En el ámbito de la lengua castellana, Víctor Samuel Rivera es posiblemente uno de los interlocutores más críticos de la obra de Gianni Vattimo. Aunque Rivera ha compartido con el turinés diversos espacios de diálogo en libros colectivos y revistas indexadas, ha logrado esbozar un trazo filosófico propio dentro del discurso de la hermenéutica filosófica, que el autor denomina “hermenéutica del misterio” (pp. 296 y ss.). Pensar desde el mal desarrolla los logros en esta corriente nueva en contraste e incluso en oposición a la hermenéutica nihilista. Rivera asume de la hermenéutica nihilista de Vattimo su postura central: asumir la hermenéutica como “ontología de la actualidad”, es decir, una interpretación ontológica para fenómenos de naturaleza social y política.
La hermenéutica nihilista de Vattimo remite la ontología de la actualidad al compromiso político, aligerando las fronteras entre el discurso filosófico y el del activismo de partido; Rivera emplea una estrategia inusual en la hermenéutica: leer la realidad política y social del presente en clave metafórica, remitiendo la actualidad a un ámbito de agencia instalado desde el lugar de “los invisibles”, “lo no humano”, etc., que es el que daría carácter genuinamente filosófico a la reflexión y trazaría una línea neta de separación entre la filosofía y el discurso ideológico, periodístico o de partido sin acarrear el costo de ocuparse de la “actualidad”.
De alguna manera la “hermenéutica del misterio” de Rivera encuentra en la actualidad del mundo social “mensajes del Ser”, mensajes que se interpreta de manera alegórica, una estrategia de la que puede encontrarse varios ejemplos. Esta estrategia alegórica es justificada en el capítulo 1 bajo un supuesto que luego es usado en el resto del libro. Se trata de lo que podemos llamar la unidad de la interpretación, es decir, la consideración de que todos los acontecimientos aislados deben estar subsumidos en unidades de sentido más amplias, con referentes que hacen un todo, como “la unidad del acontecer” (p. 32), “una totalidad articulada” (p. 33), siguiendo en este último de manera reconocible a Hans-Georg Gadamer. Hay una cierta exigencia de unidad de sentido como un presupuesto a priori de la comprensión, que al autor le sirve para integrar como significativas estrategias metafóricas y analógicas, algo que recuerda en mucho la hermenéutica origenista; el autor ciertamente no hace referencia a Orígenes de Alejandría, pero suele remitirse al pensamiento místico y teológico político de Joseph de Maistre, interesante autor cuya deuda con Orígenes no es desconocida.
La ontología de la actualidad de Vattimo es, en términos generales, la plataforma de la hermenéutica del misterio. El “misterio” es interpretado sobre la base de un “evento”, también llamado en el libro de modo ocasional “faktum de la razón hermenéutica” (p. 168); el evento es aquello que altera una posible narración de los temas sociales y los desvía hacia una unidad de significado distinta de la que originalmente se ha partido, como la ruptura de un marco narrativo (pp. 175 y ss.; 247 y ss.). De hecho, la estructura argumentativa del libro suele seguir una estrategia constructivista, que respalda la reflexión en la evidencia de un evento, un acontecimiento social determinado, para integrarlo luego en una unidad total de sentido histórico; el autor incluye observaciones a través de metáforas, imágenes e incluso referencias estéticas o religiosas. Con este movimiento critica en el capítulo 5, por ejemplo, la corrupción en lo que insistentemente Rivera denomina “democracias capitalistas avanzadas” (p. 167); en este caso se trata de la quiebra del sistema financiero internacional tomada como evento (pp. 169 y ss.).
Las reflexiones hermenéuticas que siguen la estrategia de partir de un evento para construir una interpretación en una unidad de sentido total corresponden a los capítulos 2, 3, 4 y 5. Rivera aplica esta misma vía de argumentación en diversos ensayos y artículos, en particular sobre temas de violencia social y política internacional.
El libro Pensar desde el mal se halla dividido en dos secciones. La primera sección consta de ocho capítulos y es, en apariencia, el cuerpo de la obra; cada capítulo se ocupa de un tópico de filosofía social y política que es desarrollado como ontología de la actualidad, lo cual significa una escenificación o composición de lugar que el autor denomina ocasionalmente “relieve hermenéutico” (pp. 47 y ss., 118 y ss., etc.). La sección segunda, que lleva por título “Dos comentarios” constituye posiblemente la parte más teórica de la “hermenéutica del misterio”, y posiciona el discurso del autor como una hermenéutica opuesta al nihilismo. El nihilismo, central en Vattimo, termina siendo identificado como una suerte de horizonte del mal en general, lo que justificaría así el título de la obra, Pensar desde el mal, una reflexión sobre el nihilismo asumido como un mal (pp. 334 y ss.).
