llegada de noticias más exactas de manos de exiliados procedentes de Manila apaciguó sus ánimos y los encaminaron hacia la vía diplomática.
A pesar de estas reticencias iníciales, tanto los Zheng como la Gobernación de Filipinas eran conscientes de que, después de los últimos cambios acontecidos en el continente, ambos bandos se necesitaban, quizás ahora más que nunca. Por lo que, en parte, la firma del tratado iba más allá de la búsqueda de la paz tras una abrupta ruptura diplomática, ya que implicaba el reconocimiento de unos y otros de la necesidad de mantener una relación de cordialidad que asegurara la conservación de sus formas de vida y la integridad territorial de ambos firmantes (Wills, 2011, p. 61).
Para la Gobernación de Filipinas, la disminución de la llegada de navíos chinos hasta el puerto de Cavite, derivada de la amenaza de conquista de los Zheng y de los decretos restrictivos sobre el comercio de los Qing, había supuesto un auténtico reto, ya que afectó sensiblemente al sistema de galeones en diversas facetas. Y es que, la reducción del número de naves mercantes chinas produjo la consecuente merma del número de manufacturas y tejidos disponibles para su venta y distribución, tanto en el mercado interior filipino como en las ferias de Acapulco. Esta falta de mercancías se vio agudizada por el abandono del trato con Filipinas por terceros países, a causa de la incertidumbre que una posible intervención armada china suponía a sus inversiones. De este modo, entre el anuncio de la amenaza de Zheng Chenggong sobre el archipiélago, el 21 de abril de 1662, y la llegada de la embajada de Riccio, en 1663, solo acudieron a comerciar a Manila un navío de Macasar y dos embarcaciones chinas, una de cuales, acabó en la capital filipina tras ser expulsada de Pangasinán. Estos buques portaban una carga variada, desde tejidos chinos y japoneses hasta pimienta insulíndica, pero sus volúmenes eran ligeramente inferiores a los usuales y claramente insuficientes para llenar las bodegas de un galeón. Estos datos contrastan con los documentados en el periodo comprendido entre el 1 de enero de 1662 y el 20 de abril de ese mismo año, cuando un total de siete navíos chinos y uno siamés visitaron Cavite28.
Pero la disminución del trato con otros puntos de Asia no solo afectó a las bodegas de los galeones, sino también a la propia estructuración del sistema comunicativo con América, pues la amenaza de los Zheng asimismo privó a los Reales Almacenes manileños de sus principales proveedores de hierro y trigo, elementos indispensables para la construcción y expedición de naves transpacíficas. La ausencia de minas de metal férreo en las islas y la paralización de su llegada desde China llevó al gobernador Manrique de Lara a ordenar fundir todas las rejas de las iglesias y de las casas de los vecinos de la ciudad para ser utilizadas en la construcción de la nao San Sabiniano29. Mientras que la escasez de trigo para la elaboración de bizcocho, elemento imprescindible para la alimentación de los marineros de la época, influyó en el surgimiento de proyectos para la adecuación de este cultivo en entornos como los de la laguna de Bay30.
A su vez, el fin de las hostilidades, coincidió con un periodo de grandes inversiones en materia defensiva por el erario público filipino, derivadas de las revueltas acontecidas en las provincias de Pampanga y Pangasinán en 1661. Así como de una época de falta de liquidez por parte de la administración, fruto de la disminución de la cuantía de los socorros llegados tras el fin de la Guerra de los Ochenta años y de diversos problemas comunicativos de los galeones, que provocaron una serie de retrasos en la llegada de los situados y tropas de refresco (Alonso Álvarez, 2009, p. 298). Estos problemas económicos y de liquidez se vieron severamente agravados por la amenaza de los Zheng, que ocasionó una drástica disminución tanto de los impuestos derivados del comercio como de aquellos que dependían de los sangleyes. A la vez que multiplicó los gastos en defensa de unas maltrechas arcas manileñas, las cuales tuvieron que recurrir a la retirada de los presidios de las Molucas y del sur del archipiélago como medida desesperada para socorrer a la capital.
