«Lo que hace que yo sea yo, y no otro, es ese estar en las lindes de dos países, de dos o tres idiomas, de varias tradiciones culturales. Es eso justamente lo que define mi identidad». Así comienza Amin Maalouf su obra. Su trayectoria viene sin duda marcada por su procedencia libanesa (Beirut, 1945) y su pertenencia a una familia católica. Sus orígenes familiares configuran su percepción del mundo. El punto clave de su trayectoria vital es el traslado de su familia a París huyendo de la guerra del Líbano. Todas estas circunstancias determinan el punto de vista de la obra que tratamos: «Identidades Asesinas».
Amin Maalouf reivindica su sentimiento de «pluri pertenencia» al considerarse fronterizo en el sentido cultural del término. Partiendo de su ejemplo y experiencia personal, a lo largo de todo el libro reivindica la idea de que la identidad no puede compartimentarse pero que tampoco posee varias identidades si no que posee «una identidad producto de los elementos que la han configurado». Con este punto de partida, lleva a cabo un recorrido sobre su consideración de la identidad y como esta debe ser entendida de una manera «plural» intentando, a través de su interpretación, ahondar en por qué el concepto de identidad es tan complejo convirtiéndose casi en un «faux ami» y por qué la afirmación de la misma ha hecho siempre llegar a abrir una brecha entre lo que uno es y «el Otro». Para profundizar en su análisis, divide el libro en cuatro partes van a ser estudiadas en los párrafos siguientes.
A través de la primera parte «Mi identidad, mis pertenencias», el autor nos deja clara la intención de su libro la cual no es otra que «tratar de comprender por qué tanta gente comete hoy crímenes en nombre de su identidad religiosa, étnica, nacional o de otra naturaleza». Para Maalouf la identidad de una persona está constituida por una infinidad de elementos, siendo estos una especie de ingredientes identitarios. Al hilo de esto, es interesante el término «identimema» propuesto por
Debido a esta necesidad de explicar de manera clara la identidad como un conjunto de «identimemas», Maalouf propone realizar un examen de identidad el cual no consiste en encontrar una pertenencia esencial sino en hallar el mayor número de pertenencias posibles:
«Rebusco en mi memoria para que aflore el mayor número posible de componentes de mi identidad, los agrupo y hago la lista sin renegar de ninguno de ellos… El hecho de ser cristiano y tener por lengua materna el árabe, que es la lengua sagrada del islam es una de las paradojas fundamentales que han forjado mi identidad» (
Maalouf pretende demostrar, así como todos los seres humanos- algunos en mayor medida como es su caso debido a su carácter fronterizo- poseemos identidades complejas ya que aquellos que no la poseen (o que creen no poseerla) son el caldo de cultivo para la violencia en nombre de la identidad. Es en este punto, y tras esta explicación, cuando descifra por primera vez el significado del título de su libro al decir que son identidades asesinas aquellas que «reducen su identidad a la pertenencia de una sola cosa».
Toda esta reflexión lleva al lector a preguntarse ¿por qué el simplificar nuestra identidad, es decir, por qué el monismo identitario es esencialmente malo? Según Maalouf, cuando una persona siente amenazada su etnia, su religión o su nación, todo lo que pueda hacer para alejar esa amenaza es lícito y que, sin embargo, si esa persona consigue asumir una «doble pertenencia», es decir, los elementos confluentes en su identidad, nunca sentiría esa amenaza. Para ilustrar esto, echa mano del ejemplo de la guerra de Bosnia ya que «si consigue asumir su doble pertenencia, el hombre de madre serbia y padre croata no participará jamás en ninguna matanza étnica». De esta manera, al más puro estilo de Will Kymlicka, uno de los grandes postuladores de la doctrina del multiculturalismo, Maalouf considera que aquel fronterizo que sea capaz de asumir plenamente su diversidad servirá de enlace entre las diversas comunidades y culturales. Y que, por la contra, aquellos que no consigan asumir esa diversidad estarán entre los más virulentos. Cierto es que no le falta al autor razón en este punto ya que, echando la vista atrás, gran parte de los conflictos de los últimos años, ya no solo matanzas, han sido por la necesidad de ciertos colectivos en reivindicar su postura como única siendo intolerantes frente al resto.
