1. Economía Política de la Comunicación: fundamentos y discusiones
La Economía Política de la Comunicación (EPC) tiene sustento en una epistemología realista, inclusiva y crítica ( y ). Realista porque concibe la realidad en base a lo que vemos y a cómo lo observamos. En este sentido, se da igual importancia a la abstracción teórica y a la evidencia empírica que se obtienen a lo largo del proceso de investigación. Es inclusiva pues como señala , los enfoques tomados por los economistas políticos y los investigadores en comunicación son variados y, en esta medida, se necesita un enfoque abierto y no reduccionista. Es crítica, ya que hace un esfuerzo por conectar la expansión de los sistemas de información en el marco de los procesos económicos, sociales y culturales inscritos al interior del capitalismo.
Por esta razón, la EPC:
Es un punto de partida para examinar el extenso ámbito de la vida social. El enfoque de la economía política de la comunicación es un punto de partida o una puerta de entrada entre una gama de aproximaciones principales, tales como los estudios culturales o los estudios en políticas públicas, que residen en los límites de la economía política ().
señala que la principal función de la economía política de la comunicación es clarificar la relación (de poder) entre los medios, los sistemas de comunicación, la estructura social y los gobiernos, y cómo estos se influencian mutuamente. siguiendo a Raymond Williams, destaca que una primera aproximación a cualquier concepto debe mostrar su utilidad en la práctica cotidiana. En este sentido, antes que la economía política se convirtiera en ciencia social aplicada, fue un tipo de conocimiento sobre la administración, primero, del hogar y, luego, de la comunidad. Algunas implicancias interesantes tiene este vínculo poco advertido que la relaciona con la administración del hogar. Como ha destacado en el libro El Reyno y la Gloria, la Oikonomía, tiene un fuerte vínculo con la teología cristiana de ordenamiento divino que no sólo comporta el sentido descriptivo y técnico de cómo ordenar, sino un plano prescriptivo, una acción que se debe cumplir. Por esta razón, , sin llegar a la profundidad filosófica de en este aspecto, señala que Dallas Smythe recuerda que la fuerza de la economía política deriva de su vínculo entre teoría y práctica (). Aunque no ha sido suficientemente abordado en las discusiones de la EPC, la noción de praxis es vital para una complejización teóricamente sustentable de la misma. Como bien se sabe, la praxis es un concepto central del pensamiento de Marx pues permite unificar, por un lado, una crítica radical al proyecto del hacer humano bajo el capitalismo, así como la posibilidad de un proyecto de transformación. Repetido desde un punto marxistamente inmanentista, lo cual no es adecuado para un proyecto realmente transformador, esto debe ser confrontado con la evidente realidad de que el proyecto socialista se encuentra fracasado tanto en su formulación teórica como en su práctica política. Esto no elimina –evidentemente– el aporte sustantivo que la crítica de la economía política realiza al estudio de los procesos de producción, consumo y circulación de mercancías. La complejización de la misma, en este sentido, pasa por una revisión de la noción de praxis –abordada por otras disciplinas– lo cual puede permitir tensionar el proyecto político del marxismo desde sus fundamentos como filosofía de la transformación social.
Podemos especificar tres aproximaciones para intentar establecer qué es la economía política:
- a)
, la definirá como aquella que estudia las relaciones sociales, particularmente las relaciones de poder, donde se inserta la producción, distribución y consumo de distintos tipos de recursos, entre los que podemos encontrar a la información. Esta definición tiene una utilidad práctica al separar entre productores y distribuidores, por ejemplo, pero pierde valor en la complejidad de los procesos reales que se dan en la producción. Como señala , siguiendo a Marx, los consumidores se producen a ellos mismo en el proceso de consumo. La separación tajante entre producción y consumo no logra dar cuenta de la complejidad del proceso de producción.
- b)
Otra de las definiciones señala que se trata del estudio del control y la supervivencia en la vida social ( y ). Esta definición es más amplia al destacar el carácter productivo de la supervivencia del hombre en la vida social. El valor de esta definición “es que da a la economía política la amplitud para incorporar todo lo relativo a la actividad humana y, posiblemente todo lo relativo a los procesos orgánicos” ().
- c)
Una tercera definición, muy interesante por su utilidad operacional, es la que señalan que definen a la economía política como la ciencia que se preocupa de la “producción y del consumo, pero en la medida en que están en relación con la distribución, a título de causa o de efecto”. De esta manera, resulta que para Althusser, uno de los más reconocidos lectores y comentaristas de Marx, la economía política tiene como eje principal el estudio de la distribución de la riqueza.
- d)
destaca que la EPC participa de un análisis institucional que muestra los dispositivos, las lógicas de determinación sobre la producción, circulación y consumo de los contenidos simbólicos. Esta visión es especialmente interesante pues nos permitirá problematizar más adelante la cuestión de la determinación, el consumo y la institución, como estructura creada por la acción humana.
