Sumario
- 1.
Genealogía de la New Left (1956 – 1962)
- 2.
El debate cultural de posguerra y el fenómeno comunicativo de masas: Hoggart, Williams y Hall
- 3.
Comunicación, cultura y política: el CCCS y la genealogía de los estudios culturales (1964 – 1979)
- 4.
Conclusión. Comunicación y teoría cultural: usos y abusos
Summary
- 1.
Genealogy of the new left (1956 - 1962)
- 2.
The post-war cultural debate and the mass communicative effects: Hoggart, Williams and Hall.
- 3.
Communication, culture and politics: CCCS and the genealogy of cultural studies (1964 - 1979)
- 4.
Conclusion. Communication and cultural theory: uses and abuses
El desarrollo de los estudios culturales como campo de investigación interdisciplinario autónomo, especialmente en el ámbito anglosajón y América Latina, encuentra su genealogía en la historia social, cultural y política británica de la segunda mitad del siglo XX. En concreto, debemos atender a la formación de la New Left británica (; , ; ; ; ; , , ; ) a partir de la fundación, en 1960, de la New Left Review, tras la fusión del comité editorial de dos publicaciones precedentes: Universities and Left Review (1956 – 1959) y The New Reasoner (1956 – 1959).
Si bien la New Left Review ha seguido editándose desde 1962, la identificación de una ‘primera New Left’ durante el período 1956 – 1962 atiende, en primer lugar, al hecho de que, a partir de 1963, el comité editorial abandona en bloque la revista, después de un período de problemas económicos y desencuentros editoriales, asumiendo Perry Anderson la dirección de la misma. Durante esta nueva etapa, la revista modificará su naturaleza editorial, desarrollando una línea de trabajo de corte más académico y teórico, rechazando lo que , considera el “populismo” de la primera etapa.
Los debates y problemáticas dibujadas durante este período constituyen la base sobre la que se desarrollarán los estudios culturales británicos tras la fundación, en 1964, del Centre for Contemporary Cultural Studies (CCCS) de la Universidad de Birmingham; y, especialmente, a partir de los trabajos producidos durante la dirección de Stuart Hall (1968 – 1979): el modo de atender a la cultura como dimensión fundamental de la lucha política; el interés por buscar una fórmula colectiva para desarrollar la actividad teórica y política; la necesidad de constituir una “comunidad de experiencia y aprendizaje” () con acceso y control autónomo de los poderes culturales creadores de significación social; el análisis de las estructuras formales del proceso comunicativo, el modo de producción de la información y el rol de los nuevos medios de comunicación de masas como constructores de realidad social y no como meros transmisores de información objetiva; la problematización del significado cultural de los ‘textos mediáticos’ y el rechazo de la transparencia del mensaje, en favor de lecturas contradictorias y audiencias plurales y fragmentadas; el posicionamiento de los sujetos a través del lenguaje; en definitiva, la búsqueda de espacios de auto-expresión frente a los discursos dominantes de los nuevos medios y una estrategia política de “creación de poder cultural desde la base” ().
La incorporación de nuevos referentes intelectuales y modelos teóricos marcará el trabajo del CCCS durante la década de 1970: los procesos comunicativos y las formas culturales serán estudiadas como prácticas significativas, cuyo sentido es fruto de la legitimación y naturalización de representaciones y definiciones dominantes, así como estructuras materiales y relaciones de poder determinadas. El año 1979 marca una suerte de cierre tras el abandono de Stuart Hall del CCCS y la dura crítica de Thompson a la “deriva idealista, teoricista y althusseriana” de los estudios culturales y la New Left Review ().
1. Genealogía de la New Left (1956 – 1962)
Como apunta , se trata de un error frecuente considerar la New Left como un bloque político y no como un movimiento intelectual de corte socialista heterodoxo. El punto de partida no es un programa político, sino la vocación de rehabilitar un tipo de debate intelectual planteado durante la década de 1930 en la revista Left Review . Surge a partir de los debates publicados en las revistas Universities and Left Review (ULR, 1956 – 1959) y The New Reasoner (NR, 1956 – 1959) que, por motivos económicos y logísticos (), se fusionan en 1960 para crear la New Left Review (NLR).
Se trata del encuentro, complejo y problemático, de dos generaciones que plantean la renovación (teórica) de la política británica de izquierda y el pensamiento socialista en un contexto de “crisis de la ortodoxia” cristalizado en la “doble coyuntura de 1956” (invasión soviética de Hungría y Crisis de Suez):
Por un lado, la corriente del Grupo de Historiadores del Partido Comunista Británico, con experiencias de militancia directa en el Frente Popular en la década de 1930. El origen de The New Reasoner (editado por E.P. Thompson, Dorothy Thompson y John Saville) es, precisamente, la desvinculación de Thompson del PCGB y el intento de poner en marcha un espacio de pensamiento político socialista alejado del sectarismo, el dogmatismo y el anti-intelectualismo (). Asentados fundamentalmente en Yorkshire y el norte industrial (), y con las referencias del marxismo y el socialismo utópico de Williams Morris, apostaban por reconstruir los lazos entre los “intelectuales socialistas” y aquellos que desarrollan el “trabajo práctico del movimiento” como forma de superar las ortodoxias, impulsar la “potencia revolucionaria perdida por el laborismo” y recuperar la “tradición del radicalismo popular inglés" (; ).
Por otro lado, una corriente de jóvenes estudiantes de Oxford con orígenes y vocaciones políticas diversas, socializados políticamente en la década de 1950 e influenciados por la tradición del socialismo gremial y cooperativista de G.D.H. Cole, el criticismo literario británico y los primeros escritos de Marx. Universities and Left Review (editado por Raphael Samuel, Gabriel Pearson, Charles Taylor y Stuart Hall) agrupaba a militantes del PCGB, miembros del Labour Club con intención de desarrollar una carrera parlamentaria en el Partido Laborista, e independientes no alineados entre los que figuraban “una buena cuota de inmigrantes y exiliados” (). ULR nacía como “revista de teoría socialista y criticismo artístico de izquierda” cuyo objetivo no es ofrecer una plataforma de acción política de partido, sino “tratar en detalle aquellas cuestiones académicas y problemas estéticos que inciden de forma directa en el pensamiento socialista” (). Surge con la vocación de plantear “una crítica radical de la sociedad informada por el humanismo” (), a partir de una perspectiva socialista que atendiese a la naturaleza de la vida contemporánea (), especialmente en lo referente a la cultura juvenil y el arte popular. Como señala , respecto a NR, el grupo de ULR se caracterizaba por unas preocupaciones mucho más estéticas y urbanas (street-wise) y tendía a un uso no problematizado de la categoría ‘socialismo’ como “significante flotante” que englobaba todo aquello que se consideraba deseable.