Rivera presenta su libro destacando lo que considera una incoherencia del turinés, negar que puede haber una hermenéutica del mal, no del mal como un concepto o un pensamiento, sino como una experiencia humana sustantiva (pp. 26 y ss.). El autor, en polémica con Vattimo, inicia contestando afirmativamente a esta pregunta: “Es lícito preguntarse esto: ¿Cómo puede dar cuenta la hermenéutica de la experiencia del mal?” (p. 20). Este tema de la hermenéutica del mal alcanza en realidad su despliegue en el comentario 1, “Apocalipsis, misterio y profecía” (pp. 293-320), ya casi cerrando la obra. En el comentario 1 se trata de presentar la insuficiencia de la hermenéutica nihilista para abordar el mal como un espacio de experiencia humano; a la misma vez, se incide en la incoherencia en esta clase de discurso en desconocer que el mal puede ser un “evento”, acontecer y, por lo mismo, ser una realidad y ser actual, como cualquier otro tema social o político.
Ese mal que es “evento” es presentado por el autor en el capítulo 1 de una manera muy eficiente y poderosa en términos de pensamiento; pasamos ahora a explicar ahora este primer capítulo. El mal general remite a una “agnosia”, el ocultamiento y la imposibilidad del reconocimiento del mal.
El capítulo 1, “Plegarias en la agnosia” (pp. 27-66), es la pieza más emblemática del libro y también la más eficaz, tanto en el ámbito retórico como en el argumentativo. El texto presenta una suerte de introducción al “relieve”, es decir, la unidad de sentido del libro mismo bajo la hipótesis de la experiencia de “un mal expansivo” (p. 28); se trataría de una experiencia de aceleración e intensificación del mal, tanto social como político. Este mal expansivo es presentado como un “misterio” (p. 29) para la hermenéutica, vale decir, como un motivo central de reflexión filosófica. El texto remite a figuras como el deterioro ecológico, el terrorismo sistemático, la corrupción en las democracias capitalistas, etc., todas las cuales se interpretan como una unidad de experiencia de sentido de la que “el hermeneuta” se halla “afectado por la agnosia” (pp. 38-40) Sobre “agnosia”, el autor define así: “La agnosia puede definirse como un preignorar el sentido del mundo, para enfocarlo en sus fragmentos o en alguno de ellos” (p. 40); la agnosia sería una especie de ceguera cognitiva, en este caso, ligada al desencuentro social del mal, que se hace así un reto para el hermeneuta.
“Plegarias en la agnosia” desarrolla una serie de conceptos para diagnosticar una cierta incapacidad histórica de las sociedades contemporáneas de aceptar o procesar sus defectos a escala global. Varios de estos conceptos son introducidos de manera novedosa y son un aporte que habría que juzgar al largo plazo, como los términos “gnosis” y “relieve hermenéutico”. “Gnosis” es “una comprensión que precede y viene con la experiencia histórica misma” (p. 30), la “comprensión” (p. 32) de “la experiencia del mundo como un todo” (p. 33); “relieve hermenéutico” describe las marcas o trazos que permiten interpretar “la unidad de sentido” (p. 53) para reconocer “qué se ve que orienta en ese mundo” (p. 44). Ambos conceptos alojan una especie de epistemología para la hermenéutica de los problemas sociales.
La reflexión sobre la agnosia empalma en el capítulo 2 con una reflexión ontológico-política sobre el mal ecológico, tema del que ya se había dado cuenta para explicar el carácter global de la experiencia del mal (pp. 64-65). Pasamos así a “Administradores del mal” (pp. 67-109), texto que toma como punto de partida un documento papal sobre el cuidado terrestre, que remite a su vez al tópico del mal como una experiencia tanto actual como global. El mal -argumenta Rivera- ha devenido en el tema ecológico un “espacio de experiencia” y por ello “se ha convertido en un presupuesto fundamental para la existencia misma de los hombres” (p. 79).