Para Mosco ( y ) es necesario pensar la EPC bajo algunos puntos de partida teóricos que permitan su reformulación. Dichos puntos, conceptos claves dentro del paradigma de la teoría crítica, permiten el traslado del foco de atención de la economía política de la comunicación desde conceptualizaciones abstractas a procesos articulados sobre la base de instituciones, individuos y campos de acción. Dos son las razones para emprender esta reformulación: a) la tendencia de la economía política a mirar hacia el exterior. Es decir, la preocupación de la disciplina por los procesos de transformación del capitalismo reflejado en el desarrollo / evolución de las industrias de las comunicaciones. Este compromiso con la realidad ha descuidado una mirada hacia la propia teoría como campo de conocimiento en permanente evolución; b) Otra necesidad que se observa es la revisión de las disciplinas que comparten fronteras teóricas con la economía política. En este aspecto, se trata, como ya hemos señalado, de retomar los puntos de encuentro y las diferencias con disciplinas como los estudios culturales, los estudios del discurso y el lenguaje, la filosofía, etcétera. Esto coincide con el esfuerzo que están realizando diversos investigadores para establecer puentes entre disciplinas que antaño permanecieron separadas debido a visiones epistemológicamente adversas, pero que hoy, debido a la complejización y crisis no sólo de la forma trabajo, sino también de la forma Estado, partido, etcétera, se presenta como una realidad ineludible para cualquier perspectiva crítica. Incluso más profundamente, cuestión que pareciera inconfesable para los y las teóricas del amplio y difuso campo de estudios marxista, la necesaria conversación que hay establecer con el liberalismo, así como el abandono definitivo del proyecto comunista en su vertiente leninista.
Es necesario consignar que estos los elementos que sustenta la reformulación propuesta por , se basan en los principios epistemológicos y ontológicos del enfoque propuesto. En relación con el primero, se busca un enfoque inclusivo y no reduccionista, en el sentido abordado en los párrafos anteriores. Esto considera que la realidad no es reducible a una fuerza causal y más bien el campo social es dinámico, abierto (en el sentido de Laclau y Mouffe) y múltiplemente articulado. En esta medida, ampliando la idea de Williams (, , ) de límites y presiones antes que determinaciones en la metáfora base/superestructura, así como también la de sobredeterminación en Althusser, se establece que la realidad social no se encuentra formada ni claramente definida, sino que el objetivo de una investigación se ocupa de reconocer procesos en marcha, entre elementos que tienen una relación mutua. El campo social se articula a partir de procesos compuestos de instituciones sociales, políticas, culturales y económicas (). El segundo aspecto fundamental para considerar la reformulación propuesta por Mosco es el ontológico. En esto, la EPC pone en primer término el cambio social. Por cierto, como ya hemos sostenido con anterioridad, esto no podría ser de otro modo si consideramos que el análisis marxista es al mismo tiempo el estudio del proceso de producción, así como la transformación del orden social burgués.
Como ya lo indicábamos, el análisis marxiano de la dinámica económica capitalista y la crítica a su funcionamiento deshumanizador tienen como finalidad última contribuir a la transformación estructural del orden social burgués. Es decir, el planteamiento de Marx es, al mismo tiempo que análisis y crítica del capitalismo, una propuesta para su superación radical. Esta propuesta supone una serie de condiciones o premisas y apunta hacia la instauración de un nuevo orden social y humano ().
Por supuesto, la pregunta que cabría hacerse en este punto es cual sería este nuevo orden social y humano que la teoría propone como horizonte de sentido en el marco de una sociedad completamente atravesada por el capitalismo y el liberalismo, así como todas sus posteriores evoluciones bajo la forma de neoliberalismo, capitalismo monopolista, de la vigilancia, etcétera. Si bien –por ejemplo, en el caso que nos ocupa en este artículo– hemos de aceptar los aportes que la teoría crítica hace al reconocimiento de los procesos de alienación, concentración monopólica de la propiedad, de la publicidad, así como el monopolio ideológico de los medios y el control que hoy tienen de nuestros datos, lo cual constituye un nuevo mercado y forma de control, debemos continuar preguntándonos sin contemplaciones porqué esta forma de vida, parece resistir a cualquier intento de cambio revolucionario de viejo cuño. Un aporte interesante en este ámbito es el introducido por Cornelius Castoriadis en la Institución Imaginaria de la sociedad, lugar en el cual, si bien conserva elementos del proyecto marxista, agrega otros tales como el lugar de la imaginación y la creación en la producción y reproducción institucional. El sujeto no es siempre paciente de las formas y estrategias institucionales, sino fundamentalmente un ser creador. Lo imprevisible aparece en esta medida junto a lo racional como parte de los pliegues y estrías de la historia. Nunca nada está completamente dicho ni pensado, pero tampoco es un caos, la acción humana se guía entre lo dado, lo previsible, lo aceptado, y lo que nos arroja a un mundo en el que las instituciones pueden cambiar.
