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José Manuel Vázquez Lijó
Universidad de A Coruña
Núm. 18 (2009), Artículos
DOI: https://doi.org/10.15304/ohm.18.519
Recibido: 28-11-2012 Aceptado: 28-11-2012
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Resumen

En las cuentas de los cistercienses se constata la variada y abundante provisión alimenticia de estos eclesiásticos, alejada de la frugalidad dispuesta en la Regla de San Benito y reveladora de su elevado estatus social. En cuanto al pescado, principal sustituto cárnico, la estacionalidad de sus compras reafirma que se consumió sobre todo en vigilias; secundariamente fue plato de fiestas y artículo de regalo. La localización de estas comunidades eclesiásticas influyó en el reparto entre frescos y transformados, en el volumen de las provisiones de mar y de río y en el ranking de especies consumidas. En todos los casos, el peso del bacalao curado fue importante. La singularidad del monasterio de Sobrado por lo que atañe al suministro de este género vino dada por su importante renta en lampreas y por el fundamental papel de proveedores jugado por sus prioratos de la costa de Galicia. Los cálculos per cápita sitúan a los cistercienses a la cabeza de los principales consumidores de pescado, como consecuencia del regular cumplimiento de la prohibición de comer carne un amplísimo número de días.
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