Los puntos de encuentro de esta milieu intelectual () se centran en la vocación de construir un “movimiento de ideas” capaz de integrar a las clases populares en el debate socialista y la acción política de base: una política de movimiento social, en detrimento de una política de partido ().Durante este período se produce un ensanchamiento de los espacios de comprensión y disputa política (más allá del ámbito de la producción) dentro del estudio crítico de la naciente sociedad de consumo: estilos juveniles, categoría de ‘juventud’ y ‘ocio’, nuevos modelos educativos, procesos democráticos de participación directa y, en gran medida, el desarrollo e impacto de los nuevos medios de comunicación de masas. A partir de podemos identificar cuatro grandes temas: (1) el capitalismo contemporáneo como sistema social y económico, (2) la realidad cultural y material de posguerra, (3) la naturaleza de una sociedad humanista y (4) los valores y actitudes del socialismo humanista.
1.1. Left Clubs: el intento de construcción de una nueva comunidad orgánica
En el intento de construcción de una comunidad capaz de integrar a intelectuales y clases populares, la ‘primera New Left’ no solo rehabilitó la Left Review, sino que buscó constituir entorno a ella un movimiento de base con la fundación de Left Clubs . La clave pretendía ser, fundamentalmente, la organicidad de la interacción ente los temas tratados en la revista y el debate local en los Left Clubs (, ), así como un comité de dirección amplio capaz de coordinar las publicaciones y las actividades asociadas (): constituir “centros de trabajo y actividad socialista” () con formas organizativas de participación directa, capaces de impulsar una cultura de educación y organización política popular ().
El London New Left Club, el primero y más relevante, se convirtió en un centro activo en la promoción y organización de lo que sería el gran hito político de la New Left: la primera Marcha de Aldermaston de la Campaña por el Desarme Nuclear (CND) en1958: “el único movimiento político reciente capaz de trasladar de forma activa el disenso político a la calle” (). También se participó de forma activa en el análisis y organización contra los disturbios raciales de Notting Hill y North Kensington (1958).
Sin embargo, a finales de 1962, una vez consumido el espíritu antinuclear, el activismo de los clubs era prácticamente inexistente (a excepción de Londres y alguna actividad sostenida en Manchester y Yorkshire) y la NLR estaba en números rojos (). El problema era doble: (1) una naturaleza fundamentalmente universitaria y urbana que nunca llegó a conectar de forma orgánica con los grupos de trabajadores, y (2) una cultura participativa y de democracia directa que, si bien proponía rasgos interesantes para revitalizar el debate político (y resultó decisivo en la CND) carecía de bases automáticas y estructura organizativa. El nivel de participación de la clase obrera era, de hecho, casi inexistente (; ; ; ; ), lo que, más que una paradoja de la New Left, es un hecho constitutivo: no se trataba, en ningún caso, de un movimiento obrero, sino que reflejaba, más bien, tendencias y preocupaciones de una nueva cultura de izquierda surgida entre intelectuales urbanos de clase media (). Como observa , se trató, en última instancia, de un “movimiento de reforma del pensamiento político de clase media (profesionales liberales) que fueron capaces de identificar los matices sistémico-reformistas del laborismo y la paradoja de un movimiento socialista (…) que buscaba un espacio entre esta socialdemocracia tecnocrática y el estalinismo burocrático (…) Una interesante y necesaria crítica cultural que adolece de contenido programático-político”.
1.2. El debate con el laborismo: un pie dentro, un pie fuera
El posicionamiento político de los autores de la New Left debe estudiarse, fundamentalmente, a partir de los encuentros y desencuentros con el “unilateralismo y paternalismo” del Partido Laborista (), adoptando una estrategia de “un pie dentro, un pie fuera” (; ) criticando especialmente las posiciones de Anthony Crosland y Hugh Gaitskell (líder de la oposición del Partido Laborista entre 1955 y 1963) en la “lucha por el alma del Partido Laborista” (). En 1959, en la Conferencia del Partido en Brighton, se había aprobado el documento Industry and Society, en el que “por primera vez en la historia se legitimaba a la industria capitalista como socialmente responsable y útil” () y se renunciaba, de forma práctica, a la clásica Clause IV del Partido Laborista: la propiedad colectiva de los medios de producción. La New Left criticará la deriva de un laborismo posicionado hacia el beneficio, la racionalidad de la actividad empresarial y las fuerzas del mercado (, ), así como la incorporación y naturalización del discurso conservador del primer ministro Harold Macmillian (1957 – 1963) a la hora de plantear la prosperidad social en términos de individualismo y consumo (, ).
De forma paralela, se planteaba la necesidad de desarrollar un tercer espacio político para una izquierda popular “abierta, no sectaria y de amplia base” (), a través de agrupaciones colectivas capaces de constituir “nuevas agencias históricas de cambio estructural” (), rechazando, también, la “nostalgia de 1917” o transición al socialismo como cataclismo (, ). Como explica , tanto el grupo de ULR como NR compartían una “metafísica común” y una vocación por “renovar la fe” en un tipo de comunidad capaz de superar la Gran Apatía (): una “consciencia de posguerra” marcada por la “náusea antipolítica”, la impotencia y desilusión con el “consenso keynesiano, el imperialismo occidental y el autoritarismo estalinista”. En última instancia, la New Left durante este período es un movimiento intelectual humanista, urbano, de corte moderado, reformista y, en gran medida, “paternalista” ().
1.3. El socialismo humanista de Thompson
Durante el período 1957 – 1959, se desarrollan debates cruzados respecto a la relación de los intelectuales con la clase obrera (; ; ; ; , ), así como la necesidad de un socialismo no determinista basado en la agencia moral, intelectual e histórica del ser humano (; ; ). La fórmula “socialismo humanista”, desarrollada con mayor extensión y profundidad por Thompson, plantea la cuestión de una teoría social que no considere al ser humano como un objeto pasivo del desarrollo histórico y atienda a las experiencias comunes de un conjunto de personas reales en un entramado de relaciones sociales concretas (,). Una teoría social que recupere la “la agencia humana consciente en la elaboración de la historia” (). Thompson consideraba el socialismo humanista como “una revuelta contra el filisteísmo” de las ideologías socialdemócrata y comunista, que habían negado la capacidad humana de elección, en favor de una “inercia de la voluntad” y “miopía moral” () cristalizada en regímenes y formas políticas ideológico-burocráticas, dogmáticas, anti-humanistas y anti-intelectualistas, que transformaban a las personas reales en objetos teóricos abstractos y pasivos.