Tres son los puntos que Mosco ( y ) considera relevantes en la reformulación y renovación de la EPC:
- I)
Mercantilización. Este constituye un punto de entrada central en los procesos económicos de intercambio en el capitalismo. La consideración inicial sobre esta cuestión es que la noción de mercancía es central en la investigación económica política. Se retoma la idea de Marx de que el capitalismo puede concebirse como una inmensa colección de mercancías. En esta medida, estas constituyen parte de un sistema de relaciones productivas determinadas y no una parte de las necesidades “naturales”.
Como reconoce Marx, la comprensión de la mercancía en su estructuración bifásica y de trabajo es fundamental para la economía política pues revela un sistema de producción social. Mosco señala dos dimensiones en que la comunicación participa en el proceso de mercantilización: a) los procesos de comunicación y las tecnologías contribuyen al proceso de la mercantilización de la economía en general (). En este aspecto, no hay que olvidar que los medios de comunicación han posibilitado la formación de circuitos globales de producción, distribución y consumo; b) el segundo aspecto, señalado por Mosco es que los procesos de mercantilización generales de la sociedad, con todas sus contradicciones, influyen en la comunicación como una práctica social.
- II)
Espacialización. Junto con el proceso de mercantilización que afecta tanto a la vida pública como a la privada, la espacialización constituye un segundo punto de entrada para pensar la economía política. La idea central de esta noción, introducida por , es la superación de los límites del espacio y del tiempo en la vida social contemporánea. Se trata de la reubicación del proceso de producción, distribución y consumo de las mercancías en el marco de los procesos de globalización. Este proceso es el marco general donde la espacialización logra su éxito mediante procesos de privatización y liberalización de los mercados. Como destaca , el fenómeno fundamental en el cual se manifiesta esta reubicación es la concentración como extensión geográfica e institucional de la actividad económica. La economía política ha aportado significativamente en el establecimiento de una geopolítica que da cuenta del surgimiento de conglomerados que concentran económica y políticamente el poder.
Desde la economía política de la comunicación, uno de los principales procesos que vive el capitalismo es la concentración del capital. Este se transforma en una forma de control que tiene como finalidad reducir la incertidumbre del mercado. Este fenómeno si bien no es nuevo, pues como describe y , la distribución de noticias en el siglo XIX estaba controlada por tres conglomerados internacionales (Reuters, Havas y Wolf), su importancia ha aumentado por el papel decisivo de los medios de comunicación en la transnacionalización económica.
- III)
Estructuración. Otro punto de entrada para la renovación de la economía política es el proceso de estructuración, entendido como: “Un proceso por el cual las estructuras se constituyen a partir de la capacidad de actuación humana, incluso cuando proporcionan el único medio de esa constitución. La vida social se compone de la constitución mutua de la estructura y la acción” (). Si bien, como ha señalado es posible rastrear una cierta deriva identitaria en la teoría crítica culturalista, lo cual produce un desajuste en la visión marxista de los años sesenta y setenta, nos parece capital la comprensión de formas de estructuración que van más allá de la clase social y que suman al género y la etnia, como formas de estar en el mundo (identidad) y que están más allá de la posición económica como forma predominante de estructuración. Esto no es tan nuevo, pues en la obra de Stuart Hall ya es posible observar una preocupación por sociedades racialmente estructuradas y donde la dominación es el producto del colonialismo británico ().
2. Permanencia del pensamiento de Marx y la crítica de la economía política: límites y aperturas hacia el campo cultural
Las posibilidades que nos ofrece una teoría materialista de la comunicación son de suma importancia para el desarrollo de marcos explicativos sobre el proceso de gestación de los modos de producción en los medios de comunicación (). Como señala esta teoría nos propone entender los modos de producción y el control ideológico que generan los medios.
Frente al tradicional enfoque estructural o funcionalista en el análisis de los medios y sistemas de información, las aportaciones del materialismo histórico ofrecen en nuestra disciplina un modelo de teorización y conocimiento socio histórico de los medios y mediaciones culturales adecuado al sistema social y a la contradictoria dialéctica entre lenguaje, trabajo y dominio ()
Una primera consideración importante sobre el pensamiento de Marx es la comprensión de que la sociedad capitalista presenta relaciones sociales contradictorias y antagónicas. En primer lugar, estas contradicciones se presentan en la sociedad civil, en las relaciones entre las clases sociales. Esta tendencia antagonista ha sido destacada por cuando señala que en el horizonte marxiano la totalidad social nunca es continua sino más bien materialmente discontinua en la medida que los procesos sociales reales, la totalidad, debe contener en su interior la posibilidad de escisión, de ruptura producto de las clases sociales en conflicto. La dialéctica materialista de Marx ofrece, en esta medida: totalidad, antagonismo y diferencia. A esta aproximación inicial habría que añadir las diversas formas de estructuración social que hoy reconocemos como fundamentales para la comprensión de lo social: género, etnia y otras maneras de identificación colectivas que generan antagonismos muchas veces radicales.