Lo que sucede aquí es que quizás Maalouf está abandonando las circunstancias del momento, es decir, se echa de menos en su obra un planteamiento en cierto modo más político, aludiendo más a los factores coyunturales que conducen los conflictos. El autor señala los fundamentalismos religiosos como la causa principal de crímenes cometidos a lo largo del a historia en defensa de la identidad religiosa y cultural. Sin embargo, tal y como referencia Martín – Consuegra «la propuesta de defensa del respeto a las culturas fracasa porque la doctrina orientalista a la que se refiere Edward Said, atraviesa toda la obra encontrándonos frente a un texto que defiende el respeto a la diversidad cultural entendiendo la misma con independencia de los intereses de los Estado-Nación» (
Recogiendo la idea de esta primera parte comienza la segunda parte la cual se titula: «Cuando la modernidad viene del mundo del Otro». Para llegar a ese concepto de «el Otro» explica primero a que se refiere con modernidad y el por qué esta puede suponer una amenaza. Toma como referencia dos preguntas esenciales para luego desarrollar toda su tesis: «¿Es el islam incompatible con la libertad, con la democracia, con los derechos del hombre y la mujer, con la modernidad?» «¿Es el cristianismo tolerante, respeta las libertades, se inclina hacia la democracia?». Sin embargo, estas preguntas son meramente ilustrativas ya que el autor se opone a la idea según la cual habría, por un lado, una religión (cristiana) destinada desde siempre a ser vehículo de modernidad, libertad, tolerancia y democracia, y por otro una religión (musulmana) abocada desde sus orígenes al despotismo y al oscurantismo, por ser esta una idea peligrosa. Sin querer tomar esto como norma incuestionable, sí que reflexiona sobre la influencia de los pueblos sobre las religiones y viceversa y que, por ello, aquellas sociedades seguras de sí mismas se reflejan en una religión confiada, serena, abierta y las sociedades inseguras se reflejan en una religión pusilánime, beata y altanera. Por ello, por ser una «sociedad segura» occidente modernizó su religión, pero, en el mundo musulmán las cosas no sucedieron del mismo modo.
En este punto es interesante hacer un pequeño paréntesis ya que consideramos que Maalouf vuelve a olvidar la influencia del Estado en todo su planteamiento. No sería más correcto plantear que quizás el mundo musulmán no ha sido capaz de «modernizar», en el sentido de Maalouf de la palabra, su religión porque su sociedad no está modernizada y que esto ha sido precisamente por los problemas políticos habidos en Oriente. Prueba de ello es que un punto de «modernización» fue hace escasos diez años con la llegada de las Primaveras Árabes destinadas a protestar contra los regímenes autoritarios.
Volviendo a la idea principal, Maalouf concluye que modernización significa siempre abandonar una parte de sí mismo. Y se pregunta: «¿Cómo nos modernizamos sin perder nuestra identidad?». Ciertamente no es sencillo, a menudo la modernización se percibe como una amenaza para la preservación de la propia identidad ya que, tal y como estamos asistiendo actualmente al fenómeno de globalización, muchas veces dicha modernización proviene de una cultura extranjera dominante (i.e
Recogiendo esta preocupación, avanza el libro hacia la tercera parte estableciendo que las comunidades de creyentes se presentan como tribus planetarias, tribus por su contenido de identidad y planetarias porque se saltan alegremente las fronteras.