Como expondrá posteriormente (2012), las clases sociales se forman como fenómenos históricos que tienen lugar de hecho en las relaciones humanas. Si la clase social es un hecho histórico, la conciencia de clase se formulará como “la forma en que expresan estas experiencias en términos culturales” (). La clase social es siempre una relación de tipo histórico que cristaliza en expresiones culturales diversas. Toda cuestión cultural es, por tanto, una problemática de clase.
Así, Thompson proponía desarrollar una historia social desde abajo que pusiese en valor la experiencia política del radicalismo popular del siglo XIX: durante la década de 1820, pese al analfabetismo de la clase obrera, Thompson afirma que de ningún modo existía “atrofia intelectual” y los obreros no se excluían del discurso político, por lo que debían ser considerados como una “cultura intelectual” () expresada a través de las salas de periódicos, cafés, sermones o reuniones políticas. Lo que se propone es, precisamente, aprovechar dicha “efervescencia política” para responsabilizar a los intelectuales de favorecer en la clase trabajadora una conciencia de clase capaz de manejar las ideas de forma racional y no fetichista ().
1.4. Cultura y política: la sociedad de consumo y el ‘sentido de desclasamiento’
El interés creciente por la transmisión de valores, la movilización de ideas y los procesos de formación de la conciencia social, irán abonando el terreno para el desarrollo creciente de un interés específico por las estructuras comunicativas, las formas de propiedad de los medios (especialmente Raymond Williams), el desarrollo de la noción de “consumo de masa” y, en última instancia, los procesos de construcción discursiva del ser social (especialmente Stuart Hall). Se desarrolla la idea de que los procesos de cambio introducidos por la sociedad de consumo no pueden estudiarse, exclusivamente, desde el punto de vista económico (producción y distribución de bienes y servicios), sino, también, desde el comunicativo y cultural (construcción discursiva de lo legítimo de un determinado sistema de producción y consumo). Las cuestiones culturales no son cuestiones secundarias sino cuestiones primarias “sobre poder político”, de modo que no solo existe un derecho de la minoría a “ser escuchada”, sino el derecho también de la mayoría a “no estar sujeta a la masiva influencia de la desinformación y la depreciación humana” ().
En este sentido, buena parte de los autores de la New Left estaban alineados: coincidían en la necesidad de crear nuevos lenguajes prácticos para interpretar las estructuras económico-culturales de la sociedad contemporánea y fundar la acción política de base; pretendían enfrentar la cuestión de las diversas formas de poder y la degeneración burocrática; postulaban la necesidad de una popularización del acceso de la clase trabajadora al poder político y cultural; finalmente, reconocían la relevancia decisiva de los medios de comunicación como actores fundamentales en la legitimación del sistema político y económico.
Las tensiones generacionales, sin embargo, comenzaron a manifestarse en el cómo estudiar y formular estas problemáticas. En concreto, los desencuentros de comienzan con la formulación, por parte de Hall, de un “sentido de desclasamiento” de la juventud británica (). Hall argumentaba que la nueva sociedad capitalista resuelve en forma aquellos problemas humanos que el socialismo había nombrado en sustancia: la “libre elección” de distintos estilos (simbólicos) de vida desplazaría la subjetividad al campo del consumo, generando una suerte de confusión que transforma la perspectiva de clase en una perspectiva de consumo: ya no existirían (en apariencia) formas puras de clase, sino estilos de vida fragmentados (elegidos individualmente). No se trata de aceptar que ya no existen las clases sociales, sino que la representación de los grupos sociales, a través de las nuevas formas de consumo ofrecidas por los medios de comunicación de masas, no atiende a identidades de clase, sino a identidades de consumo.
Sobre esta idea trabajarán, de formas distintas, Raymond Williams y Richard Hoggart, así como el propio Stuart Hall, desarrollando, de forma paulatina, el terreno de lo que serán los estudios culturales británicos.
2. El debate cultural de posguerra y el fenómeno comunicativo de masas: Hoggart, Williams y Hall
Por debate cultural de posguerra nos referimos al estudio del proceso de cambio cultural, social, político y económico, desarrollado en Reino Unido durante la segunda mitad del siglo XX (): aumento de la disposición y acceso a los bienes de consumo, la extensión de la alfabetización, el desarrollo de los medios de comunicación de masas y la proliferación de nuevas formas culturales y estilos de vida. Como consecuencia de todo lo anterior, se produce un contexto de ‘brecha generacional’, así como el desarrollo de nuevos debates y “vocabularios sociales” ().
En este contexto, suele apuntarse a The Uses of Literacy (Richard Hoggart, 1957) y Culture and Society (Raymond Williams, 1958), junto a The Making of an English Working Class (), como textos fundacionales de los estudios culturales británicos (; ; ; ). Sería conveniente añadir, por relevancia y sentido histórico, The Popular Arts (). Lo que en ocasiones suele pasar desapercibido es el objetivo de las publicaciones de Hoggart, Williams y Hall (que es, precisamente, lo que las diferencia de la historia social de Thompson): su objeto de estudio es el cambio cultural. No las experiencias de clase (aunque se aborden), sino el proceso de transformación cultural que modifica los “canales” a partir de los cuales se desarrolla el “nuevo sentido de comunidad” ().
2.1. Richard Hoggart y “los usos de la alfabetización”
The Uses of Literacy, escrito entre 1952 y1956, recoge el análisis de la “vida densa y concreta” de la clase trabajadora entre 1920 y 1950 en los centros urbanos del norte de Inglaterra, especialmente Hull, Leeds, Sheffield y Manchester. Lo que busca Hoggart son formas de nombrar y describir “el cambio social que se aprovecha de la alfabetización básica de la población” (). La segunda parte de The Uses of Literacy dibuja, de forma definitiva, el punto de partida de los estudios culturales del CCCS en su fundación de 1964: estudio (discursivo) de los “materiales populares” producidos por los “publicistas de masas” y sus posibles efectos (cambio cultural y social) en “la temperatura moral” y “la textura” de la vida cotidiana de la clase trabajadora (). Es decir, la creación y explotación de una cultura de masas.
La tesis fundamental de Hoggart (compartida por Williams y Hall) es que no existe algo que pueda definirse como “cultura de masas” haciendo referencia a su producción popular por y para “el hombre (sic) común”. Se trataría de la producción sistemática de una cultura comercial homogénea que toma elementos de la cultura obrera para deslocalizarlos, homogeneizarlos y transformarlos en un producto de consumo. Aquí comienza a desarrollarse la dificultad de discernir lo que puede entenderse como cultura popular real (generada de forma orgánica dentro de una comunidad local a través de sus formas concretas de vida) o cultura de masas (construida como producto de forma estandarizada para una masa inexistente). ‘La masa’ diluye las particularidades de los individuos y las comunidades locales en una figura irreal, “el hombre común”, cuyo único objetivo es legitimar un determinado tipo de vida: el consumo.