En segundo lugar, es necesario considerar que la acumulación de capital se produce mediante procesos de despojo. ha llamado la atención al señalar que esta acumulación primitiva de Marx, basada en la depredación, no es una etapa superada. El concepto de Harvey de “acumulación por desposesión” busca destacar que esta violencia no ocurre sólo en un periodo originario sino que se encuentra vigente, por ejemplo, en la monetarización del intercambio y de los impuestos; en la usura de la deuda nacional y el sistema de crédito internacional; en la función del Estado y su monopolio de la violencia; en los procesos de proletarización que implican coerción y apropiación de habilidades y formas culturales. En suma, el capitalismo avanza mediante formas de expoliación y explotación tanto de la naturaleza como de la cultura.
La discusión sobre los límites y posibilidades del marxismo occidental en el campo de la comunicación se encuentra suficientemente documentada en el intercambio intelectual entre y y . En síntesis, se trata de una fructífera discusión sobre el objeto de estudio de una teoría materialista de la comunicación. Para Smythe, la debilidad fundamental del marxismo occidental es su tendencia al idealismo, lo cual le ha impedido aprehender y definir el objeto fundamental de una teoría materialista de la comunicación. Su función fundamental –indica en autor canadiense– es económica y se traduce en su lugar en la cadena de producción y demanda a través de la publicidad. Lo que los medios producen son audiencias, dirá. Murdock responde a este supuesto “agujero negro” con un relleno de tradición europea olvidada por Smythe, la cual daría cuenta de líneas de trabajo en la cual la tradición europea, debido a su propia historicidad, ha respondido a cuestiones fundamentales como la reproducción ideológica en condiciones al menos diversas al contexto norteamericano, ruso y chino. Dicho lo anterior, pensamos que la diferencia fundamental entre ambas posiciones del marxismo es que mientras para Murdock los medios entregan explicaciones sobre el orden social, para Smythe la función primordial es económica y se vincula al trabajo y a las audiencias como motor del capitalismo. Por supuesto, ambas posiciones no son incompatibles y dan cuenta de discusiones aún abiertas sobre determinación económica y autonomía superestructural.
La discusión anterior hay que enforcarla dentro de las críticas que se realizan a la teoría marxista. Esta crítica ha sido ampliamente desarrollada por algunos teóricos de los estudios culturales. La crítica se basa en el determinismo que la teoría marxista presentaría para el análisis cultural. En esta medida, los estudios culturales, como ha señalado son vistos, en Estados Unidos, como sustituto del marxismo o como su evolución. No obstante, habría que posicionarse desde los trabajos del llamado “materialismo cultural” desarrollado en Inglaterra, entre otros, por Raymond Williams, para pensar una teoría marxista reformulada desde dentro. realiza una relectura de la relación base-superestructura precisando dos apariciones del concepto de superestructura en la obra de Marx. La primera, cronológicamente hablando, aparece en El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte:
Sobre las numerosas formas de propiedad, sobre las condiciones sociales de la existencia, se erige toda una superestructura de sentimientos (empfindungen), ilusiones, hábitos de pensamiento y concepciones de vida variados y peculiarmente conformados. La clase en su totalidad las produce y configura a partir de su fundamento material y de las condiciones sociales correspondientes (Marx citado en )
La segunda aparece en Contribución a la Crítica de la Economía Política y es usualmente la más utilizada.
En la producción social de su existencia los hombres establecen determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción que corresponden a una fase determinada de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de producción forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de consciencia social [...] Cuando se estudian esas transformaciones hay que distinguir siempre los cambios materiales ocurridos en las condiciones económicas de producción y que pueden apreciarse con la exactitud propia de las ciencias naturales, y las formas jurídicas, políticas, religiosas, artísticas o filosóficas, en una palabra, las formas ideológicas, en que los hombres adquieren consciencia de este conflicto y luchan por resolverlo (Marx citado en)
Para , en estas dos definiciones hay que advertir tres sentidos de superestructura: a) formas legales y políticas que expresan relaciones de producción; b) formas de consciencia que expresan visiones de clase del mundo; y, c) actividades mediante las cuales los hombres toman consciencia de los conflictos económicos (prácticas políticas y culturales). La preocupación por los fenómenos de determinación en el campo cultural es irrenunciable en los enfoques que se aboquen a estudiar el juego de límites, presiones, concesiones y resistencias entre base económica y producción ideológica. Como ha destacado , sólo el marxismo vulgar ha convertido esta relación de la totalidad social en un vínculo unívoco. Sin embargo, más allá del sentido común, el trabajo que propone un análisis crítico marxista es “comprender el juego límite, presiones, condicionamientos y clausuras” () que sufre la superestructura, empujada por las fuerzas de producción material y las relaciones sociales complejas y contradictorias de las sociedades capitalistas.
realiza un minucioso estudio sobre las implicancias que para Marx tiene esta relación dialéctica. Concluye que el concepto de determinación es, en estricto sentido, el de fijación de límites, el ejercicio de presiones. En inglés, la expresión determinar o ser determinado es un acto voluntario y de propósitos que entra en relación con las determinaciones negativas que se experimentan como límites.