Tras haber definido lo que para él significa identidad y haber relacionado ésta con el sentimiento de amenaza y rechazo que se siente hacia lo intruso, en este capítulo Maalouf denuncia la locura que incita a los hombres a matarse entre sí en nombre de una etnia, religión o lengua. Para él, el ascenso de lo religioso se explica actualmente por cuatro factores coyunturales: el colapso del bloque comunista; el punto muerto en el que se encuentran diversas sociedades del Tercer-Mundo; y la crisis sufrida por el modelo occidental. Dice el autor que al joven universitario árabe que vio cómo desaparecía el comunismo y cómo el nacionalismo árabe era secuestrado por regímenes autoritarios, sólo le queda el islamismo, que se dibuja, para él, como la única opción ideológico-identitaria que satisface sus necesidades actuales (
Esta idea planteada por el autor nos hace volver a la versión crítica de
Volviendo a la idea principal, Maalouf considera que la mundialización acelerada provoca, como reacción, un reforzamiento de la necesidad de identidad. La época actual está haciendo que las personas se agarren a su identidad más que nunca y estando ésta totalmente ligada a la religión. Por ello, el autor considera de vital importancia separar la religión de la identidad. Porque si queremos evitar que esa fusión siga alimentando el fanatismo, el terror y las guerras étnicas, habría que poder satisfacer de otra manera la necesidad de identidad. El principal problema es que la época actual no ayuda a frenar esta peligrosa fusión ya que la globalización nos arrastra en dos direcciones: la universalidad y la uniformidad.
Maalouf refleja su consternación en torno al problema de la globalización a través de una inquietud total por la posible pérdida cultural que esta universalidad puede suponer. Por ello se pregunta: «¿En qué clima se va a desarrollar la mundialización? ¿Qué va a ser de la diversidad de culturas?». Realmente en ese panorama abundan las comunidades heridas, todas ellas se sienten amenazadas, incluso aquella comunidad que parece dominante.
A pesar de que la tesis planteada por Maalouf es correcta, se le puede dar una vuelta de tuerca. Es cierto que la globalización ha venido a difuminar ese
Es por ello que Maalouf, en la última parte de su libro, trata de entender de qué manera esa mundialización exacerba los comportamientos relacionados con la identidad. La conclusión a la que llega es clara: cuando la sociedad ve la modernidad de mano del extranjero tiende a rechazarla y a protegerse de ella. Según el autor, una forma de protegerse de ella es a través de la unidad lingüística al considera la lengua como uno de los elementos más importantes de nuestra identidad. Sin embargo, pronto se auto desmonta su tesis al reflexionar que ni siquiera la unidad lingüística garantiza hoy en Bosnia la coexistencia y la convivencia. Llega a una hipótesis muy interesante en relación con la lengua al entender que esta promueve la diversidad cultural (es posible hablar simultáneamente alemán, árabe, francés…) y que, el elemento que realmente hace peligrosa la identidad, es la religión ya que tiene vocación de exclusividad (no puedes ser cristiano y musulmán a la vez).
En este contexto de globalización Maalouf propone «domesticar a la pantera» siendo esto una analogía con la que hace referencia a la de evitar que las identidades conviertan al campo de la cultura en un lugar sin consensos ni convivencia ¿Por qué a la pantera?, se pregunta «Porque mata si se la persigue, mata si se le da rienda suelta, pero lo peor es dejarla escapar en la naturaleza después de haberla herido. Pero también a la pantera porque, precisamente, se la puede domesticar». Esto resumen en cierto modo lo que pretende decir con respecto al deseo de identidad: hay que observarlo, estudiarlo con serenidad, comprenderlo y amansarlo pues de lo contrario no podremos vivir en el multiculturalismo.
Es en la parte final del libro cuando Maalouf alude a ese contexto socio-político y la influencia del Estado que en ciertas ocasiones hemos echado en falta. Dice así que en algunos casos deben establecerse cautelas institucionales y, en los países que tienen antecedentes graves, una supervisión activa de la Comunidad Internacional a fin de impedir las matanzas y las discriminaciones y de preservar la diversidad cultural.
El objetivo de Maalouf con este libro no ha sido dejar cerrado un concepto de «identidad» único y no interpretable, sino todo lo contrario. Lo que logra a través de su obra es dejar la «puerta abierta» al lector para que este moldee el concepto de identidad según las pautas establecidas y sin incurrir en ningún caso en el error de entender la misma de forma «esencialista». Lo que nos ha dejado claro el libanés es que se debe animar a todo ser humano a que entienda su identidad como la suma de todas sus pertenencias. Especialmente, en el caso de aquellas personas culturalmente fronterizas porque son ellas las que pueden sentirse más amenazadas, así como, de estar bien integradas, ser una parte fundamental del multiculturalismo. En la base del multiculturalismo se encuentra la necesidad de respetar y comprender a «el Otro» ya que, como afirma