Aunque la clase trabajadora haya desarrollado tradicionalmente sus propias formas culturales, con la alfabetización y el acceso a los medios comunicativos, determinados elementos de la cultura obrera se desnaturalizan, idealizan, subordinan y explotan en favor de la producción de la “masa” y “el hombre común”. Así, ya no existiría una cultura propia, sino una aceptación cultural (y, por tanto, epistemológica) distorsionada: los conceptos y campos de referencia de las clases populares se vacían de su contenido orgánico y se llenan de un contenido homogeneizado y construido para ser consumido por el hombre común. Al diluir los campos de significación de la cultura de la clase trabajadora, este proceso tiende, según Hoggart, a un “abolición de las clases en el plano cultural” (), posibilitando una “clase sin distinción de clases” ().
2.2. Raymond Williams y el materialismo cultural
Raymond Willams es la figura que, sin duda, ofrece una mayor vocación de sistematicidad a la hora de desarrollar una teoría culturaly un análisis político de la estructura económica y el modo de producción de los medios de comunicación de masas (, , ; ). La tesis central que vertebra los estudios comunicativos de , , , , es que debe prestarse especial atención al hecho de la exposición pasiva a los nuevos medios de comunicación de masas, así como estudiar los usos populares que surgen fruto de una determinada estructura de producción y propiedad. La ausencia de control democrático de los medios implica una ausencia de control sobre el proceso de constitución de las comunidades como tales. De este modo, el aspecto determinante de estudio no debe ser tratar de definir qué es la cultura de una comunidad, sino “limpiar los canales” a través de los cuales “fluyen” las representaciones y definiciones de la comunidad (). Williams defenderá formas colectivas de propiedad de los medios comunicativos (no necesariamente estatales) que permitan que los creadores sean dueños de sus creaciones y que los receptores se emancipen de su condición de consumidor (pasivo) y se constituyan como usuarios (activos) autónomos (). Se trataría de construir una comunidad de experiencia y aprendizaje () con capacidad para expresarse a sí misma a través de un poder cultural popular y de base.
La comunicación es “una forma de relación social” () que no puede desligarse de las tecnologías e infraestructuras que la determinan, ni de las instituciones sociales en las que se materializan dichos procesos. Así, el postulado básico del materialismo cultural de Williams es que “el análisis de todas las formas de significación” debe realizarse “dentro de los medios y condiciones reales de su producción” ().
, por tanto, rechaza la idea de comunicación como proceso expresivo directo y transparente de una realidad primaria y se estudiará como proceso de constitución de la comunidad (). Williams perfila ya lo que será un interés creciente dentro de los estudios culturales: el lenguaje y la comunicación como proceso de construcción de lo social. Observa que “todas las categorías, incluyendo la categoría ‘lenguaje’, son en sí mismas construcciones del lenguaje”, por lo que toda definición del lenguaje “es siempre, implícita o explícitamente, una definición de los seres humanos en el mundo” ().
De este modo, atenderá a la “estructura de las palabras” como un tipo especial de mapa y patrón cultural para estudiar “los cambios más vastos de la vida y el pensamiento a los que las modificaciones en la lengua se refieren sin duda alguna” () y desarrollará la noción de “estructura de sentimiento” como aquello que se manifiesta en lo representado a través del lenguaje y que encarna un proceso complejo de “formación del carácter social” (): la transmisión de la “experiencia de la vida” a partir de determinados conceptos, transformados en “vocabularios prácticos”, con la intención de “describir y comunicar una experiencia” (). Así, el hecho social de la comunicación remite a la “significación y organización de las experiencias comunes”, a la “organización de significados” (). La comunidad resultante de procesos comunicativos estará siempre supeditada al proceso descriptivo a partir del cual se construyan determinadas relaciones contenido-forma: la cultura es, por tanto, algo ordinario, “todo un modo de vida” (a whole way of life) ().
Teniendo esto en cuenta, Williams, del mismo modo que Hoggart, se preocupará por la publicidad como “forma de arte oficial del sistema capitalista” (), en tanto que, a partir de una suerte de “sistema mágico”, las formas culturales de las comunidades locales se extirpan de su contexto orgánico para constituir un sistema de valores idealizado y materializado en productos de consumo: la identidad orgánica de la comunidad, los elementos de su modo de vida, se desmaterializan a partir de un proceso comunicativo de mediación e idealización que, posteriormente, rematerializa dicha identidad en forma de producto. En este punto, la vocación de Williams se cruza con la de Hoggart en la necesidad de desacreditar la noción de masa como entidad irreal construida exclusivamente con la vocación de crear audiencias de consumo pasivo: “En realidad, no hay masas; solo hay formas de ver a la gente como tales (…). Nuestra verdadera tarea consiste en examinar la fórmula, no la masa (…). La concepción de las personas como masas no surge de una incapacidad de conocerlas, sino del hecho de interpretarlas de acuerdo con una fórmula” ().
En este contexto, Williams y Hoggart comenzarán a estudiar, por tanto, la forma en la que las identidades de clase de las comunidades locales son transformadas en identidades de consumo a través de los medios de comunicación de masas. Thompson, crítico con esta perspectiva (, ), considerará que Williams parte de una corriente intelectual (criticismo literario) que “singulariza la cultura” y diluye las tensiones y conflictos de clase entre distintos grupos: una “cultura común”, dice Thompson, no permite “desmantelar las barreras de clase” dentro de una sociedad capitalista (), de modo que, en lugar de hablar de “todo un modo de vida”, sería conveniente hablar de “todo un modo de conflicto” (wholeway of conflict) (Thompson, 1961a).
2.3. Stuart Hall y las audiencias críticas: arte popular frente a cultura de masas
A partir de lo estudiado en Hoggart y Williams, podemos entender la relevancia que, durante el período, comienza a tener el estudio de las audiencias y la recepción de los mensajes. En este contexto, Stuart Hall y Paddy Whannel escriben , concebido como un manual para el profesorado escolar con el objetivo de aportar herramientas críticas para analizar las distintas formas culturales transmitidas a través de los nuevos medios de comunicación. Se trataba de aportar herramientas de enseñanza que permitiesen al profesorado educar ‘audiencias críticas’ y exigentes (): estimular una sensibilización y recepción consciente (awareness) de los mensajes y nuevas formas culturales.