La “sociedad” nunca es solamente una “cáscara muerta” que limita la realización social e individual. Es siempre un proceso constitutivo con presiones muy poderosas que se expresan en las formaciones culturales, económicas y políticas y que, para asumir peso pleno de lo “constitutivo”, son internalizadas y convertidas en voluntades individuales ()
En este sentido general, un análisis materialista no puede reducirse a concepciones idealistas ni sencillamente economicistas, sino que debe considerar las condiciones históricas concretas donde la cultura se transforma en el propósito objetivado ante la existencia humana de las apropiaciones de la naturaleza para satisfacer las necesidades del individuo. Dentro de estas condiciones históricas de la cultura debemos considerar su incorporación al mercado, bajo la forma de mercancías valuadas de maneras diversas, según su naturaleza. Justamente cuando se revisan los trabajos de Williams se puede comprobar la relación dialéctica y no mecánica entre infraestructura y superestructura. Un ejemplo de esta relación es el surgimiento de los diarios y periódicos del siglo XVIII que describe en su libro La Larga Revolución. Allí, el autor inglés, señala que los diarios son una creación de la clase media comercial. Las informaciones son un bien necesario para la toma de decisiones, la gestación de la opinión pública, la enseñanza de modales y la difusión ilustrada. Pero junto con esto, llega también su consolidación como institución financiera. En igual sentido, en hemos explorado como los textos de crítica literaria periodística han jugado un papel vital en la configuración de las normas y valores de una época particularmente importante de la historia chilena, lo cual se encuentra en estrecha relación con los procesos de consolidación de la industria informativa chilena.
La idea de una relación tensa entre infraestructura y superestructura se encuentra, a juicio de , más cerca de la analogía que pretendía Marx y no tanto del determinismo que se le imputa. Engels señala a este respecto que en la concepción materialista de la historia el elemento determinante es la producción y reproducción de la vida real. La reducción de toda la complejidad al elemento económico es “una frase abstracta, absurda y sin sentido” (Engels citado en ).
Una teoría marxista de la cultura reconocerá la diversidad y la complejidad, tomará en cuenta la continuidad dentro del cambio, dará cabida al azar y ciertas autonomías limitadas, pero, con estas reservas, considerará la existencia de la estructura económica y las relaciones sociales correspondientes como la cuerda guía sobre la cual se teje una cultura y mediante cuyo seguimiento esta debe entenderse.
3. Hegemonía y discurso
El concepto de hegemonía es probablemente uno de los más utilizados, tanto en el sentido común, donde se lo entiende como una cierta manifestación cristalizada del poder, así como también en un sentido teóricamente útil, en el cual hace referencia a los procesos de creación de consensos sociales en el marco de las sociedades democráticas. Si bien, como se ha argumentado en numerosos trabajos, el concepto no es un aporte original de Antonio Gramsci sino de teóricos rusos como Plejanov y Axelrod, el cariz que le imprime el italiano le entrega la novedad con la cual se lo aborda hasta nuestros días y que lo reconoce como una verdadera innovación del marxismo occidental. Para Gramsci, el ejercicio de la hegemonía en sociedades como la francesa se sustenta en la capacidad que los grupos dominantes tienen para crear consensos sociales. Esto les permite sortear el uso la violencia que monopolizan, pero que resulta inaceptable en contextos de abierta disputa democrática.
El ejercicio 'normal" de la hegemonía en el terreno que ya se ha vuelto clásico del régimen parlamentario, se caracteriza por la combinación de la fuerza y del consenso que se equilibran diversamente, sin que la fuerza domine demasiado al consenso, incluso tratando de obtener que la fuerza parezca apoyada en el consenso de la mayoría, expresado por los llamados órganos de la opinión pública –periódicos y asociaciones– los cuales, por lo tanto, en ciertas situaciones, son multiplicados artificiosamente. Entre el consenso y la fuerza está la corrupción-fraude (que es característica de ciertas situaciones de difícil ejercicio de la función hegemónica, presentando el empleo de la fuerza demasiados peligros) o sea el debilitamiento y la parálisis infligidos al adversario o a los adversarios acaparando sus dirigentes bien sea encubiertamente o, en caso de peligro emergente, abiertamente, para provocar confusión y desorden en las filas adversarias ()
Como se puede comprobar en la cita anterior los mecanismos para el control social residirían en instituciones culturales como las escuelas, iglesias, partidos, medios de comunicación y otras instituciones que inculcan en los ciudadanos un conjunto de ideologías elaboradas y disgregadas por grupos intelectuales formados por las clases dominantes. De este modo, como ha señalado , se hace posible explicar la gran capacidad que tiene el capitalismo en las sociedades occidentales de resistir las crisis económicas, que en otros contextos fueron una palanca para la revolución. El papel de los “intelectuales orgánicos” es vital en una configuración aceptada de la sociedad, en un orden determinado que descansa tanto en la fuerza del Estado, como en la persuasión necesaria para que sea, de algún modo, una almohada blanda en la cual las grandes masas descansen seguras y se apeguen al orden existente.