La amenaza del talasócrata también quebró el sistema simbiótico entre chinos e ibéricos que había dado forma a Manila hasta esos momentos, generando una alta conflictividad entre ambos grupos que desembocó en la revuelta del Parián de 1662 y la expulsión de un gran número de sangleyes de Luzón (Busquets, 2018, pp. 10-25; Gil, 2011, pp. 514-526). Estos acontecimientos, desmembrarían el sistema productivo de la capital, pues gran parte de los oficios manuales eran ejercidos únicamente por chinos, dejando a la minoría ibérica en una situación sumamente delicada en este sentido.
En suma, de haberse mantenido en el tiempo, la amenaza de los Zheng hubiera podido poner en entredicho la viabilidad del entrepôt manileño al fracturar el sistema de galeones, resquebrajar la relación simbiótica desarrollada con los sangleyes y agravar la crisis económica y de liquidez que sufrían las instituciones. Una situación esta que difícilmente podría ser compensada con la forzosa reconversión y diversificación del sistema mercantil de la Gobernación de Filipinas, debido a la falta de tiempo para emprender una reforma de tal calibre y al aislamiento que había generado el ultimátum de Taiwán tanto con América como con otros puntos de Asia.
Ante esta condición de crisis económica, mercantil, comunicativa, financiera y social, la oferta de paz con los Zheng fue aceptada de inmediato, ya que no solo borraba la amenaza de la guerra, sino que igualmente permitía detener los esfuerzos en defensa, iniciar una redistribución de las energías de la Gobernación y acometer la necesaria reactivación económica de las islas. Junto a ello, el fin de la tensión bélica también brindó a Manila el tiempo necesario para reajustar su sistema defensivo a los cambios acontecidos tanto en sus propias fronteras como en el continente y adaptarse a la amenaza inmediata que suponía la cercanía de la isla de Taiwán.
Por su parte, para los Zheng la recuperación de las relaciones con la gobernación se convirtió igualmente en una prioridad. La cordialidad con los hispánicos y la paralización de cualquier intento de conquista permitió a Zheng Jing avanzar en las reformas emprendidas en Formosa, reforzar sus estructuras de poder y redefinir la legitimidad de sus posesiones sin los contratiempos que podrían derivarse de una nueva campaña militar. Además, el nuevo mandatario, prefirió encaminar sus mermados recursos militares y sus escasas reservas de alimentos31 a conservar los territorios heredados de su padre, pudiendo sofocar las divisiones internas y repeler los intentos de la VOC de recuperar Formosa32 sin los riesgos derivados de tener que operar en diversos frentes al mismo tiempo ni los de ausentarse de sus centros de poder (Cheng, 2013, pp. 225-226; Young-tsu, 2017, p. 113).
De todos modos, el pacto de 1663 no implicó el fin de las ambiciones territoriales de Taiwán sobre Filipinas, permaneciendo latente un cierto interés por su control del que los hispánicos eran conscientes33. Así, en 1670, diversos asesores de Zheng Jing intentaron promover la conquista de Luzón, apelando tanto a las vejaciones sufridas por los sangleyes como a las posibilidades agrarias y comerciales de la isla (Hang, 2016b, pp. 259-260). Mientras que, en 1683, el hijo de Zheng Jing, Zheng Keshuang, llegó a valorar la ocupación de Filipinas ante un inminente desembarco manchú en la isla (Cheng-Heng, 2020).