Una de las grandes cuestiones que comienza a dibujarse en este libro de Hall y Whannel es la dificultad de establecer límites y diferencias puras entre aquello que puede considerarse producto comercial de masas (desarrollado a partir de la lógica económica del mercado y el consumo privado) y aquellas manifestaciones populares que, aunque transmitidas y compartidas a través de los mismos medios, puedan considerarse creaciones originales, orgánicas y artísticas (desarrolladas a partir de la lógica de creación original, respeto a la audiencia y voluntad social). Es decir, estudiar formas de discriminación crítica entre el arte popular como algo orgánicamente producido (una forma de representación artístico-crítica, autoconsciente, reflexiva sobre el proceso social vivido) y la cultura de masas (fórmulas comerciales con vocación de homogeneizar lo común sin atender a las contradicciones del proceso material).
Existen formas artísticas que, aunque no pueden entenderse como “simplemente creadas desde abajo” a partir de “la forma de vida de una comunidad orgánica”, pueden entenderse como populares y distintas de los procesos estandarizados de las fórmulas comerciales (). Desde dentro de las formas de comunicación comercializadas pueden desarrollarse expresiones populares creativas no comerciales: la forma del medio comunicativo no determina la naturaleza cualitativa del mensaje.
3. Comunicación, cultura y política: el CCCS y la genealogía de los estudios culturales (1964 – 1979)
La herencia cultural del impulso de la ‘primera New Left’ se consolidará, precisamente, en el desarrollo de los estudios culturales británicos a través del de la Universidad de Birmingham. En concreto, el desarrollo más relevante se producirá durante la etapa de Hall como director del centro (1968-1979), momento en el que comienza a incorporarse el material heterogéneo de la producción teórica de finales de la década de 1960 y comienzos de 1970 (); en concreto: la semiótica, el pensamiento político feminista, el psicoanálisis y las corrientes posestructuralistas y poscoloniales ().
rechazará de forma clara hablar de algo tal como ‘Escuela de Birmingham’, en tanto que el proyecto no era, ni mucho menos, algo unitario o con vocación de “crear ortodoxia”, carente de contradicciones y disputas. No existía una corriente única ni una línea teórica definitiva. Es en este sentido, de hecho, en el que Hall, a partir de 1990, criticará la “fluidez teórica” () de apropiaciones académicas que obvian el origen político y cultural del proyecto. Un proyecto, además, “esencialmente político (…) una cuestión de militancia y un compromiso con el cambio social radical” ().
3.1. La propuesta de Hoggart (1964 – 1968)
Richard Hoggart funda el CCCS en 1964 para desarrollar los intereses formulados en The Uses of Literacy (1956) y estudiar las “formas, las prácticas y las instituciones culturales y sus relaciones con la sociedad y el cambio social” (Annual reports 1964-1988). La propuesta inicial de Hoggart, formulada en 1963 a través de su ponencia Schools of English and Contemporary Society (Annual reports 1964-1988), planteaba tres áreas de estudio: histórica y filosófica; sociología de la literatura y las artes; crítico-evaluativa.
, partiendo de una metodología crítico-literaria (close reading ), estaba muy interesado en superar el estudio estético de la literatura para favorecer una comprensión del “tono moral y social” (social reading, reading for tone, reading for value) articulado en las obras (). Pronto se ampliará el campo más allá de la literatura para entender las formas y productos de los medios de comunicación de masas como ‘textos’ que dan cuenta de fenómenos expresivos con significación cultural más allá de su contenido manifiesto. Del mismo modo que Hall y Williams, se desarrolla la problemática de la significación: el significado de las formas culturales como algo que no puede reducirse a la expresión directa de un contenido, sino a su articulación en un contexto social más amplio.
El estudio de la comunicación y sus formas transita desde el modelo de Lasswell (who says what to whom, where and with what effect) hacia un modelo que examina qué hacen distintos tipos de persona con los mensajes que reciben a través de los medios de comunicación. Del mismo modo que se había subrayado la “patraña del hombre común” (), ahora se pone en cuestión la homogeneidad de la noción ‘audiencia’, favoreciendo no solo la pluralidad de distintos grupos receptores (audiencias) sino, también, problematizando la propia recepción del mensaje como algo evidente en sí mismo.
Posteriormente, Hall () problematizará, también, que incluso en aquellos productos de mayor estandarización, la recepción del mensaje es un momento de producción de significado que no puede reducirse al momento de producción del mismo: se transita de la influencia drecta y transparente del mensaje hacia la consideración de los textos mediáticos como estructuras ideológicas cuyo sentido no se produce de forma inmediata en el interior del propio mensaje, sino a partir de las “estructuras formales y rutinas del proceso comunicativo” () y su articulación con elementos sociales, culturales y económicos externos que sobredeterminan su significado. Nos situamos ya en el giro discursivo que se producirá a partir de la década de 1970: el significado de un mensaje no se constituye a priori, sino a partir de su interacción dentro de marcos significativos más amplios que dependen, en gran medida, de la circulación de “definiciones y representaciones dominantes” (), articuladas en estructuras y relaciones de poder históricas y, por tanto, contingentes ().
En los desarrollos más reduccionistas, es el origen de un viraje, quizás demasiado agudo, hacia la preocupación casi exclusiva por la subjetividad, las formas de recepción de los mensajes, las agencias discursivas y las resistencias simbólicas, en detrimento de análisis concretos sobre la estructura y propiedad de los medios de comunicación.
3.2. El desarrollo de Stuart Hall (1968 – 1979)
La dirección de Stuart Hall (1968-1979) se encuadra en el contexto teórico-político de Mayo del 68. Una cuestión relevante, en este sentido, es el hecho de que, como señalan , los estudios culturales “no sufrieron la fragmentación de la izquierda, sino que sus prácticas de trabajo encarnaron fructíferamente estas tensiones desde el principio”. La fragmentación política reforzó el carácter experimental y fragmentario del CCCS, que encarnaba la explosión de particularidades teórico-políticas de la década, principalmente porque era un lugar en el que se daba cabida a los intereses de “estudiantes comprometidos” que buscaban incorporar la experimentación del radicalismo político dentro de las aulas () y que abrazaba el colectivismo académico como forma de democratización de la educación y socialización del conocimiento. Algo que, en gran medida, buscaba reanimar la naturaleza y prácticas comunitarias experimentadas diez años antes a través de los Left Clubs.
Del mismo modo que los Left Clubs, la experiencia académica tampoco resultaría satisfactoria: la ausencia de centralidad dificultaba en gran medida el trabajo teórico; la heterogeneidad de los grupos favorecía estudios poco críticos y rigurosos; y la vocación de respeto de la diversidad generaba un modo condescendiente de aceptación pasiva de lo diferente o “bondad vaga” (lazy niceness) ().