Los intelectuales son los dependientes del grupo dominante para el ejercicio de las funciones subalternas de la hegemonía social del gobierno político, es decir: 1) del consenso espontáneo que las grandes masas de población otorgan a la dirección de la vida social que imprime el grupo dominante fundamental (...) 2) del aparato de coerción estatal que asegura “legalmente” la disciplina de aquellos grupos que no consiente ni activa ni pasivamente, pero que esta constituido por toda la sociedad en previsión de momentos de crisis de mando. ()
El campo de batalla de sociedades dominadas por la persuasión y no sólo por el látigo, es el espacio común en el cual se ubican las posiciones políticas en disputa. Esta larga lucha de posiciones tiene entre otros escenarios relevantes a los medios de comunicación, por esta razón una perspectiva crítica verdaderamente inclusiva no puede obviar este aporte teórico. Los medios juegan un papel vital en la formación de consensos sociales, así como también en su resistencia. En esta medida, como sostiene la hegemonía es un conjunto de mecanismos reguladores y unificadores que aseguran división y homogeneidad del trabajo discursivo. Dado que la hegemonía siempre implica resistencia al orden establecido, el juego de posiciones siempre se pone de manifiesto en un campo de batalla discursiva. Así, por ejemplo, es posible observar, como durante la Unidad Popular en Chile, la diversidad de instituciones, y en especial los medios de prensa, jugaron un papel definitorio en el fin del gobierno de Salvador Allende. Pero la hegemonía no se compone sólo de este juego de posiciones que se muestra siempre conflictivo y tenso, sino que aún más profundamente se trata de reglas que regulan la aparición de enunciados, aquello que es aceptado, así como el estatus de los diferentes discursos en un determinado momento histórico.
No cabe duda de que un aporte sumamente relevante al concepto de hegemonía es el que realizan en Hegemonía y Estrategia Socialista. Hacia una radicalización de la democracia. El aporte de este trabajo es que permite escapar, mediante una salida por los costados, del racionalismo marxista y, por supuesto, como ya hemos señalado antes, del proyecto político del comunismo que objetivo último de superación del capitalismo. Articulación, apertura y antagonismo son algunos de los conceptos claves para comprender la noción de hegemonía que Laclau y Mouffe desarrollan y en el cual la práctica discursiva es vital.
El campo general de emergencia de la hegemonía es el de las prácticas articulatorias, es decir, un campo en el que los «elementos» no han cristalizado en «momentos». En un sistema cerrado de identidades relacionales, en el que el sentido de cada momento está absolutamente fijado, no hay lugar alguno para una práctica hegemónica. Un sistema plenamente logrado de diferencias, que excluyera a todo significante flotante, no abriría el campo a ninguna articulación; el principio de repetición dominaría toda práctica en el interior del mismo, y no habría nada que hegemonizar. Es porque la hegemonía supone el carácter incompleto y abierto de lo social, que sólo puede constituirse en un campo dominado por prácticas articulatorias ()
4. Sutura. Institución, hegemonía y discurso
En efecto, como acabamos de ver, la cuestión discursiva se constituye en uno de los nodos más importantes, no sólo para el estudio de los procesos de dominación, algo tan característico de los estudios marxistas, sino para la comprensión de las estrategias necesarias para la resistencia y presencia de proyectos de izquierda en contextos democráticos en los cuales los grados de reflexividad, pluralidad identitaria y de demandas, son altos. En lo que queda de este artículo nos gustaría explorar y aportar a la reflexión sobre tres conceptos que ya hemos venido tocando por separado: institución, hegemonía y discurso.
No se ha abordado con suficiente apertura teórica la importancia de considerar a los medios de comunicación instituciones claves en la modernidad (). Si bien, es posible rastrear el surgimiento de las instituciones mediáticas como parte de los progresos técnicos iniciados por Gutenberg y amplificados largamente desde el siglo XV en adelante, cabe interrogarse no sólo por su papel reproductor de formas simbólicas, sino también por el valor simbólico que da sustento a la creación de estas instituciones. En este aspecto, parece evidente reconocer que los medios de comunicación, como una institución clave de la modernidad, no surge por pura exterioridad técnica, ni tampoco económica, obedece más bien al surgimiento de la libertad de expresión como red simbólica vital en el complejo democracia/economía/estado. Este punto –que a primera vista puede resultar ajeno al hilo conductor de este trabajo– es significativo pues la tendencia habitual de los planteamientos críticos es considerar a las instituciones como agentes surgidos por alguna exterioridad maligna y que desempeñan una función alienadora con independencia de los sujetos que la operan. Las reflexiones de Cornelius Castoriadis son particularmente reveladoras en este ámbito pues escapando de la ortodoxia marxista nos advierte sobre ciertos nudos críticos de la teoría de los medios: la creación, la praxis, la política y el papel vital del lenguaje en la actividad social.