El capítulo 3 se titula “Temor en la noche” y es una reflexión hermenéutica en torno de un atentado terrorista ocurrido en 2015 en París, la “Ciudad Luz” (p. 111). El autor contrapone aquí de manera expresa la concepción moderna de la racionalidad y el conocimiento con “lo infundado” (pp. 114 y ss.), es decir, las presuposiciones de sentido que se integran en el pensamiento de la realidad en su carácter más bien animal o ancestral, de lo cual el autor coloca varios ejemplos (pp. 16-17). Este ensayo vuelve otra vez al tema que antes hemos anotado del “relieve hermenéutico” (pp. 118 y ss.) para apelar al sentimiento ante lo ancestral, la pietas; las sociedades modernas, en opinión del autor, desconocerían de manera especial la dimensión infundada de las instituciones, prácticas y valores sobre las que se han erigido, de lo que infiere que pueden ser sacudidas o alarmadas por aquello que ignoran y ante lo cual serían especialmente vulnerables. El autor concluye invocando el sentimiento de pietas ante lo oculto y antiguo (pp. 134-135).
Las ideas centrales del capítulo 3 se vuelven a desarrollar desde otro ángulo en el capítulo 7, “Los dioses y la ciudad” (pp. 231-260). Rivera se ocupa en el capítulo 7 sobre las instituciones políticas en general y su nivel de deuda con las prácticas heredadas, destacando la pertenencia como una dimensión múltiple y compleja, para lo que recurre al concepto de “relieve hermenéutico”, “el pasado instalado en el presente constituyéndolo incluso en su significado” (p. 240). El concepto más potente que usa el autor es el de “niebla cognitiva” (p. 232), que equivale a un horizonte infundado, un tema que es desarrollado comparando dos modelos de ciudad: Se trata de un contraste que sirvió a Descartes para mostrar las ventajas de la ciencia moderna y que Rivera emplea ahora para mostrar la fragilidad de la condición humana y su carácter esencialmente dependiente (pp. 233-240). Las instituciones humanas más básicas estarían situadas en un horizonte de sentido indisponible para el ser humano, lo que antes se llamó pietas.
Pensar desde el mal da un espacio bastante extenso a la reflexión sobre la violencia política y social tal en las “democracias capitalistas avanzadas”. Sostenidas en una retórica legitimadora amparada en la racionalidad del discurso y la primacía del Derecho, las democracias desarrolladas habrían dado lugar a escenarios inesperados de violencia, una paradoja que revelaría tanto el mal expansivo como la agnosia. Debe destacarse que este argumento atraviesa los capítulos 2, 3, 5 u 7. El capítulo 4 es el más insistente en este tópico bajo el título “El mal humano inútil. La guerra en Siria y la violencia universal” (pp. 137-166) y es básicamente una hermenéutica de la violencia internacional “en el preciso sentido de comprender la inutilidad del mal perpetrado” (p. 154). El autor intenta mostrar que la violencia en la política internacional contemporánea se distingue de toda otra por legitimarse en los mismos patrones morales que esta política pretende defender, en lo que se llama “el carácter metafísico de la violencia” (p. 59).
El capítulo 5, “Pestilencia y alteración. La corrupción política como dispositivo” (pp. 167-210) destaca por la gran creatividad para enfocar el tema de la corrupción política, uno de los males más impactantes de las sociedades actuales. La hermenéutica del misterio responde al problema de la corrupción generalizada en las democracias capitalistas como a un “llamado del Ser” (p. 178); Rivera enfrenta, a la vez, el discurso de la filosofía política hegemónica, un tópico reiterado en los capítulos 1, 3, y 7, aunque en este caso toma como modelo de crítica la filosofía de Jacques Derrida relativa a las posibilidades de autocorrección de la democracia (pp. 202 y ss.). El punto de partida, como hemos anotado arriba, es la crisis financiera de 2008. El texto contiene un breve acápite de crítica a Vattimo y so forma de abordar el mal que es digna de tomarse en cuenta, pues de alguna manera orienta la obra (pp. 198-199).
Un comentario final sobre “La república impotente” (pp. 261-292), capítulo 8 del libro, es un remate interesante de la sección 1, en este caso unos apuntes sobre la incapacidad de gestión en las instituciones del país de origen del autor, Perú, aunque sus reflexiones pueden tener ribetes de mayor alcance. Pensar desde el mal reviste un particular interés para la filosofía en el Perú. Desde la década de 1960 se ha reclamado mucho por el carácter inauténtico e imitativo de la filosofía en el Perú, repetidora acrítica y subordinada a corrientes de las que no forma parte y de cuyas políticas se consolida como discurso dependiente y colonial. Pensar desde el mal enriquece la tradición universal de la hermenéutica, pero a la vez abre la pauta para una filosofía peruana y latinoamericana con perfiles originales y propios.