3.3. El marco gramsciano: la noción de hegemonía
Durante la dirección de Stuart Hall (1968 – 1979), a partir de los trabajos en Working Papers in Cultural Studies (1972 – 1979), se publicarán las dos obras más relevantes del CCCS que, además, permiten observar la influencia decisiva de los escritos de Antonio Gramsci: Resistance Through Rituals: Youth Subcultures in Post-War Britain (1975) y Policing the Crisis: Mugging, the State and Law and Order (1978).
desarrollan los fundamentos teóricos para analizar, a partir de un marco gramsciano, el “significado social y político de las culturas juveniles”. Tomando como referencia la noción de hegemonía, Hall y Jefferson estudian la acción social como un proceso fundado en la construcción discursiva de imaginarios. De este modo, resultaría imprescindible deconstruir los conceptos y significados hegemónicos para entender, así, las relaciones de poder y jerarquías que sedimentan la inteligibilidad de lo social.
Se produce el tránsito definitivo de una comprensión de la cultura como valor absoluto (expresado en la tradición del criticismo literario de Leavis y Arnold) a la(s) cultura(s) como relaciones significativas constitutivas de identidad y poder. Si las culturas se expresan en términos relacionales y no positivos (del mismo modo que la linguístitca saussureana afirmaba que la lengua es forma y no sustancia) los esquemas semiótico-discursivos (en un momento de pujanza del estructuralismo althusseriano) comienzan a mostrarse como paradigma dominante de investigación.
Las culturas, así, expresarían posiciones: en el caso de Resistance Through Rituals, se trataría de posiciones de clase sobredeterminadas por la contradicción entre las culturas de clase (plurales) y la cultura dominante (naturalización hegemónica). La matriz de significado ya no es la esfera cultura parental, sino la tensión continua en las condiciones materiales doblemente significadas: por el repertorio histórico del vocabulario de clase y por las categorías hegemónicas de la cultura dominante (, ) impuesta a través de los medios comunicativos y las formas culturales hegemónicas de “la santísima trinidad de la prosperidad, el consenso y el aburguesamiento” ().
El giro semiótico-discursivo desplazará los análisis del CCCS hacia una creciente problematización de la categoría ‘experiencia’. Esta noción (tótem de la teoría social de Thompson), es reemplazada por la de ‘prácticas significativas’ como concepto fundamental que cuestiona el acceso directo a un significado objetivo de la experiencia. De hecho, si bien Resistance Through Rituals aún hace buena parte del énfasis en la noción de agencia y resistencia (simbólica), Policing the Crisis se centrará en la noción de estructura y las posiciones estructurales legitimadas y naturalizadas por los medios de comunicación. analizarán los ejes sobre los que gravitan determinados discursos (la ‘raza’, particularmente) para analizar la construcción del ‘pánico social’ durante la década de 1970. Los análisis sobre la nueva naturaleza del discurso conservador en la época de Thatcher serán, de hecho, un análisis gramsciano de la constitución de hegemonía a partir de la articulación discursiva de distintos elementos sociales: la articulación de un modo concreto de entender lo social para legitimar la acción política.
El modelo de ‘experiencia’ de Thompson resultaría demasiado esencialista para comprender la sobredeterminación de la multiplicidad de las nuevas formas de expresión cultural y constitución social. Este enfoque seguirá problematizando el acceso directo a un significado único y exclusivo como una operación hegemónica vinculada no a la transparencia de la experiencia, sino a la construcción de espacios y relaciones de poder. Así, los procesos de comunicación deben entenderse como procesos políticos, en tanto que la naturalización de categorías y la construcción de marcos interpretativos definiría el terreno primario de la significación. Todo espacio discursivo irá tomando la forma de un espacio de conflicto y resistencia. Así, se irá asentando, de forma paulatina, el interés por todas aquellas corrientes teóricas que, de algún modo, problematicen la posición del sujeto en el lenguaje y la constitución discursiva del ser social ().
3.4. De la ‘experiencia’ a las ‘estructuras’
El giro semiótico marcará una “ruptura” definitiva con la línea historiográfica de Thompson. Buena parte de las preocupaciones habían discurrido de forma paralela durante la etapa 1956 – 1979. , incluso, llega a integrar el marco gramsciano de la hegemonía en el análisis cultural de las formas populares: en su investigación de los motines de subsistencias en la Inglaterra del siglo XVIII, desarrollará la noción de ‘economía moral de la multitud’ para referir el modo de garantizar formas de consenso y legitimación social: “consenso popular en cuanto a qué prácticas eran legítimas y cuáles ilegítimas en la comercialización, en la elaboración del pan, etc. (…) la hegemonía no se impone (o se discute) sencillamente, sino que se articula en el trato cotidiano de una comunidad” ().
Sin embargo, entenderá la primacía del análisis de las estructuras discursivas y la incorporación del corpus teórico althusseriano como una suerte de traición definitiva al sentido histórico y la experiencia de clase, en tanto que la defensa del ser humano como agente racional del cambio social (1958) es desplazada por un antihumanismo que entiende la historia como “un proceso sin Sujeto ni Fin(es)” () en el que los individuos, en gran medida, son soportes de las estructuras (). acusará a Althusser de postular una suerte de “estalinismo intelectual” que favorece el “solipsismo teorista” e “idealismo”, construyendo una teoría social “ahistórica” que renuncia a la posibilidad de acceder e “interrogar” los hechos históricos y los datos empíricos de la experiencia.
Así, en 1979, durante una conferencia en el History Workshop del Ruskin College, romperá también de forma definitiva con la corriente de los estudios culturales.En este mismo año, 1979, se produce la renuncia de Hall como director del CCCS para vincularse a la Open University. De este modo, se cierra la etapa genealógica de los estudios culturales británicos y se inicia una época de importación teórica (deslocalizada y, en muchos casos, descontextualizada) de los espacios teóricos dibujados durante 1956 – 1979.
4. Conclusión. Comunicación y teoría cultural: usos y abusos
No es posible entender la formación de los estudios culturales como campo de estudio autónomo sin atender a su genealogía en el contexto social, político y cultural del Reino Unido a partir de 1956. No es posible entender el marco teórico que se ha ido configurando desde 1980 sin entender el contexto concreto que da origen al “compromiso histórico-político del proyecto original” (). Obviar este contexto histórico implicaría caer en el error que, precisamente, se abordó durante este período: la primacía de la ortodoxia y de un idealismo que aísla las categorías políticas, sociales y culturales de sus contextos concretos de producción (de su materialidad sistémico-institucional) en favor de la construcción de entidades homogeneizadoras que pretenden dar cuenta, de forma abstracta y directa, de fenómenos multifacéticos y contradictorios, caracterizados por una creciente red de determinaciones.