For Castoriadis every social institution is at the same time instituting and instituted (Castoriadis, 1987, p. 370; 1997a, p. 8; Merleau-Ponty, 1963, pp. 106–107; Sheikh, 2011; Smith, 2010, p. 25); they are created and recreated as their members perform the roles, actions and practices which define this institution as itself (Castoriadis, 1987, pp. 234, 359). Society itself is such an institution, Castoriadis argues, instituted in and through the social imaginary by social imaginary significations (Castoriadis, 1987, pp. 135ff., 235, 359; 1997a, p. 313). As such it is not reducible to its individual ‘members’ for it institutes them, through socialization, to be the types of social individuals who institute this particular society (Castoriadis, 1987, pp. 105, 311ff.) ().
De este modo, aunque pareciera que la comprensión de la institución se encuentra acabada en su naturaleza en tanto creación de la sociedad para una determinada función, esto no resulta más que aparente e incompleto en la medida que incluso la comprensión más acabada de su función como parte de la estructura económica (lo cual se puede encontrar en cierto materialismo vulgar) resulta incompleta si consideramos que las instituciones logran importantes grados de autonomía en el plano de la producción y reproducción social, lo cual se produce siempre en el marco de una capacidad simbólica inherente a la acción humana.
Una sociedad no puede existir más que si una serie de funciones se cumplen constantemente (producción, parto y educación, gestión de la colectividad, regulamiento de los litigios, etc.), pero no se reduce a esto, ni sus maneras de hacer frente a sus problemas le son dictadas de una vez por todas por su “naturaleza”; la sociedad inventa y define para si tanto nuevos modos de responder a sus necesidades como nuevas necesidades ()
Para Castoriadis no todo es simbólico, pero nada se hace presente fuera de una red simbólica. En un sentido similar, la noción de discurso propuesta por define que todo objeto se constituye como objeto del discurso en la medida que no existe fuera de una superficie discursiva. En esta medida, una aproximación al concepto de hegemonía que sitúe en el centro de su definición la producción y reproducción discursiva, reconociendo la pluralidad, articulación, incompletud y cristalización de formas dominantes durante una época determinada, es de vital importancia para el análisis económico político.
Ahora bien, en esto es necesario tener presente que el discurso no es sólo una práctica social sino un modo de relación con el entorno. Con esta afirmación inicial despejamos una primera confusión: el discurso no es fundamentalmente un agrupamiento lingüístico, como puede saltar a primera vista. Tampoco es un conjunto textual, por más amplio que este sea. Hablar de discurso es entrar en el campo en el cual lo subjetivo, lo simbólico y lo institucional se enmarañan, y donde es posible reconocer cómo estructura y superestructura (por regresar a la nomenclatura del marxismo tradicional) se presionan y construyen mutualmente, tal cual advertía Raymond Williams, entre otros. En este mismo sentido, regresando a lo indicado por , es necesario considerar la relativa autonomía que tiene el sentido generado por los textos y su función fundamental en el modelamiento del orden existente. El proceso hegemónico precisa de instituciones productoras de discursos que intenten llenar un vacío, hacer frente a necesidades contingente, esto:
Para llenar un hiato que se había abierto en la cadena de la necesidad histórica. «Hegemonía» hará alusión a una totalidad ausente y a los diversos intentos de recomposición y rearticulación que, superando esta ausencia originaria, permitieran dar un sentido a las luchas y dotar a las fuerzas históricas de una positividad plena. Los contextos de aparición del concepto serán los contextos de una falla (en el sentido geológico), de una grieta que era necesario colmar, de una contingencia que era necesario superar. La «hegemonía» no será el despliegue majestuoso de una identidad, sino la respuesta a una crisis ()
La hegemonía no implica una dominación total, sino que se constituye como parte de una articulación en permanente movimiento y que muestra lo incompleto y abierto de lo social. El discurso resulta entonces de la articulación entre elementos cuya identidad es modificada en esta misma práctica articulatoria (). De este modo entendemos lo afirmado por cuando indica la relevancia de conectar los métodos de la economía política y los estudios del discurso.
Los métodos de análisis de la producción del discurso, que son una parte esencial de la constitución de una teoría materialista de la cultura y la comunicación, sólo serían capaces de superar su incapacidad para dar cuenta de una realidad no fragmentada si articulan su enfoque con disciplinas no lingüísticas que combinen análisis del discurso con el estudio de las instituciones y con el análisis de las prácticas ().
Otra mirada interesante sobre la relación discurso/ideología/hegemonía es la que presenta el trabajo del lingüista social y . Para este autor, si bien el discurso no es la única práctica ideológica, es reconocible su papel en la reproducción de las ideologías y, agregamos nosotros, de la configuración hegemónica contingente. A diferencia de la mayor parte de las otras prácticas sociales y, de un modo más explícito que la mayoría de los otros códigos semióticos (tales como fotografías, imágenes, signos, pinturas, películas, gestos, etc.), diversas propiedades del texto y la conversación les permiten a los sujetos sociales expresar o formular concretamente creencias ideológicas abstractas.
