Lukas Aubin acaba de publicar su obra, titulada Géopolitique de la Russie, en la editorial La Découverte. Conviene recordar que el autor es doctor en Estudios eslavos, director de investigación en el Instituto de Relaciones Internacionales y Estratégicas (IRIS) y miembro del Centro de Investigaciones Multidisciplinares Multilingüe (CRPM) de la Universidad Paris Nanterre-Universidad Paris Lumières. Este ruso-hablante ha viajado en numerosas ocasiones a Rusia a lo largo de la última década para llevar a cabo sus investigaciones centradas en la geopolítica del deporte y de Rusia. Se interesa igualmente por la cuestión de la soberanía en el seno del espacio post-soviético. Ha sido profesor de historia de la geopolítica en las Universidades de Paris-Nanterre, Versailles Saint-Quentin en Yvelines y Rennes 2. Es autor de las obras tituladas La sportkratura sous Vladimir Poutine. Une géopolitique du sport russe () y Géopolitique de la Russie () así como de varios artículos en revistas científicas de reconocido prestigio, tales como Revue internationale et stratégique o Hérodote.
En la presente obra, el autor constata que la invasión de Ucrania por las tropas rusas el 24 de febrero de 2022 constituye un acontecimiento geopolítico relevante que resulta de una estrategia elaborada a inicios de los años 2000 y “cuyo objetivo es poner de nuevo a Rusia en el centro del panorama internacional y [proteger] su zona de seguridad representada por los territorios post-soviéticos” ().
Lo cierto es que Rusia, como potencia euroasiática enclavada, “es un país-continente que navega entre el Este y el Oeste y posee el mayor territorio del planeta. Para el poder ruso, esta situación geográfica excepcional le confiere un rol civilizacional y político central” (). No en vano, Rusia ha perdido las capacidades militares y económicas de las que disponía en la época soviética. De hecho, desde el desmantelamiento de la URSS y la independización de numerosas repúblicas, Rusia se ha convertido en una “potencia pobre” (). “Su economía rentista, basada en los hidrocarburos y diversos minerales, ofrece al régimen unos medios de acción” reales pero limitados. En cualquier caso, “las energías fósiles, tales como el gas y el petróleo, son utilizadas como unas palancas geopolíticas” ().
La llegada al poder de Vladimir Putin coincide con “la vuelta de la verticalidad del poder y la dictadura de la ley, [el control] de los oligarcas y (…) de la mayor parte de los medios de comunicación del país” (). Todo ello está en el origen de “la democracia administrada iliberal y no-competitiva edificada por las autoridades” (). Esto se acompaña de un intento por controlar el pasado, remodelándolo. Oscilando entre amnesia y hiper-amnesia históricas, contribuyen a “la reconstrucción del relato nacional ruso a fin de reconciliar la población con su pasado zarista y soviético” (). A su vez, la dialéctica de la potencia es un elemento central del discurso político y constituye un pacto informal entre el pueblo ruso y sus dirigentes. En efecto, el rol clave de la potencia rusa intemporal es un ideario político en virtud del cual el país estaría destinado a jugar un papel predominante a nivel internacional ().
En ese sentido, tras la presidencia de Yeltsin, la restauración y reafirmación de la potencia rusa representan el hilo conductor y un vector de legitimación recurrente de la acción del poder ruso (Audinet, 2021). De hecho, desde su llegada al poder en 1999, Putin la convierte en la piedra angular de su política. Como consecuencia de ello, “el régimen ruso construye su política exterior en tres círculos concéntricos de influencia: la escala post-soviética, la escala euroasiática y la escala mundial” (p.8). No en vano, “si Rusia tiene ambiciones planetarias, sus medios son ante todo regionales. En efecto, la mayor influencia rusa en el extranjero se ejerce en el seno del espacio post-soviético, donde el país conserva unos sucedáneos administrativos, económicos y culturales que datan de la URSS” (p.8).
Desde finales de los años noventa, la noción de “mundo ruso” sirve para justificar y legitimar la injerencia rusa en la antigua URSS. Alude a las antiguas repúblicas soviéticas así como al conjunto de las comunidades ruso-hablantes que viven fuera de las fronteras rusas (). En esta óptica, cualquier veleidad de independencia y/o de aproximación a los países occidentales de estos territorios y comunidades es percibida como una amenaza destinada a debilitar a Rusia. Así, cada intento de revolución, tanto en Georgia, Ucrania, Kirguistán como en Bielorrusia, genera un endurecimiento de la posición rusa. En su discurso de Múnich en 2007, el presidente ruso se opone a la hegemonía norteamericana y hace un llamamiento a construir un mundo poli-céntrico. A su entender, los avances de la Unión Europea y, sobre todo, de la OTAN en el territorio de la antigua Unión Soviética representan un peligro para su soberanía ().