El surgimiento de los medios de comunicación de masas favoreció un debate vivo (sincrónico) respecto al impacto de este desarrollo tecnológico en las formas culturales tradicionales y, especialmente, en las formas de vida orgánicas de comunidades locales de clase trabajadora. Así, comenzó a ampliarse el ámbito de estudio del fenómeno comunicativo al modo en el que los mensajes y representaciones de los medios de comunicación construyen formas sociales y culturales legítimas y naturalizadas. Entender el fenómeno comunicativo de forma constructivista abrió la puerta a una perspectiva semiótica de la cultura en la que los espacios de constitución de la identidad y la subjetividad podían ser investigados como espacios fundamentalmente políticos. Sin embargo, como contrapartida, comenzó a perderse el foco respecto a la estructura económica y sistema de propiedad de dichos medios comunicativos. Problematizar la significación de los mensajes en favor de una recepción polisémica de los mismos favorecía el estudio de nuevas agencias de transformación social (en este caso, en el ámbito discursivo), aunque aisló, de forma paralela, el estudio más concreto respecto a la materialidad institucional del poder político y mediático. La resistencia simbólica, en gran medida, limitó los espacios de resistencia formal-institucional.
Esto no significa, ni mucho menos, renunciar al desarrollo teórico de los estudios culturales respecto a la investigación de medios. La perspectiva hegemónica, junto a la problematización de nociones como representación e ideología, permiten entender la naturaleza comunicativa de los procesos de construcción de las jerarquías y relaciones de poder. El espacio de la comunicación se estructura como espacio político.
La perspectiva semiótica de la cultura es el marco que, desde 1960, permitiría comprender que la triada comunicación-cultura-política forma una suerte de unidad orgánica. Al mismo tiempo, las culturas no son solo una red de instituciones y espacios materiales, o la producción artística de una minoría ilustrada, sino, especialmente, aquellas estructuras discursivas que legitiman y naturalizan dichos espacios materiales.
El gran aporte de la teoría cultural durante este período reside en haber relacionado la centralidad del lenguaje y el proceso comunicativo con el problema más amplio de la significación. En tanto que se ha problematizado el acceso a una experiencia objetiva directa de lo social y político, se ha puesto el acento en lo histórico del ser social: no es posible entender lo humano (lo cultural) a partir de fórmulas ideales que restrinjan el ser a un determinado tipo de forma. Y como no existe una única esfera del ser, buena parte de la teoría cultural implica entender las perspectivas que estudian la naturaleza discursiva del ser, o las categorías centrales que dotan de identidad a determinadas posiciones sociales. Afirmar que no hay sentido externo al discurso no significa negar la materialidad de lo extralingüístico, sino negar una objetividad subyacente o leyes internas de lo social. De ahí la transición hacia el lenguaje como centro gravitatorio del análisis contemporáneo de la cultura (fenómenos de significación). De ahí la extensión del campo hacia corrientes de pensamiento que, de un modo u otro, sitúan el problema de la significación (legitimación, socialización y reproducción de lo social) en el centro del análisis: estructuralismo, posestructuralismo, semiótica, etc.
Sin embargo, debe comprenderse, también, que dicho aporte no resulta completo si se desvincula de la materialización e institucionalización concreta de los procesos significativos. Esta idea, fundamento del materialismo cultural, no debe abandonarse. El estudio de la comunicación y la teoría cultural como análisis de los distintos espacios discursivos donde se constituye la identidad no implica, ni debe implicar, abandonar el estudio de las formas materiales de propiedad y modos económicos de producción de la comunicación. La materialidad de la comunicación reside tanto en las estructuras económicas de propiedad y relaciones económicas de producción, como en las formas culturales de legitimación y naturalización de las mismas.
El fundamento de los estudios culturales británicos fue (desde distintas perspectivas) el desarrollo de una teoría materialista de la cultura. No sería correcto, por tanto, desvincular sus “ganancias teóricas” () de su contexto político. De forma paradójica, sería caer en un idealismo combatido por buena parte de sus representantes. Una teoría crítica de la cultura y la comunicación que se legitime a sí misma a partir de corpus académicos y teoristas supondría confundir el proceso comunicativo (vinculado con la constitución cultural, hegemónica y contingente, del poder político) con una idea abstracta y naturalizada del proceso comunicativo, externa a una temporalidad política, cultural y social concreta.
Referencias bibliográficas
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Centre for Contemporary Cultural Studies. Annual reports 1964-1988. Recuperado de: https://calmview.bham.ac.uk/Record.aspx?src=CalmView.Catalog&id=XUB%2fCCCS
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Notas
[*] Jorge Llanes Jove es periodista y estudiante PhD en Estudios Culturales (USC) con intereses de investigación vinculados a la teoría cultural, la comunicación y la filosofía política. Magister en Servicios Culturales, especializado en Gestión de los Bienes Culturales por la USC (2020), magister en Radio por la URJC (2012) y graduado en Periodismo por la UPS (2011). Actualmente ejerce como gestor de contenido en el ámbito publicitario. Ha trabajado como redactor, locutor y productor de radio, así como asesor de comunicación política. Desde 2018 colabora como voluntario de actividades culturales en la Biblioteca Pública de Ourense, coordinando actividades de integración y participación ciudadana.
[1] Opto por denotar la especificidad británica, tanto de la New Left como de los estudios culturales, para concretar un fenómeno acotado en un tiempo y espacio concreto, independientemente de los desarrollos posteriores en ámbitos académicos y contextos políticos y culturales distintos.
[2] La figura de Stuart Hall es una suerte de hilo conductor entre la New Left y los estudios culturales: editor de ULR (1956 -1959), primer editor de NLR (1960 – 1962) y director del CCCS (1968 – 1979).
[3] Publicación de artistas y escritores favorables al Frente Popular frente al fascismo en la década de 1930.