A su vez, la paz con Manila también permitió a los Zheng recuperar a uno de sus principales socios comerciales en la zona en un momento sumamente delicado para el devenir de sus intereses mercantiles. Pues, a la lógica incertidumbre por la necesaria restructuración de sus redes de intercambios tras la pérdida de Xiamen y la nueva centralidad de Taiwán, se le sumó un descenso de las exportaciones de plata japonesa34 y la presión que ejercieron sus enemigos sobre algunos de sus mercados tradicionales (Lee, 1999, pp. 8-9). Y es que, con los Zheng fuera del continente, los Qing pudieron reforzar sus restricciones sobre el comercio costero de China, al mismo tiempo que enviaron emisarios a diversos entrepôts de la región en los que pidieron la expulsión de los comerciantes de Taiwán35. Por su parte, la VOC inició una dura campaña contra los Zheng y sus redes mercantiles, asaltando sus navíos, bloqueando determinados pasos marítimos e intentando aislarlos diplomática y comercialmente de Siam, Tunkin o Camboya (Viraphol, 1977, p. 12; Cheng, 2013, pp. 214-217). Ante estas dificultades, el mercado filipino se volvió una pieza casi imprescindible para el mantenimiento y reestructuración de su red clientelar. Como demostró el propio Zheng Jing en una carta a la corte de Kangxi de 1667, donde citaba al Shogunato y a la Gobernación como los puntos más destacados con los que mantenía trato en esos momentos (Cheng, 2013, p. 230). De modo que, durante la década de 1660, el eje Japón-Taiwán-Filipinas se convirtió en uno de principales baluartes mercantiles de los Zheng, quienes, debido a las políticas aislacionistas japonesas, actuarían como intermediarios entre ambos archipiélagos (Nogami, 2013, pp. 106-111).
Luzón también se convirtió en una importante vía de financiación para Taiwán, sobre todo tras el abandono en 1662 de la moneda china y la adopción del peso hispánico, el cual ya contaba con una amplia aceptación en el sur de China como divisa, sea para los intercambios internos sea para el comercio internacional (Meng, 2020; Hang, 2015, p. 159). Asimismo, era una valiosa fuente de abastecimiento de alimentos, madera y otros materiales ante un posible conflicto o bloqueo de los Qing o los neerlandeses gracias a la neutralidad de Manila, como se demostraría años más tarde durante la Rebelión de los Tres Feudatarios36.
Además, el tratado de paz con la Gobernación permitió a los Zheng bloquear una posible alianza entre los manchúes y Manila que pudiera acrecentar el aislamiento político de Taiwán en la región. Máxime, cuando la alianza entre el emperador Kangxi y la VOC, la unión de los portugueses con las instituciones chinas y la estrecha relación que muchos de los reinos y entrepôts del sudeste asiático mantenían con Batavia, habían dejado a Zheng Jing con escasos apoyos en el continente (Cheng, 2013, p. 243). Por su parte, las relaciones con Japón comenzaron a deteriorarse, a pesar de que el Shogunato había sido durante años uno de los más firmes aliados de los Zheng37 (Carioti, 2016, pp. 171-174). Así pues, a partir de 1664, el bakufu adoptó una serie de medidas encaminadas a entorpecer la salida de plata del archipiélago por parte de los Zheng, las cuales se unieron a una mayor permisión a la entrada de mercaderes Qing y a la adopción de una posición neutral en las disputas entre este clan y los neerlandeses que afectaron ampliamente al trato taiwanés en el archipiélago (Hang, 2015, pp. 154-155).
