Analizamos en el presente artículo la donación de reliquias realizada por parte del cardenal Mendoza (1428-1495) al hospital de Santa Cruz de Toledo, a través de un documento inédito conservado en el Archivo Histórico Provincial de Toledo. Profundizamos en el valor que los vestigios sagrados alcanzaron como obsequios dentro de las prácticas sociales de la época convirtiéndose en presentes que, siendo portadores de lo sagrado, prestigiaban tanto al donante como al receptor y contribuían a la construcción de la imagen del poder.
We analyze in this article the donation of relics made by cardinal Mendoza (1428-1495) to the Santa Cruz de Toledo hospital, through an unpublished document preserved in the Provincial Historical Archive of Toledo. We delve into the value that the sacred vestiges reached as gifts within the social practices of the time, becoming presents that, being bearers of the sacred, gave prestige to both the donor and the recipient and contributed to the construction of the image of power.
Desde la historia del arte son numerosos los trabajos que han abordado el estudio de las reliquias centrándose en su condición material. Abundan las referencias bibliográficas que analizan las cualidades sensibles de sus contenedores, los relicarios, en su doble acepción como depósitos individuales y como espacios artísticos, examinándose su papel condicionante en la construcción de edificios y en la configuración de espacios y formas en el ámbito arquitectónico religioso (
En los últimos tiempos, en relación con el uso de metodologías más amplias en las que el estudio de la obra de arte trasciende lo material, la profesora Porras Gil ha publicado un interesante trabajo sobre el papel de las reliquias en el ceremonial cortesano de la Casa de Austria, tratando el hecho artístico como la interacción entre objetos y acciones (
Las reliquias han sido definidas como objetos materiales pertenecientes a un individuo determinado de especial significación sacra y como objetos cotidianos relacionados con eventos o lugares asociados a ese individuo (
Adelantamos en la introducción a estas páginas la fuente principal de nuestro estudio, una documentación inédita relacionada con el cardenal Pedro González de Mendoza, en la que se recoge la donación que este realizó de una serie de reliquias a la que fuese una de sus principales fundaciones, el hospital de Santa Cruz de Toledo.
El cardenal Mendoza fue sin lugar a dudas uno de los hombres más ricos y poderosos de la Castilla del siglo XV por la herencia recibida de su progenitor, el marqués de Santillana, y por las rentas que le proporcionaban sus títulos eclesiásticos, en especial el arzobispado de Toledo (
Con esta fundación emulaba el purpurado una de las formas de beneficencia desarrollada por la monarquía, la asistencia caritativa a los enfermos, mendigos y huérfanos, auxilio que en el caso de los Reyes Católicos tuvo como resultado la construcción durante su reinado de dos hospitales centrales, uno en Granada (1511-1522), y el otro en uno de los más importantes lugares de peregrinación de la Península, Santiago de Compostela (1501-1511).
Sin embargo, a pesar de las intenciones del prelado mendocino, Alejandro VI no concedió la bula fundacional necesaria para su creación hasta el 1 de diciembre de 1495, ya fallecido el cardenal. Esta dilación, junto con los problemas surgidos para encontrar una ubicación adecuada para el edificio, demoraron el inicio de las obras hasta 1504 dilatándose su construcción hasta 1524 (
A pesar de los inconvenientes que iban surgiendo, Bartolomé de Medina, camarero del cardenal, entregó en 1498 en nombre de este al rector de Santa Cruz Alonso Yáñez, protonotario y canónigo de la catedral Primada, un significativo conjunto de reliquias, donación que, como veremos, se enmarca dentro de los que era considerado esencial para una institución asistencial
El rector del Santa Cruz recibiría las donaciones con fervor y júbilo. Las cualidades taumatúrgicas de los sagrados vestigios, propiciadores de purificaciones y sanaciones, eran un valor esencial que trascendía lo monetario, en especial para una entidad dedicada al amparo y cuidado de los más desfavorecidos. Pero además de ese valor inmaterial, las reliquias se convertían en reserva de capital para la institución pues la notoriedad que resultaba de su posesión, garantizada por el renombre de su relicario, aseguraba la visita de feligreses que buscaban intercesión y protección. Estas peticiones de la feligresía acostumbraban a ir acompañadas de una donación para el hospital, lo que redundaba en el enriquecimiento de sus arcas, ganancias que en la mayoría de las ocasiones aumentaban si la plegaria obtenía respuesta.
Las vaguedad de las anotaciones del escribano en el documento que nos ocupa -“muchos agnus dei entre algodones”, “reliquiis”...- impide precisar la cantidad exacta entregada, pero nos habla de la impresión que su acumulación causaba (
Del porqué de la devoción personal del cardenal Mendoza hacia la
Volviendo a la donación del cardenal, junto a los sagrados restos mencionados destacó “vn pedaçito del velo e cordón de Nuestra Sennora” del que se especificaba “dio don Juan de Aragón”, única ocasión en que se revela un apunte marginal de esta naturaleza que encuentra explicación por la relevancia del personaje al que podría hacer alusión, sin que podamos concretar a quién se refiere, quizá Juan II de Aragón (1398-1479), o el malogrado príncipe Juan (1478-1497), segundogénito de los Reyes Católicos.