[4] Para una breve introducción a la historia de la New Left Review puede consultarse la sección A brief history of new left review 1960–2010, incluida en la página web de la publicación: https://newleftreview.org/pages/history. El histórico de publicaciones de la New Left Review está disponible en dicha página, aunque su acceso está restringido a suscriptores. Para un análisis detallado del conjunto de publicaciones de Universities and Left Review, The New Reasoner y New Left Review durante su primer período, puede verse Navarro González, Carlos (2021) First New Left británica y sus publicaciones: un análisis cualitativo y cuantitativo de las revistas Universities and Left Review, New Reasoner y New Left Review (1957-1962). [Tesis doctoral. Universidad Complutense de Madrid]. https://eprints.ucm.es/id/eprint/65052/ Por otro lado, todas las publicaciones de Universities and Left Review y The New Reasoner están disponibles en formato digital en el Amiel Melburn Trust Internet Archive, que ha sido revisado durante el presente año 2022 y puede verse aquí: https://banmarchive.org.uk/
[5] La Crisis de Suez se refiere a la nacionalización del Canal de Suez por parte del presidente egipcio Nasser (julio de 1956), y el posterior bombardeo, por parte de Gran Bretaña y Francia, en colaboración con Israel, de distintas localizaciones estratégico-militares egipcias para forzar la reapertura del canal. Por otro lado, en octubre y noviembre de 1956, tanques soviéticos toman las calles húngaras para sofocar las protestas en favor de un gobierno autónomo desvinculado del Partido Comunista de la Unión Soviética. Ambos sucesos se producen, además, algunos meses después del conocido como “discurso secreto” (Acerca del culto a la personalidad y sus consecuencias) de Nikita Jrushchov durante el XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética, el 25 de febrero de 1956, que buscaba exponer la barbarie estalinista y desarrollar un nuevo modelo político. Existen dos publicaciones fundacionales en el comunismo británico: For a Soviet britain (1935) fue sustituido por una línea más dura y burocrática a partir de The Brithis Road to Socialism (1951). En 1956, el Partido Comunista de Gran Bretaña mantendría una alineación próxima al modelo burocrático estalinista, lo que llevaría a antiguos militantes del Frente Popular (entre ellos E.P.Thompson) a abandonar el partido.
[6] De hecho, a excepción de un suplemento especial, The Insiders, publicado en el tercer número de Universities and Left Review, no se encontrarán artículos específicamente económicos o con intención de analizar la estructura productiva británica.
[7] Gracias a Ralph Samuel, habían encontrado financiación para asentarse de forma permanente en el Partisan Café, en el 7 de Carlisle Street, en el Soho. La idea era mantener 24 encuentros al año en los que cada autor de los artículos en la revista pudiese ampliar su publicación con un debate y discusión crítica. El primero, London ULR Club (posteriormente London New Left Club), proponía encuentros semanales que reunían a 300 – 400 personas de todo el espectro de la izquierda. Se reunía en Royal Hotel en Woburn Place. Las primeras sesiones, programadas del 4 al 18 de abril de 1957, incluían la presencia de Isaac Deutscher, G. D. H. Cole, Eric Hobsbawm, Lindsay Anderson and Peter de Francia, E. P. Thompson, Graeme Shankland y David Gregory Jones ().
[8] Crosland ocupó varios cargos ministeriales en los gobiernos laboristas de Harold Wilson y James Callaghan. En 1956 publicó The Future of Socialism, uno de los libros más influyentes en el pensamiento político de posguerra del Partido Laborista. Crosland argumentaba que el capitalismo gerencial era irreversible y que, sin embargo, era posible desarrollar políticas igualitarias dentro del sistema capitalista. El libro marca la línea revisionista-tecnocrática del Partido Laborista durante las décadas de 1960 y 1970.
[9] En 1957, en un acto del Partido Conservador en Bedford, Macmillan pronunció una frase que será ampliamente recordada, debatida y criticada por los autores de la New Left: “Let us be frank about it: most of our people have never had it so good". Se subrayaba, así, un incremento de la calidad de vida (acceso a bienes de consumo) de la sociedad británica, debido a las políticas del gobierno conservador. Situar el progreso unido al consumo será lo que determine, para la New Left, la proximidad del laborismo al conservadurismo.
[10] Además de la New Left Review y los Left Clubs, se invirtió en la fundación de la editorial New Left Books (posteriormente Verso), cuyo primer libro publicado, en 1960, fue Out of Apathy, editado por E.P.Thompson, y que reúne un conjunto de artículos destinados a reflexionar sobre esta “consciencia de posguerra”.
[11] Además del conglomerado de textos de la ULR, NR y NLR, este texto de Hall y Whannel expone algunas de las líneas de investigación en formas culturales y medios comunicativos que se desarrollarán durante la década de 1970 en el CCCS.
[12] Junto a The sociology of culture (1981), Marxism and Literature (1977) es el libro fundamental para aproximarnos a la teoría cultural de Raymond Williams. Se trata de una obra que sintetiza y sistematiza los conceptos introducidos en obras precedentes. Resulta especialmente interesante revisar las dos primeras partes: “Conceptos básicos” y “Teoría cultural”. La tercera parte de la obra, “Teoría literaria”, es una extensión específica del corpus teórico de Williams al ámbito de la literatura. En cualquier caso, resulta interesante revisar (para complementar la teoría cultural), el capítulo 4, “Signos y notaciones”, y el capítulo 9, “Alineamiento y compromiso”.
[13] Conviene precisar que, pese a las críticas, Thompson consideraba a Williams la figura más destacada de la New Left.
[14] Operativo entre 1964-2002. En 1987 es reconvertido en departamento. En 2002 cierra. Hoggart será el primer director (1964 – 1968), hasta que abandona el centro para ser director general adjunto de la UNESCO. Stuart Hall lo sucede en el cargo (1968 – 1979). Una buena fuente de consulta es Cadbury Research Library: Special Collections (Universidad de Birmingham, en la que pueden encontrarse algunos manuscritos digitalizados publicados por el CCCS e información administrativa del centro. Puede verse aquí:https://calmview.bham.ac.uk/Record.aspx?src=CalmView.Catalog&id=XUB%2FCCCS
[16] La primera traducción extensa al inglés de la obra de Gramsci es la publicación, en 1971, de una selección de los Cuadernos de la cárcel: Gramsci, A. (1971). Selections from the Prison Notebooks. Quintin Hoare, Geoffrey Nowell-Smith (eds.). Lawrence & Wishart.
[18] Perry Anderson se refirió al trabajo de Hall en el CCCS y, especialmente, a Resistance Through Rituals y Policing the Crisis como “ejemplo más clarividente de diagnóstico gramsciano de una sociedad determinada del que se tenga constancia”. Ver Anderson, P. (2015). The Heirs of Gramsci. New Left Review, 100, pp. 71 – 97.
[19] Ver Johson, R. (1978). Edward Johnson, Eugene Genovese, and socialist-humanist history’. History Workshop Journal, (6), pp. 79–100; Samuel, R. (1981) People's History and Socialist Theory. Routledge; ; Hall, S. [1981] (2021). In Defence of Theory. En G.McLennan (ed.) Selected Writings on Marxism (pp. 273 – 282). Duke University Press.