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Rafael Torres Sánchez
Universidad de Navarra
España
Núm. 21 (2012), Artículos
DOI: https://doi.org/10.15304/ohm.21.686
Recibido: 07-01-2013 Aceptado: 07-01-2013
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Resumen

En 1779 el gobierno de Carlos III aumentó un tercio las Rentas Provinciales y Equivalentes para financiar la guerra contra Gran Bretaña. Tradicionalmente esta subida de impuestos se ha interpretado como un ejemplo de absolutismo fiscal. El gobierno podía aumentar un 30% los impuestos porque no tenían ningún tipo de límite político. En el trabajo analizamos cómo el gobierno planteó y realizó esta modificación fiscal. Concluimos que la operación no fue nada fácil. El gobierno retrasó lo que pudo la subida, y, cuando finalmente lo hizo, prefirió buscar la legitimidad de la “opinión pública” y reducir lo más posible el impacto sobre el contribuyente. Más que una subida de impuesto, el gobierno planteó una transferencia concreta de caudales sobrantes desde las arcas municipales, cuyo control había sido uno de los ejes del reformismo fiscal anterior. Con esta operación el gobierno mostró una grave incoherencia en su política fiscal, que se agudizó al descubrirse que los caudales no estaban en las arcas municipales. Al final, el gobierno tuvo que ceder todo el protagonismo a los ayuntamientos, que se vieron obligados a multiplicar arbitrios sobre el consumo y endeudarse, justo lo que el gobierno había intentado evitar. Concluimos que los límites de la acción del estado estaban en el temor a los contribuyentes y en la incoherencia de la política fiscal.
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