4. Conclusiones
La amenaza sobre Filipinas de 1662 supuso un importe salto al vacío para Zheng Chenggong, el cual, al encontrarse ante una situación desesperada para su clan y para su causa, priorizó los beneficios inmediatos de la conquista de Luzón sobre la alta rentabilidad que el comercio manileño le había otorgado durante décadas. El paso del tiempo y la vorágine de cambios acontecidos en Asia oriental tras su muerte, no hicieron más que remarcar el alto grado de dependencia que tanto los Zheng como Manila habían alcanzado de su simbiosis. En esta tesitura, la firma del tratado de 1663 resultó un paso natural y coherente en las relaciones entre ambos, en las cuales, los firmantes, reconocieron indirectamente su dependencia mutua y aceptaron su colaboración como la mejor forma para adaptarse a las profundas alteraciones surgidas en el continente. Al mismo tiempo, dicha firma puso de relieve las palabras que Sabiniano Manrique de Lara dirigió al talasócrata ante su amenaza de conquista en 1662:
Pedís parias y tributo falto de conocimiento, sin considerar los daños que se os pueden recrezer ni el summo bien de los vienes que reçivís, pues, quando consiguierais […] el dominar estas yslas, sería dominaros a voz mismo, estinguiendo el trato sin que por otra ninguna parte pudieseis recoger tan grandes thesoros como cada año transportais, enrriqueçiendo voz vuestros aliados y todos los demás de vuestra naçión y reino de China, sin que aya tenido otro ninguno de esta çircumbalaçión tantas combeniençias como de aquí aveis sacado.38
El gobernador filipino demostró en su discurso el conocimiento que poseían los hispánicos de la dependencia que los Zheng tenían de las relaciones con Manila, así como de los grandes beneficios que obtendrían de ella, antes, si quiera, que la paralización de los contactos mostrara más claramente la necesidad de una colaboración entre las partes, evidenciando, que no solo los ibéricos desarrollaron una fuerte dependencia de los Zheng y de la población china del Parián, sino que esta era reciproca.
Así pues, la firma del tratado de paz de 1663 entre Manila y los Zheng supuso el inicio de una estabilización de las relaciones entre chinos e hispánicos que se prolongó hasta 1683, fecha de la conquista Qing de Taiwán. Durante estas dos décadas, resurgió el equilibrio inestable entre las dos comunidades, aunque presidido por una mayor comunicación entre las partes. De modo que, a pesar de la amenaza territorial constante que suponía la cercanía de la isla de Taiwán39 e incluso al planteamiento entre 1670 y 1673 de una posible conquista de Luzón, chinos e ibéricos, consiguieron mantener unas relaciones estables gracias al reconocimiento de su necesidad mutua y a la negociación en momentos de fricción (Hang, 2016b, pp. 259-261). Por lo que, a pesar de los continuos rumores de conquista y la aparición de ciertos desencuentros, como la sentencia de muerte en Manila de un familiar de Zheng Jing acusado de sodomía40, las posibles desavenencias fueron subsanadas antes de provocar una ruptura (Luque Talaván, pp. 179-181). En suma, entre 1663 y 1683, no solo no surgieron conflictos de importancia entre las autoridades de la Gobernación y Taiwán, sino que tampoco se desató ningún tumulto destacado en el Parián. Dato este último a destacar, sobre todo, si tenemos en cuenta, que tras la caída de Zheng Keshuang en 1683, se produjo un intento de motín en 1684 y un nuevo levantamiento de la población china en 1686 (Gil, 2011, pp. 527-539).
AGRADECIMIENTOS
Este trabajo forma parte del proyecto «El sudeste asiático bajo la influencia ibérica en el mundo, 1581-1668» (PID2019-107430GB-I00), Ministerio de Ciencia y Educación y Agencia Nacional de Investigación.
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Notas
1
Son numerosas las referencias de las fuentes de la época al golpe psicológico que supuso para los hispánicos la posible conquista de las islas por parte de los Zheng, así como el impacto que supuso para ellos la extrema facilidad con que los chinos habían acabado con las defensas neerlandesas en Isla Hermosa. Así, el gobernador Manrique Lara alude a ello diciendo que el asalto a Formosa «fue formidable, en tanta manera, que los habitadores de aquellas islas se les destronçaron los corazones», Archivo General de Indias (en adelante AGI), Filipinas, 9, R.2, N.38, Málaga, 18 de diciembre de 1668, carta de Sabiniano Manrique de Lara. Biblioteca Nacional de España (en adelante BNE), R/33365/2, Manila, 1662, Dedicatoria de Felipe de Ugalde a Sabiniano Manrique de Lara.
2
Zheng Chenggong, también conocido como Koxinga, Koxing o Pumpuan en las fuentes europeas contemporáneas.