Por otro lado, la escuela de Lancaster, particularmente la obra de y resulta interesante al situar al discurso al interior de relaciones sociales antagónicas. Se plantea la utilidad de pensar la relación entre discurso y poder en términos de hegemonía. Propone, asimismo, un encuadre crítico con una orientación hacia “el cambio histórico” (), elemento central, como hemos visto de las propuestas de la EPC, en la reformulación propuesta por Mosco. Como elemento que puede ayudar a redefinir la relación entre investigaciones económico-políticas y análisis cultural destaca que:
Una base teórica para analizar el lenguaje en el nuevo capitalismo es la consideración del lenguaje – o mejor, con mayor amplitud, la semiosis, como parte irreductible de los procesos sociales materiales (…) Tal consideración permite entender la vida social como una red interactiva de prácticas productivas de diverso orden (económico, político, cultural, etc.) ().
La noción de práctica discursiva, acuñada entre otros por Fairclough, busca articular la posibilidad de una teoría de base materialista en el estudio del discurso. El autor inglés señala que toda práctica discursiva incluye de manera dialéctica los siguientes elementos: a) actividad productiva; b) medios de producción; c) relaciones sociales; d) identidades sociales; e) valores culturales; f) conciencia; g) semiosis.
Tal como ha señalado Mosco, si bien los estudios de economía política permiten comprender muy bien el desarrollo económico de las instituciones mediáticas, en la complejidad que han adquirido producto de los procesos de espacialización, los estudios sobre el discurso permiten conocer aquellos valores, sentidos sobre lo posible e imposible, así como las normas que dominan en una época determinada y que ponen de manifiesto la desigual distribución del poder. Así también, siguiendo a Castoriadis, permite comprender la formación misma de las instituciones como materialidades que sólo existen en lo simbólico. Sobre este aspecto, convoca al teórico marxista Althusser para revelar como las ideologías están estructuradas en sistemas de representación compuestos por ideas, conceptos, imágenes, mitos, donde los hombres establecen relaciones imaginarias sobre sus condiciones reales de existencia. Falta una aclaración con respecto a lo señalado por Hall. Siguiendo a Althusser podemos entender que los sistemas de representación son plurales y permiten a los sujetos interpretar y dar sentido a sus condiciones de existencia.
Experimentamos el mundo gracias a, y a través de los sistemas de representación de la cultura. La experiencia es el producto de nuestros códigos de inteligibilidad, de nuestros esquemas de interpretación. En consecuencia, no existe experiencia alguna fuera de las categorías de la representación o el discurso ().
En virtud de lo anterior, el campo de estudio de las hegemonías discursivas, busca conocer y comprender aquella capacidad institucional de producción y reproducción discursiva, que en un marco de repetición y creación, construyen valores sobre lo existente y lo imaginario. En esto, el estudio del discurso siempre es una perspectiva crítica pues se inserta dentro de un programa general de transformación social en el cual la libertad y autonomía es parte primordial para la construcción de una sociedad igualitaria.
Referencias bibliográficas
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Notas
[*] Luis Nitrihual Valdebenito es Profesor Titular de la Universidad de La Frontera - Chile. Departamento de Lenguas, Literatura y Comunicación. Vicedecano de la Facultad de Educación, Ciencias Sociales y Humanidades. Doctor en Ciencias de La Información.
[**] Claudio Ulloa Galindo es Profesor Asociado de la Universidad de Los Lagos - Chile. Subdirector Sede Chiloé. Magíster en Ciencias de la Comunicación.
[1] Debemos al profesor Javier Mayorga aportes a la discusión sobre institución y discurso, lo cual, sin duda, enriqueció el texto hasta dejarlo completamente abierto para ulteriores reflexiones que, por cuestiones de tiempo y espacio, no han sido completamente abordadas en este texto.
[3] No cabe duda de que hay muchas discusiones abiertas en torno a la supervivencia del proyecto comunista (; ) en el marco de la sociedad actual y por tal razón es imprescindible una discusión profunda de muchos supuestos que subyacen en el seno de la EPC.
[4] Revisar por ejemplo el excelente trabajo de en el cual traza puntos de convergencia entre las metodologías de análisis del discurso y la EPC.
[5] Esto no se encuentra tan lejano a las tareas que la EPC debe abordar, pues como señala esta tiene dos ámbitos de preocupación:
[6] Entendemos que hay diversos aportes y posiciones sobre el discurso y sus técnicas de análisis (Grandi, 1995). En este trabajo no buscamos realizar un inventario metodológico, sino una reflexión que abra hilos de conjunción entre visiones en las cuales la función del lenguaje es vital en la configuración del mundo social.