Esta doctrina ha sido llevada a la práctica con las intervenciones militares realizadas en Georgia, Ucrania y Moldavia, así como el reconocimiento de las repúblicas independientes de Donetsk y Lugansk (en Ucrania), Abjasia y Osetia del Sur (en Georgia), y Transnistria (en Moldavia) (). A nivel internacional, Rusia incrementa su presencia en Oriente Medio interviniendo militarmente en el conflicto sirio para apoyar el régimen de Bashar-al-Assad (). Aumenta, asimismo, su influencia en el continente africano financiado infraestructuras, incrementando los intercambios comerciales y apoyando ciertos regímenes ().
Simultáneamente, el espacio informativo, que concierne tanto a los medios de comunicación como a Internet y las redes sociales, “se convierte en un territorio de influencia privilegiado por el Kremlin. Considerado como una zona a conquistar, el ciberespacio es utilizado a fin de debilitar las potencias enemigas, propagar [las tesis] rusas y sembrar la duda en cuanto a la legitimidad de las potencias occidentales en la mente de los internautas” (). Lo hace a través de las redes sociales, de las páginas web y de los medios de comunicación rusos de alcance internacional, como pueden ser Russia Today y Sputnik.
La intervención militar en Crimea y su posterior anexión se traducen por un aislamiento internacional de Rusia que se ve sometida a una serie de sanciones económicas (). En semejante panorama, las tesis euro-asiáticas se fortalecen. “A medida que Occidente se aleja, el Kremlin busca realizar un giro hacia el Este para diversificar sus actividades diplomáticas y económicas aproximándose a China” (). No en vano, Moscú es consciente de las diferencias, especialmente económicas, existentes entre ambos países y del riesgo de vasallaje que supone (). Esto explica los intentos de diversificación de sus actividades con los principales países emergentes (BRICS) (), entre los cuales se encuentran Brasil, India o África del Sur, pero también la Comunidad de los Países Independientes (CEI) o la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS).
En ese sentido, “entre hard power (Georgia en 2008, Ucrania desde 2014), soft power (creación de Russia Today en 2005 y de Spunik en 2014), smart power (Abjasia, Osetia del Sur, Transnistria o Alto-Karabaj) y sharp power (difusión de fake news, intentos de influir en elecciones extranjeras), el poder ruso crea, reactiva y moviliza todos los atributos de su potencia” (). A escala mundial, esta guerra es plural y asimétrica, sabiendo que, si Rusia sigue siendo una potencia nuclear, sus recursos económicos son limitados. Lo cierto es que la fragmentación del espacio de la antigua URSS y el aislamiento de Rusia en la escena internacional muestran que los efectos de la influencia rusa son mitigados. Con el transcurso del tiempo, las antiguas repúblicas soviéticas dejan de hablar de una sola voz y su zona de seguridad se deteriora.
En semejante panorama, la obra de Lukas Aubin se divide en cuatro partes. En un primer capítulo (), tras realizar una breve geo-historia del país, explora el territorio ruso “a fin de comprender las dinámicas internas que lo componen” (). En un segundo capítulo (), describe el régimen construido por Vladimir Putin y analiza sus mecanismos y límites. En un tercer capítulo (), intenta comprender las múltiples dimensiones de la influencia rusa en el seno del espacio post-soviético, “el corazón de la política exterior del régimen y pretexto a sus iniciativas guerreras” (). Y, en un cuarto capítulo (), estudia el rol desempeñado por Rusia a nivel mundial. “En un contexto multipolar, resulta ser una potencia aislada en búsqueda de reconocimiento y de nuevas alianzas, especialmente en Asia” ().
Al término de la lectura de Géopolitique de la Russie, es obvio reconocer la gran actualidad del tema abordado y el conocimiento del que hace gala el autor para dar cuenta de la geopolítica de Rusia incidiendo en sus diferentes facetas y sin ocultar su complejidad. Bebiendo de diferentes fuentes y en una óptica multidisciplinar, a pesar de que la perspectiva geopolítica sea dominante y confiera su unidad a la obra, Lukas Aubin analiza de manera pormenorizada las especificidades del territorio ruso, los idearios y las realidades del sistema ruso, la actitud del poder ruso hacia el espacio de la antigua URSS y el papel desempeñado por Rusia en un mundo multipolar, todo ello con rigor y finura. Varios mapas y cuadros ayudan el lector a seguir el razonamiento propuesto por el autor.
En suma, en plena guerra de Ucrania, la lectura de esta obra es imprescindible para mejorar nuestra comprensión de la realidad rusa así como de su política interior y exterior.