Como cabía esperar, no faltaban entre los vestigios entregados por el camarero Medina restos de santos y mártires, junto con vestimentas y objetos a estos pertenecientes. Se cita un antebrazo -un “brachio”- cuya identificación no nos facilita el escribano, una reliquia de San Silvestre, pontífice de comienzos del siglo IV, y otra de San Atanasio, patriarca de Alejandría, dignidad que también ostentó el cardenal, por lo que su posesión posiblemente fuese objeto de una especial consideración por parte de este. Aparecen en la relación una “çinta que paresçe de vestimiento que viene dentro en la caxa con vn rramalejo de otra çinta” y un fragmento de las vestiduras de San Bernardino. Aparte de estos restos, fueron donados “muchos
Para entender la creación de contenedores para las reliquias hay que tener en cuenta que por tratarse las reliquias de objetos sagrados la iglesia prohibía su contacto directo, siendo siempre preceptiva la presencia de alguna barrera que los preservase, reforzando así su carácter inaccesible (
Es lícito pensar que todas estas reliquias debieron contar con un relicario precioso en oro o plata, y que el propio valor que tenían los restos sagrados desvió la atención del escribano que obvió mencionar los contenedores, pues la presencia de un resto sagrado superaba en importancia e interés al valor económico y a la suntuosidad que estos poseerían habida cuenta el poder y prestigio del Gran cardenal. O quizá en la entrega no se incluyeron contenedores especialmente valiosos y estos fuesen donados
Un escrito redactado en 1579 aporta luz sobre cómo se conservaban por entonces las reliquias donadas por el cardenal. Se trata del informe realizado sobre el Hospital de Santa Cruz de Toledo por Francisco Rades de Andrada, prior de Granada y administrador del Colegio de Doncellas, a petición del cardenal don Gaspar de Quiroga, arzobispo de Toledo
El prior granadino tras consultar el testamento original del fundador que se conservaba en el archivo de la institución visitó el Santísimo Sacramento e inmediatamente después acometió la tarea de examinar la sacristía donde se custodiaban las reliquias y ornamentos de capilla, incluyendo en el informe una detallada descripción del “relicario rico del hospital de Santa Cruz”:
La presencia de las armas del cardenal y de la cruz de Jerusalén identifica, sin lugar a dudas, a este relicario “rrico de plata labrado sobredorado” como donación directa del prelado. Si comparamos las reliquias donadas en 1498 y las descritas por Rades de Andrade, constatamos como en esencia después del fallecimiento de don Pedro las reliquias conservadas por la institución toledana se correspondían con las que este donó, más un pequeño número de vestigios cuyo origen desconocemos.
Tras completar la visita el prior señaló una serie de mejoras para la apropiada conservación de los sagrados restos, señalando como necesario “haçer un coxín pequeño de carmesí o tela de plata o oro que sea deçente para que esté entre el rrelicario y la caxa por los golpes que da se viene a maltratar”, revelando esta anotación que las reliquias, no se encontraban siempre expuestas, sino que se realizaban exposiciones rituales efímeras.
El documento analizado nos habla del valor inmaterial de las reliquias vinculado con lo sagrado, pero también de su valía como constructoras de la imagen del poder de su donante. Teniendo en cuenta que adquirir determinados vestigios sacros y poseer una importante cantidad de
El arraigo de la imagen del cardenal en el imaginario colectivo de la ciudad continuó muy presente mediante varias manifestaciones religiosas que tenían al hospital y su relicario, y a la catedral Primada como comunes denominadores. Así, todos los años coincidiendo con uno de los días de la Octava de la Invención de la Cruz, procesionaba el cabildo de la Primada hasta Santa Cruz para honrar en su iglesia su memoria, y el día de la Natividad de la Virgen, los niños expósitos del hospital junto con sus nodrizas acudían a la catedral donde estaba enterrado su benefactor para procesionar delante del Cabildo y honrarle en la capilla mayor (
A pesar de que la llegada de esta donación a Santa Cruz hubo de tener un reflejo tangible relacionado con las dádivas y limosnas que, como ha sido ya dicho, los fieles entregaban al llegar a la institución buscando la intercesión divina de los sagrados restos para sus desconsuelos, menos de un siglo después de su fundación, en 1579, la debacle económica se había apoderado del hospital como consecuencia de la reducción de sus rentas (
La profesora Porras Gil reivindica cómo durante la Edad Media y buena parte de la Edad Moderna las reliquias eran elementos plenamente integrados en el contexto artístico ya fuese material o gestual-representativo.
Sobre el desarrollo histórico del culto hacia las reliquias
Señala M.ª Concepción Porras Gil como la imprecisión en el recuento, tanto de reliquias como de otros objetos -tapices, orfebrería, platería...- era testimonio de la impresión que su acumulación causaba. En esta ocasión podemos contabilizar en el documento que nos concierne 18 reliquias y un conjunto importante de sagrados restos anotados de forma imprecisa.
Así por ejemplo la condestablesa Mencía de Mendoza, hermana del cardenal, ordenó decorar los muros de su capilla funeraria en la catedral de Burgos, con cruz potenzada.
El fragmento en cuestión pertenecía a “un buen pedazo del ligno (sic.) crucis” que se encontró a mediados del siglo XV escondido en un arca en un hueco de la pared en la parroquia de Santa Eulalia de Toledo.
M.ª Antonia Herradón Figueroa afirmaba, basándose en fuentes documentales, como la identificación entre reliquias y
Ibid, ff. 3 v.º- 4 r.º.
En la catedral Primada se encuentra el sepulcro del Gran Cardenal.