3
AGI, Filipinas, 9, R.3, N.49, Manila, 24 de junio de 1666, carta de Diego Salcedo.
4
Así, el jesuita Magino Sola la definía como el lugar en que «participan de lo bueno y mejor de las dos Indias, oriental y occidental, y concurren a ellas como camino y centro de sus carreras y viajes, […] gozando pues Manila, como zentro de todo, con más comodidad del fruto de tan ricos comercios». AGI, Filipinas, 28, N.90, sin fecha, carta de Magino Sola.
5
En este punto, hay que recordar, que durante el siglo XVI y antes de la institucionalización de la «carrera de Acapulco», Manila también permaneció vinculada con Perú, aunque estos viajes que acabaron siendo ilegalizados por la monarquía tras unos pocos años. Del mismo modo, Manila, no fue el único puerto en recibir a los galeones, pues en un primer momento Cebú igualmente participó de estos contactos, mientras que otros puertos como Palapa o Lampón acogieron la llegada de estas naos debido a diversas contingencias durante los siglos siguientes.
6
AGI, Filipinas, 6, R.1, N.7, Cebú, 23 de julio de 1567, carta de Miguel López de Legazpi.
7
AGI, Filipinas, 28, N.61, Manila, 15 de julio de 1658, carta del cabildo secular de Manila.
8
BNE, MSS/11014, Manila, 25 de abril de 1663, líbelo anónimo sobre la necesidad de la expulsión de los sangleyes.
9
Fueron numerosos los proyectos de conquista planteados en la región en los primeros compases de la presencia castellana en Asia, algunos tan cuestionables como la conquista de Camboya o de China.
10
AGI, Filipinas, 201, N.1, 21 de abril de 1662, Carta de Zheng Chenggong a Sabiniano Manrique de Lara.
11
Archivo Provincial Dominico de Ávila (en adelante APDA), Formosa, Tomo 1, Documento 2, sin fecha, Utilidad de la conquista de Ysla Hermosa de Bartolomé Martínez.
12
AGI, Filipinas, 18B, R.6, N.52, Manila, 8 de julio de 1596, carta de Luis Pérez das Mariñas.
13
Siglas de la Vereenigde Oostindische Compagnie o Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales.
14
La ruptura de relaciones con los lusos solo fue parcial, pues durante los siguientes años se siguieron manteniendo contactos con comerciantes portugueses presentes en diversos entrepôts de la región, siendo quizás el más importante de ellos el de Macasar.
15
APDA, China, sección 34, Tomo 2, Libro 2, 1667, Hechos de la orden de Predicadores en el Imperio de China de Victorio Riccio.
16
AGI, Filipinas, 9, R.3, N.50, Manila, 4 de agosto de 1667, carta de Diego Salcedo.
17
Así lo mostró Victorio Riccio en su obra, aludiendo a que debido al edicto de los Qing «se quedó deshecho en poco tiempo lo que en muy largo y a costa de innumerables gastos había juntado su poder: soldados, marineros, caballos, armas, pertrechos, con sus gentes y casi todas sus naos». APDA, China, tomo 2, libro 3, 1667, Hechos de la orden de predicadores en el imperio de China de Victorio Riccio.
18
AGI, Filipinas, 201, N.1, 21 de abril de 1662, carta de Zheng Chenggong a Sabiniano Manrique de Lara.
19
AGI, Filipinas, 201, N.1, 27 de abril de 1663, carta de los mandarines de Taiwán a Sabiniano Manrique de Lara.
20
AGI, Filipinas, 9, R.3, N.48, 24 de junio de 1666, carta de Diego Salcedo.
21
AGI, Filipinas, 201, N.1, 27 de abril de 1663, carta de los mandarines de Taiwán a Sabiniano Manrique de Lara.
22
Hay que remarcar en este punto que, durante la Rebelión de los Tres Feudatarios de la década de 1670, según las fuentes hispánicas, Zheng Jing adoptó el nombre de «rey de Emui en la China». AGI, Filipinas, 10, R.1, N.30, Manila, 31 de mayo de 1674, carta de Manuel de León.
23
AGI, Filipinas, 201, N.1, 22 de abril de 1662, carta de Zheng Chenggong a Sabiniano Manrique de Lara.
24
Siglas de East India Company o Compañía Inglesa de las Indias Orientales.
25
AGI, Filipinas, 9, R.2, N.39, Málaga, 25 de febrero de 1670, carta de Sabiniano Manrique de Lara.
26
AGI, Filipinas, 201, N.1, Málaga, 8 de octubre de 1666, carta de Sabiniano Manrique de Lara.
27
AGI, Filipinas, 201, N.1, Manila, 30 de junio de 1663, carta de Miguel de Poblete.
28
AGI, Filipinas, 64, N.1, Manila, informe sobre las inspecciones efectuadas a las naves llegadas a Cavite durante 1662 y 1663.
29
AGI, Filipinas, 9, R.3, N.40, Manila, 16 de julio de 1664, carta de Diego Salcedo.
30
AGI, Filipinas, 9, R.3, N.44, Manila, 25 de junio de 1665, carta de Diego Salcedo.
31
Durante 1663 sufrió un episodio de malas cosechas, agudizado por la escasa roturación de tierras de Taiwán y el enfoque comercial de las plantaciones neerlandeses. Cheng Wei-chung defiende que esta pudo ser una de las causas que empujaron a Zheng Jing a la firma del tratado de 1663.
32
Los ataques neerlandeses sobre Taiwán se repitieron durante los primeros años de mandato de Zheng Jing, siendo especialmente intensos en 1664, fecha en la que consiguieron apoderarse de la bahía Jilong. AGI, Filipinas, 201, N.1, La Haya, 6 de octubre de 1665, carta de Esteban de Gamarra, embajador hispánico en La Haya.
33
AGI, México, 47, R.1, N.3, Manila, 6 de julio de 1672, carta de Manuel de León. AGI, Filipinas, 9, R.3, N.48, Manila, 24 de junio de 1666, carta de Diego Salcedo.
34
Debido a la monetización de la economía japonesa, el bakufu, a partir de 1660, comenzó a imponer trabas para la exportación de plata. Así, durante esta década, su venta a la VOC fue vetada, extendiéndose la prohibición a los mercaderes chinos a partir de 1680, tras años de endurecimiento de las restricciones.
35
El gobernador Sabiniano Manrique de Lara llegó a recibir peticiones por parte de los Qing para expulsar de Manila a los sangleyes que se mostraran partidarios de los Zheng. AGI, Filipinas, 201, N.1, Manila, 10 de julio de 1662, carta de Sabiniano Manrique de Lara a Zheng Chenggong.
36
AGI, Filipinas, 11, R.1, N.9, Manila, 22 de junio de 1679, carta de Juan de Vargas Hurtado.
37
La relación entre los Zheng y Japón fue tan estrecha que, incluso Zheng Chenggong y Zheng Jing, llegaron a pedir el apoyo del shogunato en su guerra contra los manchúes.
38
AGI, Filipinas, 201, N.1, Manila, 10 de julio de 1662, carta de Manrique de Lara de 10 de julio de 1662.
39
AGI, México, 47, R.1, N.3, Manila, 6 de julio de 1672, carta de Manuel de León.
40
AGI, Filipinas, 10, R.1, N.7, Manila, 15 de julio de 1671, carta de Manuel de León.
Notas de autor
aherrera.reviriego@gmail.com
ISSN: 1133-0481
Vol.
Num. 31
Año. 2022
“DOMINAR ESTAS ISLAS SERÍA DOMINAROS A VOS MISMO”: LAS RELACIONES DE COLABORACIÓN Y DEPENDENCIA ENTRE LOS ZHENG Y LA GOBERNACIÓN DE FILIPINAS EN EL MARCO DE LA PAZ DE 1663
José Miguel Herrera Reviriego
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